viernes, 29 de agosto de 2014

Ensayo sobre la tela de las arañas

Pasan desapercibidas, nadie ve lo translúcido de su tela, a veces se observa la presa que ha sido asfixiada, convertida en capullo. Lento, doloroso, poético. 

Y es que el hilo delgado brilla en la luz es obsesionante y horrorosamente bello. Ahí te das cuenta de su presencia. 

Cuando veo a las arañas al centro, el viento apenas y las inmuta, saben que es hora de viajar, de romper esa tela y trabajar en otra. Estructura ante los imprevistos. 

Y amontonan a las presas en las cavidades seguras, porque la tela va perdiendo su brillo, ahora se vuelve blanca y el nidal tiene que ser seguro. 

Observo la estructura de sus patas, de su exoesqueleto, sus ojos: son de un terror, pero de una belleza exquisita. Muchos no lo toleran porque ven su miedos, se sienten fragilizados. 

Pero en un manual aparecen estructuras, orden, naturaleza, no hay por qué tener miedo, no hay de qué avergonzarse de la naturaleza horrible, pero bellamente ordenada. Todas las partes encajan.  

Y es una animalidad sexual: las que fornican con el macho lo matan después, creo que lo asfixian, las viudas negras. Si llega a caer la presa, ellas la sostienen con fuerza, pero la matan lentamente: su vida pende de un hilo. Son femme fatale de ocho ojos, ocho patas. Una vez que te atrapan, vas a morir entre esas extremidades. Poético, erótico. 

Los colores vivos, los pequeños pelos de sus extremidades, los colmillos para el veneno: para muchos es una amenaza, para los que ven la naturaleza, una gran defensa, una virtud. No hay que tener miedo: porque es aterradoramente bello, pero es a la vez una parte de nosotros. 

La tela de las arañas: una estructura, una trampa mortal, pirotécnico embeleso y terror de niño... morbo científico y erotismo. 

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