domingo, 31 de diciembre de 2023

Canciones con filosofía: Fernando

 Al final de Mamma mía 2, Here we go again, después de algunos momentos emotivos, notamos que falta una canción de Abba por usar. 

Si sucede en el cine, sucede en la vida: se pone buena cuando aparece Fernando y esto es casi al final. 

En 2019 tuve un crush con un Fernando, pero su inmadurez y su incapacidad de hablar con la verdad hicieron que esto terminara por hartarme y por hacerme de palabras con él. Fernando Esquivel, que se decía un caballero, resultó ser un cobarde, que siempre tenía un pretexto para no poder estar conmigo, pero que me daba mensajes dobles sobre estar juntos en un futuro. 

Pasó la pandemia y con ello, no tuve oportunidad de seguir adelante: la insistencia y la necedad de algunos hombres me hicieron abandonar el camino otra vez. Ellos querían que los fuera a ver para tener sexo y después tratarme como basura. Cuando les decía de mi tiempo fuera, aunque no hubiera sido voluntario, creían cosas espeluznantes de mi: veían mi inexperiencia como incapacidad para desearlos, cuando ellos no expresaban sus deseos.

Su visión chocó con la mía y todo lo que se dijo en una relación parasocial se olvidó, para convertirse en insultos y en reproches. 

Dejé de lado eso de ser atractiva, de pensar en otros hombres y de que me hicieran caso. Solo tuve una interacción con un hombre guapo cerca de Tepozotlan. Él estaba en un almacén en donde tuve que trabajar un tiempo y ahí lo conocí. 

Tenía una barba como Marc Crosas y era de esos hombres delgados, pero marcados. Su defecto era que le gustaba tomar mucho whisky, pero no lo hacía conmigo, así que estaba bien. 

Lamentablemente, él se fue. 

Yo, por mi parte, me tuve que quedar con dos de los hombres más horribles de la creación: un chico con un enojo persistente y un hombre viejo y emasculado, cuyos días felices nunca pasaron. 

Este último, no solo trató de destruir mi paso por este nuevo trabajo, sino mi autoestima y mi valor como mujer. Cada que podía decía comentarios terribles sobre mi apariencia, mi sexualidad, mi peso y la ansiedad que padecía. 

Él argumentaba que era una horrible persona solo por tener algún trastorno, pero eso no aplicaba a él cuando me agredía por el simple hecho de existir. Se dedicó a minimizar y anular todo esfuerzo que hiciera, por más que lo intentara, justo cuando sentía que el otro imbécil ya se había ido, él llegó para terminar lo que el otro no pudo. 

Yo sentía que mi alegría y mi mundo se consumían, que ya no iba a haber nada más... Pero luego llegó él y todo cambió, esta vez para bien. 

Cuando llegó él, se veía más rígido y aparentaba tener más edad, pero sus ropas escondían a un hombre joven, en su mayor momento, con un cuerpo atlético y una presencia avasalladora, una energía masculina y viril muy fuerte. 

Fue entonces que el trabajo se puso interesante... 

Porque él atraía las miradas femeninas, pero no hablaba con nadie. Era reservado y a la vez, poseía una seguridad en si mismo, que no creerías que hubiera recibido algún no por respuesta. 

Él me ayudó y me apoyó para defenderme de ese hombre horrible. Me ayudó a encontrar una voz y tener recuerdos felices otra vez, en especial del trabajo: ese gesto, en donde se puso de parte mía para buscar un fin justo, es algo que tendré en mi corazón toda la vida. 

Él, que me habló al segundo día como si me conociera, que tocó mi mano y me hizo sentir otra vez... él, que se acercó lentamente y me ayudó a tener más confianza en mi. Él, que cuando sonreía, se sentía tan cálido como el sol. 

Fue lo mejor de esos días tan oscuros y fue lo mejor después de que se cerró ese arco. Porque el arco de un personaje se cierra no solo con cosas malas, sino también con buenas acciones, grandes acontecimientos, pequeñas acciones que determinan nuestra vida. 

Nos hemos acostumbrado a lo malo, a que todo irá para abajo, para ser peor... que olvidamos que tenemos amigos y tenemos a personas que fue una suerte que conociéramos. 

Que de hecho, nos va mejor que a mucha gente, que tenemos el trabajo que necesitamos aunque no sea el que queremos, que lo mejor que pudimos hacer fue equivocarnos y fue seguir adelante con otras decisiones. 

Si yo me hubiera ido, jamás lo hubiera conocido, jamás hubiera tocado mi mano ni me hubiera hecho sentir como nunca. 

Cuando se fue ese hombre horrible, cuando dejó de dirigir en donde laborábamos... en mi mente empezó a sonar esta canción: 

    


Abba tuvo razón una vez más cuando cantaron: Y si tuviera que hacer todo otra vez, lo haría, mi amigo Fernando. Él es mi mejor amigo, mi compañero y quien me enseñó a trabajar y seguir adelante. 

Fue ahí que me dí cuenta que asimilé lo que había vivido. Todo tal cual pasó, lo volvería a vivir por llegar a él y que me sonría de nuevo. 

Y de ahí, él me dijo que todo iba a ser muy diferente, lo cual fue cierto. 

Mi vida a través de Abba

Ya había explicado una parte de mi vida a través de las canciones de Scissors Sisters. Una parte llena de vitalidad, optimismo, felicidad, en la que, incluso parece que la depresión es algo que le pasará a otras personas. 

Esa parte funciona con esas canciones de grupos y de ritmos frenéticos y con colores brillantes. Esa parte sale cuando escucho las letras emotivas y bellas, con música disco, inspirada en los años setenta y por los genios de Suecia. 

Estoy hablando, por supuesto, de la sensación de Eurovisión, Abba. 

La canción S. O. S. era interpretada por una joven Andrea. Me gustaba más que Dancing Queen, la cual hace sentir a una chica como si fuera la reina del baile. Llegué a bailar Dancing Queen pero me gustaba más Gimme gimme para abrir pista. Mis ojos brillarían más con la luz de la esfera disco. Solía imaginar que podía bailar con plataformas y un ajustado jumpsuit de mezclilla, cosa imposible con mi condición física. Pero eran sueños nada más. 

Voulez vous era de mis canciones preferidas para bailar disco, seguida de Super Trouper: son canciones de gran histrionismo y que dan una vitalidad a quien las baila y las escucha. Actuaba las frases y señalaba a ese alguien especial, imaginario, entre la multitud, que me vería por lo que soy y se enamoraría de mi por una canción de Abba. 

Mi vida después de Mamma Mía... la 1 y la 2 

Nunca pensé que el grupo Abba fuera a sacar un musical de rockola con sus mejores canciones. La premisa era la relación entre madre e hija, Sophie y Donna, las cuales buscaban dar sentido a su vida mientras planean la gran boda de Sophie y su prometido, Sky. Obviamente que creí que era una idea ridícula, incluso me burlé de que la película sería lo más cursi de lo cursi. 

Pero agradezco a Dios y al cielo haber estado equivocada: con Mamma Mía, todo cambió. 

¿Recuerdan esa escena de Malcolm, el de en medio, en donde creen que el otro es gay y se ponen a bailar de forma ridícula? Pues así quería bailar de la emoción cuando vi esta gran película: era un viaje emotivo, lleno de amor y de canciones bellas, con grandes actuaciones que servían para reír y llorar por igual. 

