lunes, 16 de mayo de 2016

Cuando tienen razón

Los maestros... rara vez tienen razón. A mi me han tocado aquellos que: 

- Reducen la materia en aras de que no se note su poca preparación
- Creen que explican muy bien cuando sólo dicen lo mismo, pero más enojados
- Aprueban el acoso escolar y creen que a uno le falta carácter. (Ante esto quisiera verlos cuando tienen una tragedia, decirles cuando se derrumben: A usted le falta caracter... Es lo mismo) 
- Los que creen porque dijeron algo bien, eso es la verdad. Y lo repiten ad nauseam 
- Los que odian a los superdotados
- Los que odian a los que no son capaces
- Los que creen que sólo hay una forma de ver la vida y de hacer las cosas
- Los que tienen traumas y se los quieren inyectar a los alumnos. 
- Los que toman, falazmente, la vida personal, para creer cosas sobre tu futuro y sobre lo que dices y haces. Hacen juicios morales idiotas. 
- Los que, desesperadamente, te intentan boicotear... para que haya más como ellos. 

Pero a veces hay maestros que no son así. Y es tan extraño verlos, tan extraño que te hayan enseñado y educado. A veces confieso que esa regularidad es tan común que se convierte en una ley... pero a la vez, me alegra el corazón que ellos sean la anomalía. Y que los haya encontrado yo. 

Mi pero pesadilla sería haberme convertido en esos maestros, los maestros que me molestaban y que no hacía nada. Que querían verme abajo de ellos... pero que nunca pudieron hundirme. 

Es cierto que hay alumnos difíciles, alumnos que será un reto siempre (por ser muy buenos o muy malos) pero hay que admitir que eso se aprende. Nunca observé al maestro como un estudiante, porque siempre creían saber todo: eran pasivos y conformistas. 

Cuando encontré a un maestro que tenía razón... me ilusioné, los colores volvieron, las ideas fluyeron. Años de creer que no tendría esperanza, se fueron con una palabra de aliento, con una nueva representación o una nueva hipótesis. De repente, ya no me sentí tan sola. Ya no sufría más. 

Y los dieces: los dieces genuinos y con esfuerzo volvieron, no con trabajos mediocres ni con ideas tontas. Hasta la universidad, aprendí a ser alumna. En la escuela, aprendí a no interesarme por nada académico. 

Pero ellos me salvaron... Tenían razón sobre lo que me decían y sobre lo que quería encontrar. Busqué la forma de agradecerles, pero nada... eso no se pagará con nada. 

Felicidades maestros, como Eco o Bowie, no mueran nunca: vivan en su obra y haciendo lo que quieren, porque de ustedes será el reino de los cielos. 

Gracias. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario