martes, 21 de diciembre de 2021

Filosofía Moderna: de cuando te sientes cobijada desde el más allá

 Mi sudadera del Gato en el Sombrero es de las mejores prendas que he tenido: es cómoda, es roja, calientita. Sirve para el día y para la noche, combina con mi guardaropa, con mis abrigos cafés se ve increíble. Duermo cómoda, me gusta hacer mis labores con ella. Me encanta ponérmela con un blazer negro para verme elegante, o con otra chamarra en invierno. 

Es increíble cómo se adapta a mis necesidades y como me hace sentir cobijada. Es magnífico cómo me trae buenos recuerdos, grandiosos recuerdos de cuando todo estaba bien. Con ella vi a Silverio, a Paul McCartney, a Camilo Lara y Billy Joel. Casi se está desintegrando, pero la verdad es que, es una sudadera que me gustaría conservar por mucho tiempo. 

Antes estaba adelante de mi clóset, la dejé de poner en un gancho porque se estaba haciendo grande. Luego pasé a alternarla con otra sudadera que tuve... Luego ya no quería que se me gastara. 

Con esa sudadera pasé también cosas horribles. Me acompañaba en los inviernos, cuando enfermé de Covid y cuando lloré mucho por cosas que hoy no parecen importantes.

Esa sudadera tengo desde muy chica, tal vez, quince años conmigo. Parece que estuvo conmigo toda la vida. Ahora es tan difícil dejarla de lado... No parece correcto que lo haga, tengo que pensarlo mucho. Voy a permanecer con ella para siempre. 

No puedo tirarla, me cuesta mucho trabajo deshacerme de ella. 

Esa sudadera del Gato en el Sombrero me la regaló mi tía Consuelo. No teníamos la mejor relación, pero ella se preocupaba por mi, yo la quería, aunque no lo pareciera. Solía tejer, pero no siempre terminaba su tejido. Me dejó algunos camisones y vestidos para dormir, los cuales atesoré por mucho tiempo, hasta que se rompieron. Pasé mucho para deshacerme de ellos cuando ella se fue. 

Igual tengo un reloj que mi papá me compró en uno de nuestros tantos viajes al centro. Estuvo conmigo mucho tiempo, ya no tiene pila, pero uno no puede evitar sentir que si se deshace de él, es como lo único que te une a esa persona. Me costaba mucho trabajo ver el reloj, pero lo guardé y eventualmente, pienso volver a usarlo. No sólo es que sea útil, es que me recuerda que mi papá estaba ahí. 

Recientemente vi la ropa del Gato en el Sombrero y recuerdo que me iba a comprar muchas cosas para mi y una sudadera exactamente igual. Una que me acompañara, porque, después de todo, nunca pensé que mi vida fuera a cambiar tan drásticamente en cuatro años. Me detuve mucho tiempo, pude haber hecho la compra... estaba lista para comprarla y me detuve, ya no la hice y no se sintió tan bien. Es que, es algo que no puedo explicar, pero me siento protegida cuando me la pongo. Como si hubiera sido hecha para mi, para que yo me tapara y no tuviera frío en el invierno. 

Es como si todavía ella estuviera aquí, conmigo. Y en ese universo las cosas buenas pasaran. 

Recordé esa canción de Silvio Rodríguez: y aunque tuviera dos, yo sólo quiero aquel... Yo sólo quiero mi sudadera más que a otras cosas y quiero ese reloj aunque pudiera tener otros. Quiero eso que es único e irremplazable de ellos, eso que es especial y me hace sentir igual de especial. 

Ahora entiendo qué pasa si llegas a perder un bien al que te has apegado mucho. 

La nueva temporada de Modern Love está en la plataforma de Amazon Prime. Uno de los episodios va de esas cosas que atesoramos, que no podemos reemplazar, va del último vestigio de la conexión con los seres humanos. 






sábado, 27 de noviembre de 2021

Al filósofo Stephen Sondheim

 El gran Stephen Sondheim fue un filósofo que estaba disfrazado con el traje de un compositor, de un músico. Un tratadista cuyas letras en el teatro musical te hacen conmoverte hasta las lágrimas, emocionarte, entender lo que es enamorarse y entender lo que son los votos matrimoniales. También te ayuda a comprender el horror que son las personas frustradas y el horror de un amante que es posesivo. En sus obras es muy clara la anagnórisis (que es cuando un personaje se da cuenta de lo que le llevó a su desenlace), el pathos, uno establece una conexión con el personaje, porque no hay buenos o malos, sólo personas que tomaron una decisión. Sondheim te lleva a la catarsis mediante la música: sus letras simulan la estructura de una opereta. La tensión va creciendo hasta que llegas al llanto, que, aunque sea de dolor, es un llanto que ayuda, que libera emociones, que te hace repensar sobre lo que estás sintiendo. Puedes ser el protagonista o el villano. 

Él fue uno de mis maestros indirectos cuando aprendí sobre el teatro musical. Jamás estudié teatro musical porque era muy exigente, pero cuando cantaba una composición de Sondheim, mi vida se llenaba de luz y de esperanza. Yo sabía que podía ser como Gypsy, como María o como Bobby. 

Pero, otras veces me doy cuenta que, puedo ser como la malvada Bruja, como mamá Rose, como Fosca, a veces soy así. En una misma canción pueden convivir la mayor alegría y la más profunda amargura. 

En sus grandes musicales destacan Amor sin Barreras, adaptación de Romeo y Julieta. Sweeney Todd (que cautivó a Tim Burton como para una adaptación musical), Follies, que trata sobre la industria del teato musical. Gypsy, el musical perfecto por excelencia. Company, que retrata las relaciones amorosas y la soledad en la época contemporánea. Una adaptación de la comedia Las Ranas de Aristófanes, con Nathan Lane y Roger Bart. Into the Woods, en donde se analizan los mensajes culturales de los cuentos de hadas. Pasión, en la que hay una subversión de la historia de amor romántica, o eso parece. 

Mucha gente me pregunta por qué me gusta el teatro musical, por qué amo cada canción, ensayo cada baile en mi habitación y me sé cada nombre de la marquesina... Porque el teatro fue mi compañero cuando estaba sola, cuando la gente se burlaba de mi y me veía como una persona rara. Porque Zizek dice que es el género americano por excelencia y que ahí se observa la idiosincrasia de los vecinos del norte. 

Veía Glee y me conmovía, en algunas canciones investigué el nombre de un tal Stephen Sondheim y mi vida cambió para siempre. 

Cuando Fosca cantaba acerca del amor, veía mis obsesiones en ella. Tal era mi ideal, que estaba perdiendo la razón, sin importar que enamorarse sea una especie de locura. 

La primera obra que vi fue la de Company y me encantó cómo representa en dos divisiones a las personas con pareja como aquellos que están solteros, como si fueran bandos enemigos, cuando tienen las mismas creencias irracionales. 

Me ayudó a apreciar la ambivalencia de la relación madre e hija en Gypsy, que es una obra en la que no hay un villano, sólo personas se equivocan. Esa idea también está presente en Into the Woods. Cada vez que uno las ve, sabe que tiene que comprender a sus padres, pero no al punto de perderse como individuo. 

Le debo haber apreciado a George Seurat, esa obra, Sunday in the Park with George, me acompañó cuando tuve un bloqueo creativo, el llanto que me produjeron Mandy Patinkin y la enorme Bernadette Peters fue curativo. 

Le debo no sólo el amor por la música, sino el amor a la vida. La resiliencia y el haberme ayudado a encontrar mi voz cuando estaba ahogada por el dolor. La idea de que podía ser una estrella, que puedo amar cada segundo de mi vida y ver un sombrero en donde no estaba. 

Ahora voy a hacer lo que todos hacen, pero la verdad me gusta mucho: ¡escribir sobre las canciones de Sondheim! Estén pendientes. 


lunes, 13 de septiembre de 2021

Canciones con filosofía: Love's A Game

The Magic Numbers sencillamente me cagaban: esa ondita The Mammas and the Pappas pero para gente fresa, llorona y probablemente obesa. Sólo eran Forever Lost, en donde salen dibujados ligeramente más delgados de lo que son. Se me hacían como de la buena ondita, de ser positivos y esas idioteces. Los despreciaba, eran lo peor. 

Luego lloré con ellos como dos veces: era una fresa, llorona y si, si estaba  obesa. 

Pero no me importaba: había perdido cosas que yo creía importantes. Forever Lost creo que fue cuando una persona ojete me traicionó... ¿Ana tal vez? ¡Ya se! ¿fue Eduardo? Así de vago es el recuerdo. El sabor que antes era amargo, hoy es un insípido tolerable. 

Ya he dicho que veo las cosas de otra manera: ¿la gente es estúpida?, si. ¿Te lastimará? Si. ¿Se hacen pasar por tus amigos y después quieren que pierdas todo porque creen que así serán mejores? A huevo que si. Pero eso es pensamiento mágico pendejo, rara vez sucede. 

He puesto mis causas perdidas y antes creía que se compondría una relación que yo consideraba importante. Esa persona jamás sabrá cómo me siento ni lo que tuve que soportar para llegar a donde estoy. 

