jueves, 31 de diciembre de 2020

Los peores años de mi vida

Tengo mucha culpa del sobreviviente: porque no he vivido las tragedias nacionales ni mundiales. No me pasó nada, no perdí a alguien, no me fue tan mal... De hecho, no recuerdo que fueran años tan malos. 

Del 2016 recuerdo que caí en depresión, detonada por dos abusadoras narcisistas: una de las peores compañeras de trabajo y una de las jefas que parecía CEO, pero en quebrar sus propias empresas y de ocultar fraudes de forma ineficiente. 

Ambas me hicieron la vida imposible y me mostraron que la gente puede ser asquerosa con meses de conocerlas, que, no vaya a ser que les mientas porque sufrirás su ira narcisista. Pero si ellas te mienten, descarada y cinícamente, si triangulan en tu contra e inventan cosas sobre ti, es porque, como todo agresor, creen que tú te lo mereces. Y que ellas son buenas. Y que se irán al cielo. 

Como todos los narcisistas, les ha ido mal y no tengo nada de qué alegrarme, pero tampoco me compadezco de ellas. Siempre vivirán una vida que no tienen. 

Todo esto fue en los primeros meses del 2016, ya en 2017 fue el sismo y no me pasó nada. Si bien recogí basura cerca del metro para que no se taparan las coladeras, sólo hice eso... No hubo más. 

2018 estuvo mal, pero pues nada interesante. Al final del año entré a uno de los peores trabajos que he tenido, en parte porque necesitaba dinero. Pero una vez que pagué mis deudas me salí. Días después de mi renuncia, seguían hablando de mi con su coraje y envidia. Cambié de trabajo, igual hubo otros compañeros abusivos, pero estuve más tranquila. 

Ya en 2019 todo empezó a caer, por duelos que no había solucionado. Porque sentí que eran dos duelos en uno. En 2015 fue mi padre, en 2019 fue mi tía. Es como si te golpearan una vez, pero se siente como dos. 

Lejos de que el mundo se cayera, a mi no me importaba, porque ya estaba muerta por dentro. Me di cuenta que lo que me hacía falta, era mi familia. Obviamente pensé en los dilemas de que les tocara la pandemia, pero yo preferiría estar con ellos. Siempre lo haré porque los extraño. 

Este año no me pasaron las grandes cosas, pero aprendí a cuidarme como resultado de esa depresión; examiné mi culpa y mi autodesprecio y mejoró mucho mi salud mental el hecho de no tener que desplazarme ni comer en lugares insalubres. Mejoré mucho al no tener que tratar con personas conflictivas y narcisistas. Mejoré mucho al dar de baja mi cuenta de facebook que no use desde hace dos años. 

El 2016 fue una secuela completa del 2015. Y el 2020 del 2019. Porque ya había perdido algo que nada podrá reemplazar. Si bien tengo ciertos recursos emocionales y laborales, aún me falta mucho por valorar y aprender. No dudo que vienen cosas peores, principalmente por mi lugar en mi familia, mi género, mi forma de ver el mundo y de cuestionar los hechos. Pero me siento bien que no pasó a mayores y que todo se detuvo para que tuviera un poco de tranquilidad. 

Sé lo que se siente perder a alguien, sé lo que se siente perder y crecer es aprender a perder: a los que amas, trabajos, oportunidades. Entender que no eres gustado y que no te quieren, que no te dejarán trabajar porque tienes recursos, que la envidia que provocas es muy fuerte para gente que no tiene nada. 

Pero por otro lado, sé que nos tenemos a nosotros, que los mejores planes son de la gente y para la gente. Que la vida es buena con pequeñas cosas y que siempre hay que buscar una alternativa. Sé que hay que fijarnos más en lo que se hace que en lo que se dice. Y que nadie se va sin pagar lo que hace a otros o a sí mismo. 

Dentro de lo más oscuro de mi ser, de mi desprecio y de mi auto-odio, de mis peores y más bajos momentos, de lo más avergonzante que pueda contarles, de mis fracasos, créanme cuando les digo que hay que tener esperanza. 

Bertold Brecht dijo que la esperanza no ocurre cuando todo está bien, sino que se tiene a pesar de cómo resulte todo. Siempre hay que tener esperanza, porque estamos del otro lado del azar y las cosas pueden cambiar de un momento a otro. 

Y así, cada año, sabremos que es lo que importa más. Felices fiestas, queridos lectores. 



lunes, 28 de diciembre de 2020

No me siento sensual

Él era un hombre con el que hablé muchas horas, la pandemia ciertamente prometía el inicio de un intercambio intenso, de descripciones sobre lo que haríamos, sobre lo que queríamos y la plenitud de lo que íbamos a sentir. 

Me sentía muy halagada y muy bien con él, pero por desgracia, algo pasaba: no quería buscar fotos, ni cosas sugestivas, no quería escribir y no quería extrañarlo. Esa parte me pesó. 

Era un sentimiento de desolación y de una profunda nostalgia: aunque era una fantasía sexual, todo se quedaría ahí, todo sería una promesa y un encuentro que nunca se consumaría. Y después, el vacío. 

Preferí llenar ese vacío con entretenimiento, luego trabajo, a veces convivencia familiar, sin embargo, no tuvo un buen desenlace. Del entretenimiento sólo rescaté algunos materiales. El trabajo era bueno y logró enfocarme en cosas que quería y, con la familia, simplemente me rendí con algunas personas y a otras las entendí mejor. 

Pero, sexualmente, no quería descubrir cuerpos, ni ver videos eróticos. No quería hacer una videollamada ni hablar con otros. No quería compartir. Es que no me sentía bien, no me sentía sexy ni con ganas de nada. 

Era como volver a un 2016, pero sin depresión: ahora tenía trabajo, pero, parecía como si fuera el mismo día. Todo se apagó, hasta la forma de sentir y la forma de ver al otro. 

Él se molestó conmigo. Estaba harto de imaginar, de fantasear, de soñar con un encuentro que jamás sucedería. Yo me desaparecía o contestaba con algunas frases, en parte para que no sospechara... Yo lo admito: lo estaba ghosteando. 

Y es que yo tampoco quería imaginarlo, ni quererlo, ni estar con él. No quería sentir esa adrenalina y luego la incertidumbre. No quería que él pensara que se estaba convirtiendo en algo más y que quería más cosas que sólo sexo y pláticas hasta la madrugada. 

Igual y no iba a funcionar, pero terminé extrañándolo. 

La verdadera tragedia fue, que yo no dejé que pasara, yo arruiné esta oportunidad. Él se cansó de esperar a que todo estuviera bien, porque tampoco estaba seguro. 

Sólo estoy esperando la forma de reconectar, de ver nuevas imágenes y fotos, nuevas situaciones que hagan que despierte mi líbido. Nuevas ideas para fantasear, pero por ahora, sólo quiero estar así... tranquila. 

martes, 8 de diciembre de 2020

La romantización de un trastornado mental.

Cuando la gente quiere ser muy cruel, no actúa sola. Hace un tiempo, el aislamiento sacó uno de los peores episodios de mi vida. Un episodio de aprendizaje, pero de mucho dolor. 

Yo reconozco que hice daño a un hombre que me rechazó. Yo empecé a decir que era joto y que anduvo con su mejor amigo. Lo decía de broma, lo decía con todo el tono de homofobia que tenía un adolescente idiota de 16 años. En ese entonces, no calculé el daño que hacían mis palabras, pero si llegué a calcular el de otros. 

Cuando te han llamado o referido a ti como lesbiana porque no quieres estar con alguien o porque algo en tu apariencia es raro, no te queda mucha homofobia para repartir, porque es un problema que afecta a todos. Y, aunque no sea mi lucha, se lo que es que no te acepten por lo que eres o no eres. 

Muchos de mis supuestos amigos, que eran una mierda de personas, empezaron a triangular con este muchacho. Le dijeron que yo había dicho más cosas de él, lo manipularon con mentiras, en un afán de desquite y con toda la envidia y mala leche posible. 

Dentro del listado de supuestos amigos tenemos: 

- El chavo que dice no ser homosexual, Omar, pero que sabemos que lo es, por su evidente desprecio a otros homosexuales y a la diversidad. Creía que el tropo del homosexual hipócrita, venenoso y envidioso de las mujeres era una forma de sublimación de su verdadero ser. Nunca se definía de esta manera, pero era todo lo que podía ser. Fingió ser mi amigo, cuando sólo era un falso y un mentiroso. 

- La chava cuya madre había muerto (hace mucho tiempo), Gina, pero que seguía jugando su carta cada que podía. He perdido a personas, pero, desde el fiasco de mis ex amigos, no ando pidiendo simpatía por mi tragedia. Muchos chavos feos querían con ella, pero ella sólo jugaba con ellos, se creía la bonita, pero en realidad, era falsa, victimista y envidiosa. Un día se burló de mi cuando traía un vestido que le gustaba a ella, luego volvió a su papel de sufrida y de caerse para que la levantaran. 

Como muchas mujeres que no tienen un buen padre, basaba su aprobación en la aprobación masculina que su padre le negaba. Su sueño dorado era Israel, un muchacho musculoso y poco interesante con el que todas querían estar, pero que ninguna tomaba en serio. Era algo triste que fuera aburrido, pero, así era. 

Y también se acostaba con Vans, o al menos así se refería al casado que la usaba. Y digo que la usaba porque él se aprovechaba de ella, porque sabía que no iba a ningún lado su relación. El haber tenido una relación así, me hace pensar que esa chica no tenía autoestima, pese a haber sido la reina de corazones de los feos. En algo tan sutil, teníamos mucho en común. 

Gina tuvo su fasecita bicuriosa y decía querer mucho a Olimpia. Una chica que decía ser buena gente, pero que cuando te metías con el que le gustaba no lo toleraba y triangulaba mucho contra ti. A ambas, casualmente, les gustaban los muchachos guapos y viriles, pero cuando no les hacían caso, se consolaban entre ellas. Pero eso no es una relación lésbica, eso se llama estar necesitado. 

Es la segunda Olimpia de la cual veo su falsedad e hipocresía. 

Y finalmente estaba el dizque ejemplo genio y químico con el que me compararon cientos, miles, chingos de veces, Mario. Él siempre era el modelo de todo, un modelo aburridísimo que nadie quería copiar, que a nadie interesaba y que se hacía el que se pasaba de listo para hacerse el sarcástico. Siempre restregaba sus notas, su dizque perfección y su dizque desempeño, pero, la verdad es que a muy pocos nos interesaba él como persona o como estudiante... o como algo. 

