jueves, 25 de abril de 2019

Canciones con filosofía: Among the Living

A Andrew Cleese Martínez.

La autocompasión es un estado sospechoso: por un lado, nos hace ver débiles, indefensos y dejados de nosotros mismos y de las inevitables circunstancias, pero también nos permite conocernos y saber que el mundo cada vez es menos empático y menos amigable con nosotros. 

Es precisamente por las cosas pequeñas que ponemos en perspectiva nuestro dolor: sí, era que un chofer me fastidiaba; sí, me quitaron ventas; sí, denuncié y no me hicieron caso por el acoso que sufrí; sí, el hombre que veía como Ryan Reynolds resultó romper él sólo el hechizo, pese a que nunca le declaré mis intenciones; sí, me odiaron desde que entré porque en el fondo... merecía algo mejor. 

Y eso fue lo que me ayudó a ver que mi sufrimiento hacía sufrir a los demás, que no podía seguir lamentando mi suerte y tenía que escapar. Cuando expresé toda mi tristeza a esos burócratas indolentes y esas psicólogas ignorantes, ellos se rieron, pero yo estaba de mi lado. Por primera vez sabía que tenía que cuidarme de ellos y alejarlos lo más que se pudiera: cambiar de trabajo, de ambiente, ser yo otra vez. 

Tal fue mi necesidad que conocí a un verdadero caballero que se parecía a Bruce Willis, a gente amable conmigo y a un amigo que no pudo ser: tú Andy, yo sé que siempre íbamos a chocar porque teníamos diferentes visiones de la vida, pero lo importante es: tú fuiste bueno conmigo y fuiste mi amigo poco tiempo. 

Y aunque no funcionó, le diste sentido a esa experiencia. Yo tenía que moverme y aceptar que quería fracasar para seguir odiándome, quería que la gente me odiara y quería estar enojada para al menos sentir algo, al menos no estar tan hastiada de mi vida. 

Yo acepto que me tenía lástima, pero gente como tú me dijo la verdad, lo intentó y me sacudió, sin violentarme. 

Me sacudiste tú con tus palabras, tu amabilidad; tomaste distancia y me hiciste ver que, era muy probable que no serías mi amigo. 

Y sin embargo, yo te agradezco que hayas sido de los pocos que me trató bien. 

A una persona de ese trabajo le dije que eso era una plataforma, que una vez que la escalara, vería más alto. No se si fue mi subconsciente, mi tambaleante seguridad o mis ganas de salir adelante, pero eso se cumplió. Y yo no lo busqué. 

Toda esa tristeza me sirvió para conocer gente buena, tal vez algo distante, gente compasiva, gente que tenía razón sobre mí: merezco algo mejor, yo soy diferente, no tengo por qué tener lástima de mi misma, necesito que alguien. Yo se que eso no es tan racional, pero es un mecanismo de defensa contra este mundo tan injusto y narcisista. 

Suena a que no me quiero hacer responsable... a que duele sanar y a que creo que no puedo decidir, que todo pasa sobre mí y no tengo defensa. Pero tampoco seré tan rigurosa conmigo como para no sentir un poco de piedad por mí. No seré tan dura como para vivir deprimida. 

Porque yo se lo que me hace llorar y aunque se que me puedo sentir morir, que hay más gente que toma a gente que da; que me rendí muchas veces sin dar pelea... mi tristeza es lo que me hizo decir la verdad, sentirme bien con mis propios sentimientos de falla y de fracaso. Mi tristeza fue lo que me salvó de estar en ese ambiente tan horrible. 

Y a todos los que se han sentido tristes o sienten pena por ellos mismos: sabemos lo que nos hace llorar y sabemos lo que nos estamos perdiendo. Y aunque sintamos que no tenemos elección, estamos entre los que viven.

Una gran canción para una secuencia conciliadora. Ricky Gervais nos hace preguntarnos sobre nuestro dolor y el dolor de otros, cómo le damos sentido a nuestra pérdida mediante el apoyo y la apertura a los demás; pese a que no nos tengamos compasión y creamos que lo mejor, para dejar de sufrir, es dejar de intentarlo. 







No hay comentarios:

Publicar un comentario