sábado, 20 de junio de 2020

Cuento: Sentirse solo

Entré a un bar y decidí escuchar otras conversaciones, para no escucharme a mí. 

- Si, ellos se unieron: eran unos pinches prietos y me sacaron del trabajo. Me robaban las ventas, me humillaban por no ser como ellos. Y la pinche bruja soy yo (...) 

Una mujer a otra: 

- Yo no tengo privilegio: mi papás no me querían... me corrieron de la casa y me pedían que les pagara todo, desde los pañales, la fórmula y los biberones... Que un día me lo iban a cobrar. Tengo dos trabajos y nunca me han regalado nada. Si, aquí valiendo verga. 

Cerca de la parada del camión:

- Me querían robar mi reloj y la bisutería que traía. El pinche pendejo del supervisor dijo que si me robaban no le daban ni veinte pesos al ratero. Puto de mierda. 

En el área común de la biblioteca:

- No mames guey: cuando vi Los Olvidados, era sobre que la maldad existía, y se recrudece con la pobreza. No es cierto eso que los pobres buenos guey: dile eso a los culeros que te asaltan, a los que secuestran. No es un sistema, esos ojetes nacieron malos. Pero si dices algo, eres un pinche clasista: a mi me asaltaron dos pinches jodidos, pinches resentidos. No me hago la víctima, pero me cagan esas mamadas. 

Después de la terapia de grupo: 

Me pidieron que me acostara con ellos para que me pudieran ayudar a cambiar de trabajo. Uno era un pinche gordo y otro era un viejo verde que ni le funcionaba la verga. Yo anduve con el gordo para que me dejara en paz. Pero cuando ya no me quiso, quería que me dejara manosear por don chile triste. Pinches misóginos de cagada. 

Dos personas que se pelearon

- Aquí el único ojete eres tú: yo nunca te hice nada y sólo sabes estar chingando, pendejo de mierda. Ni sabes qué vergas te molesta de mi, nada más estás mamando, porque el pinche ojete siempre has sido tu. ¡Déjame en paz y vete a la verga, culero! 

Dos amigos que se pelearon

- Ah, entonces es eso, te gusta hacerte la víctima. Antes no te importaba eso y ahora si. 

Ella se aleja llorando. 

Yo me siento, igual que todos y a la vez diferente, alguna vez. 


viernes, 12 de junio de 2020

Ser adolescente es lo peor de la vida

Terminó 13 reasons why y fue un final agridulce, un ritmo lento y una confusión de tonos y mensajes que resultan más nocivos, que no parecen ayudar a quienes desean ver a estos personajes. 

Aunque la primera temporada tiene puntos buenos, como la empatía, las redes de apoyo y el tratamiento de los trastornos mentales, el camino al infierno está lleno de buenas intenciones. 

Muchos de estos temas son romantizados: como que con el suicidio de Hannah hay una historia de venganza y así se obtendrá la atención que merece. Que Hannah se hace la víctima, que era dramática. Que un buen chico como Clay sólo necesitaba luchar por ella para salvarla de su destino. Que debía aprender a defenderse y reinventarse... un poco con una especie de justicia poética y esas justificaciones terribles. 

De hecho, un ejercicio útil es saber la percepción de Hannah por las personas que no han enfrentado bullying y por las personas que se autodesprecian. Ayuda mucho a saber de la crueldad, la injusticia y los asuntos no resueltos emocionalmente. 

La primera temporada es el suicidio de Hannah Baker, la segunda se basa en las consecuencias de este hecho y la violación de Tyler. La tercera es el asesinato de Bryce Walker, que violó a Hannah y eso fungió como detonante de la ideación suicida. Finalmente, en la cuarta temporada es todas las consecuencias psicológicas de estos eventos en los personajes. 

Sólo la primera temporada trata de profundizar en la psicología, la empatía y las relaciones de los personajes. Sin embargo, uno de los desaciertos es abusar del shock value. 

No hay problema en ver cómo Hannah se corta las muñecas y cómo Tyler es violado con un palo de escoba. La tercera temporada es un desacierto, es horrible. Y en esta última entrega, por qué no, veamos cómo Justin Foley, ex novio de Hannah e interés amoroso de Jessica, muere de sida. 

Aunado a narrativas de películas de terror para ejemplificar los trastornos mentales del protagonista, Clay Jensen; accidentes de auto, tiroteos escolares, más trastornos mentales y dudas sobre la sexualidad. 