La verdad son muchas líneas para él y no hay mucho que decir, salvo que era envidioso e inseguro de a madres y que me llamó urgida porque, según él, el chavo del que hablé me rechazó. Fuera de ahí, no supe mucho de él que fuera relevante. Creo que sigue sin serlo. 

Es curioso cómo todos existían mientras eran hipócritas, mientras aventaban la piedra y escondían la mano, mientras te querían quitar tus cosas, cuando hablaban mal de otros. Pero rara vez se sabía que hubieran hecho algo bueno por alguien o alguien los quisiera de amigos. 

De Omar supe que se burlaba de otros muchachos que se veían más afeminados que él, los odiaba, pero a la vez admiraba su libertad, su sexualidad y que no les importaran los demás. Omar quería esa vida, ese atractivo, pero su aspecto delgaducho y sus dientes separados se lo impedían, no era un gay atractivo y nunca tendría un novio guapo. Esa inseguridad se le notaba. 

De Gina sólo supe que estaba en una facultad lejos de la mía. Cuando me habló la ignoré olimpicamente. Primero se acercó como si fuéramos las grandes amigas, pero mi indiferencia la hizo quedar en ridículo. Yo iba sola, pero ella no. Y la verdad, yo no quisiera una persona así en mi vida, que se validara por los hombres y que siempre tuviera envidia de lo poco que yo tuviera. La gente así es terrible. 

Creo que fue mi atrevimiento a declararme a ese hombre, lo que los molestó tanto. Una jamás tendría un novio que la hiciera de padre y que le curara sus emociones. Y el otro tal vez, jamás tendría novio. Yo deseo que ambos no vivan de tener una pareja. No crean que eso es la felicidad. 

Porque yo lo creía a los 16 años cuando soñaba con un novio como él. Y cometí ese error constantemente, hasta que supe que yo era la que tenía que cambiar, ser mejor conmigo, aprender a vivir conmigo en vez de esperar a alguien que, supuestamente, me iba a curar. 

Cuando ese hombre me humilló. Vi muchas cosas de la gente que no me sorprendieron, pero que me dolieron porque me juzgaron injustamente. Yo acepto que lo llamé joto, que me burlé de él, que me cagó lo que me dijo para humillarme. Mucha gente me lo repetía para lastimarme de nuevo, mucha gente se puso de su parte. Y yo pagué doblemente caro mi error. 

Pero, aquí estoy, lo pagué y acepté ofrecerle disculpas. Contrario a él, que, en privado con la maestra con la que me acusó (y a la cual fue a llorarle y hacerse la víctima y el ofendido), él uso una de las frases más bajas y más ruines: yo tomo medicamentos para no ser tan agresivo, pero no quiero ser así

Él justificaba su agresividad con un problema médico y siempre que se veía comprometido o humillado, jugaba esa carta. Cuando amenazó con golpearme y dejarme inconsciente, fue con lo que se salvó. 

Primero lo hizo conmigo, quién sabe con quienes más. 

Yo decidí averiguarlo, al principio porque quería extrangular mi humillación, pero ya había pasado. Lo había superado, no me dolía que castrara hasta los huevos. 

Ciertamente, él usó a otra chica para que se besuqueara con él y así darme mi merecido. Como no le funcionó, empezó a maldecirme entre dientes cuando me cruzaba con él. ¿No que me había perdonado? Era un hipócrita igual que Gina, que Omar, que muchos más. Por eso estaba con ellos, por eso se vengó de mi. 

Mucha gente se burló de mi hasta el cansancio, pero nadie supo que él era paciente psiquiátrico, nadie supo lo que él pensaba y lo que sufría en secreto porque él estaba igual o peor de herido que yo. Nadie supo que lo que él quería, era a una mujer que lo curara de su patología, que se llevara sus demonios y su sufrimiento. 

Encontré una teoría que dice que muchas de las víctimas de violencia se veían a sí mismas como heroínas de un cuento de hadas: yo salvé la relación, era mi tarea salvarlo, al final... como Bella y Bestia. La idea de que el chico rebelde, problemático y agresivo sólo necesitaba a alguien que lo amara correctamente, a alguien que rompiera rompiera el hechizo.

Y como todo sueño, esto se convirtió en pesadilla. Maribel, Hellen, Lucy, no importó cuántas hubiera, no importaba cómo se llamaban: al principio era todo una maravilla: ellas salían con él y él las conquistaba, las encantaba. No eran la fea ni la acosadora, como yo. Al fin, todo sería distinto, ellas quitarían su agresividad, él ya no estaría solo y todo sería mejor. 

Pero con el paso del tiempo, la emoción disminuía, o no funcionaba. Él se sentía frustrado, la ira volvía y ellas no eran capaces de quitarla. Ellas no lo amaban correctamente, no solucionaban sus problemas y no tenían la respuesta. A una pregunta que sólo él se podía responder. 

Imagino qué hubiera pasado si ellas hubieran sido víctima de violencia: tal vez sus amigas lo hubieran destruido, tal vez lo hubieran denunciado y hubiera tenido que hacer algo para atenderse. Pero el doble estándar de la gente me hizo ver que, como era yo y a la gente no le agradaba, de cierto modo me lo merecía, yo no importaba porque todos sólo querían ver el show. 

Yo dejé de quererlo esa tarde, en que mi autoestima y mi orgullo fueron destruidos. Pero me dí cuenta que no lo quería, que no lo amaba ni que lo deseaba, sólo era una idealización porque yo no me quería. 

Y lo peor fue que no llegó en la hora en que lo necesitaba: llego mucho tiempo después, cuando tuve otras relaciones y llegaron otros como él. Otros que me maltrataron y que no les importó lo que yo sentía. 

Pero era mi culpa, era yo la que tenía que alejarme y estar en contacto conmigo. No iba a llegar nadie a romper el hechizo. 

Fue cuando regresé a esos recuerdos, a verlo a él, que fingía para que lo aceptaran y lo quisieran. Que jugaba su carta para que todo mundo se compadeciera de él. Que con cada mujer, fallaba en encontrar la cura.

A mi nadie me ayudó, pero yo sufría en silencio. 

Fue un camino muy doloroso: de culpa, autodesprecio y aceptación de todos mis errores y autoacusaciones. Sin embargo, yo ya no tenía 16 años. Y, aunque mi familia y otros supuestos amigos me dieron la espalda, yo estaba ahí para consolarme y para aceptarme otra vez. 

Me vi con toda la compasión y vi que me había equivocado: pude haber evitado mi humillación, tal vez, porque él era bajo con todas las mujeres. Pudo haber sido mejor, pudo ser diferente. No necesitaba a nadie más que a mi misma. 

Y no necesito una pareja para que me cure, primero necesito un diagnóstico, un montón de trabajo personal, no creer que la vida será fácil y no creer que hay una solución para todo. La gente que fue injusta conmigo, sólo era un reflejo de lo injusta que eran con ellos. 

Omar seguía viéndome burlonamente, obsesionado conmigo. Era lo único que tenía porque nunca se dio permiso de vivir su verdad. Gina vive de que alguien la quiera, aunque sea una persona terrible. Mucha gente del CCH me detesta. Y está bien. 

Yo trato de hacer las pases conmigo, castrante o no, fea o no, urgida o no, nadie me va a tratar peor de lo que me trato yo misma. Pero nadie es capaz de amarme y aceptarme como yo. 

El amor debe ayudarte a que los dos sean mejores juntos, no a que sean dependientes ni que traten los demonios que no quieren ni mencionar. Mi problema con él fue que no era yo, es que a todas luces, él siempre será el equivocado. 

Los pedos de un mediocre

No hay por qué disfrazar la verdad, es algo vergonzoso para mi admitir que me gustaba un mediocre. Bueno, muchos, pero cuando se ha abierto la puerta del infierno, he tenido oportunidad de escapar. 

Ese mediocre era encantador y por eso conseguía los favores que quería, pero eran cosas sencillas, porque él no podía aspirar a más. 

Cierto día en que fui humillada en un trabajo terrible, él se burló de mi, junto con otros dos mediocres: un cocinero arrastrado y un hombre que se estaba pudriendo por la boca, pese a la colonia barata con la que pretendía cubrir su verdadero olor. 

Reía delante de mi y a mis espaldas. Yo acerté a decirle que no se me acercara. Cuando lo supo su amante, la chica de adorno en Recursos Humanos, él sólo fue removido, nunca tuvo consecuencias, ni una llamada de atención. Sólo lo condenaron al aburrimiento, porque el adorno quería macho. 

Finalmente, sin él ahí se sentía mucha tranquilidad: él era un lleva y trae, chismoso, burlón e hipócrita. Su fachada se desvanecía con sus problemas reales, con una vida que no quería, pero a la cual se había resignado. 

No me dolió el hecho que se burlara de mi, me sorprendió porque aún estaba infatuada por él, pero, cuando lo conocí, fue como probar un gran platillo y que esté echado a perder, rápidamente lo devolví con desagrado. 

Lo que me dolió fue el hecho que un día le conté que: Capital Bus es sólo una plataforma, me voy a subir porque voy a ver desde arriba- le comenté. Él volteaba los ojos, como diciendo: Esta mamona, ¿qué se cree? Fue entonces que me hartó su conformismo, su mediocridad, el hecho que no tenía nada que aportar y que sólo era un lastre. 

En cinco años perdería su atractivo y el efecto halo se acabaría. Sus ejemplos, que eran los mediocres de los conductores, tomarían posesión de su personalidad. Un día, odiaría tanto a las mujeres que quisieran estar con él, como a las que no.

Y eso me lleva a una de las joyas de la corona. 

En una plática con su amigo el cocinero arrastrado y con la narcisista culera, estos mediocres hablaban de las pruebas de amor, porque ¿quién mejor que una mujer que odia los buenos sentimientos y un hipócrita que te envidia pero que a las primeras de cambio se desdice para hablar de amor? No, pues aquello era de no creerse. 

Obviamente, eran puras barbaridades, porquerías, bajezas. Como si alguien los hubiera amado, como si ellos supieran qué era tener una relación. 

La narcisista culera dijo que la prueba de amor más grande era aguantar el olor de los pedos de la persona amada. Ah, no sabía que era doña poetisa, no sabía que eso según ella, era un prueba de amor. Yo aguanté sus bajezas, que hablara mal de mi y su aspecto sucio. Pero de seguro, tenía razón. 