Todos cantaban con optimismo y con emoción cuando Pierce Brosnan le canta a Meryl Streep The Winner takes it all, cantaban Honey Honey, The name of the game y Lay All your love on me. Reían cuando salían a cantar Donna and the Dinamos. 

Tengo más recuerdos, pero estos los mencionaré más adelante, ya que, después de una crisis de sentido y de una depresión, esas bellas canciones fueron mi consuelo. En especial una. 

Mamma mía 2, here we go again

Tras el éxito de la primera película, la segunda fue un poco más conmovedora y con cameos increíbles: Cher como la abuela de Sophie y Andy García como el sexy Fernando. Además que reconocí y estudié los cameos de Benny y Bjorn en ambas películas (uno es cuando cantan Dancing Queen y el otro es al inicio del segundo filme). 

Sí, hago eso y me duelen las canciones en dos idiomas. 

La mejor secuencia del filme es la primera, porque rescata una de las ideas más bellas y peligrosas de la vida: tener un crush con un maestro y atreverse a besarlo. When I kissed the teacher es la primera canción que interpretarían Donna and the Dinamos. 

La realidad es que me he enamorado de muchos maestros, más de los que puedo admitir. Siempre he querido besar a uno o dos, no en la boca, no de forma romántica, sino tierna: para agradecerles todo lo que me han enseñado. Para ver todo en una nueva y diferente luz. Pero esto me traería muchas órdenes de reestricción y acusaciones de acoso. 

Sin embargo, no pierdo la esperanza de tener un maestro al cual cantarle When I kissed the teacher. 

Waterloo debo reconocer que no es la mejor canción de Abba, pero se presta a muchos momentos cómicos, como cuando bailan un Harry y Donna jóvenes en la segunda película. Pero el mejor momento es cuando el señor Burns va a disparar en un tanque la casa de Homero y se oye esa canción después de la Cabalgata de las Valquirias. 

Mi llanto a través de Abba 

Sin embargo, siempre lloro en un momento específico de cada película y es cuando se presenta la relación tan hermosa que tienen madre e hija... porque yo nunca podré tener una relación así. 

Slipping Through my Fingers es la canción epítome del amor maternal: una madre que no podrá reconocer a su hija, ya que debe aceptar que tiene que seguir creciendo y que debe dejarla ir. Dejar ir a los hijos, sin reprocharles que no los van a querer o que no los van a cuidar, debe ser una tarea titánica para los padres, pero es parte de crecer con amor. 

Y el crecer con amor es algo que no tuve: en esa escena se expone la relación entre Donna y su madre, la cual también estaba rota. La mamá de Donna la corrió porque tuvo una vida desenfrenada para su tiempo, la cual tuvo como consecuencia un embarazo en su juventud. Pero Donna cria a su hija sola y la prepara para que enfrente al mundo con belleza, música y seguridad. Algo que yo nunca tuve. 

Mi mamá se la pasaba criticándome, echandome la culpa y deseando que otros fueran sus hijos, gente con mayor desventaja que yo. Gente que solo iba a satisfacer su ego de ser necesitada. 

Donna está orgullosa de Sophie y quiere que tenga experiencias, que conozca el mundo, no que la cuide y la acompañe en su soledad. Y esto es lo que envidio de esta película, que haya personas que tengan la suerte de que sus mamás las quieran. Pensaba que si tenía una hija, yo si la iba a querer y aceptar, jamás hubiera renegado de ella o que no la quería tener, pero después sentiría envidia y enojo, ya que ¿sabrá ella lo afortunada que es? ¿lo querida que es? Yo puedo querer bien a mi hija, pero no a mi madre. 

Sophie nunca va a decepcionar a Donna, por más cosas duras que pasen. Yo, en cambio, decepcioné a mi mamá desde que nací. Ella me echa la culpa de que muchas cosas en su vida no funcionaron. 

Por eso es que esta canción me rompe más que cualquier cosa, porque mi mamá, durante mucho tiempo no me quería. Ahora acepta y se resigna a que no puede tener otro hijo para no estar sola. A veces, no me quiere dejar ir, no me quiere dejar en paz, porque cree que con sus atenciones abrumadoras y castrantes compensa años de maltrato psicológico y de abandono. Pero a ella nada se le ha ido de las manos ni de sus dedos. 

The Winner takes it all

La mejor canción de Abba describe el dolor del rechazo, de la separación y de aquello que ningún día será. 

Esta canción cobró un nuevo sentido cuando la escuché en Better Call Saul. Saul Goodman / Jimmy McGill pelea con su hermano Chuck, un hombre recto y apegado a las reglas, pero inflexible cuando se trata de su mentiroso hermano. 

La historia creí que no aplicaba a mi, de hecho fue con un hombre que llegué a amar. Alejandro era un hombre maravilloso, pero muy recto y apegado a la ley, como Chuck, yo por mi parte, era mentirosa, me sentía inferior y siempre sentía que nadie me iba a querer. Solo tenía mi suerte y mi capacidad de urdir, de decir mentiras y de engañarme también.

Cuando esto afectó mi relación con Alejandro, él me hizo ver lo horrible que era, porque, aunque era inteligente por decir tantas mentiras, no se podía esperar nada bueno de mi. Yo le mentí y eso le molestó de sobremanera, entonces él contraatacó, e hizo lo posible por apartarme de su círculo. 

Hoy en día, lo que veo como una venganza, fue su forma de enviarme un mensaje: que iba a acabar sola si seguía haciendo esto, como acabó Jimmy después de que pagó lo que hizo. Era necesario redimirme. 

Y hubo muchas ocasiones en que me sentí como una perdedora, porque los ganadores eran ellos, yo no sabía ni jugar. Muchas veces me pregunto qué hubiera hecho de forma diferente. 

Yo quería a un hombre o a alguien que fuera mi amor y mi vida. Alguien con quien decir que no estaba sola, que no podía equivocarme, porque él sería el único. 

Chiquitita 

Esta es una canción de consuelo, de la cual no puedo dejar de pensar que precede a algo muy malo que pasó. Siempre la pongo cuando algo malo me acaba de pasar, así que es como una profecía autocumplida. 

Me sigo infantilizando, en el fondo soy esa niña herida que espera que alguien la consuele y que alguien la quiera, que le digan que todo va a estar bien y que las cosas van a cambiar. Ciertamente, debo aprender a hacer eso sola, porque nadie va a venir a decirme todo eso, ¿cierto?

Eso pensaba hasta hace unos meses, cuando lo conocí a él. 

Él, que no sólo es una canción de Abba sino que vive en todas las canciones de amor y de poesía que he escuchado... vive en mi mente y en mis sueños. Es realidad y fantasía. 

Él fue quien me ayudó. 



domingo, 19 de noviembre de 2023

El joven con el enojo perpetuo

Conocí a Iván y primero fue bueno conmigo: me dijo cómo llegar al trabajo, cuál camión tomar y a qué hora debía llegar. Cuando lo vi, iba con Daniela, del CCH Azcapotzalco y la cual sería su futura confidente. 

Era un trabajo que ahora ya no tengo, lo vi como un reto, pero también fui realista: yo sabía que algo saldría mal. Tres años de tener una forma de vida de repente cambiaron para un trabajo diferente y nuevo con

Con el tiempo observé que no me hablaba, que no se juntaba conmigo y que lo que decía le causaba entre extrañeza y risa incómoda, como si esos detalles comprometieran mi imagen. Un día subí al camión como cualquier otro día de trabajo, cuando encontré a Iván, él me miró escéptico, con extrañeza, incluso con incomodidad. 