Pero, lo más molesto de esa serie es que se lava las manos de los asuntos adolescentes y finge jugar un papel que no tiene. Hay falsos dilemas morales: como el hecho de humanizar a un psicópata (lo cual tiene consecuencias desastrosas para entender el problema del mal); cuestionar la credibilidad de Hannah porque fue una bully en su otra escuela. O la hipocresía de la tal Ani, que hace todo lo opuesto a lo que piensa y sólo responde a conveniencias para estar con la mayoría. Que de eso no hablan, pero hay un chingo de Anis en la vida y hay que cuidarse de ellas. 

En las reseñas de YouTube dijeron que la única enseñanza de este show es que es lícito matar a alguien que es una basura y culpar a otro más basura que él para no tener consecuencias. Esto es un mensaje torcido, agridulce y terrible para las personas que desean salir de un trauma. 

Y, podemos entender esos mensajes: que la vida es injusta, que podemos ser unos idiotas y salirnos con la nuestra, que una buena persona puede ser tratada injustamente, que nos puede ir mal aunque nos portemos bien. Que el mal existe y que hay psicópatas y narcisistas al acecho... pero de una forma realista, de una forma plausible. 

Ni la música está bien escogida: al final tocan la canción Trouble de Lindsey Buckingham, que, aunque de alguna forma nos dicen que hay que aprender a vivir con los problemas, esa canción se trata de una relación prohibida, una relación que traería malas consecuencias. No es una enseñanza moral... 

No representa la juventud, es exagerar la tragedia de la vida para parecer profundo, para creer que se habla de algo, es una serie que engaña a los tontos, haciéndoles creer que han visto algo artístico, pero es irresponsable, absurda y perdió sus conclusiones: el valor de la vida, el luchar contra la desesperación en una etapa difícil de la vida y crecer. 

Así no luce una feminista, ni los homosexuales, ni los nerds o los pacientes. Así no es tener una enfermedad. Así no es tener una depresión, ni tener una crisis de sentido. 

Lo peor de ser adolescente, es no ser representado desde una perspectiva realista. Pero esta etapa pasará, como esa serie asquerosa. 

viernes, 5 de junio de 2020

Un pensamiento consolador

Siempre quise un amigo, alguien que me completara y que estuviera de acuerdo conmigo, en todas las cosas. Que tuviera una conexión mística conmigo, en la cual ambos nos apoyaríamos, buscaríamos la respuesta a nuestros problemas y compartiríamos todo. Nos iríamos de viaje, tal vez, a los lugares más bellos e interesantes. 

Mi amigo y yo tendríamos el mismo humor, nos gustarían las mismas cosas, tendríamos los mismos enemigos. Él conectaría conmigo siempre. Veríamos la forma de estar juntos, en cumpleaños, en celebraciones, en días festivos y en días buenos o malos. 

Siempre conmigo, sin ningún espacio para el desacuerdo, casi un telépata, alguien que me quiera, me cuide, sea un hermano para mi que me proteja. 

Esto que describo es como se ve la dependencia y no es tan bello ni tan sano como pueda verse. Yo estaba equivocada. 

Un amigo es otra persona para conocer y fascinarse con ella: en la diferencia. Aunque hay química, siempre hay un espacio para el desacuerdo, porque hay cosas esenciales en la que están de acuerdo. 

A ambos les gusta mucho descubrir nuevas cosas. Las confidencias que se hacen, sirven para conocerse, para entenderse y para ser mejores amigos. 

Ambos tienen una palabra de compasión para si, ambos sabe que no es toda la culpa de ellos, ambos saben que esto pasará y no se tratan con dureza. A menudo, les ayuda que sean amigos de ellos mismos, para ser buenos amigos de otro más. 

A ambos les une la vulnerabilidad: saben de sus fallas, pero con ello se comunican y se entienden. Tal vez es un lugar común, pero no le dirías a tu amigo lo que no te dirías a ti mismo. 

Le das espacio a tu amigo, no es una dependencia. No te da angustia llegar a su casa porque no le caes bien a alguien de su familia: de hecho, la familia no interviene porque se deja ser, no siempre están sobre de él. 

La familia de tu amigo, debería respetar su independencia y no debería exigir que fueras amiga de la familia como condición de la amistad. 

Tampoco deberías sentirte mejor si te alejas de un amigo. Si sientes más calma, una mayor paz y un mayor espacio, él no era para ti. 

Yo entiendo que necesitamos amigos: no para descubrirnos, ni para que sean extensiones de nosotros. Los necesitamos para no dejar que nos vayamos a pique. Aun si no tenemos uno, debemos entender que no por ello nos vamos a tratar peor a nosotros mismos. 

