lunes, 17 de noviembre de 2014

Canciones con filosofía: Positively 4th Street

Yo no conocí a Bob Dylan hasta que Sergio Zurita lo ponía en su programa Dispara Margot Dispara. Conocía Like a Rolling Stone, la cual era su sello distintivo en el rock, pero eso suena a lugar común. Y sabía también que él había compuesto una de las canciones que se interpretaban en la iglesia (Blowin in the wind es conocida como Saber que vendrás, y se interpreta en la misa de los domingos). 

A mí me gustaban los Wings, los Beatles, los Rolling Stones... no sabía nada de Dylan. No sabía del ícono musical que fue. Lo conocía indirectamente: por los Traveling Wilburys, por We are the World (que no cantaba bien) y por una canción que ganó el Óscar en 2000. 

Hace ya algún tiempo en mi vida que me pasa algo muy raro: cuando me va de la chingada suena en la radio o se oye a lo lejos Like a rolling stone. No se qué pasa, no se si es el universo o es una bajada de huevos cósmica... pero esa es la canción que se oye. Dylan el genio trata de hacerme entender. 

Dylan el artista, que se rebeló contra los que los hicieron ícono folk. Que pasó por crisis religiosas y que fue parte de la banda sonora del mundo, de los mejores grupos de la historia del rock (The Band, The Traveling Wilburys), que enseñó a los Beatles y que está por encima de ellos: porque él hacía tratados filosóficos en canciones. Lo que me lleva a la canción que hoy presento en esta sección de mi blog. 

Con Dylan el discurso no se agotaba en el amor, sus letras eran diferentes: eran de la virtud, de la naturaleza humana, de la muerte, de empezar de nuevo, de hacer juramentos de amor, de dilemas éticos, de ver al otro que siente lo mismo por ti. Dylan era un filósofo atrapado en el cuerpo de un músico, como a veces suele pasar.

Dylan sacó mi ira, el fuego de mis entrañas cuando me dí cuenta de la traición, del modus vivendi de mis enemigos: unos mamones que sólo quería juzgarme, que jamás me aceptarían. Unos farsantes que sólo buscaban una fórmula para sus patéticas vidas. Una bola de gente doble moralista que les molestaba confrontarse con ellos mismos. Gente que nunca se aceptará, por eso no acepta a otros. 

Dylan me hizo gritar mi rabia, porque me sentía engañada por ellos. No es malo confiar en las personas, no es malo conocer a la gente... es malo cuando ellos quieren imponerte sus ideas porque de otra manera no te aceptaría. Escupo sobre ellos: porque prefieren verme derrotada porque no han podido soportar que viva sin ellos. 

Cuando los veo se voltean, hacen sus groserías, se fastidian. Pero eso ya no es mi problema, temo que si miro atrás, dónde los dejé, me convierta en una estatua de sal. 

Cuando los encuentre en la calle, en la facultad, esta canción sonará. Ya saben dónde encontrarme.  



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