Debíamos viajar a otro estado y a mi me dio miedo, algo en Iván, que estaba quebrado y que esperaba salir, emergió de lo más profundo de su ser: cuando vio que no traía mi equipaje, ni botas de trabajo, se enojó. 

Era un enojo que vi en sus ojos, en su cuello rígido y en sus manos que estaban apretadas en puños, su semblante cambió, de ser un joven que parecía simpático, decente e íntegro, se volvió un hombre violento, frustrado y terriblemente conflictuado. No era un enojo normal. 

A medida que su enojo crecía, creció su descontento hacia mi, hacia mi persona y hacia lo que yo representaba. Sufrí violencia a manos de Iván por ese enojo: cuestionó mi contratación y mi salud mental. Primero me dijo que lo mejor era que cambiara de trabajo, que no era un trabajo para mi, que iba a tronar por la presión, la cual ejercía de manera irracional. Sugirió que debía ir a un psicólogo, a lo que yo, sin poder callarme el hocico, le contesté: Pues es que ya voy a un psicólogo, Iván. 

Ahí fue cuando la pesadilla comenzó. 

Le dije a Iván que era perfectamente normal que me equivocara en un nuevo trabajo, a lo que él en su cerrazón decía que cómo chingados no iba a poder algo. Según él podía hacer todo y no solo rápido, sino también de la mejor manera y eficientemente. Iván siempre me reclamaba porque yo hacía lo que quería, en especial cuando no entendí dos cosas del trabajo. Un trabajo que hace tres meses no tenía idea de cómo se hacía. 

Le molestaba cuando no recogía cajas de cartón correctamente, porque claro, sólo había una forma de hacerlo. Debía fusionarme con él, ser como él y hacerlo a su mismo ritmo. También hizo comentarios sobre mi forma de comer, sobre si me cansaba o sobre si tenía un cólico menstrual. Para Iván todo era un misterio conmigo, todo era indeseable, todo era lo peor. 

Iván siempre rezaba que en sus otros empleos lo trataban de la chingada... pero él no quería ser diferente, no cuando llevas tanto enojo y tanto encono dentro. 

Iván, aquel muchacho que tenía problemas con su padre, todo el tiempo se quejaba de él, nunca se perdonaron. Iván, cuya novia tuvo una fuerte pelea con él, tenía el corazón roto. Iván, que no estaba conforme con trabajar más que los demás, pero que hacía todo y se daba cuenta de todo, pero se enojaba por nada. 

Cierto día se enojó conmigo por no saber cortar con el cutter, por no pasarle bien una relación de productividad, por no trabajar con orden y no trabajar como él pensaba que debía hacerlo. Iván me culpaba, me humillaba en privado porque quería que me fuera. Diario era un reporte para mi con un gerente que nunca supo mediar el conflicto, que no sabía qué hacer conmigo, que nunca se acercó a mi, Jonathan. 

Un reporte diario de Iván acabó por matar a Jonathan... de aburrimiento, porque había más de 200 empleados en la compañía y el nuestro apenas era un departamento incipiente. 

Iván siempre me sentenciaba: yo no voy a decir nada, ellos se van a dar cuenta. ¿Cuenta de qué, imbécil? ¡Si así contratan al personal! Ve a decirles cómo pueden hacer su trabajo, pero ponte como te pones conmigo... 

Cuando reporté la situación, todo se quedó en palabras, de un incompetente que finge no saber tu nombre, aunque diario lo vea escrito en el trabajo en el cual no se supone que debas estar. No pasó nada, no le hicieron nada. Iba a ir a ver, si claro, cuando él quisiera. 

El acoso de Iván no paró ahí: hablaba mal de mi con otros compañeros, me amenazó con tronarme con la productividad, lo cual únicamente iba a derivar en mayor capacitación. A dos compañeras les decía que yo era dejada, que me hicieron menos por estar ahí, en este pinche trabajo, en donde le pagaban una miseria y donde lo negreaban. 

Una de esas compañeras, Daniela la segura, fingía que me escuchaba para tomarme la medida. Una vez le salió el celo cuando me habló un muchacho guapo de ese almacén. Daniela buscaba ser el centro de atención, pero no soportaba serlo a costa mía. 

Daniela me preguntó: ¿por qué eres tan dejada? Como juzgándome, como si supiera toda mi vida... cuando conoció la forma en que yo me defendía, no solo dejó de hablarme, sino que buscó otro trabajo. Iván no soportó ese duelo porque fue aún más horrible conmigo. 

Luego llegó una chica que decía que practicaba la santería, siempre quería hacer las cosas a su manera y buscaba hacer el menor esfuerzo. Me veía con lástima, pero también se sentía inferior por haber entrado a este trabajo. Al igual que Daniela, en el fondo no querían el empleo. Pero yo si. 

Yo solo podía pensar: es su trabajo, está enojado con otra persona, no conmigo. 

Iván me contagió un resfriado, con lo cual falté dos días de esa semana y tuve un descuento considerable, momentos antes, él expresó que se sentía enojado con él mismo, porque estaba enfermo y no podía recuperarse más rápido. A lo que yo, sin poder callarme el hocico le respondí: Pero es que esto no es culpa de nadie Iván... no es tu culpa. 

Su enojo creció porque entendió que yo tenía algo que él no: compasión por mi misma. 

Él, que pensaba que el enojo era para hacer cosas, que era energía y fuerza, que era demostrar la valía, se desconcertó por completo por haber hecho escuchado que tenía elección, que se podía elegir a si mismo. Iván, que pensaba que mi inseguridad me traería lo peor de la vida, no veía que su enojo, que fue una vez tristeza, ahora se convertía en amargura. 

Pero yo, por mi parte, comencé a sentir tensión en la espalda, en los brazos, en las piernas. Me empezaron a doler las manos. Iván sabía que no tenía condición física y me cargaba la mano, para luego reprocharme porque me cansaba y culparme por no pedir ayuda. No obstante, cuando le pedía ayuda o que me explicara, sus respuestas eran con humillaciones y saña. Y yo estaba en ese laberinto. 

Supe desensibilizarme, traté de entenderlo, pero mi dolor seguía. Se iba cuando Iván no estaba, se iba cuando había otras personas alrededor, personas que me explicaron y que me ayudaron, aún sin conocerme. 

Uno de ellos me ayudaría posteriormente, pero esta historia la tocaré después. 

Iván siempre tuvo mucho enojo, el cual era proporcional a sus expectativas, su hambre de reconocimiento y su esperanza porque las cosas cambiaran. Yo, por mi parte, aunque quería lo mismo que él, las personas que debían planear y rolarme, me olvidaron ahí. Nunca les importé, pero pensaban que yo me saldría por mi cuenta. 

Iván quería que me cambiaran a la noche, para que ahora si me cansara e hiciera el trabajo, para ya no ver mi cara y para que él descansara de mi. Él proponía su dream team, pero también hablaba pestes de otros empleados y de otras personas con las que trabajó.  

Iván quería que lo reconocieran por lo que había estudiado: pensaba que le ofrecerían puestos y sueldos atractivos, que tendría gente a su cargo y que al fin encontraría su lugar. Sólo tenía que trabajar duro y hacer que la gente a su alrededor lo respetara ¿verdad?