Él mediocre atinó a decir que cuando dormía con su esposa, ella lo cubría con las sábanas, lo que hacía que se encapsulara el olor de sus pedos, el cual era poco menos que letal. Y, aunque aseguró que la amaba, menos mal, ya le había dicho pedorra y se había burlado de ella. 

La mujer que le abrió las puertas de su casa, la madre de sus dos hijos, la que le enviaba la comida que él a veces comía. Eran sólo el olor fétido de sus pedos.  

Imaginé dos cosas que dinamitaron todo mi respeto por él: primero ¿qué sentiría yo si un hombre hablara así de mi? ¿Qué sentiría el adorno si supiéramos los pedos apestosos que se echaba cuando estaban juntos? ¿En la intimidad, en un espacio aparentemente seguro?

Yo no puedo concebir eso... no porque crea que tengo algo distinto o que soy la perfección andando, pero ¿por qué estar con alguien que se burla de mi? ¿Por qué normalizar la violencia? 

El mediocre tenía más pedos que yo y se notaba, pero los suyos apestaban a conformismo, a apatía y a un odio sublimado por la persona que él, supuestamente, eligió. 

jueves, 26 de noviembre de 2020

Canciones con filosofía: Junk

Mi difunto hermano quería ser un gurú. Era de esas personas que quería ser científico, físico, constructor, programador, ingeniero. Y ciertamente, terminó por ser nada. 

Siempre estaba emprendiendo proyectos imposibles y pensaba incluírme a mi para que yo trabajara con él. Irónicamente, eran proyectos complejos que escapaban del ojo filósofico y complicado que tenía. Aún así hubiera sido bueno si lo hubiera hecho. 

Paul McCartney es un filósofo del romanticismo y del pesimismo. Su historia de amor con Linda McCartney dio origen a las más bellas canciones y tratados sobre el romance. Pero también tiene un lado más humano, un lado pesimista, que nos describe un rompimiento con la imagen de la basura, de lo que sobra, de lo que ya no sirve. La simplicidad conlleva muchas veces la elegancia. 

En la nostalgia se esconde ese tiempo idealizado, pero también esos heridas que duelen y que el tiempo pone a una distancia en donde no puedan hacernos daño. En la nostalgia tenemos todos los recuerdos que nos sirven para crear nuestra basura emocional, es un sótano sin fin en donde hay muchos recuerdos, cosas sin clasificar y que no caben en ningún otro lado. 

Cuando comenzó la cuarentena, me ahogué en resentimientos: acumulé toda mi tristeza y me abandoné sólo a lo que se sentía. Toda la basura emocional se quedó: a veces extrañaba a los que se decían mis amigos, quería correr a hablarles, pero todo era el remanente de esa basura emocional. Estaba aburrida, estaba cansada, estaba sola, pero así ya estaba desde antes... ¿por qué molestarse? 

Un día lo pude ver: me regaló un dvd de Los Simpsons, de la temporada que me gustaba, pero es una temporada muy buena, así que no había falla. Luego observé que él tenía todas las temporadas, incluída esa... Me dio lo que le sobraba, ni siquiera algo que él no tuviera. 

Recuerdo haber buscado regalos para él, cosas que usara, que le gustaran, cosas que dijeran: Soy tu amiga, pero él ni siquiera pudo darme eso, algo que en verdad quisiera. Siempre fueron las sobras y no precisamente eran materiales. Creo que ni me tomaba en serio. 

Tiré los dvd's, las cosas que me recordaban a él, todo lo que supuestamente me dio de corazón era una mentira. Tal vez sueno como una víctima, pero de mis propios anhelos e ilusiones, jamás de él. Porque él demostró lo que valía y no volveré nunca. 

Lo pensé así: cuando vea cómo es la vida, yo no voy a estar ahí, para escuchar, para hablar, para entender y para apoyarlo. No es justo lo que él hizo conmigo. Me siento profundamente triste. 

Y así, la basura emocional, lo que queda, me pregunta por qué y por qué, mientras que la basura física, lo que sobra, va en busca de un vertedero decente. 






Roma o por qué ganó

Decidí volver a ver Roma una vez que pasó la fiebre por Yalitza Aparicio y la temporada de premios. No cambió mi apreciación del por qué ganó el Oscar a mejor película, no cambió la forma en que pensé la actuación de Yalitza ni de Marina de Tavira. No cambió mucho mi pensar en la precisión técnica de la fotografía ni en lo correcta que es la película. 

Lo que cambió fue mi análisis sobre la trama. 

Ciertamente, mi primer lectura fue: Roma trata del concepto de la familia, a saber, familia es con quien tienes algo en común. Tenemos una protagonista que se une en la tragedia con una mujer distinta de ella. Esa mujer es su patrona y ambas saben que el formar una conexión las ayudará a salir adelante y a lidiar con su dolor. 

Pero esta es la lectura superficial de Roma, de hecho, no se acerca a lo que es, ni por mucho. 

Me faltó algo, algo que no vi pero cuya pista me la dio la ciudad de México, los escenarios, las fiestas y los distintos momentos de la vida de uno de los protagonistas. 

Y al fin llegué a eso, porque el trabajo del cómico y del dramaturgo es colocar un espejo frente a ti y hacer que te rías, que te comtemples y que digas: esa imagen es idéntica a mi. Hay también, una exploración íntima de la psique para crear un momento de intimidad único con el espectador. 

Roma, queridos amigos, trata del trauma reprimido. 

Uno no recuerda que en Roma pase algo y pues, a simple vista, tiene razón. Si se enfoca en la historia de Cleo y de Sofía (Aparicio y de Tavira); pero el trauma está tan escondido que hay que analizar la película y buscarlo. 

Cuarón disocia su identidad entre su yo que es el hermano mayor y el superyo, que es el hermano más pequeño y del cual Cleo cuida y quiere más. A través del cine vive mundos imposibles, se da cuenta de las cosas pero no del todo y escapa a su mundo infantil al cual planea integrar a Cleo porque la quiere. 

Uno recuerda la ciudad, los cines, los parques, las vacaciones familiares como un viaje sin igual, los dulces y pastelillos, las películas que le marcaron y que fueron una experiencia... algunos sucesos desfavorables, cuando mamá lloraba o cuando alguien que queremos lloró... pero había cosas muy buenas, pero la nostalgia... pero, papá nos dejó. 

¿Por qué ganó?

Quien ha sufrido un trauma, sabe que ese dolor tiene un refugio en la nostalgia: cuando recordamos con amor, de eso que ya no podrá ser, pero también, cuando reprime entre sus recuerdos algo humillante, oscuro, algo terrible, algo que trastocó su mundo como lo conocía, algo que lo despierta de su sueño dogmático. 

Porque en el dolor y la alegría se encuentra nuestro verdadero yo. Call me by your name nos mostró cómo la alegría de aceptarnos y de amar libremente nos ayuda a encontrarnos a nosotros. Pero Roma se va al otro extremo: escondemos una humillación en el preciosismo de la nostalgia, en un lugar que no existe más y al cual no pertenecemos, pero con el cual tenemos un vínculo inquebrantable. 

Cuando el niño ve a su padre, al principio niega su traición, aún cuando se la señala su amigo, todo sucede tan rápido, pero se queda en su mente y afecta la forma en que concibe el mundo para siempre. 

Y ese mensaje no es obvio, es sutil, pero creemos que Cuarón sólo nos muestra el México de antes, la historia de su madre y de su empleada doméstica, pero olvidamos lo que ellas y él esconden: Cleo esconde el dolor de haber sido traicionada, Sofia esconde el dolor de su inminente divorcio y de no tener un matrimonio perfecto. El niño ya es un hombre, porque el padre ha muerto, al menos en una forma simbólica. 

¿Por qué nos dejó? ¿por qué mintió? ¿qué significa todo esto? Pero esas preguntas son sólo el comienzo de lo dura que es la vida. De lo pequeños que somos ante la inmensidad del mar, que casi traga a los indefensos e inocentes, pero cuyo vínculo con los otros nos salva de lo pequeños que somos. 

Yo recuerdo cuando era pequeña, todas y cada una de las golosinas que comí, las caricaturas, la música, algunos programas de televisión. Recuerdo que quería comprar discos, pero jugar con Barbies y veía las plazas comerciales como los mejores lugares del mundo. Papá nunca estuvo conmigo, los compañeros me detestaban, pero todavía queda mucho, mucho por vivir. 

lunes, 9 de noviembre de 2020

Sobre la belleza de mi cabello y mis dientes

 I. 

Desde muy pequeña se han burlado de mi apariencia: si uso lentes, si tengo sobrepeso, si tengo dientes chuecos, tal vez frenos, si necesito algún medicamento o tengo una condición, si tengo granos, vellos o senos muy grandes y un trasero pequeño. 

La violencia escaló con agresiones pasivo agresivas, unas más obvias que otras: desde la compañera horrenda pero maquillada que te preguntaba: Y tú... ¿no te pintas?, las risas de tu fotos y con ropa ajustada de los contactos  facebook: Pinche puerca, pinche gorda, das risa; hasta la compañera gordofóbica, que oculta el odio hacia su obesa madre proyectándolo hacia ti, con películas y comentarios terribles como lo horrible que es ser gordo, lo indeseable que eres y lo ridículo que es que puedas gustarle a alguien, pero cuyos dientes encimados, olor raro y cabello con orzuela, dice lo contrario de su autocuidado. 

Y finalmente, la supuesta amiga que te dice que estás más gordita, que ya no te queda la ropa, porque ve un pliegue o porque no está bien doblada tu camiseta. O el supuesto amigo que hace comentarios crueles sobre tu físico y después te reprocha de inmadurez porque te defendiste de sus humillaciones. ´

II. 

Me han dicho de todo: que si me gusta que me humillen, porque claro, un gordo es indeseable, no importa que te tomen una foto a tus tetas y se masturben mientras la pasan a sus contactos de Whatsapp: esta gorda asquerosa nunca lo va a saber; me han dicho que sólo los gordos le atraen a la gente gorda, aunque al pendejo con quien te están ligando tiene obesidad mórbida y trata de sobrevivir con bebidas energéticas, cigarros y frituras... imaginen su olor y la humillación para él y para mi el creer que podríamos tener una relación. 

