viernes, 22 de abril de 2022

Afterlife: cuando un filósofo te ayuda

Este año van a terminar dos series que me encantan: mi telenovela This is Us y hace poco, Afterlife, del filósofo y comediante Ricky Gervais. 

Hubo un tiempo en que quería ser comediante: quería hacer reir como Omar Chaparro. Llegué a considerar que yo sería una comediante de este tipo para agradar a mucha gente. Ese pensamiento inquisidor se volvería una de mis búsquedas más infructuosas. 

Porque, ciertamente, la comedia también puede ser para incomodar y para mostrar. Dicen que el buen comediante te pone un espejo enfrente y te hace reír, dicha frase fue lo mejor que encontré de esa búsqueda. 

Primero descubrí a los Monty Phyton y concluí que Omar Chaparro ya no me hacía reír. Tenía mucha verguenza de decir que me gustaba o que veía sus programas cuando estuvo en Telehit y Canal 5. Luego, me empezaron a gustar shows como Pequeña Britania, Enano Rojo e IT Crowd. Conocí comediantes como David Walliams, Noel Fielding, Mat Berry (FAAAAATHEEEEEER) y Matt Lucas. Tuve mucha suerte, porque, con la oportunidad de estudiar la comedia británica, podía ser más mamadora que otros. Y me gustaba ser así, yo quería ser así. 

Luego conocí a Ricky Gervais casi antes de entrar a la universidad. Mi mundo cambió por completo. 

Ricky, filósofo, guionista, locutor, actor y comediante, fue el responsable de mi estudio filosófico sobre el humor. Desde el pesimismo nihilista de The Office, la única versión que vale la pena, hasta su obra maestra Afterlife. 

Porque Gervais parece que es un cínico, pero su corazón es tan grande que ha dejado un testimonio de belleza y sinceridad a la humanidad; quién más, sino un filósofo, para hablar de la conexión, del amor y del duelo, de forma cómica y de forma melancólica a la vez. 

Gervais, que actúa de Tony, se cuestiona sobre el amor, la vida, la muerte, el suicidio y el humor. Tony no pierde su voluntad de vivir, pero reconoce que ya ha tenido su gran amor, que ya llegó a un punto de su vida en que sólo quiere ayudar a otros. Ser un ángel para sus amigos y familia política. 

Tony, que después de su duelo enfrenta la pérdida de su padre, retrata a la perfección que, cuando no asimilamos un proceso, tendemos a creer que es simultáneo. Aunque ha pasado tiempo desde la muerte de su esposa, la muerte de su padre se siente como la sucesión de ese momento. Gervais presenta una actuación impecable. 

Pero, lejos de ver a Tony como decadente o victimista, lo vemos a través de los ojos de la compasión, del perdón, de la comprensión. Porque es un hombre que ha perdido el sentido de su vida y ello trastoca su mundo. 

Es cierto que ayuda a sus amigos y comunidad, porque esto es una forma de seguir. Pero no se engaña con ser el hombre que otros desearían que fuera: Tony acepta el estado de cosas del hombre que es. Tony no quiere darle vuelta a su duelo, eso no lo hace malo ni bueno, lo hace humano. 

Asimismo, la serie trata el tema del sentido mediante las mentiras que nos contamos y lo que nos repetimos para sobrevivir. En el caso de Tony, su creencia era que su esposa seguía con él, de alguna forma y, en algunos casos, era mejor mentir sobre su dolor que seguir alimentando su pérdida. 

Yo me sentía como Tony y el haber visto esa serie fue un consuelo para mi alma. La sensibilidad de Gervais, la belleza de las tomas, la increíble selección de la música. Afterlife me acompañó cuando dejé mi trabajo en el centro por acoso sexual. Afterlife me ayudó a sacar lo que no pude cuando mi tía enfermó gravemente. 

Yo era como Tony: cínica y con resentimientos: mis reservas de auto-odio eran interminables. Yo sentía que podía haber hecho algo más. Me culparon y me culpaba muchas veces. Me refugiaba en mis amigos y en las cosas que supuestamente me harían alejarme de los problemas. Tenía una indefensión aprendida que se extendía a mi vida. 

Pero me vi con compasión y con la idea de hacer las pases con mi dolor. Porque esa habilidad para la vida es necesaria y yo carecía de eso. También viví una experiencia similar: cuando enfermó Consuelo, una señora me preguntaba por ella todos los días, se sentaba a vender sus hojas en una esquina de donde trabajaba. Una vez que murió, me preguntó nuevamente sobre mi tía, yo le dije que estaba en su casa, que ya estaba mejor. Algo dentro de mi, como Tony, sabía que era un mentira piadosa, pero que era mejor a la verdad. 

Intenté ayudar a otros desde lo que yo sabía. Muchas cosas no funcionaron, de hecho, me equivoqué muchas veces en mi vida con mucha gente. No entendía los problemas psicológicos que tenía, aunado a que me detestaba porque pretendía que mi inteligencia me ayudara. Intenté no perder el sentido del humor, pero a veces, las ganas de desaparecer y quedarme todo el día en cama eran apabullantes. 

Durante algunos años estuve así, porque me compadecía de mi misma. Pero cuando pude quitarme ciertas personas de la vida, entender que no estaba bien y que ya estaba cansada de sentirme así, empecé a hacer algo por mi, porque quería salir de ahí. 

Y, en ese sentido, Afterlife fue la ayuda filosófica que estaba buscando, no la autoayuda barata y las ideas gratuitas, sino una mirada desde la complejidad de problemas como la depresión, el abandono de uno mismo y la necesidad de comprensión. Porque es ahí donde uno no debe fallarse, pese a lo que ha vivido con los demás. 

Muchas de esas cosas que me pasaron, me han hecho ver lo difícil que es tener una conexión con alguien. No todas han enriquecido mi vida, pero si me han obligado a pensar que es lo que no quiero para mi. Después de todo, la vida se puede ver de dos lados.