jueves, 5 de enero de 2023

Sally la Fisicoculturista asesina o aprender a defenderse

 El fisicoculturismo no es uno de mis temas favoritos, de hecho, es un tema que me causa algo de desagrado. Yo se que tengo una figura poco menos que aceptable, pero, honestamente, no me agradaría ver a un fisicoculturista de cerca. 

Tampoco me gustan esos mamadores de gimnasio que creen que la obesidad es un problema moral, ni los dizque deportistas extremos, ni los yogis ni los veganos. Una conocida que me trató mal era vegana y se paraba el culo con eso, pero era una mierda de persona. 

La verdad, muchas cosas relacionadas con la superioridad moral del deporte o alimentación, me cagan mucho. 

Para el caso de los fisicoculturistas, tienen una forma de ser muy rígida, algunas de las conductas que observé las confirmé en esta serie documental. 

Sally McNeil es una ex soldado que participa de los concursos de fisicoculturismo, pasión que comparte con su pareja Ray McNeil. Sally cuenta como, los prejuicios, el sistema de justicia y de salud y su historia personal, jugaron en su contra cuando le disparó a su esposo. 

El documental aborda temas relacionados con la salud mental, principalmente el estrés postraumático y la necesidad de desarrollar fortaleza en momentos de abuso. McNeil fue buleada, abusada por su padre (el cual la golpeaba), con una madre negligente y alcohólica, abusada por su ex pareja y por su marido Ray McNeil. 

Su deslumbrante físico y fuerza la hicieron presa de prejuicios: ¿por qué una mujer tan grande y fuerte se dejaba golpear por un hombre al que podría cargar? ¿por qué, si era violenta, no se defendió? ¿Por qué si era fisicoculturista y sabía de rutinas, de fuerza, no hizo nada para parar un golpe? ¿Sally era una amenaza? ¿Le falló a Sally el sistema de justicia? 

Las respuestas, por supuesto, se encuentran en nuestras creencias absurdas, irracionales y estúpidas que tengamos con respecto a McNeil, la cual si fue una víctima y una esposa abusada. También tienen que ver las creencias pendejas que tengamos acerca de la feminidad, de la vulnerabilidad de las mujeres, pero también de su ira ¿qué sucede con la ira femenina?

La ira no te hace más inteligente, ni te hace ganar ni darte a respetar: es una presión muy grande que te hace tomar las peores decisiones, te envenena lentamente, te hace sentirte estúpido, insuficiente. Hace que los otros te tengan a su merced. 

Por supuesto, no es que la gente que sea agredida sea imbécil, sino que desarrolla ciertos mecanismos y respuestas para elegir otro camino. También, esa gente que no se defiende se ha enfrentado a grandes injusticias: además de ser llamados dejados, pendejos o débiles, hay un sistema detrás que no les proporciona justicia, que los catiga por ser víctimas y una sociedad que los estigmatiza y siente pena por ellos. 

Ante esto, no es casualidad que una víctima presente estrés postraumático, tenga problemas de confianza, de control de ira o de moderación; se le olvidan cosas o ve al mundo como una amenaza, tiene miedo del entorno y de sí misma. 

Aprender a defenderse 

Lo que nos hace daño, más que los golpes o insultos, son las creencias tan estúpidas de la gente pendeja: 

- Pero defiéndente, ¡no te dejes!

- Es que te ven débil 

- Es que tienes que ser fuerte

- Es que tienes que formar tu carácter

- Con amor lo voy a cambiar 

- Una tiene que aguantar. 

Recordé a aquellas parejas que fingían felicidad ante mi, muchas de las chicas decían que yo les tenía envidia, pero ellas creían que podían cambiar a su esposo, un hombre al que no aceptaban y al que le recriminaban cosas; ellas que sufrían violencia o creían que les hacían un favor por estar con ellas. 

No saben la cantidad de gente que me ha llamado amargada, quedadad y fea porque no acepto migajas de amor, porque no creo que el amor vaya a cambiar a la gente. La gente no cambia cuando nosotros queremos y puede que no sea para bien. 

No saben cuantos hombres me han llamado golfa, urgida o cualquier insulto cuando discutieron conmigo y amenazaron con dejarme, pero que volvían a la semana siguiente a querer tener sexo conmigo, de alto riesgo. Ante la negativa, los insultos eran más fuertes y culeros. 

Cuando me decían que tenían a otra mujer, una que si los complacía y de la cual, sí estaban enamorados, yo les decía que adios, que se fueran con ella. Uno de ellos, llegó a amenazarme con golpearme, porque pensaba que yo le suplicaría. 

Otro más me amenazó de muerte en facebook porque no acepté salir con él después de denunciarlo por robo y acoso: no tuvo consecuencias de dichas amenazas mas que una contestación y un bloqueo, pero, hasta la fecha, no tengo cuenta de esa red social, porque sé que va a atacarme si tiene la oportunidad. 

La cantidad de mujeres que creen que se merecen el abuso, que consideran que su amor y sacrificio hará cambiar a ese abusador; la cantidad de hombres que creen que torcer la forma de amar les traerá a la persona indicada, es dolorosa y abrumadora. 

A lo único que puede cambiar es: de ser insultada, serás golpeada; de estar golpeada, puedes caer en el hospital; de estar viva, vas a cambiar, pero a estar muerta. La violencia escala, nunca se detiene. Y cuando está rodeada de creencias que reafirman nuestras carencias e inseguridades, mucho más. 

Tuve una experiencia desagradable con un agachón al que su mujer le revisaba el celular: siempre me decía que tenía que aprender a defenderme de un señor traumado que me gritoneó en el trabajo. Lo curioso es que, aunque se defendía del traumado, con su pareja no había ni siquiera un ápice de cambio. Este pendejo gusta de las relaciones tóxicas, con mujeres conflictivas y manipuladoras. 

Pero no fuera yo porque siempre tenía el comentario perfecto, el consejo dizque sabio, la opinión nunca pedida. Él, un hombre que agradecía el maltrato de su padre, cuyas golpizas recibía casi a diario; él que piensa que eso lo hizo fuerte y que le ayudó a ser quién es: una persona con problemas de confianza, de inteligencia emocional, entrometido y cobarde. Que hablaba a tus espaldas e inventaba chismes para confrontarte con tu agresor, que habló mal de su actual novia porque no le tenía confianza, pero la cual, es seguro que sigue revisando sus pasos. 

Ese idiota se creía listo, pero era el peor de los ingenuos: era visible su amargura y enojo con la vida. Hacía dietas constantemente, creía que un cambio exterior solucionaría todo lo malo en su vida, creía que no se equivocaba. Ese fue su error. 

Al igual que esta pareja de fisicoculturistas, ellos creían que el deporte, el estilo de vida y los concursos solucionarían las huellas del abuso, sus relaciones destructivas o la falta de amor. Cuando se dieron cuenta, los problemas seguían ahí, porque no era la fuerza de su cuerpo: era un cambio de estructura mental, de creencias y un trato más ético en sus relaciones, en especial con la persona rota que eran. 

Hacer las pases con el tonto que fuimos, no sentir pena por él, pero comprenderlo, tratar de entender, tratar de ser compasivos y perdonarnos, esa es la verdadera fortaleza, no es la que obtenían de un gimnasio o de los concursos de esta disciplina. 

Sobra decir que tanto Ray como Sally tenían problemas de confianza, de abandono, de poner límites y de comunicación, no conocían la asertividad ni las direcciones de una relación; no obstante, Sally entendió que mucho de lo que consiste amar, radica en perdonarse y en aprender a convivir con uno mismo. 

Killer Sally está disponible en Netflix. 


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