Me han dicho que no soy un forrazo de vieja: irónicamente, un gordo que pagaba a las mujeres y les llevaba regalos, teléfonos y joyería, porque no era capaz de tener una relación madura. Me han dicho personas con problemas de autoestima que para qué me arreglo: si tengo los dientes amarillos y chuecos. Gente más horrible que yo, volcando lo horrible que eran ellos en mi persona. Gente que odiaba verse, haciendo que me odiara por ser quien era yo. 

III. 

Ese autodesprecio llegó a mi vida sexual, acompañado de una profunda inseguridad y soledad: un hombre que fue abusado sexualmente, me reclamaba de no saber tener sexo, cuando, a su vez, exigía fidelidad a su novia que engañaba conmigo y con la que decía, tenía sexo increíble. Claro, tengamos en cuenta que era fantasioso y con tendencias violentas en lo sexual, como prácticas riesgosas, sexo sin condón y fantasías de abuso para excitarse. 

Otro más me reclamó tener vello en los brazos y en el pubis. Se decía alguien exigente con las mujeres, pero era un arrastrado que reprimía su misoginia y homosexualidad. Cuando hablaba, arrastraba las palabras y su tono ridículo y afeminado disfrazaba la crueldad de su rechazo a las mujeres con sarcasmo y comentarios ofensivos: Tienes que bajar de peso, no es normal eso, tienes que quitarte todo el vello, no es femenino, no sonrías así, pareces una caricatura. Nuevamente, era un hombre más horrendo que yo. 

Yo no creía merecer algo mejor. No creía que fuera bonita, en mi cabeza ya se habían insertado esos pensamientos, los había internalizado y me sentía como una pendeja, sola, fea y gorda, siempre gorda y sin derecho a tener a alguien que me quisiera. 

IV. 

Y un día, ya no lo soporté más, de hecho, no tenía por qué haberlo hecho... un día ya no me quise levantar y si lo hacía, era sólo para comer y a veces para cenar. Luego volvía a mi trabajo triste, dentro de mi vida poco emocionante, con mi cabeza con esas voces acusatorias e incesantes. Con mi ira diseminada en mi cuerpo. 

V. 

Dejé de bañarme, de lavar mis dientes, mi cabello, mis pies a veces los cepillaba, pero era sólo por compromiso. Quería dormir y no despertar nunca, quería que ellos ganaran para que estuvieran felices. 

Pero no iba a terminar jamás: ellos nunca estarían felices, con mi dentadura podrida y mi aliento fétido, con mi pérdida de cabello, la peste de mi cuerpo lleno de llagas, mis ojos vacíos y apagados, mis manos llenas de hongos en las uñas y mi cuerpo débil por mi grasa corporal. El enojo me estaba pudriendo, me había zombificado mi dolor. 

Para ellos jamás sería suficiente, querían quitarme todo, porque para ellos, yo tenía todo. 

VI. 

Y un día, me empezaron a doler las mandíbulas, la oreja derecha; mis dientes sangraban y mi aliento era terrible. Me ardía la garganta, pero sólo alcanzaba a tomar un té tibio o un helado, algo que me anestesiara. 

Mi cabello estaba grasoso, tenía granos en la cabeza y una cortina de polvo blanco cubría mi cuero cabelludo. No era psoriasis, pero tenía que sacudirme, porque era muy desagradable. 

Apestaba, no como ellos decían, pero realmente, mi humor era muy fuerte, como un hombre que hacía mucho ejercicio, pero era yo y mi cuerpo, siempre ese cuerpo que estaba contra mi y que clamaba venganza. 

VII.

No aguanté más y fui a verme los dientes: amarillos, sin brillo, un poco chuecos, pero no me importaba porque no había por qué sonreír, nada tenía sentido y con suerte, esto se me pasaría. 

Me lavé el cabello y la comezón seguía, pero tampoco me preocupaba, porque jamás volvería a salir. La garganta me seguía doliendo, pero no era ningún virus, era que tenía flemas que no quería sacar. 

VIII 

Lo que empezó como un tercer molar, fue escalando hacia una limpieza profunda, que, ¡cómo chingadamadre dolió! Me dolían las encías, me dolían los años de descuido y me dolía mi orgullo por haberlo permitido. 

¿Eso me hizo buscar ayuda? No, de hecho no... Me hizo cambiar la noticia de que iba a perder un diente, de los de adelante y ahora sí, no habría vuelta atrás. 

Pensé otra vez en el zombie, soñé con cosas realmente feas y futuros terribles para mi, pero nada de eso ayudó, tenía miedo: no quería perder mi diente. No así. 

Mi cabeza se sentía grasosa y llena de puntos, empecé a despellejarme de la cara también, por el calor. Ya me bañaba un poco más seguido, pero ponía mi cabello y mi cara en el agua caliente; con todo el vapor que desprendían los baños, me exponía al frío y al calor. La garganta me seguía doliendo. 

IX

Meredith Miller dice que cuando uno sufrió abusos narcisistas, de una forma sistemática, lo mejor que puede hacer es practicar el autocuidado. No era momento para pensar en lo horribles que fueron conmigo esas personas... tenía que pensar qué era lo que hacía que estuviera tan enferma. Tenía que curarme porque no me iba a abandonar así. 

Bobby Brown, maquillista y diseñadora de imagen, dice que se sorprendió cuando un maquillista la arregló y vio que no se parecía a ella. Bobby apuntó en su máster class que no hay nada malo con nuestra imagen, que tenemos que buscar algo de luz, tratar de vernos como nosotros somos. Pero yo sólo quería cortar mi cabello para que la comezón cesara. Ayudó un poco. 

X

Una vez recibí un cumplido de una de las mujeres más bonitas de México: Ximena Rubio. Estaba en el deprimente Capital Bus cuando ella pasó por uno de los puntos de venta. Al verla, la saludé y le dije que era muy bella. Ella me desarmó porque me dijo: Y tú eres hermosa. 

No se si fue algo que diga a todas... pero el que ella me lo dijera cambió como me vi a mi misma desde ese entonces: por primera vez alguien más linda que yo hablaba conmigo como si no fuera un problema. No se creía más ni menos. Ella, una mujer hermosa, me hizo sentir bonita por primera vez sin sonar como algo que dices por lástima. No se cómo sea todo, pero me hizo sentir bien conmigo misma. 

XI. 

Fui al mercado y estaba un puesto de cosas de belleza: geles de baño, muestras de cremas para la cara, shampoos frutales y agua micelar, aceites para baño y desodorantes. No perdía nada por comprar un desodorante a una chica de cabello rizado y que tenía don de vendedora. 

Me rasqué el cabello y mi mamá me dijo que preguntara si tenía algún tratamiento. Ella escuchó y se tomó el tiempo de atender, de explicar. Entendió mi necesidad y tuvo piedad conmigo. 

Me explicó de un shampoo anticaspa y me dijo que masajeara mi cuero cabelludo: Lo dejas actuar y luego te lavas bien - señaló. -¿Tienes caspa seca o grasosa? ¿Usas algún shampoo en específico? 

No tenía muchas respuestas porque no quería verme... me daba asco, me odiaba. Ni siquiera me importaba mi problema. Ella seguía explicándome. 

- Y ya que te laves, te pones esta loción - me decía mientras me daba otra botella y la del shampoo. Si te lavas más seguido y te masajeas el cabello con la loción, con eso quedas. Yo estaba avergonzada y atinaba a asentir a todo lo que me dijera. Hasta que al final me desarmó otra vez: - Es que así yo la tenía y cuando use estos productos se me quitó. La mía era caspa seca

Ella sabía lo que me pasaba y acertó a recomendarme algo que me ayudara. Se tomó la molestia de explicarme. Me hizo sentir bien conmigo misma, otra vez. 

XI 

Empecé a lavarme más seguido... primero los dientes y luego el cabello. Además de esas palabras de piedad, lo que necesitaba de mi, era mi atención. 

Y aunque a veces escuchaba esas voces grotescas, de gente idiota y más fea que yo, seguía masajeando mi cabeza. Luego me ponía la loción y luego me cepillaba el cabello. 

Luego masajeaba mis dientes hasta que no dolieran ni sangraran. Observaba en el espejo dónde era. Abrí mi boca y veía los problemas, pero estaba convencida de que debía limpiar cada diente y cada espacio entre ellos. Mi garganta y mi lengua empezaron a descansar. 

XII 

Y una persona me dijo: Qué suerte tuviste de encontrar todo cerca de tu casa: un buen shampoo, la pasta que necesitabas, los jabones neutros y la crema a un buen precio. Qué bueno que se te ha quitado, has mejorado mucho

Cierto día vi que muchos narcisistas y psicópatas padecen de psoriasis y de problemas en el hígado, también de humores fuertes y enfermedades crónicas. Mucho del odio que internalizan necesita salir mediante somatizaciones y hostilidad. Tiene sentido.

Recordé a ese hombre que me insultó que tenía un humor horrible; al que me robó dinero con su aliento fétido y su boca sin dientes. A la narcisista con su orzuela pese a que decía que se cuidaba el cabello. A la otra narcisista roba ventas que siempre se veía sucia, sin importar cuán limpia llegara de su casa. La envidiosa que tenía problemas de piel y cabello. Los burlones con sonrisa torcida, dientes chuecos y aliento podrido. Todos riéndose de mi, pero por ser como yo era. 

Mi cabello empezó a crecer con unos chinos preciosos, en una especie de afro a lo Bob Dylan. Mis dientes dejaron de sangrar, mi cabello estaba sanando y mi cara... seguía despellejándose, pero menos. 

XIII. 

Y entonces hice lo impensable: empecé una investigación sobre la fenomenología de la belleza, pero el sujero era yo y la belleza era el autocuidado y la igualdad con la salud. 

Empecé a buscar a vloggers de belleza, marcas, shampoos similares a los que me recomendó la chica, activos e ingredientes. Comparé precios y empecé a buscar algo que de hecho me gustara y me ayudara con mi problema. 

Una chica que me hizo sentir bonita, por su explicación y discurso, fue Tati Westbrook. También vi otros videos, pero ella me gustó porque ha sentido lo mismo que yo. Es una mujer normal, pero que se quiere y se cuida. 

XIV. 

Esas voces cada vez resonaban menos y la fealdad de esas personas empezaba a darme pena, porque ellos no querían solucionar su problema desde adentro y yo, al menos, aunque fuera fea toda mi vida, no estaba dispuesta a estar enferma. 