Esa persona me cobró por existir, por una deuda que no tenía, me cobra hasta el aire que respiro y me dice que no me importa nada. Pero ella me dice que si pudiera, ojalá me llevara la chingada. 

Fue entonces que recordé que yo siempre le creo, que siempre me humillo, que le pedí disculpas hasta por nacer. Que le he dado aún cuando no he tenido. Que todo lo que me cobra, aunque se haga wey, lo tengo bien anotado y que simbólicamente, si la persona quisiera, perdonaría la deuda que se inventó, porque lo único que siempre quiso fue cortarme las alas. 

Pero esta última vez que nos peleamos, que me dijiste cosas tan espeluznantes como siempre y que reafirmaste tu desagrado hacia mi, me di cuenta que ni vale enojarse contigo: eres todo lo que está mal con la gente: insatisfacción, venganza, pensamiento mágico, acumulación de negatividad, desórdenes alimenticios y positividad tóxica. Eso es lo que eres y me lo quieres achacar a mi. 

Un día se atrevió a decir que prefería a alguien enfermo que a mi. Pues yo prefiero mi salud que a ti. Poco a poco nos iremos alejando y yo sanaré mis heridas. Tu no quieres hacerlo. 

También su pareja me culpó que no hicieron su vida juntos. Pero cuando intentó dejarme a la deriva por irse a perseguir quimeras, ¿eso no te lo contó verdad? Cuando le conviene soy una rompe hogares, cuando no le conviene soy una caca, cuando le conviene soy super inteligente. Pero siempre le conviene que sea una estúpida. 

Siempre me echó en cara las cosas. Siempre quiso derribarme, pero yo voy a dedicarme a luchar para alejarme. Cuidadores siempre hay, las cosas siempre cambian, la tecnología ayuda también. 

Ya no me importa lo que haga. Sencillamente no es ni humillante: sólo siento pena por esa persona. Soy el error más honesto que cometió, pero ya estoy aquí y quiero seguir viviendo. Pero para mí, no para la persona. 

Yo ya no me voy a enojar porque siempre ha sido ridícula: cree que es el centro del mundo y que todo se trata ha de tratar de su persona. Cree que una enfermedad te hace bueno y que todos deberíamos tener pensamientos positivos. Es come santos y caga diablos. No agradece a nadie y cree que siempre tiene la razón. 

Y la principal fuente de negatividad suele ser esa persona. 

Cuando la intentó estafar su pareja, ella se dio cuenta que no me podía culpar más a mi, que yo no tenía que ver en el error que había cometido. Yo no me di cuenta, mejor me dediqué a verme. Fui responsable. Ella ni en millones de años va a admitir su error. Hoy día ya no pienso, qué poca madre, pienso, lo que hace la gente por tapar los asuntos que les afectan. 

Ojalá la vida me permita que nuestros caminos se separen. Siempre es lo mismo: te hiere de muerte y luego regresa con su ramo de flores. Cree que el amor va a borrar el ojo morado, la herida de muerte con el punzo, la fractura de cráneo, la de la cadera... El alma herida. 

Yo he dejado de tomar a la persona en serio. 





domingo, 12 de septiembre de 2021

Algunas de mis causas perdidas.

He perdido un poco mi fuente de escritura: mis desgracias con personas imbéciles, ojetes, narcisistas, ladronas y culeras. Osea, si siguen siendo así esos pendejos... pero como que ya no me importa. 

Cuando me peleé con Cristian Gutiérrez él intentaba que me enojara y frustrara porque no me apoyó con mi proyecto de tesis: dice ser un buen maestro, pero, honestamente no lo es. Y no estoy ardida, como dice su amiga codependiente, que ahora no me interesa hablar de esa chica porque siempre la pasa mal. Yo no quiero sumarme a su desgracia describiéndola. 

Él bloqueó muchos de mis intentos de exponer la tesis: me citó un día para dejarme exponer al último, nunca me dio una retroalimentación, sólo se dedicaba a decirme que leyera más, que viera lo que él consideraba que era correcto. Saboteó proyectos desalentándome, me juzgó de manera personal por algo académico, pero cuando algo estaba bien, simplemente no existía para él. Su amiguito Javier, aunque intentó quedar bien conmigo, le puse límites igual que a él. Mejor les pego primero, porque si dejo que me peguen me destruyen. 

Me reclamó que le mentí, cuando era un asunto privado y no afectaba realmente nuestra dizque amistad. Cuando le dije que era autodidacta, me lo reviró negándome ayuda. Cuando le dije que por qué era su negativa dijo: pues no que eres autodidacta. No le gustaba mi sentido del humor, en el fondo yo le cagaba. Nunca estuvo de acuerdo con quién era yo ni cómo era. Cuando me deprimí me invitó a una fiesta... Ya no se ni con qué intención lo hizo, pero como que sentí que era una forma de decirme: ábrete. Y pues si, si quería abrirme. A la verga todo. 

Un buen día, Cristian me criticó por última vez: lo confronté pero sólo logré que me hablara mucho para decirme poco. Fue ahí cuando pasó un milagro, algo mágico, algo que no esperaba. 

¿Se acuerdan de Peanuts cuándo los adultos hablan, como con una especie de trombón o de distorsión de la voz? Pues así me pasó con él. Y es que ya estaba hasta la madre de que me pusiera el pie. Era más lógico decirme que no, después de todo, el es un lógico ¿no? Porque querría actuar irracional alguien que se precia de ser ló... wait a minute? 

Y si, me di cuenta que yo lo idealizaba. Un amigo, poeta y compañero de amargura, me dijo: No, no idealizaste, lo viste mejor de lo que él se podrá ver. Y si, no tiene nada que quiera de él ni que me pueda gustar. De hecho, muchas cosas que no me gustaban las tomaba como pequeños detalles. Pero no lo eran: tenía muchos defectos y chocaba conmigo. Y me dejó de caer bien hace mucho tiempo. 

Yo estuve sola un tiempo y empecé a imaginar personas como él para seguir adelante. Vi lo que eran, vi cómo eran y resultaron ser iguales o peores que yo. No porque supieran algo tenían derecho a humillarme. No porque creyeran que todos eran unos idiotas, lo eran de verdad. A muchos de ellos les daba envidia la inteligencia y la autenticidad y te bajaban a cada maldito momento. 

Su voz se empezó a distorsionar: las críticas vacías, las ganas que tenía de verme mal, el coraje contenido... Ya no estaban ahí. Yo ya no sentía nada. Y si se lo hubiera dicho con sinceridad, él nunca hubiera hecho lo mismo. 

Y me decidí a ignorarle, a no pasar por los mismos lugares: la universidad se hizo grande otra vez y me dediqué a mis proyectos. Me di cuenta que estuve sola todo este tiempo, me di cuenta que no quería estar en donde no querían que estuviera. 

Simplemente dejo de importarme, como magia. No le debo nada a quien jamás me apoyó. Supongo que un día será como él tenga que ser, pero yo no quiero estar ahí cuando suceda.

sábado, 12 de junio de 2021

Ya entendí que no te entiendo

Después de castrar a un ceceachero, decidí salir con alguien más. Alguien nuevo, cuyo valemadrismo y astucia me cautivaron, pero que sólo era parte de la mentira que me había obligado a creer de él.

El CCH fue una de las etapas más asquerosas de mi vida: además de enfrentarme a maestras lagartonas, maestros de química pendejos y una psicóloga narcisista, me enfrenté a un ambiente terrible, pesado y de la peor vibra posible. Parte por mi ingenuidad y estupidez... parte porque así es la vida: hay que enfrentarse a todas las experiencias posibles para sobrevivir. Recuerden esto. 

Fue mi primera relación tóxica, llamémosle Pablo. Él siempre fue muy pagado de sí mismo: engreído, orgulloso, muy guapo, pero siempre había algo en él que no terminaba de convencer a las mujeres. Muchas de ellas se dejaban abrazar y toquetear por él, pero otras más siempre le sacaban la vuelta, como que no les daba confianza. 

Un día fui a hablarle. ¿Me atreveré? ¿Me hará caso? Mi baja autoestima me reclamaba que me rechazaría, igual que Jesús,  igual que muchos otros. Igual que aquellos que me detestaban y se burlaban de mi. No podía tolerar el rechazo y la antipatía de esa gente.

Pablo accedió a hablarme después de platicar un largo rato: lo había conseguido: él no me iba a rechazar como los otros. Se me hacía hasta simpático, sencillo, guapo. Comencé a idealizarlo, a pensar que sería él el primero, era muy joven y sabía pocas cosas de la vida y del amor romántico. Fui una estúpida. 

A los pocos días él me empezó a insultar sobre todo lo que yo hacía y sobre todo lo que era. Sus amigas también lo hacían. Empecé a vestirme diferente y eso sólo derivó en mayores burlas. Aunque me pedía que nos viéramos, luego me cortaba abruptamente, luego, a los pocos días, volvía a hablarme y que otra vez fuera con él. 