Si perdiste un amigo que no te dio lo que merecías, tal vez era mejor que se fuera. O tal vez, sucede que no has perdido nada. Que no había nada que lamentar. Tal vez sea un luto, un momento de tristeza, un momento de reflexionar lo que nos falta y lo que debemos aprender del que se fue. 

Lo más duro, es aceptar, que es posible que es mejor que se vaya, que no hemos perdido algo que podamos lamentar mucho tiempo. Que es mejor una vida con una promesa de esperanza, que 10 o 20 años con la ilusión de felicidad. Que tal vez, no fueron nuestros amigos mucho tiempo y que perdieron el derecho a serlo. 

Y que nuestro corazón está libre para seguir adelante. 








miércoles, 3 de junio de 2020

Sobrevivir a una amiga

En un principio fue Adriana: una chica que siempre se justificaba de romper mis juguetes o robárselos, porque ella decía que no tenía muchos. Justificaba su mala actitud, salvo cuando su mamá la regañaba y me amenazaba con dejar de hablarme si no respondía como ella quería. Una vez le contesté: ¿qué quieres ahora? De ahí, sólo quería que se fuera de mi vida. Se mudó. Fin de la amistad. No recuerdo cuántos años fue. 

Diana era mi amiga del kinder, pero la verdad sólo decía que tal cosa era del diablo y tal del niño, era aburrida y medio ordinaria para tener seis años. 

Pamela se juntaba conmigo en la primaria: siempre la hicieron menos las pseudo educadoras, siempre la trataron diferente. Tenía problemas de aprendizaje y no controlaba sus impulsos. Era una niña grande en peso y talla: a menudo le jugaban bromas por eso. 

A Pamela le gustaba un pocos huevos que se dejaba manipular por su abuelo, un hombre resentido y chismoso que quería verlo triunfar. Este pendejo se dejó mover por él y me agarró odio. Cuando se supo que este estúpido era crush de Pamela, ahí empezó el infierno. 

Durante ese año, Pamela me traicionó, trianguló con una bully que luego se convertiría en criminal. Hablaba pestes de mi con el pocos huevos y luego me las decía. Su padre me detestaba, siempre me hacía menos cuando iba a su casa. Su mamá siempre fue muy buena conmigo, no la merecían ni su papá ni ella. 

Cuando sufrió bullying, Pamela sufrió todo lo que yo sufrí. Tuvo un accidente y de ahí tuvo estrés postraumático. Yo la apoyé, pero ni así duró la amistad, ella tomó partido desde hace mucho por la criminal. Sus papás le compraron un puesto, dejó la escuela porque ya no tenía a alguien como yo, quien la pudiera ayudar y de quien pudiera abusar. Muy penoso, pero sinceramente, nunca funcionó. 

Lupe y Mónica eran dos amigas que me aceptaron. Mónica era buena gente, pero Lupe era egocéntrica. Siempre quería llamar la atención y ser el centro de la nota. Cierto día que dije algo que no le gustaba, se volteó sin más y me dejó hablando sola. Cuando me encontró en facebook y me volvió a hablar, yo le hice lo mismo. 

Mónica, por el contrario, aunque era buena, prefirió la popularidad. De vez en cuando se juntaba con malvivientes y con personas que no la querían. Yo dejé de verla porque nunca iba a dejar a Lupe y porque decidió otra cosa por sobre la gente que en verdad se interesaba en ella. 

Ana Laura siempre se las daba de centrada y de honesta. Y en parte lo hacía cuando le convenía. Buscaba aprobación, en parte para molestar. Y a veces se las daba de crítica para incomodar, pero fallaba porque nunca fue honesta. 

Un buen día me hizo burla sobre lo que hacía, otras veces se quejaba de cómo hablaba y de cómo supuestamente yo le daba por su lado. He procurado no hacerlo, pero sólo lo hice la última vez que la vi. 

Cometí el error de pedirle prestado dinero, además ocasioné que la castigara su madre, una mujer amargada y castrante. Intenté redimirme comprándole un regalo, pero ella dijo que sólo quería comprar su perdón. 

No era así: en verdad pensé que le gustaría el regalo, pero sólo fue el principio del fin: se alejaba de mi cuando le hablaba, me dio por mi lado, me hizo ver como una persona terrible, cuando no lo era. Yo hice lo más sensato: le pedí un tiempo. Me alejé y le di su espacio. Fui honesta con ella y me alejé. Al final, lo de honesta y centrada sólo era para ocultar su falta de criterio. 