Mi búsqueda por la salud y la belleza me trajo a las mejores marcas: Briogeo, Paul Mitchel, Shampoo de Árbol del té, jabones naturistas de eucalipto, texturas de gel que refrescaban mi dañada melena. Masajes que calmaban mi comezón y que me ayudaban a seguir adelante. 

Pero sólo tenía un problema por resolver: mi piel estaba roja y despellejada, incluso me ardía mucho. 

La respuesta llegó por serendipia: cuando buscaba ideas para lavar mejor mi cabello (técnicas, cepillos para la ducha, masajes capilares y aplicación profesional de producto), encontré que NUNCA, NUNCA JAMÁS tienes que lavar tu cabello con agua caliente, puesto que despelleja la piel. Lo que debes hacer es ponerte bajo el chorro de agua fría o tibia y lavar todo el producto. Algo tan simple, cambió mi vida por siempre. 

Me sentía un Ignaz Semmelweis de la Belleza: había resuelto mi problema por ensayo y error, con un método y con base en mis observaciones de los productos, de la reacción de mi piel y mi cabello y de los componentes de la fórmula. 

Al principio mi pelo se sentía como paja, pero al cabo de tres días, el ardor y el enrojecimiento bajaron. La comezón era un recuerdo de días terribles, pero ahora parecía un síntoma muy lejano. Mi cabello brillaba con mis chinos castaños. 

Y mis dientes ya no sangraron. Una mezcla de remedios caseros y enjuagues me ayudaron. Mis encías eran similares a la goma de un lápiz, de hecho, gums es la palabra en inglés para encías y las mías eran rosas y no estaban enfermas. 

Sobra decir que no perdí mi diente. Mi cabello brilla y mi sonrisa era blanca. Volví a sonreír porque ahora vale la pena hacerlo. Vale la pena vivir.

Y verborrea. 

A veces la vida es un poco esa búsqueda, de la salud, del bienestar. Tenemos que resolver nuestros problemas y equivocarnos. Dejar de escuchar a los que tienen un problema que no quieren resolver, porque nos van a arrastrar con ellos. 

Tenemos que pelear y buscar qué estamos haciendo mal, tal vez estamos a unos ajustes de que quede bien, tal vez un día lo logremos. Es así con la salud, con la medicina: la historia tiene éxitos porque el científico fue alguien que se equivocó, dudó y reconstruyó, como nosotros. 

Sólo estamos a un masaje, a un poco de agua fría, a unas palabras de piedad y de compasión (que tal vez si necesitamos), de tomar la decisión de cambiarlo todo. Tal vez un día, compremos ese shampoo, ese exfoliante y ese tratamiento. Tal vez, ese día, nos queramos más cuando nos lavemos el pelo y el rostro. 

sábado, 3 de octubre de 2020

Cuento: Sebastián

1.

En la noche fría de noviembre, ese niño de mirada dulce, pequeño e indefenso, había muerto. Su madre se lamentaba: ¡Debí haber hecho más por él! ¡No es justo, yo lo amaba tanto!

Él era invidente, pequeñito y adorable, tenía una energía muy poderosa, emanaba bondad y cariño, sentía a la gente, la veía y veía su alma, la gente lo quería por eso.  

Era muy educado y limpio, parte por la rígida educación de su madre, una agente de viajes a la que la vida había hecho dura, parte porque sólo eran ella y su hijo, parte porque tenía una enfermedad muy difícil y la vida se había vuelto dura. 

2.

En otra parte del universo, una chava Escéptica decidía hacerse atea: El mundo es muy injusto, nadie está arriba escuchando, sólo es este universo y yo. Estaba muy sola. 

3. 

Días antes una cámara de viaje, que nunca funcionó bien, mostraba un video en la memoria interna, un video que se creía perdido. Era la voz de ese niño pequeño: Me gusta todo. - Cuenta bien, para que te conozca bien mi hija - se escuchaba de fondo, era la verdadera madre del niño. 

4. 

Al principio se culpó a la chava Escéptica de ese incidente, pero ella buscó y lo encontró. Siempre tuvo morbo, siempre tuvo ganas de conocerlo y de convivir de buena manera. Fingiendo que todo estaría bien. Pero, lo cierto es que vivía a su sombra. 

Era la sombra de la bondad de aquel niño, esa aura poderosa y mística, que contrastaba con la oscuridad y el hecho de no ser buena de ella. Nunca pudo superar eso. 

5. 

En un arranque de furia, la verdadera madre del niño no soportó más y le mostró lo que verdaderamente pensaba: ¡Eres una basura! ¡Yo quisiera un hijo como él y no como tú! ¡Tener una hija como Eli! No se por qué tengo que soportar a una basura como tu. 

En la vida diría cosas más feas y peores, la violencia sólo iría en escalada, porque ella era la verdadera madre del niño y no tenían derecho de despojar de su vida al bueno, al que ella consideraba que tenía que vivir. 

6. 

Esas palabras la perseguirían toda su vida. Y aunque intentó pedir perdón, las creía, la verdadera madre del niño tenía razón. 

Y fue que la chica escéptica se puso a rezar. 

7. 

- Dios todopoderoso, en tu infinita misericordia- pensó y juntó las manos,-  te pido ser yo la que tome el lugar de Sebastian, en tu infinita bondad, tienes que escucharme, te pido aquí hoy ya no despertar, ya no sentir y ya no vivir, para que mi vida sirva a alguien más. Yo ya no la quiero desde hace mucho, pero por favor, que mi vida sirva para que alguien la tome y le dé felicidad a alguien más. 

8. 

Y entonces sucedió el milagro: la verdadera madre del niño, abrazaba al pequeño. Por primera vez, en muchos años era feliz. El niño podía ver y le gustaba verla a ella. Ella lo miraba y sonreía, al fin todo estaría bien, al fin la enfermedad había desaparecido, los malestares, todo. Ya no usaría esa ropa de niño correctito, ahora le compraría nueva. Lo dejaría comer todos los dulces, el helado, las papitas, todo lo que él quisiera. En el fondo de su corazón, se había cumplido su más íntimo deseo. Se podía ver a su mamá contenta y aliviada. 

Ya no le estorbaría más. 

9. 

La chava Escéptica se despertó: la oración no había funcionado. Sus lágrimas y su arrepentimiento se habían esfumado. Sus cabeza le seguía molestando y en especial, su existencia. 

No quería vivir más, pero ahí seguía, viviendo, estorbando, robando oxígeno, siendo un desperdicio de materia y tiempo. Se odió más, porque Emmanuel le dijo: Me temo que así no es como funciona la realidad, Escéptica. Pero ella siempre respondía: En estos momentos, ya no me interesa saber cómo es que funciona la realidad. Ya no estoy interesada más en eso. 

¿Por qué Dios no la había escuchado, si se supone que era un sacrificio? Sólo quería ver a la verdadera madre feliz, no importaba si era difícil o imposible, Dios podría hacerlo ¿no? ¿Acaso no es así como funciona? ¿Por qué, si lo había hecho con la fe de su corazón, Dios no la había escuchado? El mundo era un lugar tan inhóspito e injusto. 

10. 

Cuando se encontraron la verdadera madre del niño y la madre del niño, ella le dio su más sentido pésame, pero tenía que regresar a su vida, al mundo real, que cada vez era más triste, porque no regresaba con el hijo que quería, sino con el que le había tocado. Ese mundo tan triste y solitario, porque ya no estaba él, el pequeño bueno, adorable e indefenso. 

Como en un rapto: se fueron primero los buenos y los malos se preguntaron por qué desaparecieron. 

domingo, 13 de septiembre de 2020

The Devil and Daniel Johnston o la lucha entre el bien y el mal.

Hace un año, el 10 de Septiembre para ser exactos, murió Daniel Johnston, un artista, dibujante, músico y realizador audiovisual. Influenció a Beck, Kurt Cobain y Wilco, pero también es un ícono de las personas que han padecido depresión, incomprensión y soledad. 

Tenía inspiración dylanesca, vivía intensamente, creaba intensamente: porque pese al caos que tenía en su cabeza, conectaba con la gente y con la sinceridad de sus letras. El verdadero amor te encontrará al final, un mensaje que es esperanzador pero melancólico. Aún no conocemos a quienes amaremos de verdad, a quienes amaremos más, pero Daniel nos dice para que confiemos en él. Y confiamos. 

Daniel le dolía mucho a sus padres: en parte porque no querían que se desilusionara de un mundo tan difícil como el de los artistas y porque su condición, los puso en distintos peligros, desde una infancia difícil hasta accidentes aéreos. 

Sus padres y su mánager, Jeff Feuerzeig, se preocuparon mucho por él. Ciertamente, la empatía, el dolor y la conexión emocional con quienes lo rodeaban le dieron un sentido y una calidad de vida que él no se habría procurado. La forma en que se comunicó y conectó con otros fue con el arte, que también representaba una conexión con lo divino, una voz que Johnston, en sus delirios, aprovecharía. 

La lucha entre el bien y el mal. 

The Devil and Daniel Johnston es un retrato honesto sobre la bipolaridad que padecía, en ciertos momentos del documental podemos ver lo que sentía dentro de su cabeza, su experiencia con la familia, con las drogas, sus obsesiones 

Pero también es un documento sobre el caso del artista sufriente, el artista que no puede más consigo y que se encuentra al límite: si bien muchos de sus colegas pensaron en una intervención y en una atención inmediata, es cierto que también había un espectáculo con su degradación, con su forma de enloquecer y sus delirios de grandeza. Paradójicamente, la enfermedad de Johnston es un catalizador para que alcance la fama y para visualizar las imágenes de sus canciones. 

Tal vez, el estado en el que se encontraba era un portal hacia otros estados de conciencia, tal vez, lo que Johnston creía una posesión era una revelación; tal vez, sus delirios eran la confirmación de su avasallador éxito. Es muy difícil dejar de romantizar a quien logra tocar tu alma y te da un mensaje de esperanza y de resiliencia. La obra de Daniel Johnston es algo que debe ser apreciado y que ayuda en el dolor y la soledad, todo lo que él sentía, lo que veía y pensaba, está dentro de sus canciones. 

Porque ¿qué no es acaso la enfermedad como una batalla entre el bien y el mal? ¿No busca acaso el enfermo reza, promete y hace ofrendas para librarse de este mal? El enfermo, como declara Stefan Zweig, quiere tener a Dios de su lado, así, la enfermedad es una batalla contra su infierno personal. Johnston se sentía atormentado por sus obsesiones, por las imágenes y por el diablo, ese demonio de su enfermedad, al cual no podía vencer pero lo intentó desde la expresión artística. No dista mucho su expresión de lo que podemos sentir nosotros, no dista mucho su caos interno y la forma de ver la vida de una persona que tiene una crisis existencial. 