Acordamos salir para acostarnos, pero todo era parte de un juego para que me siguiera manipulando y usando; me llegó a pegar, a hacer bromas pesadas, me llamó gorda, criticaba mi cuerpo, mis pechos y me pendejeaba cuando no eran las cosas a su manera. Yo lo ayudé, incluso económicamente, y aún así sus abusos continuaron. 

Aunque conocí a otras personas, nunca eran tan interesantes como él. Cuando me descartó como que me perdí, anduve de un lado al otro buscando otros novios que me pudieran ayudar a llenar el vacío que tenía. Yo sabía que no era tan agraciada, entonces me enrolaba en cualquier relación en donde hubiera un poco de reconocimiento. Yo limosneaba amor y compañía, pero estaba sola. 

Un día, Pedro me robó el celular y dije simple y sencillamente: No, ¡ya no más! ¡Ya no quiero que este pendejo me esté abusando! Usó a una de sus amigas, Mónica, una vieja fea, gorda y que se veía más grande que él, para distraerme. En eso, él abrió mi mochila y me robó mi celular. A la vista de todos, a plena luz del día. ¿Por qué lo hizo? Porque podía. Porque sabía que no me iba a defender. 

Pero yo ya estaba harta y le puse un cuatro: cuando él me citó en la mañana para dizque salir conmigo, yo le eché a los abogados del CCH, se fue con la cola entre las patas: se justificó, se contradijo, estaba acabado porque se le cayeron todas sus mentiras. Pablo tenía muchas materias reprobadas y muchos antecedentes de haber agredido a otras chicas. Si no hacía algo, se tenía que ir de la escuela. 

Aún recuerdo que él siempre me tuvo coraje: intentó vengarse, pero yo me había movido. Yo iba a otra dirección porque ya iba a acabar el año escolar. Su primo, el que lo acompañó en esta situación, estaba muy encabronado. 

Mi mamá nunca me perdonó haberme defendido: cuando le decían de cosas a Pablo, ella como que no estuvo de mi lado, como que algo no era justo. Tardé años para saber que ella no me apoyaría y que así de tirante sería nuestra relación. 

El primo, mientras tanto, lo defendía a capa y espada, casi me culpaba a mi por haberlo acusado. Subía la voz, me obligó a firmar un papel (que no debí de haber firmado), para que quedara claro que me había dado el celular. Justificaba a Pablo, a su mamá, que no lo acompañaba. Pero algo no cuadraba. 

Cuando entendí que había sido abusada, noté que Pablo siempre hablaba de ir a los rodeos con su primo, justo ese hombre que lo había defendido con tanta vehemencia, era el mismo con el que Pablo compartía mujeres y se drogaban juntos. O bien sólo se emborrachaban y se iban con prostitutas. 

Después una ex amiga me preguntó que por qué estaba con él, que qué me decía para que yo volviera siempre. Era una buena pregunta y recordé que nunca había tenido un encuentro normal con él. 

Porque Pablo para excitarse tenía que recurrir al control, al abuso psicológico, en mi caso, comparaba mi cuerpo con el de su novia, que, casualmente, era más bonita y más delgada que yo. A mi no me importaba porque siempre regresaba conmigo, pero hoy día reconozco que esa es una señal de advertencia y no una forma de relacionarse. 

Una de las cosas que siempre me preguntaba era: ¿nunca te tocaron tus tíos, tus abuelitos? ¿Nunca te ayudaron a bañar tus tíos o alguien de tu casa? Y si le decía que no perdía el interés, pero si lo hacía interesante o si mentía con que un vecino o un tío lejano, él se excitaba rápidamente. 

Yo estuve muy enojada con él, por mucho tiempo, llegué a odiarle, por no haberme querido, por no elegirme, por ser manipulador y por usar a personas para dañarme. Una vez llegó a bromear con que yo había muerto, como si eso fuera algo bueno para él. Lo maldije muchas veces, le deseé la muerte también. Hasta hace poco que hice las paces con mi pasado. 

Conseguí material, fui a terapia. Comencé a quererme y a respetarme. Entendí, después de muchos años de abuso, que no me lo merecía, que no era mi culpa y que, por mucho que hubiera problemas con mi familia (una pelea, una discusión), no se comparaba con lo que había vivido Pablo. O muchos que me habían agredido. 

Empecé a ver a Pablo con otros ojos: tal vez fue ese primo, ese abuelo, ese tío que tenía que haberle cuidado, protegerlo, respetado, pudo haberle violado o abusado de una forma de él. 

Tal vez él no comprendió el daño y no supo qué hacer o cómo protegerse. Tal vez la forma de relacionarse con otras mujeres, era minimizándolas, comparándolas, viendo lo peor de ellas para que pudieran depender de él. Como si él les hiciera un favor. 

Tal vez su venganza era contra gente que él consideraba débil: abusó psicológicamente de otras muchachas. A muchas las puso en mi contra, pero era porque sus novios abusaban de ellas también. A otros les decía que se burlaran de mi, pero cuando él se vio superado, a ellos dejé de importarles. Me había recuperado a mi misma y no me había dado cuenta. 

Él se creía más que yo, pero, con muy poco me dejó en paz. Él creyó que se saldría con la suya, pero no pudo. Sin embargo, todo eso no diluye el verdadero problema: Pablo había sido abusado y eso le impediría ser una persona funcional. Yo sólo había sido agredida por él, pero nunca viviría algo tan cruento y tan terrible, que era la realidad de la que Pablo no podría escapar. 

Viví muchos años autodespreciándome, pendejeandome por no ser como otros querían, como él quería. Pero, cuando lo vi ahí, solo, derrotado, sin poder decir a nadie lo que le había sucedido... Observé el por qué de su odio hacia las mujeres, el por qué del patrón de abuso, que era una profecía autocumplida ya. 

Y, por mucho que tenga diferencias con mi familia, nunca entenderé como es que un familiar abuse de ti. Nunca entenderé que te encubran porque también eres un abusador. Nunca perteneceré a ese culto familiar en donde encubren lo que haces a otros como victimario, pero que regresas a ser una víctima de cualquier modo. Nunca lo entenderé. 

Pablo, yo por mi parte, ya se que no te entiendo y que nunca te voy a entender. No me siento mejor, que mal lo que te ocurrió. Pero no fue justo lo que me hiciste, jamás lo será. Yo se que no me entiendes, pero no importa, ojalá encuentres justicia cuando alguien lo haga. 

miércoles, 2 de junio de 2021

Un Amor Incomparable

Me han comparado muchas veces en la vida, todas con gente imaginaria: desde personas que defienden a gente con la cual no viven, como ex parejas que creen que estoy para satisfacer sus deseos y necesidades porque no importo. 

Pero a todos ellos los he mandado a la verga. Antes sufría mucho, mucho por la idea de que alguien fuera mejor que yo, pero rara vez veía que en la otra opción hubiera competencia. 

Y no me paro el cuello, como que la gente cree que eso por lo que te cambia vale más la pena, que ahora si vamos a aprender (ignoro qué), que ahora si se les va a amar correctamente. Pero ves sus vidas y dices: pues claro, es sólo lo que está en su imaginación, pobre infeliz. 

Cuando me compararon con una mujer más delgada, al principio me molesté, pero fue muy cómico esto porque le sugerí al tipo que saliera con mujeres delgadas, que fuera tras la que le gustara, que si le daba asco, mejor que se acostara con la que no le diera asco. Pensé en todo eso, menos en bajar de peso. Si no lo hago por salud, por las mejoras que esto conlleva, menos por un pendejo. 

Si es que hago una dieta es para un asunto específico: mejorar mi condición, reducir azúcares, aumentar mi energía. Todo esto con un médico de por medio (que yo he pagado, porque ningún muerto de hambre me ha dado de tragar ni sabe lo que necesito). Mejorar mi piel o cabello, blanquear mis dientes, mejorar mi digestión, asuntos importantes para una mujer. Nunca lo he hecho por coger mejor ni hacerle el favor a don puñetas. 

Un pendejo, que no me gustaba, se ardió porque le dije que no quería salir a tomar con él. Creo que le dolió no sólo que no fuera su tipo de mujer, sino que me veía como una víctima, no como la mujer que él quería que fuera. Yo, con sobrepeso, con mi cara de lela, con todo lo que odiaba de una mujer, este pendejo de mierda pensó que estaría necesitada y le diría que si. No se imaginó que yo salía con un hombre que me gustaba y que yo le gustaba a él. 

¿Es tan difícil entender que es mejor hacer cosas con el que te atrae y que te sientes del asco si las haces con otro por lástima o por compasión o soledad? ¿Han notado que el sexo es más compromiso que lujuria, seas como seas, con el cuerpo que tengas? Así como hay personas mierda, rock and roll mierda y trabajos de mierda, también hay sexo de mierda. ¿Es tan difícil entender que no quieres eso? 

Y era de esos pendejos que decían que ser delgada era igual a amor propio, él un guey marchito, sin cuello y precoz, que cree que una vieja lo tiene que salvar de su vida de cagada. Que abusaba de su pareja que era más fea que él y para el que ninguna vieja era suficiente, porque era un enano mental y mediocre. 

