sábado, 3 de octubre de 2020

Cuento: Sebastián

1.

En la noche fría de noviembre, ese niño de mirada dulce, pequeño e indefenso, había muerto. Su madre se lamentaba: ¡Debí haber hecho más por él! ¡No es justo, yo lo amaba tanto!

Él era invidente, pequeñito y adorable, tenía una energía muy poderosa, emanaba bondad y cariño, sentía a la gente, la veía y veía su alma, la gente lo quería por eso.  

Era muy educado y limpio, parte por la rígida educación de su madre, una agente de viajes a la que la vida había hecho dura, parte porque sólo eran ella y su hijo, parte porque tenía una enfermedad muy difícil y la vida se había vuelto dura. 

2.

En otra parte del universo, una chava Escéptica decidía hacerse atea: El mundo es muy injusto, nadie está arriba escuchando, sólo es este universo y yo. Estaba muy sola. 

3. 

Días antes una cámara de viaje, que nunca funcionó bien, mostraba un video en la memoria interna, un video que se creía perdido. Era la voz de ese niño pequeño: Me gusta todo. - Cuenta bien, para que te conozca bien mi hija - se escuchaba de fondo, era la verdadera madre del niño. 

4. 

Al principio se culpó a la chava Escéptica de ese incidente, pero ella buscó y lo encontró. Siempre tuvo morbo, siempre tuvo ganas de conocerlo y de convivir de buena manera. Fingiendo que todo estaría bien. Pero, lo cierto es que vivía a su sombra. 

Era la sombra de la bondad de aquel niño, esa aura poderosa y mística, que contrastaba con la oscuridad y el hecho de no ser buena de ella. Nunca pudo superar eso. 

5. 

En un arranque de furia, la verdadera madre del niño no soportó más y le mostró lo que verdaderamente pensaba: ¡Eres una basura! ¡Yo quisiera un hijo como él y no como tú! ¡Tener una hija como Eli! No se por qué tengo que soportar a una basura como tu. 

En la vida diría cosas más feas y peores, la violencia sólo iría en escalada, porque ella era la verdadera madre del niño y no tenían derecho de despojar de su vida al bueno, al que ella consideraba que tenía que vivir. 

6. 

Esas palabras la perseguirían toda su vida. Y aunque intentó pedir perdón, las creía, la verdadera madre del niño tenía razón. 

Y fue que la chica escéptica se puso a rezar. 

7. 

- Dios todopoderoso, en tu infinita misericordia- pensó y juntó las manos,-  te pido ser yo la que tome el lugar de Sebastian, en tu infinita bondad, tienes que escucharme, te pido aquí hoy ya no despertar, ya no sentir y ya no vivir, para que mi vida sirva a alguien más. Yo ya no la quiero desde hace mucho, pero por favor, que mi vida sirva para que alguien la tome y le dé felicidad a alguien más. 

8. 

Y entonces sucedió el milagro: la verdadera madre del niño, abrazaba al pequeño. Por primera vez, en muchos años era feliz. El niño podía ver y le gustaba verla a ella. Ella lo miraba y sonreía, al fin todo estaría bien, al fin la enfermedad había desaparecido, los malestares, todo. Ya no usaría esa ropa de niño correctito, ahora le compraría nueva. Lo dejaría comer todos los dulces, el helado, las papitas, todo lo que él quisiera. En el fondo de su corazón, se había cumplido su más íntimo deseo. Se podía ver a su mamá contenta y aliviada. 

Ya no le estorbaría más. 

9. 

La chava Escéptica se despertó: la oración no había funcionado. Sus lágrimas y su arrepentimiento se habían esfumado. Sus cabeza le seguía molestando y en especial, su existencia. 

No quería vivir más, pero ahí seguía, viviendo, estorbando, robando oxígeno, siendo un desperdicio de materia y tiempo. Se odió más, porque Emmanuel le dijo: Me temo que así no es como funciona la realidad, Escéptica. Pero ella siempre respondía: En estos momentos, ya no me interesa saber cómo es que funciona la realidad. Ya no estoy interesada más en eso. 

¿Por qué Dios no la había escuchado, si se supone que era un sacrificio? Sólo quería ver a la verdadera madre feliz, no importaba si era difícil o imposible, Dios podría hacerlo ¿no? ¿Acaso no es así como funciona? ¿Por qué, si lo había hecho con la fe de su corazón, Dios no la había escuchado? El mundo era un lugar tan inhóspito e injusto. 

10. 

Cuando se encontraron la verdadera madre del niño y la madre del niño, ella le dio su más sentido pésame, pero tenía que regresar a su vida, al mundo real, que cada vez era más triste, porque no regresaba con el hijo que quería, sino con el que le había tocado. Ese mundo tan triste y solitario, porque ya no estaba él, el pequeño bueno, adorable e indefenso. 

Como en un rapto: se fueron primero los buenos y los malos se preguntaron por qué desaparecieron.