Pero Iván siempre hacía rápido sus cosas para platicar con otros, su forma de platicar era que lo escucharan: sus quejas sobre otros, sobre mi, sobre lo que le pasaba, sobre lo mal que lo había tratado la vida, de la cual era un triunfador por haber salido adelante. Pero no parecía que esto le diera felicidad. 

Dijo haber gastado casi un millón de pesos en su educación, de la cual carecía porque argumentaba y administraba pobremente. Ojalá recupere ese dinero. 

Iván siempre estaba peleando: si no era conmigo, era con otras compañeras, a las que siempre intentaba sobajar; algunas se quejaron y otras se alejaron. Les decía que nunca trabajaban, que no sabían trabajar y que nunca hacían nada. 

En lo que respecta a mi, siempre decía que era muy fácil escribir textos, que de hecho, era igual al trabajo que desempeñaba. No obstante, él se le dificultaba escribir un texto y no era bueno para la teoría, con lo cual, empecé a pensar que era una forma de venganza contra esas humillaciones que sintió. 

Iván pensaba debía ganar en absolutamente todo: se iba a ganar un viaje gracias a su esfuerzo, porque él quería que le pagaran todo lo que había hecho, quería sentirse parte de algo. Una vez anunció que ya no lo iban a soltar, que todo mejoraría. 

Para su desgracia, dicho viaje no se concretó, con lo cual él dejó de venir un maravilloso miércoles, en donde únicamente yo me presenté a trabajar. 

¿Pude reír de sus desventuras? No... ¿pensé en burlarme de sus tragedias? Probablemente. Pero algo dentro de mi emergió de lo más profundo: yo solía ser como Iván y estar enojada con todos, por cualquier pendejada, todo el tiempo. 

Hasta que un día se fue mi energía y se fueron mis ganas de vivir, tuve un cuadro depresivo, incluso pensé en desaparecer, en creer que todos estarían mejor sin mi. 

Lo cual dejó de ser cierto por el patrón que siguen estos abusadores: tienen un problema internalizado y buscan con quien desquitarse: aquel que sea vulnerable, que no sea como ellos, que no sea lo que quieren, que no se deje de ellos o que peleé con ellos. No importa lo que hagas, nada de esto va a cambiar. 

Porque ese enojo viene de la tristeza y un día se volverá contra ti mismo. Tal vez no lo notes, pero de repente no puedes dormir, lo único que quieres hacer es dejar de cuidarte, estás más irritable que de costumbre y tus planes de vida ahora son obstáculos insalvables, que forman parte del fracaso que eres. 

Un pendejo me dijo que lo necesitaba para poder seguir trabajando, pero no es así: lo que yo me digo es muchas veces peor que lo que él me pueda decir. Lo que yo me digo viene de mi enojo, del abandono, del abuso narcisista, de mentiras y calumnias. De la culpa, de achacarme cosas que yo no hice y yo no dije. 

Aún con todo, no es de las peores personas con las cuales me he enfrentado. En el fondo él está enojado, siempre lo va a estar porque no sabe ni cómo expresarse. 

El día en que se fue, pensé por un momento que lo había conseguido: que al fin sería visto y que ese berrinche logró que le dieran el premio esperado. Luego vi que no regresó y que ni siquiera tuvo cara para decir que se iba... 

Ojalá que ese enojo no se vaya contra él, ojalá no confunda la agresividad con la hostilidad, ni la competencia con la exigencia pendeja, típico en personas que las consume su enojo. Ojalá vaya a la playa con su dinero o con el dinero de una empresa o de un premio, todo lo que lo aleje de esa amargura y de ese encono. 

Ojalá encuentre a un psicólogo o psiquiatra que se dé cuenta, que le diga lo que debe escuchar, no lo quiere que le digan. Ojalá y la vida haga que se reconcilie con su familia o que no repita los mismos patrones. Ojalá se dé cuenta él que su enojo se está volviendo parte de él y que pronto será perpetuo. 

El final de esta historia aún no llega... pero, como dato curioso, uno de mis mejores amigos se llama Iván, lo único que valió la pena, de ese día, fue haberle dicho que al menos tenía al Iván correcto en mi vida. 


domingo, 3 de septiembre de 2023

Y ¿para qué quiere el dinero?

En la incesante búsqueda de un buen empleo, debemos tener en cuenta que... nos van a hacer muchas jaladas. 

En mi vida no he tenido muchos trabajos, esto me pone en desventaja, también me gusta hacer las cosas a mi modo, no siempre trabajo en equipo, no están de acuerdo conmigo y no tengo los mejores compañeros, supervisores o jefes. No digo que todos sean malos, ha habido algunas personas que respeto, pero otras son una mierda. 

Me han pedido que use el sentido común, gente que no tiene la más mínima idea de lo que es el sentido común. Gente que se cree con derecho a humillarte porque dice saber más que tu, pero tiene una sarta de idioteces en su haber, lo cual no le da pena ni un poco. 

Luego están los que inventan y los que no pueden ganar, cuya única meta es estar chingando: les molesta cómo haces algo, como no lo haces, que te vaya bien, que tengas suerte, lo que comes, lo que vistes, que tengas tiempo libre o que te puedas comprar algo chafa afuera del metro. 

Me he enfrentado con gente que me detesta porque me compré una brocheta en una feria, porque voy al tianguis, porque como atún o porque traigo una bolsa con nueces o cacahuates, les caga que tenga cosas, pero creen que gastarse dos mil pesos en alcohol e irse de fiesta tres días es ser un chingonazo. No pues ¡wow! 

Ellos creen saber cómo es tu vida, qué trabajo deberías hacer, cómo deberías gastar el dinero y no, para ellos no hay puntos medios ni bajos en la vida. Como si todo fuera certeza. 

Junto con esos están las rémoras que son los metiches implacables: opinan de todo, se burlan de ti o quieren información para burlarse, creen que lo que quieren de ti y de eso hablan como si no hubiera mañana, pero fuera de esas burlas y de ser entrometidos, hay una vida vacía, llena de desaciertos y de decadencia. Mejor deberían arreglar sus vidas, pero como los milagros no existen... 

Están los economistas, los trabajadores sociales que te hacen un estudio, los orientadores vocacionales, los que son tan, pero tan chingones, que están trabajando ahí contigo, que no te bajan de ser el fracaso que proyectan. 

Y están los de recursos humanos: ellos saben cuál es el perfil de la persona que contrataron, cuál deberían contratar, cuánto deberían pagarle a ellos o a ti, pero cuando les preguntan cómo mejorar, como no tienen los recursos ni saben fundamentar su opinión, todo seguirá igual. Habrá peores y mejores, pero no saben exactamente por qué se quedan en un trabajo. 

Si ustedes creen que eso se quita metiéndote a un trabajo con modalidad de home office, déjenme decirles que no es así: están los que se escudan en un perfil de facebook, que te insultan por messenger, que juzgan tu vida, tus costumbres, lo que dice tu mensaje, cómo es tu vida, si aceptas o no el trabajo, si este trabajo lo valoras. 

Cuando les escribes o dejan de contestarte por algo, programan a su bot y cuando los confrontas, sólo se limitan a decir que te calles o que dejes de escribirles, como si te mantuvieran y como si leyeran los mensajes. 

Los hay quienes con discursos esconden la precariedad laboral, fingen apoyarte y fingen que todo es algo increíble, pero la verdad es que no va a pasar nada. Una constante es que se defienden entre ellos, como los cobardes que son.