Otro, aún más marrano que yo, se atrevió a recomendarme dietas que él seguía. Pero no gracias, no quiero verme como tu, por eso no sigo tus consejos. 

Viejas más feas: delgadas o con cuerpo medio amorfo, con cuerpo de adolescente, cara de vato, cara del Pinguino que interpretaba Dany DeVitto, cara de Musculoso de Un Show Más, cara de Alice de Superjail, o del burro de Shrek con cabello largo: todas unas criticonas, unas amargadas de que uno se arregla o tiene una cita. Todas criticando tu alimentación cuando no saben ni comer. Todas diciéndote lo que deberías ser, cuando nunca se bajaron del árbol ni se pusieron zapatos. 

Ojalá la comparación te hiciera apreciar aspectos de una personalidad, pero la realidad es que te aleja de ella. No te hace poner en perspectiva las cosas, ni te hace mejorar, sólo evidencía tus carencias y tus deseos frustrados, sólo te hace ver como la persona pequeña que eres. 

Yo, por mi parte, cuando me pedían algo o cuando me buscaban, siempre les decía la misma respuesta: ¿por qué no vas a buscarla a ella o a eso? Diles a ellos, no a mi. 

Y me sentía en paz conmigo, con quien era yo, con mi gordura y mi personalidad tan difícil y cortante. Porque, en el fondo, aunque la gente no me elija y no me acepte, yo me he elegido a mi. 


miércoles, 12 de mayo de 2021

Cuento: La Morticia

Ricardo tenía una novia, pero siempre buscaba a alguien más. Quería estar con Andrea, la iba a conquistar porque era simpático y estaba bien conectado. Eso era lo que decía. 

Cuando le ofreció trabajo a Andrea, ella aceptó porque creyó, de forma muy estúpida, que sería una forma de seguir creciendo, de buscar una nueva oportunidad: el trabajo consistía en ser guía de turistas y ganar de 2500 a 3000 pesos por semana. Ya después vendrían las propinas. Al menos eso le dijo Ricardo. 

Fue muy accidentada la forma en que Ricardo quería formar a Andrea: aunque la escuchaba, luego le echaba en cara como era. Aunque le dedicaba canciones, estas no tenían mucho que ver con lo que sentía por ella. Aunque parecía que la aceptaba, siempre la estaba criticando y le disgustaba si ella tenía un pensamiento independiente. 

Ricardo buscaba a Andrea en su trabajo, le mandaba mensajes, le quería comprar cosas. Parecía que gustaba de ella, de su compañía, o al menos eso decía. 

Ricardo tenía muchos problemas de abandono: desde su fracturada relación con su madre, la cual no lo quería, Ricardo tenía un apego posesivo. Buscaba a mujeres que sabía que no lo iban a amar, o que en el fondo, le desairaban. Cada que Ricardo tenía un problema con ellas, negociaba un nuevo trabajo por sus contactos: prometía pago en dólares, turismo en la Riviera Maya, sólo tenía que hacer una llamada, pero eso lo hacía sólo para generar deuda... y culpa, mucha. 

Siempre contaba una anécdota con la que apodaba La Morticia, mejor conocida como Lucía. Lucía es empleada de Capital Bus y es reconocida por ser de las mejores vendedoras. Ricardo la veía siempre, en un tiempo buscó darle trabajo, pero Lucía se ponía la camiseta y siempre destronaba a la competencia, interna y externa. 

Ricardo parecía también preocupadísimo de su vida: una vez le preguntó a Andrea si Lucía tenía pareja, que por qué no dejaba ese trabajo para trabajar en agencia u otro lado. Que si era pareja del gerente, un gorila afeitado llamado Dwayne Elizondo Mountain Dew Herbert Camacho, un cobarde, ratero, abusivo y resentido, que creo que si citaba a señoritas para que vendieran boletitos. Fácil le preguntó eso a Andrea tres veces. 

Un día Ricardo pensó en hacer un gran movimiento: quería que Andrea fuera su novia y su ayudante para darle más trabajo, dinero y preparación. Cosa que Andrea no aceptó, porque buscaba en ese momento salir de otra relación que no le aportaba nada. Además, Andrea quería trabajar y ganar más dinero: la relación era laboral, Ricardo fue la que convirtió la relación en personal. 

Ahí comenzó el calvario. 

Ricardo siempre le preguntaba a Andrea sobre su vida sexual y su "limpieza" (esto es, si no tenía enfermedades venéreas). A menudo hacía comentarios despectivos sobre su aspecto (porque ya lo había rechazado), su forma de comer e incluso llegó a insinuar que olía raro... Andrea estaba devastada: siempre se aseaba para ir a trabajar, pero las altas temperaturas, el sudor y los esfuerzos constantes, la hacían transpirar. No era un olor desagradable, de hecho, cuando Ricardo se acercaba a besarla nunca se quejó de ella... Pero él empezó a quejarse de ese tipo de cosas. 

 Andrea aceptó a besar a Ricardo, tal vez porque se sentía en deuda con él. Pensaba que, como él tenía sobrepeso, como él había sido discriminado y juzgado injustamente, la comprendería. Pensaba, estúpidamente, que él no sería injusto como lo eran en su otro trabajo. Qué equivocada estaba. Qué estúpida fue. 

Ricardo también le ofreció pagar un curso a su amigo Roberto Franco, un viejo verde y ridículo al que todos llamaban El Padrino, pero no era nadie en realidad, no era nada. Sólo era un viejo que quería manosear y hacer menos a las muchachas. Todas eran unas pendejas, todas, según él, querían con él y pedían viajes con él por su dizque atractivo. Pero lo que le gustaba a la gente era que le podían ver la cara de pendejo. 

Roberto muchas veces intentó manosear a Andrea, incluso le preguntaba si ya se había acostado con Ricardo. La humillaba con bromas pesadas. Ante esto, Ricardo nunca hizo nada. 

Después, Ricardo empezó a tratar a Andrea como chalana. Andrea siempre le consiguió lo que necesitaba: desde cosas domésticas como matamoscas hasta revistas especializadas. Andrea sabía hacerlo, pero lo único que recibía era desconcierto, menosprecio y burlas hacia su carrera. Tal vez lo niegue Ricardo, tal vez se haga pendejo, pero así fue. 

El dinero que Ricardo le prometió a Andrea sólo fue una parte de la suma, después, sólo eran promesas: un día vas a ganar más, un día te voy a invitar a comer, un día te voy a llevar, un día vamos a salir tu y yo... Nunca, por fortuna, se cumplió nada. Ricardo no tenía esa intención. 

Aunque le prometían mucho dinero, Roberto y Ricardo querían quitárselo para el curso pitero, estaban haciendo negocio con la gente que acosaban en Capital Bus. Ricardo, como el caballero blanco que era, sabía reconocer a víctimas y a gente que se iría a otros trabajos, pero sólo pretendía ayudarlas para después abusar de ellas: verbalmente, incluso físicamente. 

Una vez que Andrea veía su celular, para estudiar algo que Ricardo le había encomendado, Ricardo lo tomó como una falta de respeto, pero, en vez de decirle que pusiera atención, le soltó un manotazo que pellizcó los dedos de Andrea con su celular. El día que Andrea le confrontó, él dijo que fue un reflejo inconsiente y que quería abrazarla para llevarse el daño que le habían hecho. 

Pero Ricardo era un abusador: los constantes abusos y negligencia de su madre lo habían vuelto misógino, tóxico y manipulador: los supuestos contactos que tenía eran mentira, la promesa de un buen sueldo, la posibilidad de ser guía de turistas, la forma en que convencía a las mujeres y las promesas de tratarlas bien. En todo mentía. 

Y la mentada Morticia, Lucía, era su gran amor: tenerla a ella era tener todo lo que aspiraba: una persona delgada, organizada, pulcra, delgada, buena vendedora, buena guía de turistas, delgada y delgada. 

Porque eso era lo que Ricardo creía: que una mujer delgada era más bonita, era el trofeo para que él pasara de ser simpático a galán. Ella era quien lo convertiría en un verdadero seductor, no la mujer con la que anduvo. 

Cuando besaba a Andrea pensaba en Lucía, cuando la invitó a comer tacos, cuando le ofrecía su protección, en el fondo, pensaba en Lucy: ella era su Morticia porque él quería ser su Homero. 

Quería los guantes porque habían tocado sus manos, no le interesaba la chica con sobrepeso, simpática, inteligente, pero nunca como ella. Nunca sería suficiente porque era fea, sucia y era un chiste. Si había fracasado ahí, fracasaría siempre. 

Si no podía bajar de peso, no era bonita, ni confiable. Si no hacía dieta no se cuidaba, no se quería, no estaba en lo cierto, no merecía un amor que no Andrea no quería, que sólo había aceptado porque le diste lástima. Le diste lástima, Ricardo, por mucho que la compararas. 

