jueves, 31 de diciembre de 2020

Los peores años de mi vida

Tengo mucha culpa del sobreviviente: porque no he vivido las tragedias nacionales ni mundiales. No me pasó nada, no perdí a alguien, no me fue tan mal... De hecho, no recuerdo que fueran años tan malos. 

Del 2016 recuerdo que caí en depresión, detonada por dos abusadoras narcisistas: una de las peores compañeras de trabajo y una de las jefas que parecía CEO, pero en quebrar sus propias empresas y de ocultar fraudes de forma ineficiente. 

Ambas me hicieron la vida imposible y me mostraron que la gente puede ser asquerosa con meses de conocerlas, que, no vaya a ser que les mientas porque sufrirás su ira narcisista. Pero si ellas te mienten, descarada y cinícamente, si triangulan en tu contra e inventan cosas sobre ti, es porque, como todo agresor, creen que tú te lo mereces. Y que ellas son buenas. Y que se irán al cielo. 

Como todos los narcisistas, les ha ido mal y no tengo nada de qué alegrarme, pero tampoco me compadezco de ellas. Siempre vivirán una vida que no tienen. 

Todo esto fue en los primeros meses del 2016, ya en 2017 fue el sismo y no me pasó nada. Si bien recogí basura cerca del metro para que no se taparan las coladeras, sólo hice eso... No hubo más. 

2018 estuvo mal, pero pues nada interesante. Al final del año entré a uno de los peores trabajos que he tenido, en parte porque necesitaba dinero. Pero una vez que pagué mis deudas me salí. Días después de mi renuncia, seguían hablando de mi con su coraje y envidia. Cambié de trabajo, igual hubo otros compañeros abusivos, pero estuve más tranquila. 

Ya en 2019 todo empezó a caer, por duelos que no había solucionado. Porque sentí que eran dos duelos en uno. En 2015 fue mi padre, en 2019 fue mi tía. Es como si te golpearan una vez, pero se siente como dos. 

Lejos de que el mundo se cayera, a mi no me importaba, porque ya estaba muerta por dentro. Me di cuenta que lo que me hacía falta, era mi familia. Obviamente pensé en los dilemas de que les tocara la pandemia, pero yo preferiría estar con ellos. Siempre lo haré porque los extraño. 

Este año no me pasaron las grandes cosas, pero aprendí a cuidarme como resultado de esa depresión; examiné mi culpa y mi autodesprecio y mejoró mucho mi salud mental el hecho de no tener que desplazarme ni comer en lugares insalubres. Mejoré mucho al no tener que tratar con personas conflictivas y narcisistas. Mejoré mucho al dar de baja mi cuenta de facebook que no use desde hace dos años. 

El 2016 fue una secuela completa del 2015. Y el 2020 del 2019. Porque ya había perdido algo que nada podrá reemplazar. Si bien tengo ciertos recursos emocionales y laborales, aún me falta mucho por valorar y aprender. No dudo que vienen cosas peores, principalmente por mi lugar en mi familia, mi género, mi forma de ver el mundo y de cuestionar los hechos. Pero me siento bien que no pasó a mayores y que todo se detuvo para que tuviera un poco de tranquilidad. 

Sé lo que se siente perder a alguien, sé lo que se siente perder y crecer es aprender a perder: a los que amas, trabajos, oportunidades. Entender que no eres gustado y que no te quieren, que no te dejarán trabajar porque tienes recursos, que la envidia que provocas es muy fuerte para gente que no tiene nada. 

Pero por otro lado, sé que nos tenemos a nosotros, que los mejores planes son de la gente y para la gente. Que la vida es buena con pequeñas cosas y que siempre hay que buscar una alternativa. Sé que hay que fijarnos más en lo que se hace que en lo que se dice. Y que nadie se va sin pagar lo que hace a otros o a sí mismo. 

Dentro de lo más oscuro de mi ser, de mi desprecio y de mi auto-odio, de mis peores y más bajos momentos, de lo más avergonzante que pueda contarles, de mis fracasos, créanme cuando les digo que hay que tener esperanza. 

Bertold Brecht dijo que la esperanza no ocurre cuando todo está bien, sino que se tiene a pesar de cómo resulte todo. Siempre hay que tener esperanza, porque estamos del otro lado del azar y las cosas pueden cambiar de un momento a otro. 

Y así, cada año, sabremos que es lo que importa más. Felices fiestas, queridos lectores. 



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