Cierto día fui a un trabajo a un Wallmart y la tipa, una estúpida de recursos humanos, me empezó a preguntar sobre mi estilo de vida: sobre si era inestable, si quería seguir estudiando, si tenía cosas qué hacer o si quería el trabajo, casi casi me preguntó y ¿para qué quieres el dinero?

Yo creo que si yo o sus jefes le contestáramos: ese dinero que no te van a pagar es para que me dé vida de rico, pues se callarían el hocico. Si le dijéramos que no tenemos deudas, que vivimos a toda madre, que somos casi ricos y ese dinero es para comprarnos un coche nuevo, no nos odiarían tanto, porque tenemos que trabajar o porque tenemos una necesidad, monetaria o psicológica algunas veces. 

Y están esos dizque compañeros que viven deseándote cosas malas, que serían felices no sólo si te vas del trabajo, sino del mundo: para ellos eres una amenaza, su vida se juega en lo que a ti te pase, no viven, comen o defecan si tienes algo mejor. Otra variante de la vida vacía que llevan. 

Hace poco, una cretina con una inteligencia emocional de una niña tonta de once años, iba a celebrar su cumpleaños, pero un día antes yo renuncié porque había encontrado un trabajo mejor. No celebró nada que se tratara de ella, porque siempre se trató de mi. En parte no me sentí asqueada ni mal, pero si me dio pena que sea más un motivo para celebrar que yo tome o deje trabajos, más que su propia vida. 

Mi regalo para ella es que ya se fue el motivo de su coraje, de su odio... ahora regresa a su soledad, a su duelo por un trabajo que perdió y que la tiene con una irritabilidad de la chingada; a una casa en la que vive sola porque no la soportan sus hijos. Siento pena por ella. 

Finalmente, hace poco me enteré de que a un compañero le caigo mal porque tomé un trabajo nuevo, me critica de todo a todo, pero su vida no está del todo bien y por un momento, cuando me ve y cuando me molesta, es como si fuera el bueno de la historia y yo la mala. 

Cree que yo no sirvo para este trabajo, pero cuando hay pruebas y cuando hago bien las cosas, lo ignora, cree que todo mundo debería pensar y ser como él; cree que debe ser la misma suerte y la misma valoración para todos. 

Ojalá esa creencia no choque con todas las nuevas realidades que deberá enfrentar en su vida. 

Yo, mientras tanto, me voy a una vida de lujos que no puedo mantener, la que me llevó a no ahorrar y tener que trabajar y empezar de cero. Una vida en donde hay incertidumbre, precariedad laboral y miles de personas que te preguntan sobre cómo gastar lo que con trabajo has ganado. 

jueves, 4 de mayo de 2023

Mi vida después de Better Call Saul

Better Call Saul fue una de las mejores series que vi en mi vida, no era por el gran Bob Odenkirk, no era por Giancarlo Esposito, Jonathan Banks, Rhea Seahorn o Michael Mando, no era porque fue una serie diferente de abogados, ni fue porque logró engancharme desde que vi a Saul en Breaking Bad. 

Better Call Saul viene de una parte de mí que es oscura, que no tuvo un arco de redención. 

Yo era como Slippin' Jimmy y, por ciertas acciones, me iba a convertir en Saul. 

Empecé mintiendo con cosas pequeñas, porque me daba vergüenza no poder defenderme de mis bullies: hoy no me dijeron nada, hoy no tengo nada, hoy otra persona me habló. Pero por dentro me sentía igual, por dentro estaba muy triste. 

Luego empecé a ver que me iba mejor con las mentiras: me daban protección, reconocimiento, integridad, incluso credibilidad. Al igual que Jimmy, era parte de un sistema que estaba corrompido, en el cual no estaba permitido decir la verdad. 

Recuerdo mis experiencias con la verdad y nunca fueron buenas: me regañaban por decir la verdad, por querer estar sola, por escapar de un entorno que estaba lleno de violencia, por inventar pequeñas mentiras en donde mi vida era mejor. Era preferible leer libros de fantasía, de ciencia ficción, de moneros mexicanos que aún quiero, esto me salvó de mi existencia. 

Luego vi The Invention of Lying del gran Ricky Gervais y fue maravilloso: el ateísmo fue mi grito de guerra cuando me hablaban de religión, de las mentiras que creían todos para seguir adelante. Yo era una persona sin Dios, pero que se hundía en la tristeza y en la falta de sentido.

Hoy en día, gracias al episodio Ruthie de Bojack Horseman, supe que esas mentiras son una forma de tener compasión por uno mismo, que nos reconfortan y que depende de qué mentira decimos si somos íntegros o no. 

Con Gervais observé que se tiene éxito con la mentira, también prestigio, pero, también habrá situaciones en las que, simplemente no puedes mentir. Por otro lado, Raphael Bob Waksberg me mostró que no se miente por ser cínico, sino que se necesita creer en algo que nos ayude a continuar. No necesariamente es la religión: podemos creer ciegamente en el futuro, en el amor, en una relación que nos salvará o en algo que nos mantiene a flote. 

Justificaba mis mentiras con esto. Antes de caer en depresión por un duelo prolongado, creía que estaba haciendo algo bien, algo necesario, que, si podía creer de alguna forma la mentira, entonces podría actuarla bien. 

Parte de que se actúe bien la mentira es que haya un elementos como la plausibilidad, un cabo suelto que no sea importante, ciertos detalles que confirmen nuestra historia. Y si hay preguntas, hacer una versión accesoria. 

Llegué a funcionar con las mentiras, pero una vez le mentí a una jefa que tenía sobre algo que dije que hice, pero por desgracia, su esbirra me espiaba y se dedicó a decir todo lo que hacía y no hacía. La esbirra inventaba toda clase de rumores sobre mi, pero era su proyección y su ira narcisista: inventó que le tenía envidia y luego inventaba que decía groserías, que hacía cosas que no debía. Yo la confronté porque no tenía ventaja y estaba triangulando, pero esto la hizo una perra aún más vengativa. 

Luego pasó un tiempo me deprimí: una persona más ignorante y más mentirosa me había vencido, no podía creer que eso me hubiera pasado a mi. Me dio en mi ego y en mi confianza. Ya después me enteré que la corrieron de peor manera: porque decidió ser una mandadera, en vez de la nada que era. 

Al final todos enfrentan su verdad: ser usado para hacerme daño, porque no podían por ellos mismos. 

Cierto día supe que mi depresión era porque no me decía la verdad: mi cerebro hacía malabares para decir que todo estaba bien, pero en realidad no era así. Me sentía derrotada por quienes me habían lastimado, sentía que tenían razón, sentía que sería así toda la vida y que me iba a quedar sola. Lo que antes me daba esperanza ahora era una mentira. 

Ya viene lo de mi vida después de la serie, lo prometo. 

Hubo un día en que me dije una verdad y no me dolió, porque no me pasó nada: mi papá nunca me vio como hija, no le importaba un carajo. Y estuvo bien, porque sentí que me quitaba de un peso de encima. Por muchos años creía que era yo, pero esto fue solo para protegerme de esta verdad, que ahora parecía inofensiva. 

