domingo, 13 de septiembre de 2020

The Devil and Daniel Johnston o la lucha entre el bien y el mal.

Hace un año, el 10 de Septiembre para ser exactos, murió Daniel Johnston, un artista, dibujante, músico y realizador audiovisual. Influenció a Beck, Kurt Cobain y Wilco, pero también es un ícono de las personas que han padecido depresión, incomprensión y soledad. 

Tenía inspiración dylanesca, vivía intensamente, creaba intensamente: porque pese al caos que tenía en su cabeza, conectaba con la gente y con la sinceridad de sus letras. El verdadero amor te encontrará al final, un mensaje que es esperanzador pero melancólico. Aún no conocemos a quienes amaremos de verdad, a quienes amaremos más, pero Daniel nos dice para que confiemos en él. Y confiamos. 

Daniel le dolía mucho a sus padres: en parte porque no querían que se desilusionara de un mundo tan difícil como el de los artistas y porque su condición, los puso en distintos peligros, desde una infancia difícil hasta accidentes aéreos. 

Sus padres y su mánager, Jeff Feuerzeig, se preocuparon mucho por él. Ciertamente, la empatía, el dolor y la conexión emocional con quienes lo rodeaban le dieron un sentido y una calidad de vida que él no se habría procurado. La forma en que se comunicó y conectó con otros fue con el arte, que también representaba una conexión con lo divino, una voz que Johnston, en sus delirios, aprovecharía. 

La lucha entre el bien y el mal. 

The Devil and Daniel Johnston es un retrato honesto sobre la bipolaridad que padecía, en ciertos momentos del documental podemos ver lo que sentía dentro de su cabeza, su experiencia con la familia, con las drogas, sus obsesiones 

Pero también es un documento sobre el caso del artista sufriente, el artista que no puede más consigo y que se encuentra al límite: si bien muchos de sus colegas pensaron en una intervención y en una atención inmediata, es cierto que también había un espectáculo con su degradación, con su forma de enloquecer y sus delirios de grandeza. Paradójicamente, la enfermedad de Johnston es un catalizador para que alcance la fama y para visualizar las imágenes de sus canciones. 

Tal vez, el estado en el que se encontraba era un portal hacia otros estados de conciencia, tal vez, lo que Johnston creía una posesión era una revelación; tal vez, sus delirios eran la confirmación de su avasallador éxito. Es muy difícil dejar de romantizar a quien logra tocar tu alma y te da un mensaje de esperanza y de resiliencia. La obra de Daniel Johnston es algo que debe ser apreciado y que ayuda en el dolor y la soledad, todo lo que él sentía, lo que veía y pensaba, está dentro de sus canciones. 

Porque ¿qué no es acaso la enfermedad como una batalla entre el bien y el mal? ¿No busca acaso el enfermo reza, promete y hace ofrendas para librarse de este mal? El enfermo, como declara Stefan Zweig, quiere tener a Dios de su lado, así, la enfermedad es una batalla contra su infierno personal. Johnston se sentía atormentado por sus obsesiones, por las imágenes y por el diablo, ese demonio de su enfermedad, al cual no podía vencer pero lo intentó desde la expresión artística. No dista mucho su expresión de lo que podemos sentir nosotros, no dista mucho su caos interno y la forma de ver la vida de una persona que tiene una crisis existencial. 

Lo único que nos mantiene anclados a este mundo, pese a lo injusto que es ser un incomprendido y lo rentable que es ser un artista sufriente, es la conexión con nuestra familia y con quienes les importamos. La autenticidad de nuestros sentimientos, nos ayuda a crear sentido, como lo representaba Johnston en sus apariciones. 

Sobra decir que ojalá y el amor verdadero nos encuentre al final. Que tengamos una Laurie y que muchas de nuestras cosas duren mucho tiempo. 

En 2014 se presentó en el Salón Covadonga dentro del marco del Festival Marvin, fue su única presentación en México.