lunes, 5 de febrero de 2018

Víctimas o de lo que no se puede hablar

Como mujer, duele mucho leer y observar lo que está pasando con el caso Weinstein, los crímenes de violación, la violencia obstétrica, la cultura de culpabilización de la víctima, las mujeres que son verdugos y terribles con otras mujeres. Todos parten de creencias: dolorosas, gravosas y terribles creencias. 

Yo le caigo mal a hombres y mujeres por igual. Con el tiempo dejó de dolerme, pero es difícil afrontar el rechazo, que por más que hagas, nunca te aceptarán. Lo cierto, es que tienes que tomar una decisión, a saber, vas a cambiar por otros o te vas a arriesgar aunque te duela. Puede suceder que no te duela el rechazo de gente que no te importa. 

Pero cuando sucede lo contrario... vaya que tienes camino por recorrer: desde que te ridiculicen, que la autoridad se burle de ti en tu cara, que supuestos especialistas o profesionales te digan que no te puedes defender, que eres débil. Señores: que no pueda moler a golpes a mi enemigo no me hace débil ni estúpida, ni cobarde, pero la indiferencia ante una injusticia... te hace cuestionarte si existe autoridad. 

Durante muchos años me han pendejeado, dicho vengativa, envidiosa, me han hecho enfurecer; me han descalificado injustamente. Pocas personas saben lo que es eso... o tal muchas, pero no desean comunicarse conmigo o tienen la misma rabia y vergüenza que yo. 

Me han acosado con insultos y bajas intenciones. Yo he acosado con insultos más que con bajas intenciones. Me gusta insultar a veces, otras, muy pocas, suelo entender que la otra persona igual está peor que yo... igual es una víctima que se cree victimario. 

Y sé de personas que me siguen para ver dónde me equivoqué, que dicen que no leen el blog, pero saben, casualmente, lo que escribí de comedia, la música que me gusta, lo que vi y lo que analicé o mencioné sobre problemas que tuve con ellos. Y lo usan para atacarme, para desmoralizarme, como si no pudiera defenderme. Como si no pudiera expresarme. 

Me han intentado callar, molestar en mi persona o profesionalmente. Me han querido voltear las cosas de manera cobarde y narcisista. Creen que no tengo derecho a existir, pero nunca han hecho algo para terminar conmigo. Y vaya que intentan, intentan demasiado. 

He visto víctimas a las que logran enloquecer, callar, desmoralizar, que les han cortado la capacidad de sentir e intentar, que los han amargado más que su agresor. Y ni con toda la fortaleza mental, ni toda la terapia, ni todos los ánimos, logran levantarse. Y encima les decimos que es su culpa, que es porque ellos lo provocan, que no pueden ayudarte por muy autoridades que sean. 

Es fácil juzgar, descalificar, es barato, es lo más gratuito, porque cada vez la sociedad es más narcisista, más cruel, menos compasiva. Es fácil creer en lo que se quiera, en vez de saber o escuchar en qué fallamos o acertamos. En aceptar que la otra persona también está mal... eso es difícil. 

Siempre queremos creer A mi no me va a pasar, le pasó a la tonta, a la puta, a la débil... pero cuando puede estar el abuso en nuestra casa o escuela, o en la iglesia ¿qué sentimos hacia ello? Nos quedamos inmóviles. 

Lo del caso de Rose McGowan es la prueba de una mujer harta, herida y destruída, que no podrá superar el dolor en mucho tiempo, ni con terapias, meditación o soluciones de gurús de farándula. Porque la cara del glamour, del hedonismo hollywoodense, no existió para ella. Y quizá no exista para otros. 

La mujer puede venir de un lugar oscuro, de malas decisiones, de declaraciones y juicios injustos, pero ¿merece tanta humillación? ¿merece repetir su historia? ¿merece que le cuestionen todo cuánto dice? Si, no todo es un aplauso o un halago, hay que tener cuidado, pero tampoco es un baño público que reciba todos nuestros desechos. 

McGowan no es una santa y no es la voz de la razón, pero merece compasión, merece contar su historia y ser tratada con respeto, con diálogo y no con reclamos. Con tacto, porque cuando eso se pierde, estamos ante un narcisismo apabullante. 

Si no saben, ni sabrán de lo que dice, si creen que no les va a pasar, les felicito, pero no juzgue ni crean lo que ustedes quieran. Sean cuidadosos al opinar, porque no serán de gran ayuda.