Y, en cierta ocasión recuerdo que iba en el metrobús, no podía ocultar mi vergüenza de no estar bien en la escuela por quién sabe cuál vez... Entonces, empecé a pensar una mentira: Voy a decir que el metro se había detenido, voy a inventar una tragedia, luego voy a decir que tenía que hacer algo que olvidé o que tenía muchos pendientes, luego tengo que ingeniármelas para decir que tuve problema para hacerlo... luego... luego es que me siento muy cansada. Que la verdad, es que no puedo, porque lo que pasa es que no me siento cómoda en la escuela, por eso me salgo, por eso huyo. 

Empecé a preguntarme algo que decía el maestro Gerardo de la Fuente: y si, ¿mejor les digo la verdad? Es mucho más sencillo. 

Antes de eso, tuve dos conversaciones con personas que yo quería y respetaba: la primera fue con una amiga que me dio una gran lección: O aprendes a mentir bien, o no mientas. Sinceramente, esto no me lo esperaba porque no pensé que pudiera tener este cinismo, pero fue la forma en que ella me demostró su preocupación por mi. 

Otro maestro, al cual siempre admiré desde que lo conocí, me dijo que en ese asunto de mentir debía ser muy cuidadosa porque, podría ocurrir que mi salud mental se viera comprometida. Hay personas que enloquecen, que se vuelven un monstruo por sus propias mentiras. 

Hasta la fecha, no he podido agradecerle a ese maestro el haberme salvado de mí misma. No me había detenido a pensar en esto, pero me asusté mucho. Ya lo había dicho George Harrison: la gente que gana el mundo pero pierde su alma. 

Luego llegó lo que le llega a todo Jimmy: un Chuck McGill. 

Cuando ocurrió el problema, se iba a estrenar la quinta temporada de Breaking Bad. La serie de Vince Gilligan fue el sueño húmedo de cualquier filósofo: un profesor, aparentemente bueno, que usa sus conocimientos de química para hacer metafentamina y que termina por convertirse en Heisenberg, el narcotraficante más buscado. 

La serie tenía personajes memorables, como Jessie, Mike, Hank y Gus Fring, pero uno de ellos, uno que se robó mi corazón, fue el abogado de medio pelo llamado Saul Goodman. Un abogado sinvergüenza que se vale de todas las estrategias para ganar un caso. 

Saul se ganó los corazones de muchas personas, por lo que una serie de sus inicio, sonó como una extensión de Breaking Bad. Qué bueno que no lo fue. 

Tuvimos un problema personal, que él volvió académico. Él sabía que yo me sentía mal y que me sentía devastada. Le mentí sobre algo personal porque tenía vergüenza, no como la vergüenza que había sentido antes, era esa vergüenza de haber caído tan bajo por alguien que no lo merecía, por un estúpido. Empecé a pensar que no tenía remedio y así fue. 

Cuando descubrió la mentira me condenó injustamente por más cosas: cosas que no había hecho y cosas que supuestamente su amiga le dijo que le había hecho. La amiga siempre fue víctima, hasta de mi, cuando ni siquiera sabía desde cuando tenía una relación abusiva. 

Además de esa culpa, soporté sus groserías: nunca quiso atenderme, ni escucharme, cuando yo tenía que exponer, me saltaba, así fuera algo académico o personal. Cuando le dije que era autodidacta, fue el mejor recurso que tuvo para evitarme. No lo culpo, tal vez yo hubiera hecho lo mismo. 

Tenía colegas que me juzgaban igual y a los que no les caía bien: siempre me vieron hacia abajo, aún cuando no habían logrado nada. Otros esbirros que se juntaban a hablar de mi. Uno de esos quería que no me dejaran entrar al Instituto. 

Fue entonces que me dijo que yo necesitaba ser muy inteligente para mantener tantas mentiras, poco faltó para que me dijera que la lógica era sagrada y que hacer mi tesis sería peor que un mono con una metralleta. 

Él, que se creía Heisenberg con esas jugarretas, que creía que era el peligro y que era el que dirigía su operación. Pero la realidad es, que era como Chuck: rígido, poco valorado y opacado por personas que él creía una amenaza. 

Al igual que yo, también tuvo muchos problemas para aceptar que él decía mentiras, que, en algunos casos estuvo bien y se sintió bien; que usó a algunos esbirros y lo correcto que era para bloquearme. Nunca fue honesto conmigo, pero yo sabía qué era lo que en realidad pensaba y que quería que me largara de ahí. Yo nunca le agradé, nuestra amistad se extinguió como el fuego de un candil.

Yo nunca me vi en el universo de Breaking Bad, pero ver a Jimmy, Saul Goodman me hizo recordar todas esas cosas que yo hacía: la sensación de poder que era salirme con la mía. Era cuando yo trabajaba para mi, yo estaba de mi lado y buscaba entender una situación para poder mentir, engañar, urdir, irme de más. Esto era lo que me decía mi familia. 

De mentir por vergüenza pasé a mentir para conseguir lo que yo quería. Me sentía mal de que me descubrieran, pero no de haber mentido, porque si yo era una extraña en mi entorno, los que vivían conmigo eran extraños para mi. 

Fue otra vez la libertad, el buscar cabos sueltos e historias creíbles: la mentira era algo adictivo y era algo que funcionaba. Mi vida era mucho mejor así: me sentía más segura, me sentía mejor conmigo misma, incluso logré conquistar a hombres que me gustaban con cambiar muchas partes de la historia. 

Pero siempre se quedó el resentimiento de mi familia, por haberles mentido. Personas que me juzgaron como un criminal y personas a las que no les dije la verdad porque eso las hubiera alejado más rápido de mi. 

Hasta la fecha, aunque he demostrado que no hago nada y que soy buena persona, mi familia me repite constantemente que urdo, que me voy demás o que les veo la cara; cuando, muchas veces no se ni a dónde ir. 

Yo veía a Jimmy y también me sentía así: en lo bueno y en lo malo. Tenía a pocas personas que creyeran en mi, las que creían en mi sabían que yo era mentirosa, otras me dijeron que el mentiroso cree que otros le mienten igual que él, eso no lo vi venir porque me vi envuelta en muchos ataques. 

También era Jimmy en mi complejo de inferioridad, en creer que de esta forma conseguía algo... Otros me veían desde arriba y yo sólo podía seguir urdiendo y seguir haciendo que las cosas pasaran, porque nadie estaba de mi lado. Justificaba esa parte de mi porque me convenía. 

Cuando Jimmy le dice a la chica el discurso de Se lleva todo el ganador, él se ve reflejado en el parabrisas del coche mientras le habla a la muchacha. Así era yo: quería una oportunidad de demostrarles con quien se habían metido. Ellos me veían así, pero yo me sentía y me creía más.

Tuve amigos con los que podía mentir y enseñarles a no dejar cabos sueltos, desaparecer evidencia, hacer creíble tu historia, usar la plausibilidad y la probabilidad, hacer elaborados esquemas para no tener consecuencias. Esos amigos me dejaron atrás y no fueron felices conmigo. De hecho, tres de ellos me mintieron sobre que yo les caía bien. 

Sin embargo, el haber vivido de apariencias y mentiras me hizo una persona más retraída, me sentía culpable y paranoica todo el tiempo. Aunque el urdir me hacía acercarme a mi naturaleza y le daba color a mi vida, todo era blanco o negro, no había posibilidad de mediación. 

No me siento orgullosa de haber mentido, porque critico a muchos que no son como yo y también los veo desde otra perspectiva, pero pude entender muchas ideas de la gente: como que le es más fácil atacar al otro en vez de enfrentar lo que es, que enmascara su deseo en vez de enfrentarlo, que finge que todos la envidian porque no es nada. 

