domingo, 3 de septiembre de 2023

Y ¿para qué quiere el dinero?

En la incesante búsqueda de un buen empleo, debemos tener en cuenta que... nos van a hacer muchas jaladas. 

En mi vida no he tenido muchos trabajos, esto me pone en desventaja, también me gusta hacer las cosas a mi modo, no siempre trabajo en equipo, no están de acuerdo conmigo y no tengo los mejores compañeros, supervisores o jefes. No digo que todos sean malos, ha habido algunas personas que respeto, pero otras son una mierda. 

Me han pedido que use el sentido común, gente que no tiene la más mínima idea de lo que es el sentido común. Gente que se cree con derecho a humillarte porque dice saber más que tu, pero tiene una sarta de idioteces en su haber, lo cual no le da pena ni un poco. 

Luego están los que inventan y los que no pueden ganar, cuya única meta es estar chingando: les molesta cómo haces algo, como no lo haces, que te vaya bien, que tengas suerte, lo que comes, lo que vistes, que tengas tiempo libre o que te puedas comprar algo chafa afuera del metro. 

Me he enfrentado con gente que me detesta porque me compré una brocheta en una feria, porque voy al tianguis, porque como atún o porque traigo una bolsa con nueces o cacahuates, les caga que tenga cosas, pero creen que gastarse dos mil pesos en alcohol e irse de fiesta tres días es ser un chingonazo. No pues ¡wow! 

Ellos creen saber cómo es tu vida, qué trabajo deberías hacer, cómo deberías gastar el dinero y no, para ellos no hay puntos medios ni bajos en la vida. Como si todo fuera certeza. 

Junto con esos están las rémoras que son los metiches implacables: opinan de todo, se burlan de ti o quieren información para burlarse, creen que lo que quieren de ti y de eso hablan como si no hubiera mañana, pero fuera de esas burlas y de ser entrometidos, hay una vida vacía, llena de desaciertos y de decadencia. Mejor deberían arreglar sus vidas, pero como los milagros no existen... 

Están los economistas, los trabajadores sociales que te hacen un estudio, los orientadores vocacionales, los que son tan, pero tan chingones, que están trabajando ahí contigo, que no te bajan de ser el fracaso que proyectan. 

Y están los de recursos humanos: ellos saben cuál es el perfil de la persona que contrataron, cuál deberían contratar, cuánto deberían pagarle a ellos o a ti, pero cuando les preguntan cómo mejorar, como no tienen los recursos ni saben fundamentar su opinión, todo seguirá igual. Habrá peores y mejores, pero no saben exactamente por qué se quedan en un trabajo. 

Si ustedes creen que eso se quita metiéndote a un trabajo con modalidad de home office, déjenme decirles que no es así: están los que se escudan en un perfil de facebook, que te insultan por messenger, que juzgan tu vida, tus costumbres, lo que dice tu mensaje, cómo es tu vida, si aceptas o no el trabajo, si este trabajo lo valoras. 

Cuando les escribes o dejan de contestarte por algo, programan a su bot y cuando los confrontas, sólo se limitan a decir que te calles o que dejes de escribirles, como si te mantuvieran y como si leyeran los mensajes. 

Los hay quienes con discursos esconden la precariedad laboral, fingen apoyarte y fingen que todo es algo increíble, pero la verdad es que no va a pasar nada. Una constante es que se defienden entre ellos, como los cobardes que son.

Cierto día fui a un trabajo a un Wallmart y la tipa, una estúpida de recursos humanos, me empezó a preguntar sobre mi estilo de vida: sobre si era inestable, si quería seguir estudiando, si tenía cosas qué hacer o si quería el trabajo, casi casi me preguntó y ¿para qué quieres el dinero?

Yo creo que si yo o sus jefes le contestáramos: ese dinero que no te van a pagar es para que me dé vida de rico, pues se callarían el hocico. Si le dijéramos que no tenemos deudas, que vivimos a toda madre, que somos casi ricos y ese dinero es para comprarnos un coche nuevo, no nos odiarían tanto, porque tenemos que trabajar o porque tenemos una necesidad, monetaria o psicológica algunas veces. 

Y están esos dizque compañeros que viven deseándote cosas malas, que serían felices no sólo si te vas del trabajo, sino del mundo: para ellos eres una amenaza, su vida se juega en lo que a ti te pase, no viven, comen o defecan si tienes algo mejor. Otra variante de la vida vacía que llevan. 

Hace poco, una cretina con una inteligencia emocional de una niña tonta de once años, iba a celebrar su cumpleaños, pero un día antes yo renuncié porque había encontrado un trabajo mejor. No celebró nada que se tratara de ella, porque siempre se trató de mi. En parte no me sentí asqueada ni mal, pero si me dio pena que sea más un motivo para celebrar que yo tome o deje trabajos, más que su propia vida. 

Mi regalo para ella es que ya se fue el motivo de su coraje, de su odio... ahora regresa a su soledad, a su duelo por un trabajo que perdió y que la tiene con una irritabilidad de la chingada; a una casa en la que vive sola porque no la soportan sus hijos. Siento pena por ella. 

Finalmente, hace poco me enteré de que a un compañero le caigo mal porque tomé un trabajo nuevo, me critica de todo a todo, pero su vida no está del todo bien y por un momento, cuando me ve y cuando me molesta, es como si fuera el bueno de la historia y yo la mala. 

Cree que yo no sirvo para este trabajo, pero cuando hay pruebas y cuando hago bien las cosas, lo ignora, cree que todo mundo debería pensar y ser como él; cree que debe ser la misma suerte y la misma valoración para todos. 

Ojalá esa creencia no choque con todas las nuevas realidades que deberá enfrentar en su vida. 

Yo, mientras tanto, me voy a una vida de lujos que no puedo mantener, la que me llevó a no ahorrar y tener que trabajar y empezar de cero. Una vida en donde hay incertidumbre, precariedad laboral y miles de personas que te preguntan sobre cómo gastar lo que con trabajo has ganado.