Lo único que nos mantiene anclados a este mundo, pese a lo injusto que es ser un incomprendido y lo rentable que es ser un artista sufriente, es la conexión con nuestra familia y con quienes les importamos. La autenticidad de nuestros sentimientos, nos ayuda a crear sentido, como lo representaba Johnston en sus apariciones. 

Sobra decir que ojalá y el amor verdadero nos encuentre al final. Que tengamos una Laurie y que muchas de nuestras cosas duren mucho tiempo. 

En 2014 se presentó en el Salón Covadonga dentro del marco del Festival Marvin, fue su única presentación en México. 

sábado, 20 de junio de 2020

Cuento: Sentirse solo

Entré a un bar y decidí escuchar otras conversaciones, para no escucharme a mí. 

- Si, ellos se unieron: eran unos pinches prietos y me sacaron del trabajo. Me robaban las ventas, me humillaban por no ser como ellos. Y la pinche bruja soy yo (...) 

Una mujer a otra: 

- Yo no tengo privilegio: mi papás no me querían... me corrieron de la casa y me pedían que les pagara todo, desde los pañales, la fórmula y los biberones... Que un día me lo iban a cobrar. Tengo dos trabajos y nunca me han regalado nada. Si, aquí valiendo verga. 

Cerca de la parada del camión:

- Me querían robar mi reloj y la bisutería que traía. El pinche pendejo del supervisor dijo que si me robaban no le daban ni veinte pesos al ratero. Puto de mierda. 

En el área común de la biblioteca:

- No mames guey: cuando vi Los Olvidados, era sobre que la maldad existía, y se recrudece con la pobreza. No es cierto eso que los pobres buenos guey: dile eso a los culeros que te asaltan, a los que secuestran. No es un sistema, esos ojetes nacieron malos. Pero si dices algo, eres un pinche clasista: a mi me asaltaron dos pinches jodidos, pinches resentidos. No me hago la víctima, pero me cagan esas mamadas. 

Después de la terapia de grupo: 

Me pidieron que me acostara con ellos para que me pudieran ayudar a cambiar de trabajo. Uno era un pinche gordo y otro era un viejo verde que ni le funcionaba la verga. Yo anduve con el gordo para que me dejara en paz. Pero cuando ya no me quiso, quería que me dejara manosear por don chile triste. Pinches misóginos de cagada. 

Dos personas que se pelearon

- Aquí el único ojete eres tú: yo nunca te hice nada y sólo sabes estar chingando, pendejo de mierda. Ni sabes qué vergas te molesta de mi, nada más estás mamando, porque el pinche ojete siempre has sido tu. ¡Déjame en paz y vete a la verga, culero! 

Dos amigos que se pelearon

- Ah, entonces es eso, te gusta hacerte la víctima. Antes no te importaba eso y ahora si. 

Ella se aleja llorando. 

Yo me siento, igual que todos y a la vez diferente, alguna vez. 


viernes, 12 de junio de 2020

Ser adolescente es lo peor de la vida

Terminó 13 reasons why y fue un final agridulce, un ritmo lento y una confusión de tonos y mensajes que resultan más nocivos, que no parecen ayudar a quienes desean ver a estos personajes. 

Aunque la primera temporada tiene puntos buenos, como la empatía, las redes de apoyo y el tratamiento de los trastornos mentales, el camino al infierno está lleno de buenas intenciones. 

Muchos de estos temas son romantizados: como que con el suicidio de Hannah hay una historia de venganza y así se obtendrá la atención que merece. Que Hannah se hace la víctima, que era dramática. Que un buen chico como Clay sólo necesitaba luchar por ella para salvarla de su destino. Que debía aprender a defenderse y reinventarse... un poco con una especie de justicia poética y esas justificaciones terribles. 

De hecho, un ejercicio útil es saber la percepción de Hannah por las personas que no han enfrentado bullying y por las personas que se autodesprecian. Ayuda mucho a saber de la crueldad, la injusticia y los asuntos no resueltos emocionalmente. 

La primera temporada es el suicidio de Hannah Baker, la segunda se basa en las consecuencias de este hecho y la violación de Tyler. La tercera es el asesinato de Bryce Walker, que violó a Hannah y eso fungió como detonante de la ideación suicida. Finalmente, en la cuarta temporada es todas las consecuencias psicológicas de estos eventos en los personajes. 

Sólo la primera temporada trata de profundizar en la psicología, la empatía y las relaciones de los personajes. Sin embargo, uno de los desaciertos es abusar del shock value. 

No hay problema en ver cómo Hannah se corta las muñecas y cómo Tyler es violado con un palo de escoba. La tercera temporada es un desacierto, es horrible. Y en esta última entrega, por qué no, veamos cómo Justin Foley, ex novio de Hannah e interés amoroso de Jessica, muere de sida. 

Aunado a narrativas de películas de terror para ejemplificar los trastornos mentales del protagonista, Clay Jensen; accidentes de auto, tiroteos escolares, más trastornos mentales y dudas sobre la sexualidad. 

Pero, lo más molesto de esa serie es que se lava las manos de los asuntos adolescentes y finge jugar un papel que no tiene. Hay falsos dilemas morales: como el hecho de humanizar a un psicópata (lo cual tiene consecuencias desastrosas para entender el problema del mal); cuestionar la credibilidad de Hannah porque fue una bully en su otra escuela. O la hipocresía de la tal Ani, que hace todo lo opuesto a lo que piensa y sólo responde a conveniencias para estar con la mayoría. Que de eso no hablan, pero hay un chingo de Anis en la vida y hay que cuidarse de ellas. 

En las reseñas de YouTube dijeron que la única enseñanza de este show es que es lícito matar a alguien que es una basura y culpar a otro más basura que él para no tener consecuencias. Esto es un mensaje torcido, agridulce y terrible para las personas que desean salir de un trauma. 

Y, podemos entender esos mensajes: que la vida es injusta, que podemos ser unos idiotas y salirnos con la nuestra, que una buena persona puede ser tratada injustamente, que nos puede ir mal aunque nos portemos bien. Que el mal existe y que hay psicópatas y narcisistas al acecho... pero de una forma realista, de una forma plausible. 

Ni la música está bien escogida: al final tocan la canción Trouble de Lindsey Buckingham, que, aunque de alguna forma nos dicen que hay que aprender a vivir con los problemas, esa canción se trata de una relación prohibida, una relación que traería malas consecuencias. No es una enseñanza moral... 

No representa la juventud, es exagerar la tragedia de la vida para parecer profundo, para creer que se habla de algo, es una serie que engaña a los tontos, haciéndoles creer que han visto algo artístico, pero es irresponsable, absurda y perdió sus conclusiones: el valor de la vida, el luchar contra la desesperación en una etapa difícil de la vida y crecer. 

Así no luce una feminista, ni los homosexuales, ni los nerds o los pacientes. Así no es tener una enfermedad. Así no es tener una depresión, ni tener una crisis de sentido. 

Lo peor de ser adolescente, es no ser representado desde una perspectiva realista. Pero esta etapa pasará, como esa serie asquerosa. 

viernes, 5 de junio de 2020

Un pensamiento consolador

Siempre quise un amigo, alguien que me completara y que estuviera de acuerdo conmigo, en todas las cosas. Que tuviera una conexión mística conmigo, en la cual ambos nos apoyaríamos, buscaríamos la respuesta a nuestros problemas y compartiríamos todo. Nos iríamos de viaje, tal vez, a los lugares más bellos e interesantes. 

Mi amigo y yo tendríamos el mismo humor, nos gustarían las mismas cosas, tendríamos los mismos enemigos. Él conectaría conmigo siempre. Veríamos la forma de estar juntos, en cumpleaños, en celebraciones, en días festivos y en días buenos o malos. 

Siempre conmigo, sin ningún espacio para el desacuerdo, casi un telépata, alguien que me quiera, me cuide, sea un hermano para mi que me proteja. 

Esto que describo es como se ve la dependencia y no es tan bello ni tan sano como pueda verse. Yo estaba equivocada. 

Un amigo es otra persona para conocer y fascinarse con ella: en la diferencia. Aunque hay química, siempre hay un espacio para el desacuerdo, porque hay cosas esenciales en la que están de acuerdo. 

A ambos les gusta mucho descubrir nuevas cosas. Las confidencias que se hacen, sirven para conocerse, para entenderse y para ser mejores amigos. 

Ambos tienen una palabra de compasión para si, ambos sabe que no es toda la culpa de ellos, ambos saben que esto pasará y no se tratan con dureza. A menudo, les ayuda que sean amigos de ellos mismos, para ser buenos amigos de otro más. 

A ambos les une la vulnerabilidad: saben de sus fallas, pero con ello se comunican y se entienden. Tal vez es un lugar común, pero no le dirías a tu amigo lo que no te dirías a ti mismo. 

Le das espacio a tu amigo, no es una dependencia. No te da angustia llegar a su casa porque no le caes bien a alguien de su familia: de hecho, la familia no interviene porque se deja ser, no siempre están sobre de él. 

La familia de tu amigo, debería respetar su independencia y no debería exigir que fueras amiga de la familia como condición de la amistad. 

Tampoco deberías sentirte mejor si te alejas de un amigo. Si sientes más calma, una mayor paz y un mayor espacio, él no era para ti. 

Yo entiendo que necesitamos amigos: no para descubrirnos, ni para que sean extensiones de nosotros. Los necesitamos para no dejar que nos vayamos a pique. Aun si no tenemos uno, debemos entender que no por ello nos vamos a tratar peor a nosotros mismos. 

Si perdiste un amigo que no te dio lo que merecías, tal vez era mejor que se fuera. O tal vez, sucede que no has perdido nada. Que no había nada que lamentar. Tal vez sea un luto, un momento de tristeza, un momento de reflexionar lo que nos falta y lo que debemos aprender del que se fue. 

Lo más duro, es aceptar, que es posible que es mejor que se vaya, que no hemos perdido algo que podamos lamentar mucho tiempo. Que es mejor una vida con una promesa de esperanza, que 10 o 20 años con la ilusión de felicidad. Que tal vez, no fueron nuestros amigos mucho tiempo y que perdieron el derecho a serlo. 

