viernes, 29 de agosto de 2014

Qué son los instantes si no son tiempo

Recuerdo el ejemplo de ésa clase... ése maestro explicaba lógica modal temporal. Explicó qué era un instante, qué era el tiempo. Dio un ejemplo con la postergación. No sufro de eso, por suerte. 

Recuerdo que eran esas clases que marcaron mi vida: porque él decía cosas que me hacían pensar, repensar una y otra vez mi vida, lo que pasaba con ella. Lo que me iba a pasar. Todavía recuerdo sus clases, recuerdo que terminaban y que iba a llorar al baño. Me aterraba saber qué pasaría con mi vida, qué sería de mi. Aún me aterra, pero ya no lloro. No más de lo habitual. 

Cuando dio un ejemplo, el del amor y el enamoramiento, sonaba como un filósofo: todo romántico, todo idealista... pero a la vez como un poeta que dice la verdad: ¿y cuánto tiempo para enamorarse? Un instante... ¿y cuánto tiempo para olvidarla? Un tiempo, a veces mucho, mucho tiempo. Incluso la vuelves a ver y todos los sentimientos renacen, como ese instante. Y otra vez. 

La clase quedó en silencio. Nunca nadie había escuchado algo así, en especial de un maestro tan estricto, tan formal, tan alto, tan maravilloso. Nunca conocí a un maestro como él. 

Ese maestro tan alto le enseñó a él, el que era muy especial para mi. Pero lo perdí porque no veíamos lo mismo. Creo que ni siquiera él se imaginaba lo que yo sentía. Creo que nuestros caminos estaban separados desde el primer día. 

Recuerdo que cuando lo conocí, en verdad que lo ignoraba, pero hubo un maravilloso verano en que me empecé a interesar por él. Como cuando Gatsby conoce a Daisy. Recuerdo que cuando imaginaba cosas: a él y a mi saliendo de clase, juntos, siempre esperándonos. Mi mente se fue en esa locura, en ese ensueño. 

Igual que Gatsby, él era para mi todo, quería celebrarlo con fiestas diarias, para que se diera cuenta de que estaba ahí. Pero ni siquiera se dio cuenta de que existía. Como todas las historias de amor, era trágica porque él representaba para mi lo que yo no representaba para él. 

De ese conflicto representacional surgieron las mentiras, la dura verdad y el desamor. Sólo eso puedo decir: yo lo quería, pero él a mí no. Recuerdo que, aunque intenté enamorarme de otros (que sólo me obsesioné), al que quería de verdad era a él. Lo quería con todo mi corazón. 

Sobra decir, que ahora que lo vuelvo a ver... me sigue doliendo: me duele lo que pasó y me dolió darme cuenta que en verdad lo quería. Que le aposté al caballo equivocado. Que cuando me enamoré de él fue un instante, que me cuesta mucho tiempo olvidar. Que el maestro alto tenía toda la razón y yo ninguna. Que me costará mucho tiempo volver a empezar, porque aún no sale del todo de mi corazón. 

Sin más, tú sabes quién eres. 



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