viernes, 26 de febrero de 2016

Yo hago lo que quiero

De las mejores cosas en la vida, es hacer lo que uno quiere. Es cierto: uno se siente poderoso, se siente un emperador, rey por un día y la persona más feliz del mundo. 

Cuando uno va a donde quiere, come lo que quiere, decide sobre su vida sin importar lo que le digan los demás, es lo más edificante del mundo. Tiene su vida en sus manos. 

Pero, como las grandes virtudes son los grandes defectos, voy a contarles qué se siente hacer lo que uno quiere. 

Cuando uno hace lo que uno quiere... no puede echarle la culpa a nadie más: porque uno es responsable de sus acciones, de las consecuencias, de que tendrá que ver hacia sí mismo cuando se entere que esa no fue la decisión correcta. 

Cierto día, un maestro muy querido me dijo: tú haces lo que quieres, obviamente, eso traerá como consecuencia la soledad. Y por desgracia así es. 

Hacer lo que yo quiero me ha alejado de personas nocivas... un poco que quieren hacer lo que quieren pero a costa tuya, quedar bien con ellas mismas en vez que contigo; hacerte creer que quieren trabajar contigo, cuando lo que quieren es que trabajes para ellas. Haciendo lo que no quieren hacer... 

Y puedes rechazar todo eso y sentirte bien, pero a final de cuentas estás solo. Es un pequeño precio por afirmarte como persona, por hacer lo que quieres, por vivir para ti. A la gente no le gusta que alguien se salga con la suya, no le gusta que vivan para ellos mismos, les gusta destruir al individuo para reducirlo a la masa. 

Hay otro defecto de este estilo de vida... y es que asesinamos el criticismo. Cuando hacemos lo que queremos, somos nuestros peores críticos, creemos que los demás están mal. Obviamente, no es que los demás estén mal, o que nosotros no tengamos derecho de hacer otra cosa, pero nos equivocamos solos y nos felicitamos solos. Y a menudo no se puede perder de vista que convivimos con los demás. 

Por desgracia, sólo podemos estar con nosotros para evaluarnos críticamente, y los demás es un contexto difuso sobre las opiniones de lo que tendríamos que seguir o desechar. No todos tienen razón (y rara vez la tendrán), pero algunos si dieron en el clavo, no con insultos o con humillación, sino con cortesía y hablando con nosotros. 

En conclusión, hay tres defectos, a saber, de quienes hacemos lo que queremos: 

- No podemos echar la culpa mas que a nosotros de nuestros actos. 
- Nos quedamos solos
- Somos nuestros peores críticos. 

Aún así, creo que uno tome las riendas de su vida es, sencillamente el mejor de los caminos. Pero siempre es bueno tener una especie de dirección, un buen amigo a quien pedir consejo, un maestro que nos inspire. Familia que nos apoye y que no nos dé mensajes dobles y estúpidos. 

Y entender que si hacemos lo que queremos, también podemos pagar un precio, el costo lo decidimos nosotros y el juicio que tenemos de nosotros. 

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