domingo, 12 de septiembre de 2021

Algunas de mis causas perdidas.

He perdido un poco mi fuente de escritura: mis desgracias con personas imbéciles, ojetes, narcisistas, ladronas y culeras. Osea, si siguen siendo así esos pendejos... pero como que ya no me importa. 

Cuando me peleé con Cristian Gutiérrez él intentaba que me enojara y frustrara porque no me apoyó con mi proyecto de tesis: dice ser un buen maestro, pero, honestamente no lo es. Y no estoy ardida, como dice su amiga codependiente, que ahora no me interesa hablar de esa chica porque siempre la pasa mal. Yo no quiero sumarme a su desgracia describiéndola. 

Él bloqueó muchos de mis intentos de exponer la tesis: me citó un día para dejarme exponer al último, nunca me dio una retroalimentación, sólo se dedicaba a decirme que leyera más, que viera lo que él consideraba que era correcto. Saboteó proyectos desalentándome, me juzgó de manera personal por algo académico, pero cuando algo estaba bien, simplemente no existía para él. Su amiguito Javier, aunque intentó quedar bien conmigo, le puse límites igual que a él. Mejor les pego primero, porque si dejo que me peguen me destruyen. 

Me reclamó que le mentí, cuando era un asunto privado y no afectaba realmente nuestra dizque amistad. Cuando le dije que era autodidacta, me lo reviró negándome ayuda. Cuando le dije que por qué era su negativa dijo: pues no que eres autodidacta. No le gustaba mi sentido del humor, en el fondo yo le cagaba. Nunca estuvo de acuerdo con quién era yo ni cómo era. Cuando me deprimí me invitó a una fiesta... Ya no se ni con qué intención lo hizo, pero como que sentí que era una forma de decirme: ábrete. Y pues si, si quería abrirme. A la verga todo. 

Un buen día, Cristian me criticó por última vez: lo confronté pero sólo logré que me hablara mucho para decirme poco. Fue ahí cuando pasó un milagro, algo mágico, algo que no esperaba. 

¿Se acuerdan de Peanuts cuándo los adultos hablan, como con una especie de trombón o de distorsión de la voz? Pues así me pasó con él. Y es que ya estaba hasta la madre de que me pusiera el pie. Era más lógico decirme que no, después de todo, el es un lógico ¿no? Porque querría actuar irracional alguien que se precia de ser ló... wait a minute? 

Y si, me di cuenta que yo lo idealizaba. Un amigo, poeta y compañero de amargura, me dijo: No, no idealizaste, lo viste mejor de lo que él se podrá ver. Y si, no tiene nada que quiera de él ni que me pueda gustar. De hecho, muchas cosas que no me gustaban las tomaba como pequeños detalles. Pero no lo eran: tenía muchos defectos y chocaba conmigo. Y me dejó de caer bien hace mucho tiempo. 

Yo estuve sola un tiempo y empecé a imaginar personas como él para seguir adelante. Vi lo que eran, vi cómo eran y resultaron ser iguales o peores que yo. No porque supieran algo tenían derecho a humillarme. No porque creyeran que todos eran unos idiotas, lo eran de verdad. A muchos de ellos les daba envidia la inteligencia y la autenticidad y te bajaban a cada maldito momento. 

Su voz se empezó a distorsionar: las críticas vacías, las ganas que tenía de verme mal, el coraje contenido... Ya no estaban ahí. Yo ya no sentía nada. Y si se lo hubiera dicho con sinceridad, él nunca hubiera hecho lo mismo. 

Y me decidí a ignorarle, a no pasar por los mismos lugares: la universidad se hizo grande otra vez y me dediqué a mis proyectos. Me di cuenta que estuve sola todo este tiempo, me di cuenta que no quería estar en donde no querían que estuviera. 

Simplemente dejo de importarme, como magia. No le debo nada a quien jamás me apoyó. Supongo que un día será como él tenga que ser, pero yo no quiero estar ahí cuando suceda.

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