Pero cuando estuve lejos de ella conseguí ver algo, sentir algo: era una sensación de tranquilidad y de paz. Ella ya no estaba y no importaba. No le guardé luto hasta después y me di cuenta que le hice mal, que eso ya estaba roto y que ella mintió sobre algo esencial: en el fondo, me detestaba. 

Muchas veces me decía que otras chicas hablaban mal de mi, que decían pestes de mi y triangulaba con algunas de ellas. Cuando se acercó el fin en la preparatoria, ella trató de acelerar las cosas. Aunque parecía que se salvaría la relación... no fue así, ya lo había aceptado: esa tranquilidad fue la señal que buscaba. 

Al final, ella sabía que todo había terminado: cuando la vi en la facultad se 
volteó, como la vez que peleamos. No me sentí extrañada porque así era ella. Esa relación estaba muerta. 

Con Eduardo fue más o menos igual. Eduardo creía que era el más inteligente, el más brillante. Quería que fuera su patiño. Muchas veces se burló de mi y me recordó cosas que me dolían mucho. Trianguló con su mamá sobre los problemas familiares que tenía. El tener problemas era lo que me unía a él. Esperaba que me ayudara, que fuera mi amigo para siempre e ir de viaje por el mundo. Idealicé su amistad porque idealicé su persona. 

Cuando nos peleamos, sufrí mucho, pero descansé. Descansé de una madre dragón y castrante, que me humillaba cada que podía porque no podía soportar que su perfecto hijo me apreciara. Ya envenenados los dos, yo pasé a ser un 

Rocío y Fany fingieron conectar conmigo. Ya se que no fue así. Me ocultaban cosas, en especial lo que pensaban de mi. No fueron honestas y, también preferían la popularidad a la amistad genuina. Yo quería pensar que las tenía de amigas, porque me sentía sola. Pero ya no más, no es malo estar sola 

Con Olimpia y Sandra fue más o menos lo mismo: Olimpia no podía superar su envidia hacia Miriam, una compañera de ética cuestionable en el trabajo, que logró subir por traicionar y convivir con las gente de Capital Bus, en vez de hacer bien su trabajo. Olimpia se quejaba amargamente: nunca pudo superar que otros prefirieran a Miriam por convenenciera e hipócrita, pero según ella, yo era la tóxica. 

Sandra triangulaba con su amante Alfredo: fingía ser mi amiga para decirme de reportes falsos que hacían clientes inexistentes, aunado a que todo lo que le contaba se lo contaba a Alfredo, fuera que tenía algo qué hacer o que me gustaba salir a caminar o que leía libros de filosofía: cuando eres malintencionada y mentirosa todo cuenta. 

Alfredo Miranda me acosó sexualmente, pero ella insistía en que era bueno. Secretamente, Sandra quería convencerme de acostarme con él por ventas, tal como ella lo había hecho. Nada malo con los favores sexuales, el problema es que no me gusta hacerlos porque comprometen todo el buen trabajo que llegues a hacer. 

Finalmente, Olivia, que me ridiculizaba y creía tener la razón sobre lo que debía hacer profesionalmente: extrañamente no le gustaba que ganara más que ella, pero si quería que yo regalara mi trabajo escribiendo gratis para un sitio de cine. 

Criticaba mis manías y obsesiones, pero no veía las suyas. Se burló de la sobreprotección porque interfería con sus planes de ir toda la noche de antro. Se rió de mi cuando el metrobus me agarró la mano y también me hizo ver que odiaba a los gordos, siendo que siempre iba a eventos de comida gourmet y hablaba con muchas personas que les gustaba ir a comer o los festivales gastronómicos. 

Olivia me dijo que no me quedaba bien la ropa, enmedio de gente en el metrobus, eso me hizo sentir profundamente humillada. Yo nunca me metí con ella así. También me criticó por no acabar mi tesis y criticó el trabajo que tenía. Gracias a su envidia, a sus malas vibras y burlas, fue que me cuestioné su agresividad y sus exabruptos. 

Reaccionó de manera exagerada cuando llegué tarde en una ocasión en la que no me sentía bien. Cuando tuve depresión, si bien era comprensiva, también se molestaba y me juzgaba en mis decisiones. 

Cuando se fue, otra vez fue esa sensación de tranquilidad. Porque ya no era mi amiga, perdió su derecho al burlarse de mi, al juzgarme injustamente y al emitir sus opiniones no solicitadas. 

Si he sobrevivido a ellos, que me traicionaron, humillaron y decepcionaron, la soledad no es tan mala, no elegir a los amigos correctos, establecer un patrón de relaciones de dependencia y vivir en negación, eso si que lo es.