Y que nuestro corazón está libre para seguir adelante. 








miércoles, 3 de junio de 2020

Sobrevivir a una amiga

En un principio fue Adriana: una chica que siempre se justificaba de romper mis juguetes o robárselos, porque ella decía que no tenía muchos. Justificaba su mala actitud, salvo cuando su mamá la regañaba y me amenazaba con dejar de hablarme si no respondía como ella quería. Una vez le contesté: ¿qué quieres ahora? De ahí, sólo quería que se fuera de mi vida. Se mudó. Fin de la amistad. No recuerdo cuántos años fue. 

Diana era mi amiga del kinder, pero la verdad sólo decía que tal cosa era del diablo y tal del niño, era aburrida y medio ordinaria para tener seis años. 

Pamela se juntaba conmigo en la primaria: siempre la hicieron menos las pseudo educadoras, siempre la trataron diferente. Tenía problemas de aprendizaje y no controlaba sus impulsos. Era una niña grande en peso y talla: a menudo le jugaban bromas por eso. 

A Pamela le gustaba un pocos huevos que se dejaba manipular por su abuelo, un hombre resentido y chismoso que quería verlo triunfar. Este pendejo se dejó mover por él y me agarró odio. Cuando se supo que este estúpido era crush de Pamela, ahí empezó el infierno. 

Durante ese año, Pamela me traicionó, trianguló con una bully que luego se convertiría en criminal. Hablaba pestes de mi con el pocos huevos y luego me las decía. Su padre me detestaba, siempre me hacía menos cuando iba a su casa. Su mamá siempre fue muy buena conmigo, no la merecían ni su papá ni ella. 

Cuando sufrió bullying, Pamela sufrió todo lo que yo sufrí. Tuvo un accidente y de ahí tuvo estrés postraumático. Yo la apoyé, pero ni así duró la amistad, ella tomó partido desde hace mucho por la criminal. Sus papás le compraron un puesto, dejó la escuela porque ya no tenía a alguien como yo, quien la pudiera ayudar y de quien pudiera abusar. Muy penoso, pero sinceramente, nunca funcionó. 

Lupe y Mónica eran dos amigas que me aceptaron. Mónica era buena gente, pero Lupe era egocéntrica. Siempre quería llamar la atención y ser el centro de la nota. Cierto día que dije algo que no le gustaba, se volteó sin más y me dejó hablando sola. Cuando me encontró en facebook y me volvió a hablar, yo le hice lo mismo. 

Mónica, por el contrario, aunque era buena, prefirió la popularidad. De vez en cuando se juntaba con malvivientes y con personas que no la querían. Yo dejé de verla porque nunca iba a dejar a Lupe y porque decidió otra cosa por sobre la gente que en verdad se interesaba en ella. 

Ana Laura siempre se las daba de centrada y de honesta. Y en parte lo hacía cuando le convenía. Buscaba aprobación, en parte para molestar. Y a veces se las daba de crítica para incomodar, pero fallaba porque nunca fue honesta. 

Un buen día me hizo burla sobre lo que hacía, otras veces se quejaba de cómo hablaba y de cómo supuestamente yo le daba por su lado. He procurado no hacerlo, pero sólo lo hice la última vez que la vi. 

Cometí el error de pedirle prestado dinero, además ocasioné que la castigara su madre, una mujer amargada y castrante. Intenté redimirme comprándole un regalo, pero ella dijo que sólo quería comprar su perdón. 

No era así: en verdad pensé que le gustaría el regalo, pero sólo fue el principio del fin: se alejaba de mi cuando le hablaba, me dio por mi lado, me hizo ver como una persona terrible, cuando no lo era. Yo hice lo más sensato: le pedí un tiempo. Me alejé y le di su espacio. Fui honesta con ella y me alejé. Al final, lo de honesta y centrada sólo era para ocultar su falta de criterio. 

Pero cuando estuve lejos de ella conseguí ver algo, sentir algo: era una sensación de tranquilidad y de paz. Ella ya no estaba y no importaba. No le guardé luto hasta después y me di cuenta que le hice mal, que eso ya estaba roto y que ella mintió sobre algo esencial: en el fondo, me detestaba. 

Muchas veces me decía que otras chicas hablaban mal de mi, que decían pestes de mi y triangulaba con algunas de ellas. Cuando se acercó el fin en la preparatoria, ella trató de acelerar las cosas. Aunque parecía que se salvaría la relación... no fue así, ya lo había aceptado: esa tranquilidad fue la señal que buscaba. 

Al final, ella sabía que todo había terminado: cuando la vi en la facultad se 
volteó, como la vez que peleamos. No me sentí extrañada porque así era ella. Esa relación estaba muerta. 

Con Eduardo fue más o menos igual. Eduardo creía que era el más inteligente, el más brillante. Quería que fuera su patiño. Muchas veces se burló de mi y me recordó cosas que me dolían mucho. Trianguló con su mamá sobre los problemas familiares que tenía. El tener problemas era lo que me unía a él. Esperaba que me ayudara, que fuera mi amigo para siempre e ir de viaje por el mundo. Idealicé su amistad porque idealicé su persona. 

Cuando nos peleamos, sufrí mucho, pero descansé. Descansé de una madre dragón y castrante, que me humillaba cada que podía porque no podía soportar que su perfecto hijo me apreciara. Ya envenenados los dos, yo pasé a ser un 

Rocío y Fany fingieron conectar conmigo. Ya se que no fue así. Me ocultaban cosas, en especial lo que pensaban de mi. No fueron honestas y, también preferían la popularidad a la amistad genuina. Yo quería pensar que las tenía de amigas, porque me sentía sola. Pero ya no más, no es malo estar sola 

Con Olimpia y Sandra fue más o menos lo mismo: Olimpia no podía superar su envidia hacia Miriam, una compañera de ética cuestionable en el trabajo, que logró subir por traicionar y convivir con las gente de Capital Bus, en vez de hacer bien su trabajo. Olimpia se quejaba amargamente: nunca pudo superar que otros prefirieran a Miriam por convenenciera e hipócrita, pero según ella, yo era la tóxica. 

Sandra triangulaba con su amante Alfredo: fingía ser mi amiga para decirme de reportes falsos que hacían clientes inexistentes, aunado a que todo lo que le contaba se lo contaba a Alfredo, fuera que tenía algo qué hacer o que me gustaba salir a caminar o que leía libros de filosofía: cuando eres malintencionada y mentirosa todo cuenta. 

Alfredo Miranda me acosó sexualmente, pero ella insistía en que era bueno. Secretamente, Sandra quería convencerme de acostarme con él por ventas, tal como ella lo había hecho. Nada malo con los favores sexuales, el problema es que no me gusta hacerlos porque comprometen todo el buen trabajo que llegues a hacer. 

Finalmente, Olivia, que me ridiculizaba y creía tener la razón sobre lo que debía hacer profesionalmente: extrañamente no le gustaba que ganara más que ella, pero si quería que yo regalara mi trabajo escribiendo gratis para un sitio de cine. 

Criticaba mis manías y obsesiones, pero no veía las suyas. Se burló de la sobreprotección porque interfería con sus planes de ir toda la noche de antro. Se rió de mi cuando el metrobus me agarró la mano y también me hizo ver que odiaba a los gordos, siendo que siempre iba a eventos de comida gourmet y hablaba con muchas personas que les gustaba ir a comer o los festivales gastronómicos. 

Olivia me dijo que no me quedaba bien la ropa, enmedio de gente en el metrobus, eso me hizo sentir profundamente humillada. Yo nunca me metí con ella así. También me criticó por no acabar mi tesis y criticó el trabajo que tenía. Gracias a su envidia, a sus malas vibras y burlas, fue que me cuestioné su agresividad y sus exabruptos. 

Reaccionó de manera exagerada cuando llegué tarde en una ocasión en la que no me sentía bien. Cuando tuve depresión, si bien era comprensiva, también se molestaba y me juzgaba en mis decisiones. 

Cuando se fue, otra vez fue esa sensación de tranquilidad. Porque ya no era mi amiga, perdió su derecho al burlarse de mi, al juzgarme injustamente y al emitir sus opiniones no solicitadas. 

Si he sobrevivido a ellos, que me traicionaron, humillaron y decepcionaron, la soledad no es tan mala, no elegir a los amigos correctos, establecer un patrón de relaciones de dependencia y vivir en negación, eso si que lo es. 








jueves, 21 de mayo de 2020

Cuando salí con un caballero blanco

Caro me había ayudado a salir de un mal trabajo. Fue amable conmigo y parecía honesto. Decía que yo necesitaba ayuda y que él podría dármela. Mucha gente, que ya me tenía envidia, ahora detestaban a Caro porque veían que yo tendría algo mejor. 

Y, si no era necesariamente mejor, al menos ya no me tendrían cerca para detestarme. 

Era como revivir un día en la primaria una y otra vez: más de treinta personas te odiaban, los directivos y las dizque figuras de autoridad se hacían pendejos, pero celebraban, incluso premiaban el abuso. Siempre uno terminaba mal y no había oportunidad de cambiar las cosas. 

Caro sabía lo que era eso, lo que era ser injustamente criticado, agredido, discriminado. Tenía muchos problemas de abandono, de malas mujeres que lo habían agredido, que se habían aprovechado de él. A veces se dirigía a ellas como prostitutas. Le molestaba que alguien se vendiera a otro cuando él le había ayudado a ser quien era. 

Se sentía secretamente atraído por Lucía, una mujer delgada de la cual hablaban pestes por ser una vendedora "ejemplar" en Capital Bus. También le gustaba mucho Yesenia, pese a que estaba casada, ella coqueteaba con él y siempre la protegió. Sin embargo, la chica nunca correspondió esas atenciones. 

Él siempre me dedicaba canciones, me invitaba a comer e insistía en conocer mi mundo personal (a veces, invasivamente) para ayudarme. Siempre quería ayudarme, así se encontrara lejos de mi o su ayuda no fuera la que necesitaba... 

Quería una relación romántica conmigo, porque ya se había separado de su esposa. Se sentía relegado, desplazado por su nieto, poco respetado por sus hijos. No lo decía abiertamente, pero él estaba en un infierno en esa casa, con esa familia tan malvada que abusaba de él. 

Mi primer día de trabajo, como guía, vi el cielo de Teotihuacán y las nubes. Nunca me sentí más tranquila. Sentía que todo cambiaría y que estaba con un hombre confiable. 

A veces me daba consejos, pero, nada del otro mundo, además como que trataba de hacerme a su manera. 