Andrea, según Ricardo, era sucia por su sobrepeso: eso la hacía que comiera de más, que la ropa no le quedara bien, que no fuera atractiva, que oliera raro, pese a que no estaba enferma de nada... Que no tuviera bella sonrisa. No era Lucía, en ella todo estaba bien. Supongo que no sabía que su idealización era baja autoestima. 

Cuando Andrea le puso límites, Ricardo se victimizó, aunque él había agredido primero a Andrea y sin razón. Andrea se sinceró con él: si era gorda, fea y sucia, ¿cómo para qué quería estar con ella? Ricardo, desesperado, sólo respondía con emojis dignos de un imbécil: perritos y caritas tristes, con decepción, porque no tenía cara para contestarle. 

-Yo nunca tuve una mala intención contigo: sí quería estar contigo, era porque pensé que me comprendías- le espetó Andrea. No me lastima el que quieras a una mujer delgada, me molestan tus mentiras, tu cobardía, tus ganas de querer humillar a una mujer y de querer comprarla, para que haga y sea como tú quieres. No me molesta que estés enamorado de Lucía, pero, pudiste habérmelo dicho para saber qué esperar de una relación. Todo el tiempo fingiste, todo el tiempo me hiciste creer que veías algo bueno en mi, cuando sólo querías insultarme y compararme con Lucía, tu verdadero amor. 

Le deseamos mucha suerte a Ricardo, ojalá deje de mentir y de humillar y consiga a una mujer delgada. 

Andrea tuvo otra relación con un hombre más guapo, más delgado y más educado: se reían juntos, había respeto, había química. Había verdad en sus palabras. Desconozco que pasó con Ricardo, supongo que nunca se ligó a la muchacha guapa, sigue fantaseando con decirle Caramía o Mon coeur

martes, 20 de abril de 2021

Cuento: Dos gatos, una Gata y un Michito

Inspirado en: El podcast del perro, de El Warpig, para la productora Dixo. 

Chuy era un chico inmaduro e irresponsable, tenía algunos amigos y unos padres que le consecuentaban todo, pero aún así, sentía que le faltaba algo. Neceó mucho y manipuló a sus padres, los cuales le manipulaban también, pero consiguió un par de gatitos con los cuales entretenerse. 

Parecía niño con hostal nuevo: todo el dinero que era de sus domingos y que le daban para sus gastos se iba en los nuevos inquilinos. Un gimnasio para gatos, latitas de las más caras, juguetes y chacharitas para los felinos. 

Chuy tenía una amiga a la que apodaban la Gata, era así porque iba con él a todos lados, la Gata a veces servía como apoyo de Chuy, otras veces Chuy le jugaba bromas pesadas, otras más, tenían buenas conversaciones y reían juntos. La Gata era fiel, porque ya la habían dejado antes. 

Cuando conoció a los dos gatos, la Gata parecía agradarles, pero con el tiempo, se dio cuenta que estaban descuidados: Chuy sólo jugaba con ellos un rato y después se aburría. A veces, les jugaba bromas y los abrazaba y otras, parecía que los quería mucho. Eso tenían en común los dos gatos y la Gata. 

Ya había pasado mucho tiempo y Chuy empezó a idear tener un perro: un perrito obediente, juguetón y chistoso, que lo entretuviera y al cual enseñarle nuevos trucos. Los dos gatos como que ya le daban hueva. Y, con la Gata, pues como que era lo mismo. 

Chuy le dijo abiertamente a sus padres que quería un perro. A lo que su mamá Dragona le respondió: Y ¿qué tal si no se lleva con los dos gatos? ¿no querrás que los mandemos al dormir o si? A lo que el caprichoso Chuy exclamó: ¡PUES LOS DORMIMOS, NI PEDO! 

Bueno, eso último no lo dijo, pero pues para él nunca había pedo. Eso fue algo de lo que la Gata se daría cuenta después: era muy común para familias clasemedieras, que las anteriores mascotas fueran dejadas a su suerte o dormidas porque se habían dado como un juguete a niños y niñultos caprichosos. 

Había un chingo de adultos que, una vez que crecía aquel simpático cachorrito o que tenían noticias de que esperaban hijos, se deshacían de ellos durmiéndolos o envenenándolos. ¡Qué mas dá, si animales hay un chingo! Pero los recursos y el amor son limitados, recuerden eso. 

¡Incluso eso se podía hacer con otro ser humano!

Cierto día, Chuy perdió un anillo que le recordaba que había terminado su tercera carrera: le hizo una broma a la Gata y se lo dio. Luego se lo pidió sin razón en una fecha en la cual era imposible que se lo devolviera. Ciertamente, la Gata movió algunos compromisos que tenía ese día y se lo regresó. 

Le pidió a su Gata que se lo trajera y la Gata obedeció. Pensaba que era por su amistad, pero la realidad era que Chuy le estaba dando una orden. Ella era la culpable de sus errores, tenía que devolvérselo y tenía que darle las atenciones que él quisiera. Después de todo, para eso eran amigos. ¿Cierto? 

La Gata, a raíz de esto, tuvo muchos problemas. Su madre le reprochó que era su mandadera, que cómo era posible. Le gritoneó, la estuvo chingando, se lo recordaba cada que se equivocaba. No conforme con eso, le echaba en cara haberla apoyado para que él no la valorara. Hasta el día de hoy, la Gata perdió mucho contacto con ella. 

Pero aún le quedaba Chuy, en él estaban puestas todas sus esperanzas. Esa pelea era nada ¿cierto? Él en el fondo la valoraba y nunca le haría algo malo. Intentó hablar con él otra vez... pero se dio cuenta que era todo lo contrario. 

Chuy le respondió con evasivas, él creía que no había consecuencias de sus actos y que, si la Gata había decidido que ella iría, era problema de ella, que él no la había obligado. La Gata se dio cuenta que ese egocentrismo y esas ideas tan ridículas de Chuy eran ciertas para él. Según Chuy, esas pendejadas eran su vida. 

Una vida muy pobre para una persona corta de ideas. 

Cuando uno de los familiares de la Gata murió, Chuy se comportó como un verdadero imbécil: en vez de tener palabras de Consuelo, escuchar o al menos quedarse callado, empezó a decirle a la Gata que si ahora si quería a su tía, esto fue porque ella le dijo que tenían problemas... Muchas discusiones, algunas cosas que no debían decirse. La Gata fue muy abierta al respecto... pero él sólo tomó esa vulnerabilidad para ser culero con ella. Supongo que a mucha gente le importan más sus ideas que las personas que los han ayudado. 

La Gata se fue llorando porque Chuy le dijo que se hacía la víctima. Además, se enteró que Chuy se había aburrido de ella y la había mandado al matadero, a que le pusieran su inyección final. La Gata se sintió traicionada y huyó, ¿cómo podría tratarla así, después de todo lo que habían vivido? 

Pues la respuesta es fácil: su amistad había acabado, ya no le servía, ya no había nada qué hacer porque la Gata no le decía lo que él quería escuchar. Ya no era su Gata... Nunca más. 

La Gata poco después conocería a un Michito que gustaba de probar las mismas cosas que ella: comieron helado, comieron una hamburguesa, comieron rico por toda la ciudad, riendo y buscando música en las tiendas de discos y en su celular. 

Honestamente, era mucho mejor que estar atada a ese peso muerto. 

Y ese Michito rompió un hechizo: la Gata dejó de ser una mandadera y junto con él, se convirtieron en personas. 

Por desgracia eso no pasa con muchas mascotitas y amiguitos abandonados, de esos que olvidamos en la azotea de nuestras memorias y que nos cansamos rápido de ellos... ¿Verdad? 

Yo soy Andreoida y por suerte, ustedes no. 

miércoles, 14 de abril de 2021

La otra familia

-Soy su compañero, jamás me notó, porque la verdad sólo piensa en sí mismo. 

El Conde de Montegordo. Los Simpsons. 

Algunas veces pienso en mi familia: estoy distanciada de algunos miembros y de otros, me separó la pandemia. 

Me siento identificada con ciertos miembros en características negativas: me enojo como muchos de ellos, he aprendido a hacer ciertas cosas igual a ellos. Son como una presencia abstracta, pero viven en mi. 

De otros pude aprender que soy algo como ellos, a veces generosa, a veces directa, a veces con ganas de aprender y de seguir adelante. Somos iguales, están dentro de mi. 

Creemos cosas equivocadas, creemos en cosas buenas: en el fondo estamos de acuerdo en lo mismo. Por eso peleamos. En el fondo creemos en lo que es justo. 

Por eso, cuando alguien comete una injusticia, nos alteramos, nos distanciamos y pensamos seriamente en cómo solucionar el problema. Es una herencia que nos ha traído problemas. 

Recientemente se cometió una injusticia en mi familia, esta vez no entraré en detalles porque aún es doloroso: pienso en ese familiar: ¿algún día nos reprochará como hemos sido con él? ¿será efectiva y oportuna la ayuda? ¿podrán años buenos contrarrestar los malos? 

Ojalá no viva en su imaginación, ojalá no viva de especular y se esclavice de sus fantasías. Ojalá nos quiera, nos perdone. Siga adelante con nosotros. 