Esos mecanismos de defensa me hicieron analizar mejor la maldad y la mediocridad de otras personas. Y también me gustaba leerlos en Saúl, que había tocado fondo pero seguía mintiendo, urdiendo, haciendo esquemas complicados. 

Dos de mis episodios favoritos eran Nippy, de la temporada 5 y Coushatta de la temporada 4. En este último se observan todas las mentiras de Saul (y de Kim) para no dejar cabos sueltos y defender a Huell, uno de los achichincles del abogado. 

Saul paga a la gente para que mienta, porque los convence con mentiras y con el incentivo del dinero, luego hace que los estudiantes que le ayudan también mientan para que no llame la fiscal; luego busca limpiar la imagen de Huell de la manera más absurda, lo hace ver como un santo pero es un bribón como él. 

Con Nippy es cuando Saul vuelve a las andadas y hace un complicado esquema para robar una tienda de ropa: pide a dos taxistas que lo ayuden a urdir el robo, usa la materia prima del negocio donde trabaja, usa el soborno, intenta acercarse a la gente que lo intimidó para demostrar que él es más fuerte. Deja de tener miedo porque la mentira lo libera, esto es algo paradójico, pero no es tan difícil de entender. 

Además de la escena del rol de canela, que representó una subida de ventas de Cinabonn, la escena siguiente es donde Jimmy, Saul y ahora Jim Takovic se confiesa, pero es para poder continuar con su mentira. 

Ante la posibilidad de que algo salga mal, Jim se abre con el policía y le dice que no tiene familia, no tiene esposa y no tiene a nadie. Jim se sabe solo y empieza a llorar, pero esta actuación, que es otra cortina de humo, viene de la verdad. 

Y es donde la mentira empieza a ser peligrosa: Jim sabe que sigue mintiendo y que no puede dejar de hacerlo y, para que funcione su mentira, debe empezar a coquetear con la verdad; debe mostrar vulnerabilidad para poder abusar. 

Jim, al igual que yo, es muy inteligente porque sabe controlar muchas mentiras, tanto que lo acercan a la verdad que no acepta. 

Fue ahí en donde yo me vi sola: he sobornado a gente con cosas dulces para que hablen conmigo y para que me quieran, me he juntado con gente que no me conviene para poder decir que soy mejor que ellos, creo saber todo y eso me aleja de otros. No tengo muchos amigos, me siento alejada de mi familia. 

Cristian Gutiérrez pasó de ser mi maestro a una persona non grata. Aunque yo perjudiqué a sus amigos, él decidió cobrarse con algo académico. Habló de mi con sus colegas, con los cuales, yo también tuve problemas. 

No debí confiar en Daniel González García, profesor de la fes Acatlán que abusa psicológicamente de sus parejas y alumnas. Al hablar con él, cavé mi tumba o creo que aceleré mi final. Es posible que esto nunca se vaya a arreglar. 

Y es que no tenemos una máquina del tiempo que haga que todo lo que dijimos sea verdad o que nuestras mentiras no tengan consecuencias. No podemos creer que si estuvimos con gente que no nos quería algo iba a salir bien. No podemos volver al pasado y arreglarlo todo, por más que nos engañemos. 

Yo se que se lleva todo el ganador y que una mentira puede hacer mucho daño si nunca se sale de un espiral de corrupción. Pero siempre quedan los recuerdos de quien confió en nosotros, de quien nos ayudó cuando no estábamos en nuestro mejor momento, de quien nos consoló cuando nos pusieron un espejo y nos señalaron. 

Si Vince Gilligan me puso ese espejo y me mostró cosas que tenía de Jimmy, siempre hubo aquellos amigos con los que me divertí, con quienes no salió bien lo que urdimos, siempre tuve mi apariencia para que no creyeran que yo mentía y la astucia para que no me preguntaran más. Supe tomar la medida y el mundo también tomó la mía. 

Y siempre tuve el apoyo de los que creían en mi, a pesar de haber sido como Jimmy, a aquellos que no fueron conmigo como Chuck, porque las heridas y las frases que más hieren son las que nos dicen quienes creímos nuestros amigos, de quienes sólo queríamos su respeto y reconocimiento. De culeros, de ojetes y de pendejos, lo podemos aceptar, pero de ellos no, porque el pinche amor siempre duele más. 

Las mentiras, igual que los argumentos se caen: tienen cabos sueltos y una premisa que es débil, son útiles en algunos casos, pero también generan mucha violencia si no se saben hacer. El creer esto no es de un criminal que piensa como lógico: viene de haber sufrido muchas injusticias y de que todo se lo llevara un ganador. 

Hasta siempre Jimmy, Better Call Saul. 

jueves, 9 de febrero de 2023

Mi vida a través de Burt Bacharach

Conocí a Burt Bacharach gracias a Mike Myers: de los soundtracks de Austin Powers, la 1 y la 2, conocí I'll never fall in love again y What the world needs now is love. Mi mundo cambió a partir de conocer su gran genio musical. 

Con What the world need now is love, me pareció escuchar de lo que se trataba el amor, de cómo suena estar enamorado y de vivir al máximo esa locura. Soñaba que, cuando encontrara al hombre ideal, aquel que me correspondiera, que fuera para mi, sonaría esta canción o algo similar. Es el vértigo del amor y Bacharach lo hacía majestuoso con cada interpretación. 

Con I'll never fall in love again, juraba tras cada decepción que tampoco me enamoraría. Y fracasaba estrepitosamente, porque no sabía cómo estar sola. Llegué a pensar que era mi culpa, pero empecé a tratar mis creencias sobre el amor y lo que significaba enamorarse. No era lo que yo hacía. 

Lloraba con This guy's in love with you, porque aún sigo creyendo que habrá alguien para mi, alguien que me vea como realmente soy y me acepte. He escuchado a tantas personas presumir de una relación perfecta, pero no la tienen, sólo asumen que es manipular o celar a la otra persona. 

This guy's in love with you, es tan bella con Noel Gallagher como con Herb Alpert: es sentir cómo una persona quiere ser visto y cómo quiere enamorarse, de lo contrario, puede morir. La muerte y el desamor van de la mano: enamorarse es vivir muchas veces, pero también es morir cuando no se es correspondido. Burt Bacharach influenció a Oasis en su obra Definitely maybe. 

Con That's what friends are for, imaginaba cómo serían mis amigos y una amistad que duraría para siempre. Por desgracia o por fortuna, Dios dijo: ahí hay un buen chiste. Ya he contado lo que pasó. 

Poco después, cuando veía Glee, cantaba A house is not a home. Así cantaba a la ausencia, al dolor de no ser amada y de no tener un hogar, una casa a donde acudir y ser comprendida. 

Pero la canción que más me rompía el corazón era de la One less bell to answer. Bacharach la escribió después de su separación con Angie Dickinson: aunque tenía menos cosas que hacer, menos llamadas que atender, le dolía la ausencia. 

Esa canción se la dediqué a varios pendejos y varios ex amigos ojetes que no querían mi amistad: porque el pinche amor duele porque tienes muchos recuerdos, porque amaste intensamente y experimentaste algo que no habías sentido. Aún con todo, yo siempre fui la que dio lo mejor de mi, supe ser amiga y supe amar a quien no merecía mi cariño. 