Me dijo acerca de un curso para ser guía, que se lo podía ir pagando a Roberto, su compañero y amigo que también era guía o decía que lo era. Yo no estaba lista para tomar ese curso y ciertamente, no veía que los guías del centro estuvieran preparados ni tuvieran esa certificación. Así que dije que no. 

Después de eso, y pese a que dijo que me ayudaría, hubo ciertos incidentes para los que no se me capacitó, aunado a que no estaba interesada en un trabajo que era menos estable de lo que él me había dicho. Él me vendió bien su trabajo, pero sólo eran mentiras. 

Cierto día, yo estaba viendo en mi teléfono unos documentos que tenía que estudiar, él estaba explicando pero yo si le puse atención. Estábamos frente a unos turistas, cuando, de repente, me soltó un manotazo para que pusiera atención. Me sentí enojada, humillada y sorprendida a la vez. Días después lo confronté y él intentó excusarse, pero el daño ya estaba hecho. 

Caro era un ballero blanco. 

Un caballero blanco es una persona que va por la vida salvando a gente desvalida o que ha sufrido mucho, a traves del dolor puede confrontar su propia desgracia, pero es incapaz de empatizar y tiene una toxicidad terrible. 

Ellos buscan a una persona en desgracia y se venden como una solución. Pero si no vives bajo sus expectativas, esto es, si no lo salvas, te enfrentarás a su ira y su verdadera personalidad. 

Cuando supe de este síndrome, todo cobró sentido: una vez que no quise acostarme con él, Caro me humilló refiriéndose a mi sobrepeso. Aunado a que esperaba que no me hubiera acostado con algún conductor o compañero de Capital Bus, incluso, me recriminó que no le fuera a pegar una enfermedad venérea. 

Seguía al pendiente de Lucía y Yesenia, su ideal era una mujer delgada, que lo deseara y con la cual tuviera buen sexo. Pero a su vez, quería controlarla, quería moldearla a su imagen y semejanza, quería que lo quisiera y que nunca lo dejara, porque él la había ayudado y no tenía derecho a dejarle. 

Pero jamás sería suficiente: él quería que dependiera de él, se burlaba de mi carrera; sólo humillaba a los que ya no le servían. Me di cuenta por su trato a los meseros, a los que ya no trabajaban con él, a los que ya no eran sus clientes, a los que no querían su valiosísima ayuda, que sólo él podría darles. 

Yo no le debía nada. Nunca lo hice. 

Cuando intentó hacerme un love bombing, sencillamente me negué. Le dije que no era ni atractiva, ni su tipo y que si era tan desagradable, mejor se buscara a otra persona. Hizo alusión a mi peso, a que era por un problema intestinal, eso fue lo último. 

Fui implacable y le hice ver lo urgido que estaba, el asco que secretamente le daba. Porque no era una dama en apuros, era una mujer que necesitaba un hombre de verdad, un igual en madurez para tener una relación de verdad. 

Intentó apelar a mis emociones, pero no me dejé; intentó pintar todo color de rosa: ¿pues cómo, no que yo soy la que está mal? Fue ahí cuando me dijo que si entendía bien y yo le dije que esperaba que ya no se me acercara. 

Primero, el señor Fernando me dedicó una canción que resultó ser mentira y este hombre siempre aludía a que yo lo engañaba, pero que estaba loco por mi. Me dedicaba canciones de chavorruco, pero de letra efectista y de mensajes obvios. Gracias a él odio la de Me gustas tú. 

Yo comprobé que la ayuda no iba a llegar, que él nunca me aceptó ni me quería. Decidí que no quería que nadie me salvara, porque no era una damisela en apuros en primer lugar. 






domingo, 17 de mayo de 2020

Araceli me regaló un churro

Cuando trabajé en Capital Bus, presencié el peor muestrario de personas terribles y resentidas que haya visto jamás: desde los que fingen ser tus amigos para pedirte un préstamo hasta los resentidos que te culpan por su desgracia y terribles personas que eran. 

El chofer que no tiene nada, mas que críticas y consejos no solicitados de cómo tienes que cambiar tu vida; muertos de hambre que sólo saben robar y humillar porque saben que lo miserables que son. Narcisistas que mentían mirándote a los ojos y que sólo te querían de su lado para poder humillarte otra vez. Gente que se odiaba tanto, que fingía con alegría maníaca que tu eras el villano en su frágil construcción. Gente que decía que estudiaba y que era un ejemplo, cuando eran los peores por ser hipócritas y arribistas. 

Podría seguir enumerando a esos renglones torcidos de la creación, pero no recuerdo todo, poco a poco se borra todo el abuso y toda su mezquindad. Recuerdo cosas buenas que hice sola, recuerdo a algunos pocos momentos de lucidez. 

Cierto día llegó una chica que se llama Araceli, no recuerdo mucho de ese día, creo que intentaron quitarme ventas o no me dejaron vender o algo. Me tocó con un chofer que estaba amargado, de esos que sólo se defienden siendo brutos o cretinos. Recuerdo que me puse a explicarle a Araceli cómo era todo. Cómo trataba de venderle el infierno que me habían comprado a mi y que decidí comprarles. 

El malhumorado conductor sólo nos veía por encima, con su falsa superioridad moral, con su cara de estúpido y su nariz grasosa y llena de forúnculos, con su vista de creído, mamón, esperando qué saldría de su lengua marchita y sus dientes podridos. Esperando reportar a Araceli y a mi, pero, yo sentí una extraña sensación de comodidad. No me importaba. Además, ya era la última vuelta, pronto regresaría a mi casa. 

Araceli me veía como una chava, no se burló de mi y no estaba esperando a recabar información que después usaría en mi contra; no fingió ser quien no era, no fingió que le agradaba para después evidenciar su envidia; no era narcisista, ni arribista, ni se autodespreciaba por no aceptarce. No era una chica rara, ni con carencias emocionales. Al menos, para mi, estaba muy bien adaptada. 

Araceli platicó conmigo, yo supe un poco de su vida y la escuché. Ella me escuchó. Cuando parecía que no vendería, me ayudó, con el block de notas, con su pluma, con su paciencia. Sólo fue un día, pero ella me dio más gratitud que toda esa bola de miserables, mentirosos y envidiosos. 

Me ayudó pese al coraje que me tenían, nunca me vio como una competencia, ni como alguien a quien había que quebrar su espíritu. Me ayudó y ya. Porque sabía que ella era sí y yo era igual que ella. 

Esa pequeña acción mostró más de esa persona que todo lo mierda que eran esos idiotas. ¿Qué tan difícil es hacer algo bueno por alguien? Araceli ya no regresó a trabajar, era lo mejor, la hubieran tomado por estúpida o como target para robarle ventas o ser criticada por imbéciles que en su vida van a trabajar. 

Y eso no se lo desearía a una buena persona como ella. 

lunes, 11 de mayo de 2020

13 Razones de hecho sí ayuda

Antes de que me juzguen por el título, quiero aclarar que, me refiero a la primera temporada de esta serie, que fue una oportunidad perdida para entender a los adolescentes y sus conflictos hacia la adultez. 

Y, voy a relacionarlo con la pérdida, que aún no supero, de mi ex amigo, que fue la manera en que me ayudó a ver que no era una buena amistad. 

La primera temporada tenía capítulos con ideas muy buenas: por ejemplo, el ejercicio de la empatía mediante la figura de Hannah Baker, la figura del chico bueno (tan bueno que está en una inacción paralizante) de Clay, la psicopatía de Bryce y las relaciones de dependencia entre Justin y Jessica. 

Yo vi la primera temporada con interés: vi a una chica con hipersensibilidad, que era ninguneada y buleada a veces sin razón, por un psicópata. Pero que también tenía problemas, tenía una ambivalencia y tenía depresión. Pero se juntó la tormenta perfecta y decidió quitarse la vida. 

Pero, por desgracia, muchos de los elementos no convergieron para hacer una reflexión sobre el dolor y la angustia de los adolescentes: no la hicieron una historia universal, porque todos podemos sufrir injusticias, ser valorados desde la indiferencia y ser deshumanizados, fueron muchas oportunidades perdidas y mala ejecución. 

Al final hay una trivialización del suicidio: porque se observa que todo se arreglará cuando uno caiga en la desesperación, cuando uno tome esa decisión otros pagarán, al fin se tendrá la visibilidad, al fin importarás y al fin serás reinvidicado. Lo cual es un asunto delicado si lo presentas a personas con ideación. 

Además había un juicio a Hannah porque sólo era una adolescente dramática, una reina del drama, una atenida y una persona que culpaba a otros de sus problemas... Hannah no era una víctima, se hacía la víctima. 

Recuerdo ese momento y sigo pensando ¿después de todo, por qué creía eso? Debí haberlo escuchado más, pero por desgracia, la comunicación ya se había desgastado. Pero vaya que pude haber hecho algo. 

Yo podía leer en cada personaje sus sentimientos, sus motivaciones, no sólo en Hannah, que era la que sufría mucho del villano y sus compañeros, que, le hacían mal sin razón o como una forma de desquite por algún malentendido, pero me cuesta creer que era un personaje que se suicidara por ser narcisista o por ser una bruja vengativa y manipuladora. 

Ella era sensible, conflictuada, introvertida. Tenía ciertamente un anhelo de que la quisiera, porque no había logrado superar la infidelidad de su padre. Tenía mucha culpa y verguenza, que ciertamente se volvía contra ella porque veía que no agradaba a nadie. Quizá eso se pudo haber analizado, se pudo haber dicho algo para empatizar, para entender o al menos para saber quién era Hannah. 

Al final se trivializa a los sensibles, a los indefensos: ella es tonta, es dejada, está necesitada, ella es la que tiene la culpa por estúpida... o sólo decimos, ella tiene mala suerte. Pero nunca vemos quién es, qué quería o si alguien la había lastimado. 

Mucho de lo que piensan de Hannah, de cómo la perciben, nos podría ayudar a saber con qué clase de gente estamos, quiénes son y cuál es la verdad en su corazón. Tal vez, en donde hay una víctima, ellos ven a alguien dejado. Así como en donde hay codependencia, otros ven la romantización de una relación tóxica. 

Como en uno de los capítulos de la última temporada, en donde Anie y Clyde están hablando de su serie favorita, sería bueno que conocieran a las personas mediante la abstracción y percepción de un personaje. Tal vez no nos engañaríamos tanto cuando, finalmente, apliquen esto con nosotros.