Cierto día, una persona desagradable dijo que "se acabaría mi reinado cuando llegara", pero la verdad, es que yo tuve cosas buenas. Ahora le toca a ella y tenemos que ser comprensivos igual. No tuve un reinado: tuve muchas adolescencias y fui muy inmadura. Pero me toca también comprender y que no pase por los mismos derroteros. 

Yo no soy nadie para decirle o aconsejarle: soy un pésimo ejemplo, construído con malas decisiones y pésimas habilidades para la vida. Pero si algo se, es que hay que cambiar las acciones, que hay que fijarse más en lo que hace la gente que en lo que dice. 

Y que mis obsesiones me han hecho enfocarme, no hay que perder el enfoque de la vida: hacer algo que ames incondicionalmente, hacer lo que quieras, probar otras cosas, entender a otros, buscar un amigo que te quiera y que tu quieras. Que hagas algo que te guste en un día malo y que los días buenos, los atesores. 

Yo he sido muy intolerante con mi familiar... me salió mi falta de empatía, pero también tengo que buscar enmendar y revertir lo que he hecho. Ojalá y me perdone...

Mientras tanto, pensaré en mi familia con mi corazón: cómo ayudarlos, cómo aceptarlos más, quererlos más, arreglar las cosas con ellos; estar más saludable para ayudarlos. Comprar algo para que estén bien (tal vez desinfectantes y verduras), tal vez ver una película con ellos. 

Y pensaré en ese pedacito de alegría que es mi familiar: cuando llegó todo fue mejor y me ayudó a ver cómo era de niña. Pienso en darle cosas buenas, para que tenga algo bueno y para ser resiliente. 

Pienso si ya comió, si no le han dicho nada. Si lo que le digo le afectará o me tendrá algún recor de por vida o si me tendrá en su corazón. Pienso en alguien y en algo más que en mi, más grande que yo y que debe cultivarse como una flor, que debe cuidarse día con día. Sueño, en mi imaginación, en mi fantasía, que no concibo que no esté con nosotros. En especial porque la necesitamos más. 



viernes, 9 de abril de 2021

Canciones con filosofía: Mary

 A Scissor Sisters le debo la música de mi alegría, del ritmo de mi corazón, de mis fantasías más coloridas. Pero también le debo que le pusieran palabras a mi dolor, el dolor de no ser aceptada por ser quien soy. 

La literatura, el arte y la conversación ayudan a establcer un puente entre sentimientos, acontecimientos y apreciaciones. Cuando lees, te puedes leer a ti mismo. Cuando comprendes un cuadro, es porque te has sumergido en esa sensación que te provoca. Cuando hablas con otro ser humano, cuando escuchas, puedes decirle: yo he estado ahí. Yo te comprendo. 

Mary es la historia de la mejor amiga de Jake Shears, la cual murió tras una complicación quirúrgica cuando se colocaba un bypass gástrico. Mary era una mujer con obesidad mórbida y le escribía a Shears y lo apoyaba. Shears, a cambio, le hizo esta canción como homenaje, porque Scissor Sisters eran quienes la ayudaban a seguir adelante. 

Aunque Mary tenía un gran corazón, quería operarse para tener una vida más digna, lejos de burlas, de intimidación y de enojos. Desgraciadamente, en esa búsqueda perdería la vida. 

Y, sin hacer apología de la obesidad, sólo quiero que piensen: ¿qué hubiera sido de Mary si la hubiesen aceptado, si hubiera tenido más amigos que la comprendieran en vez de burlarse de ella? Tal vez habría reconsiderado todo. Tal vez, en su búsqueda, hubiera seguido su vida. 

Cuando entré a la universidad me dio depresión: todo mi mundo se cayó y el umbral del dolor que tenía desapareció. Mi familia me dio la espalda, estaban muy molestos conmigo. Tenía pocos amigos y a esos pocos, no les importaba. Nunca se hablaba de esto. Mucha gente me rechazó y secretamente quería que no me recuperara. 

Mucha gente me hizo enojar. Y el enojo se fue contra mi, mezclado con autodesprecio, culpa y con fantasías sobre desaparecer. La vida se me hizo insoportable, porque ya no quería seguir viviendo. 

Desgraciadamente, uno no puede cambiar a las personas, pero si puede cambiar uno: hace poco me di cuenta de lo mucho que me entristecía Mary, de lo mucho que me dolía su historia... Pero yo no tenía amigas así ni compañeros o algo... Pero me podía esa canción. 

Y eso era porque, al fin lo descubrí: yo soy mi propia Mary. Yo soy a la que hicieron enojar y que piensa mágicamente que el que la acepten todos solucionará sus problemas. Yo soy la que fantaseo, la que sueña, pero que a la vez, vive anhelando en vez de aceptar su situación. 

Tanto tiempo pensé que algo o alguien me rescataría, tanto que dejo a otras personas, cuando sólo soy yo: yo soy la única que me tengo para curarme, para consolarme, para darme fuerza y el amor que tanto busco. El amor puede ayudar ante tanto rechazo. 

Y es que, en mi búsqueda de la felicidad, me olvidé de una tristeza que me consumía y a la cual nunca le dí una voz, es por eso que un día no pude más y decidí ya no seguir, decidí morir en vez de pensar cómo seguir eligiendo la vida. 

La ayuda no va a llegar, nosotros somos nuestra ayuda. Nosotros somos nuestro principal apoyo. A veces dejarle eso a otros, es injusto y es una carga también. 

No puedo cerrar con mis palabras, mejor le dejo lo que quiero decirme a Shears: 

    Porque daría todo lo que tengo, olvidaría todas las cosas que     me dan alegría, porque tuvieras un día de pura y simple felicidad. Hasta que sea el momento, estaré ahí, como siempre. Seré tu amiga, hasta el día que me muera. 

    Andy, no dejes que te hagan enojar, tú eres lo mejor que puedes. Y Andrea, después de que todo el dolor se haya ido, siempre viviré para estar contigo. 

Te quiero, Andrea. 




Mi vida a través de Scissor Sisters

Scissor Sisters es un grupo que tuvo su auge en 2003, año de formación de la banda, hasta 2012, año en que la banda decidió tener una pausa. 

Yo los conocí en 2006 cuando iba en la secundaria. En aque entonces ya me habían decepcionado gente que decía ser mi amiga. No me juntaba con nadie ni me interesaba mucha gente. Salvo Ana Laura, amiga que recuerdo por el sencillo de Scissor Sisters, Laura, y de la que finalmente me separaría en 2009, antes de entrar a la universidad. 

Ana Laura y yo compartíamos ese gusto por la música, por disfrutar las canciones, por llevar la contraria a la gente con argumentos que les inomodaban, por tener humor negro y creer que nada nos era suficiente. 

Hacía lips sync con Comfortably Numb, me encantaban Laura y Filthy Georgeous, una canción sobre los fetiches sexuales y el sexo sucio. Ciertamente, tengo muy buenos recuerdos de esas canciones. El Scissor Sisters es de los discos que más me ponen de buenas. 

Luego, me separaría de Laura, pero no de Scissor Sisters. Aunque quité Laura de mi playlist, decidí pedir el Ta Dah para mi cumpleaños y mi vida cambió: sus letras eran divertidas, los videos ingeniosos, las armonías pegajosas y llenas de vida y color. Las letras eran brillantes: como Elton John, Culture Club, Roxy Music, Bee Gees, Blondie. Sus voces y sus vestuarios: ESPECTACULARES, ¡era como tener glitter en los ojos!

Y mientras que Ana Laura decía identificarse con Ana Matronic, yo pretendía ser Jake Shears, de quien estaba enamorada y le dediqué muchas fantasías.

Me enamoré de Jake Shears como cuando me enamoré de Boy George: un amor puro, sin orientación, sin género o etiqueta. Por aquel entonces me llamaban lesbiana para burlarse de mi. Mote que sigo cargando cuando no le agrado a la gente. 

Por eso es que comprendo la lucha, comprendo que es ser discriminado y ser juzgado por ser diferente. Comprendo por qué la consigna es Love is Love

Mientras que muchas lesbianas manoseaban a compañeras hetero o bi curiosas y que maestras lesbianas cometían injusticias contigo por ser heterosexual y no ser de su agrado, yo soñaba con cantar como Jake Shears, tener una pizca de la sofisticación de Ana Matronic o ser ingeniosa como Paddy Boom. Ponía I don't feel like dancing y Take your mama para seguir adelante, sin saber lo que me esperaría de la vida. 

Cantaba a todo volumen Paul McCartney: estaba convencida que mis clases de solfeo me quitarían la inseguridad y me darían el falsete de Jake Shears. Porque lo amaba.  

Me refugio en esa nostalgia, llena de color y de apertura a la diversidad, porque en el fondo yo sólo tenía a Ana Laura. A ninguna de mis compañeras les caía bien y a las pocas que lo hacían, sus amistades les manipulaban para que no me hablaran. 