I say a little prayer for you la recuerdo con Aretha Franklin, más que con la infame película La boda de mi mejor amigo. Considero que no hay más prueba de amor que rezar por alguien y tenerlo presente desde que empieza tu día. 

No obstante: con God give me strenght vemos a un Burt Bacharach que ruega por el desamor, por quitarse todo ese amor y esos sentimientos que le provocó la persona amada: va del odio al amor, al resentimiento y la venganza. Bacharach puede ser oscuro, pero comprender y tener compasión hacia el amante herido. Con la voz de Elvis Costello, duele más. 

Bacharach era todo, menos un compositor fresa y poco comprometido: el cantaba al amor desde todas sus expresiones. 

No hace mucho, venía escuchando Raindrops keep falling on my head cuando me asaltaron. No debí haberme distraído, pensé que dicha canción era la culpable de mi mala suerte, pero no puedo enojarme con Burt, no con su gran canción, que dice que la adversidad no puede vencerte, ya que la felicidad vendrá a visitarte. 

Close to you la conocí por los Simpsons, pero los Carpenters me han gustado desde que conocí a Karen Carpenter. La bella voz de Carpenter, las letras de Bacharach y de Paul Williams, merecen cada lágrima que uno pueda soltar por ellas. 

What's new pussycat me gusta mucho con Tom Jones, pero también fue una gran película estelarizada por el enorme Peter Sellers, Woody Allen y el maravillos Peter O'toole. Un canción juguetona, un juego de palabras para alguien que amas y que te despierta ternura. 

The look of love combina la sensualidad y el amor que puede despertar una persona, la seducción que puede despertar con una mirada, con un toque, una sonrisa: ese el amor erótico que Bacharach, como filósofo, hace en esta canción. 

Parece que Bacharach es dueño de la música de una generación que va de los cincuentas a los setentas, pero en los ochentas escribió On my own, con uno de los mejores duetos: Patti Labelle y Michael McDonald. 

Después, el grupo Naked Eyes interpretará el cover de Always something there to remind me, la cual es imprescindible en la rockola ochentera y tiene un doble mensaje en la historia de venganza en Black Museum, de la serie Black Mirror. Con esto se confirma Bacharach es un compositor que en realidad es un filósofo. 

Para finalizar con las canciones ochenteras de Bacharach, tenemos el tema de Arturo o The best that you can do: un joven Christopher Cross cantaba uno de los mejores temas musicales de la película que estelarizaron Liza Minnelli y Dudley Moore. 

El 8 de febrero murió Burt Bacharach, hombre que me hizo derramar lágrimas de alegría y de tristeza, pero que me ayudó a limpiar mi alma. Hombre que logró representar en canciones y en música todo lo que hay en el corazón del hombre, piezas que son tratados sobre el amor idealizado y el romanticismo, sobre las relaciones y sobre los mensajes acerca de enamorarse. 

Descansa en paz, gran compositor: lloré más que Sondheim y Bowie, pero menos que con Harrison, un músico que me abrazó con su música y que me consoló en mis momentos de mayor desesperación. 

Supongo que ahora el cielo estará deleitado con su música y con sus composiciones que son universales. 

Dios lo bendiga siempre, porque ayudó a una chica que no sabía cómo enamorarse y ayudó a valorar mucho más a los amores que tuvo. 

miércoles, 1 de febrero de 2023

Canciones con filosofía: Tomorrow

 Paul McCartney es uno de los mejores compositores de la historia: ya que, en pocas palabras logra hacernos evocar la eternidad, la vida buena y la belleza. 

Tomorrow viene en la recopilación de History del disco doble de Wings, es una canción que contiene la esperanza de quién va a salir el día de mañana, de quién tiene algo que esperar. 

La esperanza, ese estado tan sospechoso en donde creemos que algo será mejor, o bien, como dice Vaclav Havel: seguir adelante con algo, independientemente de cómo resulte. 

Durante muchos años yo perdí la esperanza, el mañana me daba igual o no quería que llegara. Estuve muy triste, pero no estaba rota. 

Muchas de las cosas que me molestaban de mi regresaron de formas terribles, con gente que estaba dispuesta a lastimarme, con pensamientos intrusivos y con culpa, mucha culpa de todo. 

Día a día me dediqué a darle voz a mi tristeza, a entender de dónde venía esa culpa, qué motivos podían tener para dañarme todos aquellos que lo hicieron. Muchas cosas se volvieron contra mi: hay un espiral del abuso, hay mucha desesperanza y hay también personas que si están rotas. 

Yo tuve suerte y recursos, dentro del ámbito de la salud mental y física, para seguir adelante. No me levanto cada día pensando a quien voy a dañar o quien me la va a pagar. Muchos de esos individuos, lo que buscan romper, es algo a lo que no se pueden acercar, por más que intenten. 

¿Eso la fuerza interior? ¿es que ellos no saben lo que nosotros? Es posible, pero me falta seguir indagando, creo que siempre habrá algo que no te pueden quitar, a lo que no van a llegar. 

Cuando enfermé de covid pensé en lo que había sido mi vida: ahí, escuchando a Stephen Sondheim, a Raphael, agradecí estar viva, después de muchos años de inadecuación, de auto odio, de sentir que merecía lo que me había pasado. 

Un día, finalmente pasó: dejé de sentirme triste y empecé a aceptar lo que había decidido, algunos errores y algunas formas en que las cosas son. No puedo cambiar lo que me ha pasado, no puedo cambiar muchas cosas que me hicieron, porque fueron motivadas por el odio también, el cual era mucho mayor por parte de quienes me agredieron. 

Vi que mi vida no estaba tan mal, que podía buscar algunas soluciones, pero entender cuando no era el momento ni el lugar. Esto ha sido de las cosas más difíciles que he tenido que hacer. 

No obstante, aún recuerdo las cosas buenas de la vida: cuando he salido, el ruido de las aves y los parques; recordé a personas buenas y cosas buenas que me han pasado, el sabor de las mandarinas; las calles y el silencio; cosas que he podido hacer, pese a que tuve muchos obstáculos. 

Pese a estar encerrada o haber estado mucho tiempo sola, aún quería seguir intentando, haciendo lo que yo quería y dando a otros una oportunidad. He conocido amigos que me motivan a salir, con los que quiero intentar 

Y, pese a todo, no cambiaría muchas cosas por estar con mi familia. Supongo que son fantasías consoladoras, pero me han ayudado a continuar. 

El mañana a veces pesa, pero otras veces, parece prometedor. Aún con algunos sinsentidos, esto tiene sentido para mi. 

Así se siente la vida cuando uno sale de paseo: buscas un lugar soleado, quieres estar con tu persona favorita, comer lo que tú quieres o algo muy rico, quieres tocar su cabello y sentir que la vida pasa con ella. La vida es un paseo que puede salir o no: ves los lugares, te preocupas en otro momento, haces algo para ti, solo para ti. 

Un momento del día en que todo está bien, el día es bonito y soleado, tienes tiempo de ir y regresar, ese día en que sientes que nada puede fallar, que todo puede ser perfecto. Un día que esperabas, con amigos y con todo lo que planeaste. 

Ya habrá otro día para trabajar, otro día para preocuparse, otro día en que lo haremos mejor, mientras, no nos decepcionemos mañana, porque podría ser prometedor.  

Así que no me decepcionen mañana, no me dejen mañana.