miércoles, 4 de abril de 2018

David Byrne o la belleza de lo raro

En este blog se ha dicho que es un privilegio ser raro, en el sentido de ser diferente, de hacer ver a otros cosas que nunca en la vida se les ha permitido ver. Ser raro como un ejemplo del desafío, de embeleso, las ideas y formas que se salen de la norma. Ser raro no es un insulto que refiera a la intolerancia o a la ridiculización. Es una apreciación increíble. 

Hoy acabo de ser testigo de algo que mis ojos jamás volverán a ver, es la belleza, el genio y las canciones de David Byrne, una imagen que he admirado desde mi adolescencia. 

Conocí a Byrne por su etapa electrónica (Lazy con Xprses 2), por el capítulo de los Simpsons (¿Dónde está mi rancho); cuando me desvelaba oyendo a Mariana H por imagen, ella ponía la canción Toe Jam, la de Loco de Amor y también la de Lazy. Pero sabía poco de los Talking Heads, porque no me gustaban tanto como ahora. 

De hecho me gustaba mucho la canción Genious of Love, de Tom Tom Club, pero no lo relacionaba con él, no pensaba que se tratara de un grupo derivado de Talking Heads. 

Debo reconocer que Jis y Trino formaron mucho de mi gusto musical y de las fuentes de información sobre artistas de culto. Sin ellos no habría podido reconocer muchas de las canciones de Talking Heads y las referencias de Byrne. Pero volveré a ese punto más adelante. 

También... dada mi situación emocional, no me daba cuenta de que iba a ver a un gigante, un rockstar que ha inspirado a la música actual, un verdadero genio musical. No caía en cuenta, hasta que empezó el show: una combinación entre performance, pantomima, bailes africanos, marching band, teatro experimental y juego de iluminación, en donde el espacio y los elementos se conjuntan para dar una experiencia musical, no así un gran concierto. 

Byrne no siguió una cronología en especial, ni dio prioridad a su nuevo material: el rockstar supo combinar la nostalgia, el espectáculo, el baile y sus nuevos éxitos en este evento que tuvo lugar en Teatro Metropólitan. 

Comienza el espectáculo con la caída de una cortina, que sirve para que los músicos y bailarines de Byrne entren y salgan de escena, así como también para el juego de luces y pantomima. 

La canción que me hizo despertar, irónicamente fue Lazy, con la que recordé el icónico video y la voz de Byrne, adaptada a este teatro musical. Buenos recuerdos de adolescencia. 

Después procedería a su etapa como Talking Head: de esta agrupación cantaría Slippery People, Burning Down the House, Blind, This must be the Place, Once in a Lifetime y, mi favorita The Great Curve. Las primeras tres, son las versiones de Stop Making Sense el documental - concierto de Jonathan Demme. 

Pero The Great Curve (la cual conocí por Jis y Trino, en la Chora) creo que es la que se lleva la mejor ejecución y la que tiene uno de los mejores solos de guitarra del rock. Es una canción con un ensamble vocal complejo: en total son tres frases, a saber: 

- Night must fall now. Dar - ker. Dar - ker 
- She is mo - ving to de - scribe the world 
- She has got to move the world, to move the world

Y otro ensamble con las siguientes frases: 

- Divine to define, she is moving to define 
- So say so, so say so

He aquí un video en donde se observa la letra y la armonía, cortesía de Anatomy of a Track:



Por eso es tan difícil de seguir la canción, son al menos 2 coros, más la letra de Byrne. 

En su etapa en solitario cantó Like Humans Do, I Should Watch Tv y de American Utopia, interpretó Doing the Right Thing, Every Day Is a Miracle, Everybody's Coming to my House, para terminar con un cover de Janelle Monae: Hell you Talmbout, al que adaptó al español. 

Cabe señalar que Byrne escribió en 2010 un álbum conceptual llamado Here Lies Love, con la colaboración de artistas como Fatboy Slim, Florence Welch, Cindy Lauper, Natalie Merchant y Sia. Este álbum serviría para adaptar un musical en 2013 del mismo nombre. La canción que interpretó David Byrne fue Please Don't. 

La belleza de lo raro. 

David Byrne es un hombre muy culto. Tal vez todo lo que vio, escuchó, leyó y escribió en su vida, vino a construir este show increíble, en donde el espacio, la capacidad interpretativa y musical tiene un momento y lugar. Byrne aprovecha todo el espacio para jugar, bailar y cantar. Es un hombre jovial, vanguardista y encantador, que no teme transformarse a través de su música. 

Creo que es un camaleón en términos musicales: el rockstar ha tocado de todo, ha experimentado con diversos géneros, sin que ello comprometa su estilo o su concepto. 

Dicen que un remedio para combatir la depresión es acercarse al arte o tener experiencias estéticas, Byrne me ha dado belleza, música y un manejo del escenario que jamás olvidaré. 

Pero las tesis de estética se caracterizan por ser especialmente complejas y polémicas. Byrne me hizo pensar que sólo el rockstar puede ser raro. Sólo él puede juntar la belleza y la rareza en una misma imagen. ¿Quién más puede combinar elementos del teatro para una canción ochentera? ¿Quién puede hablar musicalmente de Imelda Marcos? ¿Quién, sino Byrne puede hacer de la perspectiva y de la imagen un complemento para su música y no una sustitución? 

Byrne formó junto con Talking Heads una generación de músicos que conjuntaron ritmos, imagen y propuesta; pero estos raramente lo superaron. Un ejemplo fue el grupo The Rapture, un poco Franz Ferdinand y, ocasionalmente, Martin Solveig. 

La belleza en la rareza de Byrne lo convierte en un rockstar, en una imagen icónica y en un sonido especial. Alabados sean los raros, porque de ellos será el mundo. 




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