Recuerdo a una chica, llamada Gaby, ella me aceptaba y decía que le gustaba cómo escribía. Cuando leyó mi autobiografía me dijo uno de los mejores halagos que he recibido: está chida tu vida... Parece simple, pero ella dejó una gran huella en mi. 

Yo por mi parte, seguía cantando y bailando. Y riéndome de She's My Man, uno de los videos de mis grupos favoritos de la vida. Sus presentaciones en los Brit Awards, aún me hacen sonreír. 

Recuerdan que dije que yo no sabía lo que me esperaba en la vida... Ana Laura dijo que yo quería comprar su perdón cuando le regalé un disco, en orden de reparar un error que había cometido. Jamás me perdonó y jamás la perdoné. Y, aunque le guardé luto, su forma de contestarme me enoja muchísimo. 

Y Gaby... aquella mujer que yo no consideré una amiga, resultó ser una persona entrañable y una mujer increíble. Desafortunadamente, murió en un accidente que no puedo describir, porque fue espeluznante. Y la persona responsable nunca fue condenada por ello: una juez ignoró la evidencia. Nada es más terrible que una mujer en contra de otra. 

Cierto día, cuando tomé terapia de grupo, decidí contar esa experiencia y el trauma que me había producido, una persona a la que no le caía bien y que conspiró con otras dos brujas horribles, decidieron que desestimar mi relato: me acusaron de "inventar la historia para llamar la atención", fastidiaban todos mis argumentos, criticaban mi capacidad para relatar historias, me acusaron de narcisista, cuando ellas eran unas culeras ojetes. 

Me salí del grupo, porque eran insoportables. 

Pero, en el mundo de la música, me devolvía la esperanza Fire with Fire. Recordé por un momento todas las cosas que me hacían feliz, que seguían que siguiera mi ritmo. Estaba entrando a mis veintes. 

Finalmente, vi Glee y me sentí atraída por una canción, cuyos beats me recordaron esa energía que sentí en mis años de secundaria: era Let's Have a Kiki, que sonaba mejor con ellos y que no era tan absurda como la hicieron en Glee. Iba como en mi tercera adolescencia. 

Mi corazón latía con el poder de la música, con el poder de Scissor Sisters. 

Ya como en 2013 supe que Jake Shears había sacado un disco en solitario, pero, injustamente lo valoré como una extensión del trabajo de Scissor Sisters. Ya hablaré de su trabajo después. 

Me encantaba bailar Only The Horses, actuar como Ana Matronic en Any Which Way y I can't decide. Me recordaba todo lo que amaba de la música: vitalidad y universalidad. Porque, en cualquier época, Scissor Sisters hubieran triunfado y hubieran trascendido. 

Me alegra no haberlos olvidado: porque ellos me recuerdan una buena etapa de la música, mi despertar sexual y algunas buenas cosas. Sólo me gustaría quitar las partes que asocio con esas compañeras de la secundaria. 

Sin embargo, lo que quiero agradecerles toda mi vida, es haberme dado la fuerza para aceptar mi tristeza con esta canción. Porque es una canción de deuda con alguien que amamos, pero, resultó ser que no era nadie que yo conociera. Era yo misma. 

viernes, 26 de marzo de 2021

La Adriana que no vi

I

Adriana de Master Chef ha sido de las concursantes más antipáticas de esta nueva temporada. No es por su técnica ni por sus platillos, es por el evidente favoritismo del juez José Ramón Castillo y por la inconsistencia de las reglas que es cada vez más injusta en esta temporada

Perdonan cosas crudas, mal cocinadas, malas decisiones, pero son terriblemente duros con gente que repite recetas; gente que ayudó a un participante; gente que supuestamente se derrota cuando el cansancio mental es demasiado. Parece, como en los trabajos, que se favorece al que caiga mejor, no al que trabaje eficientemente. 

Lo que me lleva a ¿por qué son exageradamente culeros con Eruviel? ¿quién les hizo tanto daño? Aceptan a gente que no tiene idea de cómo cocinar, pero juzgan a alguien por errores que YA corrigió y lo juzgan personalmente, en vez de juzgar su trabajo.

Parecen maestros de lógica o Capital Bus, así de pendejos. 

Y, esto resulta incongruente con el supuesto mensaje de diversidad que quieren dar a entender. 

II

Ya he tenido problemas y discusiones con Adrianas antes. Por desgracia, conocí a gente que tenía una amargura más grande que la mía a sus escasos 15 y 16 años. 

Adriana 1 era mi vecina, siempre le gustaba (le encantaba) destruir y maltratar mis juguetes. Cierto día decía que yo no tenía ninguna preocupación porque era rica. La verdad, eso no era cierto, porque toda mi vida he rentado, pagábamos las cosas a pagos y siempre tuvo que haber más de dos ingresos para sostenernos como familia. Iba a la peor escuela de la república que era igual a todas: la escuela pública y la verdad, era lejanísimo cosas como cámaras de video, celulares o computadoras. Ciertamente no era rica, sólo tenía un poquito más que Adriana 1. 

Pero a ella eso le cagaba: siempre quería que le regalara la ropa de mis muñecas, collares, pulseras. Una vez mi mamá me gritó por regalarle un collar que en ese entonces era costoso y que con mucho esfuerzo me había comprado. Hoy en día, no encuentro justificación para Adriana 1 y me pongo de lado de mi madre. 

Siempre decía que todos la querían, aunque fuera prácticamente imposible, pero que ella siempre se llevaba poca madre con todos. Y luego, cuando no conseguía lo que quería, hablaba mal de esos todos o de sus supuestos amigos que no la habían ayudado. 

Adriana 1 también arruinó mi amistad con personas más nobles, arruinaba mis cosas y me estaba arruinando el concepto que tenía de amistad. Mi foco rojo fue cuando ella me chantajeaba con ya no hablarme si no hacía lo que ella quería. Y un día me cansé.

Vino a la casa, yo le abrí y le alcancé a decir: ¿Qué quieres ahora? Adriana 1 se quedó muda, ya sabía que ya no me iba a dejar. No veíamos lo mismo, no le gustaba cómo era yo. Nunca me aceptó. 

Cuando se fue, respiré aliviada, como si me hubieran quitado un gran peso de encima. No era mi amiga, no era nada. 

III. 

Adriana 2 estaba enamorada de su maestro de matemáticas, Enrique Villaseñor, la verdad es que el tipo ni era guapo ni era buen maestro, pero como quería hacerse la intensa y la interesante, pues, estaba bien clavada con ese pendejo.

Adriana 2 era muy joven, pero tenía una amargura de una mujer de 70 años que sufrió mucho y que por dentro era una mujer que nunca cumpliría sus expectativas y nunca tendría una oportunidad en la vida. 

Primero fingió ser mi amiga y me presentó a sus otras amigas, luego, sus amigas parecían hablarme más a mi que a ella. Lo que, en verdad no le importaba porque nunca comentó nada. Después parecía que teníamos una especie de conexión, luego era fría conmigo. Decía que era como su hermana menor, luego le molestaba que le preguntara que si éramos hermanas. 

Nota mental: Nunca, nunca confundan la amistad con la hermandad. Porque, ni honras la amistad, ni la hermandad. Sigamos. 

Un día, explotó y me gritoneó que ya no quería ser mi amiga, que yo la seguía a todos lados, que parecía que me gustaba todo lo que a ella. Como buen agresor, volteó todo a que ella era la agredida. Me fui de ahí y le di la razón. 

Pero la verdad... era un poquito arrastrada

En el CCH me la volví a encontrar y ahora ella me habló a mi. Aparte de eso, yo había cambiado mi forma de vestir porque quería salir con pendejos inexpertos para el amor. Y ella estaba chingue y chingue. 

Que no me portara así, que los weyes me iban a cojer (cosa que yo quería, la verdad, porque desde los diecisiete quería y ya). Que no me maquillara, que hay que ser una dama en la mesa, pero no una puta en la cama... yo le dije que ni me interesaba a andar con weyes a largo plazo y que pues, me valía madre eso. 

Pinche vieja la verdad, ni ella se aguantaba. 

Yo la mandé a la chingada, porque pues, ¿no que ella no me quería? ¿que ella se sentía mal cuando le hablaba? Yo creo que nada más quería estar mamando. 

Igual, nunca la entendí. Nunca me dolió que se fuera. 

IV

Por eso, cuando pienso en Adriana de Master Chef me recuerda un poco a ambas. Una mujer que, aunque, la quieran, aunque la favorezcan, aunque hayas pasado cosas buenas o malas con ella, ella no dejará de llevar su amargura con ella. Vive enojada, se nota que tiene muchos problemas desde antes. 

He prestado atención a sus entrevistas y Adriana sufre mucho: sufre con José Luis, sufre con Oswaldo, sufre con David. Sufre si Meche e Itzel no la quieren, sufre si Rolando le echa porras a Eruviel. Sufre y se siente destruída. Sufre y llora aunque gane todos los retos. 

Y, cuando gana otro, basta ver su lenguaje corporal: mueve su cabeza como si tuviera una especie de radar o antenas, desorbita sus ojos, baja la boca y hace su misma mueca de amargura. Como que no es suficiente eso para el vergo que le debe la maldita vida. 

