sábado, 8 de octubre de 2022

El monster y la coquita

Durante un tiempo mi detonante fue la coca de medio, en botella de vidrio y el monster energy, esa bebida que anunciaba André Pierre Gignac, por la siguiente historia. 

Juan y Omar solían burlarse de todas las personas que pasaban por el centro: Omar era un gordo idiota y el otro tenía tendencia a la obesidad, pero como trabajaba en cosas que implicaban movimiento, mantenía su peso estable. 

Gordo y gordo de clóset tenían la siguiente rutina: comer de lo que ordenaban en el Zócalo, que era pura comida rápida o algo de una tienda de conveniencia, el maridaje de esa comida culera era medio litro de coca cola, de la vidrio, el envase negro y más chingón. Omar comía su comida y snacks, Juan solamente guluzmeaba o comía algunas cosas que le convidaban, después de comer su pollo y arroz seco que le mandaba su esposa con... ¿amor? ¿obligación? ¿compromiso? 

Después de la hora de comida, llegaban aquellos que no habían vendido o aquellos a los que les saboteaban las ventas otros pendejos y los mismos compañeros. Omar iba por su snack que eran unas palomitas grandes de mantequilla y un cigarro. Junto con su amigo se acababan el paquete entero, acompañado de ¿qué creen? ¡CLARO! Otro medio litro de coca cola negra y deliciosa. 

Cierto día el gordo de clóset, pendejo como siempre se burló de que yo comía muchos dulces, recuerdo que me dijo: Pues ¡con razón estás tan feliz, Andreita! ¡Si tú comes puro azúcar! Acto seguido, le dio un sorbo a su medio litro de coca cola, porque el puerco bofarrón no tenía condición física. 

Y, sé lo que están pensando: es probable que Andrea no sea una modelo, no sea flaca y coma igual de mal que ellos: y es cierto. Pero ¡tantita madre! Esos pendejos siempre estaban jodiendo con lo que comía o dejaba de comer la gente cuando ellos no son partidarios del plato de buen comer. 

Bastaron algunos días para que el gordo de clóset de Juan fuera un gordo declarado: dejó el trabajo (o, igual lo corrieron, no lo se), pero siguió comiendo igual, con lo que, no tendría por qué burlarse... Antes al menos tenía salud: ahora ya no tiene nada. 

Ambos gordos se sentaban a perrear a la gente, a burlarse, a criticar, mientras comían como si no hubiera mañana. Señalaban todo y a todos, se burlaban si perdías ventas, se burlaban si te iba mal, porque ellos tenían quien los protegiera, aún siendo unos pendejos. Fingían que eran buenas personas, que querían a la gente con la que convivían. 

Ese desórden alimenticio quizá cubría otras carencias, su mala leche, el hambre que sentían porque no podían llenarse del prójimo, lo que consumían para pasar el día largo, en un trabajo mediocre, porque, ciertamente, eran unos mediocres. 

El más gordo: un envidioso que no pudo soportar, ni tomándose toda la coca cola del mundo, que yo estuviera en un trabajo mejor. El gordo de clóset, del que me defendí cuando se quiso burlar de mi, siempre se escondía bajo las faldas de otras mujeres, mientras humillaba a su esposa. Si así trata a una mujer que supuestamente ama, ¿cómo ha de tratar a los otros? 

Omar también tomaba de esas latas de monster como si fueran agua, supongo que cada quien se destruye como puede y con lo que quiere... yo prefiero comer azúcar y chatarra, prefiero comer como imbécil y no cuidarme, pero no me gusta decir que hago algo para cuidarme o ser cínica al respecto. Prefiero hacer cosas que funcionen para mi y hacer cosas que me gusten. 

Pero disfrazar algo placentero, algo que viene de la conexión, de algo horrible y de envenenarse criticando gente... eso es de lo más asqueroso de la vida. 

Ambos eran asquerosos, hipócritas y se dedicaban a tirar veneno... pero en el fondo, no disfrutaban lo que hacían, porque bastaba que le fuera bien a alguien más para que el ciclo continuara: envenenarse, comer basura y burlarse y envenenarse. 

Hace mucho que no veo a mi amiga... quisiera invitarle una deliciosa coca cola, mientras compartimos anécdotas o una comida. Me siento desgraciada porque no he podido salir por mi trabajo en casa, pero honestamente, si quisiera volver a verla. 

Es bien chingón cuando hablamos, porque, aunque a veces compartimos lo que nos pasa o cuando las cosas no están bien, no nos estamos envenenando cuando comemos, no creemos que es bueno para nosotros que a alguien que nos cae mal le vaya bien. De hecho, muchas personas que no me agradan se han destruido solas. Y esas son las que siempre están criticando a los demás, las que nunca se ven, las que te dicen de lo que comes mientras se toman 1 litro de coca y medio de basura... 

Voy a invitarle esa coca a mi amiga, porque es nuestra bebida favorita y me voy a sentar y tratar de olvidarme un rato de esos dos pendejos y de los demás, de todo lo malo que pasa. Voy a tomar un sorbo y disfrutarla de verdad, porque, pocos placeres hay en la vida. 

Y no lo voy a disfrazar de convivencia el salir a hablar mal de la gente, una vez que esto se acabe, lo más seguro es que serán ellos los que se van a perrear. Puedo predecirlo. 

A esos dos gordos, van a necesitar más que eso en sus vidas.