martes, 10 de enero de 2017

The Lobster o griego tenía que ser

La Langosta es una película dirigida por Yorgos Lanthimos, trata de una sociedad regulada por la búsqueda de una pareja a cualquier precio. De cierta forma, aunque los sentimientos importan, no son necesarios para tener una relación estable. Si eres soltero, se te criminaliza, por lo que, o bien tienes un periodo de cuarenta y cinco días para encontrar una pareja, o bien puedes elegir convertirte en el animal de tu preferencia.

Bajo esta circunstancia, un hombre (interpretado por Colin Farrell), al ser abandonado por su esposa, se traslada a un hotel en donde tiene que cumplir con la ley y elegir al animal en que se va a convertir. Nuestro protagonista, algo romántico, elige ser una langosta. Dicha razón la examinaré más adelante.

¿Logrará el hombre conseguir una pareja? ¿O quizá encontrará más de lo que esperaba?

La película es comedia negra, hay algunos buenos chistes y estereotipos, aborda elementos de la tragedia y la tesis sobre que el fascismo reside en el cuerpo. Hay elementos biopolíticos y aborda la discusión del individuo contra la masa. 

Griego tenía que ser.

Por desgracia, el hombre encontrará mucho más: La Langosta es una alegoría de las relaciones humanas: el hombre elige ser una langosta porque ésta vive más de cien años y siempre convive en pareja. Aunque no es una mala elección, muestra mucho de lo que el hombre es.

Si bien con el amor podemos ser extraordinarios, hacer grandes sacrificios, pelear contra el sistema y contra el mundo, es importante cuestionar si esto nos hace más unos sociópatas potenciales, tal vez psicópatas.

Casi siempre recuerdo esa caricatura de las personas enamoradas. He visto que son personas terribles con pareja, que tienen hijos horribles, están algo frustradas, son resentidas, pelean todo el tiempo y todas las ideas tontas que tienen se convierten en una lucha importante. Además que siempre presumen algo de lo que, por supuesto, no carecen.

He conocido a personas así y yo misma he sido así, por lo que presencié La Langosta con una gran alegría. Y con nuevas ideas sobre el amor.

El giro de trama es ciertamente agridulce: el protagonista va de un infierno a otro mucho peor, haciendo cada vez peores cosas, en parte porque está rodeado de gente horrible, en parte porque él mismo también es horrible; y no olvidemos que el sistema es terrible, te traga. Y te corrompe.

Y porque al final siempre estará presente la duda de lo que haríamos por amor, un amor irracional, espontáneo, incomprensible, celoso, con conductas destructivas y terribles…

Pero, estamos enamorados, como si eso fuera el boleto dorado para ser estúpidos o ser quienes somos o ¿lo que queremos ser?

Es demasiado todo lo que soporta este personaje que termina perdiendo su identidad, para que, una vez que se da cuenta de la decisión que implica llevar a cabo su amor, de hecho no se reconoce, sabe que ha decidido ser ciego.

Una vez que tome la decisión sabe que no hay vuelta atrás: porque el amor es para siempre (aunque haya conocido a una nueva mujer en un momento crítico de su vida); sabe que es por el bien de los dos (aunque esa idea sea algo difusa); sabe que el amor es sacrificio (aunque han escapado de una situación límite). Tal es lo que pensamos sobre el amor que nos hace…

No, un momento, el amor no nos hace hacer esas cosas,  nosotros las hacemos.

Un maestro de filosofía decía: lo doloroso no es el destino, sino lo mucho que tratamos de resistirnos a él.

No ahondaré más en el debate que esta película implica, solo quiero decir que no es el amor mismo, sino las creencias que tenemos sobre él.

Entonces, ¿por qué seremos así?

Porque nuestros ideales son elevados, proporcionalmente a lo que son irracionales. 

Nuestras expectativas se rompen y nuestras ilusiones son frágiles; el aspecto emocional importa, pero también el autoexamen que podamos hacerle a nuestra vida. Por desgracia, siempre habrá una idealización, una forma de autoengañarnos, de creer que hay alguna verdad a la cual aferrarnos. Esta es una tragedia moderna, una especie de Edipo.

La Langosta, es un ejercicio de escepticismo sobre las ideas preconcebidas que tenemos sobre el amor y de cómo, lentamente, nuestros edificios conceptuales se vuelven las peores prisiones. Porque terminamos eligiendo cosas que no tienen que ver con nosotros, que no son lo mejor para nosotros o nuestra pareja.

Son las creencias, los ideales que no permiten el examen (no sólo del amor, sino de cualquier cosa), lo que está arruinando nuestras vidas.

Y sin embargo esto es lo que las dota de sentido, de emoción, de lucha, de vitalidad… esto es lo que hace que no nos convirtamos en langostas. 



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