Me imagino a Adriana Salcedo, al día después de la imposición de su triunfo. Se levanta, se ve al espejo: es la mismo vacío, tiene el mismo problema: el dinero, el triunfo, no la ayudó. No interesa ya, porque ya nadie quiere recordar su temporada. Ahora es más antipática, quiere sentirse diferente, pero nadie le cree, ni ella se cree. La vida se ha vuelto agridulce para ella, porque tiene que empezar otra vez. 

Adriana tenía amargura dentro de si, tal vez porque necesita otro tipo de ayuda: siempre se refería a sí con palabras como quebrar, destruir; con indiferencia, de forma vengativa y despectiva. Entre más le daban lo que querían y entre más obstáculos enfrentaba, más frustrada estaba. Otros concursantes, aunque tenían fracasos, eran más resilientes. Buscaban soluciones y aguantaban vara. Era una lucha contra los jueces. 

Ella, por su parte, sólo se preocupaba por tener alguna relación tóxica o bien, jactarse de su triunfo para perjudicar a otros. No justifica su dolor ser una pésima persona. 

Adriana 1 sufría porque su padre no estaba con ella, vivía resentida porque él se fue para enviarles dinero. Ese era el dolor con el que vivía. Y aunque su venganza fue por las cosas: porque creía que debía tener para ser. Obviamente, cuando se dio cuenta que eso tampoco era su felicidad, debió haberse sentido muy triste. 

Adriana 2 tenía una hermana mayor, con la que frecuentemente comparaban. Un día escuché su dolor porque se lo dijo a alguien más. Y no a mí, con la que, frecuentemente comparaban y la hacían sentir mierda. Supongo que muchos años se sentía de esa forma. 

Ellas creían cosas que, supuestamente, ayudarían a aliviar ese dolor. Pero era demasiado tarde, porque perjudicaban a la gente a su alrededor y a ellas mismas. No tenían la inteligencia emocional para expresarse y conseguir una buena amistad. Aunque la vida les mostrara caminos, ellas seguían pensando lo mismo, lo que las hacía vulnerables a sus escasos 12 y 16 años. 

Desconozco qué fue de ambas. Dejé de verlas hace mucho tiempo, porque nunca me contaron lo que sentían. No quiero pensar mucho en lo que hubiera sido, porque son la Adriana que nunca vi. 

lunes, 15 de febrero de 2021

Cuento: Las magias de mi amiga.

 A Gatito 

Cuando fue Navidad quería ir a ver mi amiga, pero estaba enferma. Hay una etapa de la enfermedad, antes de sentirte mejor, en donde estás muy sensible, con tratamiento, con cuidados y comiendo bien. 

Empecé a ver el Tik tok del cholo que iba al ritmo de Fleetwood Mac, poco después puse la canción. Estaba llorando mucho, porque la extrañaba, como si hubieran pasado muchos años. O igual era la nostalgia. 

Un día vi una foto en donde tenía fleco y juro que me dio vibra de Stevie Nicks. La Bruja Blanca, gracias a la serie de Ryan Murphy. Ella me recuerda a ese tipo de hechicería que es con música, con alquimia, con hechizos para el bien y pociones hechas con distintos sabores. Con un leitmotiv de The Edge of Seventeen o How soon is now? de los Smiths. ¡Ese tipo de magia!

Recordé el día que fuimos a comer: un gyro, papas bravas, un hotdog y helado, ¡mucho helado! Recordé que estuve riendo con ella y que estuvimos muy bien. Comí muy tranquila. Luego tomamos coquitas, su bebida favorita. 

Ella ya tenía sueño y se tenía que regresar a su casa, de regreso ya iba cabeceando. Hablamos un poquito más. Es buena amiga. 

Cuando se fue se perdió entre la gente, pero alcancé a ver a un gatito que se iba para donde ella se fue. Justo donde le perdí la vista, el michito apareció. Ahí empezó la magia. 

Ese día mis alergias me dieron tregua y la coquita, que a veces me despierta, no me hizo nada. Dormí bien porque estaba contenta. 

Otro día que salimos la comida sabía deliciosa. Era la misma comida que comía en ese restaurante. Pero no era el espacio ni el tiempo que no había ido, empecé a notar que con ella todo sabía mejor. 

Los helados, las hamburguesas, las coquitas. Pero era algo maravilloso, también la vida, una conversación, un momento, caminar por el parque, una película. Hasta la ida al transporte para regresar a casa. 

Luego ella se iba y yo alcanza a vislumbrar un pequeño gatito. A veces era negro, luego calico, luego como tigrecito, pero todo concordaba, es que se iba a rápido a su casa y así se transformaba. No creo mucho en la hechicería o la magia, pero a veces las casualidades suceden. 

Ya que me recuperé, cuando comía, a veces todo sabía muy rico otras no tanto. No sabía lo que era. Era una escéptica, a veces muy crédula, pero la verdad es que dejé de creer en cosas. 

Entonces fue que recordé por qué la extrañaba y por qué todo sabía mejor con ella: porque en verdad disfrutaba de su compañía, su magia, la forma en que conectamos y lo que teníamos en común. 

Ella me escuchaba con paciencia y proponíamos cosas, siempre estuvo abierta a ir conmigo a donde elegía, pero yo también estaba de acuerdo con ella cuando me decía de un lugar. Ahí también había magia. 

Cierto día, antes de que me enfermara de la garganta, inauguraron una dulcería. Y, palabra, yo entré a comprar unos dulces para tener reservas para el invierno: no sólo encontré dulces deliciosos y difíciles de conseguir, sino que empezó a sonar THE EDGE OF SEVENTEEN! Reconocí la voz de Stevie, la Bruja Blanca, era ella. Ella y mi amiga. ¡Como si me dijera que estaba bien! 

Y, sobre lo de convertirse en un michito, yo creo que si es cierto. No he visto al gatito y a ella en el mismo lugar. 

De las últimas cosas que le propuse, fue que salgamos más: un mes comer por aquí, el siguiente por allá. Sin ser un día especial o por una fecha que inventamos. 

Y así hasta que ya no haya pretexto, mas que compartir nuestra compañía. 

Porque cuando ella aparece, hay magia y gatitos en cualquier lugar. 

miércoles, 13 de enero de 2021

Canciones con filosofía: Será que hoy

Acepté un trabajo en Santa Fe, de esos trabajos que detestas pero que te acercan a cosas. A partir de marzo fue un infierno, porque dos narcisistas me acosaron hasta querer acabar conmigo. No lo lograron, pero el sentimiento agridulce sigue. 

Todo comenzó un día que iba tarde. Ni modo, se lo regalé a la vividora esa y a la narcisista asquerosa. Ni siquiera tuvieron piedad y las dos se unieron para insultarme, para decirme cómo hacer mi trabajo. Me decían que no mintieran y ellas robaban, una cometió fraude pese a tener dinero, la otra se dio su encerrón con el ex jefe de su esposo. Mentiras, gaslighting, insultos y constantemente, se veía comprometido mi espacio personal. 

Por desgracia a la narcisista asquerosa le dieron mi trabajo, porque supo aliarse con Ximena y porque supo causar lástima, me hizo esa porquería y nunca tuvo ninguna consecuencia. 

Un día de agosto, cuando todo pasó, me desperté pero ya no quería levantarme de mi cama. No sentía nada, todo me daba asco. La vida, esas malditas ogetes, me daban asco. Seguían ahí y no había nada que pudiera hacer

Y se abrieron todas mis heridas: aquella de sexto año en que una estúpida me agredió, otra en donde me pendejearon, mi familia me dio la espalda, mi familia me insultó y me quedé sola. Mi mamá me confesó que me iba a regalar. Me sentía muy sola. 

Pero era que él ya no estaba. Mi padre había muerto y no había procesado su duelo. No me importaba tanto haber sido abusada, igual vivo enojada conmigo por la porquería que son otros. No era nada más eso... era la infinita tristeza porque siempre me faltaría. Eso fue la vida haciendome pagar todo lo que no hice, o una injusticia cósmica. 

No era sólo el abuso que había sufrido, era que me sentía sola e indefensa, era que vi toda mi vida pasar y no valía la pena. Debí haber hecho más, debí haber sido mejor hija. 

Me levanté con el pie izquierdo desde que supe que él moría. Y en mi necedad y egoísmo quería que se quedara conmigo. Porque la vida no sería igual sin mi papá. 

No estaba lista para volver al mundo. Debí haberle dado voz a mi dolor. El no hacerlo me generó una depresión terrible, de la cual me tomó tres años salir. Y nadie se compadeció de mi, nadie tuvo piedad conmigo. Ni la vida, porque viviría un duelo tres años después y acoso sexual al siguiente año. 

Porque nunca me había hecho tanta falta como hoy, era él el que faltaba. 

Armando Manzanero, el Burt Bacharach mexicano, murió el 28 de diciembre del 2020, una pérdida irreparable porque con sus composiciones le dio voz al dolor y al amor de muchos mexicanos. 

Descansa en paz.