domingo, 9 de abril de 2017

Los pendejos son aspiracionales.

Yo lo entiendo: las mejores decisiones no las tomamos por personas inteligentes. Yo quería a los 12 años ser comediante y mi ejemplo era Omar Chaparro y el programa que veía era Black and White. Siempre recordaré está vergonzosa pero gran historia de mi vida. 

Yo quería mi programa unitario de comedia, en donde sería la guionista y haría la música. Y ni siquiera sabía tocar ningún instrumento. No es la primera vez que hacía algo así: muchas veces me metía a clases que no quería o quería escribir y hacer guión sin tener las herramientas necesarias para efectuarlos. La verdad no lo busqué así con gran afán porque si no ya lo estaría haciendo o algo así. 

Quería una vida sin pensar tanto, con la risa, con la comedia, me cagaba ser de los inteligentes porque no me servía para nada. Nunca me gustó la escuela, ni las materías, odiaba a mis compañeros y maestros. Siempre me iba a otros medios: a mi amada televisión por cable, a la música, a la vagancia. Quería una finca en donde tuviera todo para mí y nada para el mundo. 

Cuando me decía que por qué no hacía algo, decía que era porque la escuela me quitaba mucho tiempo. 

Siempre creí que mis locutores favoritos eran filósofos... por desgracia, yo no sabía cómo ni por qué, pero siempre me gustó, nunca supe cómo era ni qué leer ni qué hacer para convertirme en filósofa, pero algo me interesaba y me llamaba de ahí. Yo digo que ese accidente fue la vocación. 

Luego conocí a Seinfield e investigué más sobre la vida de uno de mis filósofos favoritos Matt Groening. Se me quitó lo pendeja un poco. Sólo un poco, porque no conocía la filosofía. Mi mundo se abrió desde entonces. 

Cuando conocí la filosofía me quise salir de la carrera como cinco veces: en segundo, tercero, cuarto, séptimo y octavo. Odiaba a la filosofía con todas mis fuerzas... porque no podía hacerla como era en mi cabeza. 

Pero regresaba porque un día tuve una epifanía: la filosofía me mostró cuán pendeja era. Y lo único que pude decir fue: Gracias. 

A diferencia de las personas que me lo habían dicho, que sí, eran mucho más pendejas que yo, la filosofía me dijo que pensara menos impulsivamente, que eliminara todos mis choros, que examinara mis creencias y que fueran coherentes con lo que yo quería, que al menos tuvieran una justificación basada en un conocimiento. Me dijo cómo y en qué era pendeja y no sólo eso: cómo podía tener herramientas para cambiarlo. 

Obviamente que también me confundí, también me aterré, me volví peor de nerviosa (tengo unos detonantes desde que estudié en serio), mi racionalización y temor se agudizó... Pero era mi vida y no estaba dispuesta a abandonarla. 

Por primera vez tenía una vida y algo que me gustaba mucho: por esa idea yo defendía mi trabajo, me enfrentaba a algunos bravucones y callaba hocicos. Por esa maravilla de la filosofía comprendía el mundo, sabía de mejores y más cosas. Quería comerme el mundo sin importar la indigestión. 

También pensé: es que en la filosofía no hay pendejos: es un antídoto para la pendejez, el maniqueísmo, los falsos ídolos, la falta de empatía, la injusticia. Filosofía fue mi bote de salvación, mi grito de guerra y mi modo de vida. 

Y todo fue por mi temor crónico a los pendejos: a no creerles, a no seguirlos, no imitarlos, ni agradarles. Me puedo morir mañana o nacer sola, pero eso si: Lo pendejo se pega y es peor que una pandemia viral. 

Los pendejos son aspiracionales: se creen que tienen la razón y hacen ruido para que los volteen a ver, creen que están por encima de otros, creen que si no es para ellos, te lo tienen que arrebatar; nunca aprecian a nada ni a nadie, nunca ganarán, por más que se empeñen en demostrarlo, o los metan sus tíos u otros pendejos en puestos de trabajo.

Y yo, con tal de alejarme de ellos, prefiero ser como soy siempre, seguir hablando y pensando como soy yo. Eso los repele y me mantiene a salvo. Prefiero ser yo. 

No es lo mejor que puedo decir, pero un pendejo, con tal de que tu no quieras lo mismo para ti, te acerca a tu verdadero destino. 

Pinches pendejos. 

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