miércoles, 3 de junio de 2020

Sobrevivir a una amiga

En un principio fue Adriana: una chica que siempre se justificaba de romper mis juguetes o robárselos, porque ella decía que no tenía muchos. Justificaba su mala actitud, salvo cuando su mamá la regañaba y me amenazaba con dejar de hablarme si no respondía como ella quería. Una vez le contesté: ¿qué quieres ahora? De ahí, sólo quería que se fuera de mi vida. Se mudó. Fin de la amistad. No recuerdo cuántos años fue. 

Diana era mi amiga del kinder, pero la verdad sólo decía que tal cosa era del diablo y tal del niño, era aburrida y medio ordinaria para tener seis años. 

Pamela se juntaba conmigo en la primaria: siempre la hicieron menos las pseudo educadoras, siempre la trataron diferente. Tenía problemas de aprendizaje y no controlaba sus impulsos. Era una niña grande en peso y talla: a menudo le jugaban bromas por eso. 

A Pamela le gustaba un pocos huevos que se dejaba manipular por su abuelo, un hombre resentido y chismoso que quería verlo triunfar. Este pendejo se dejó mover por él y me agarró odio. Cuando se supo que este estúpido era crush de Pamela, ahí empezó el infierno. 

Durante ese año, Pamela me traicionó, trianguló con una bully que luego se convertiría en criminal. Hablaba pestes de mi con el pocos huevos y luego me las decía. Su padre me detestaba, siempre me hacía menos cuando iba a su casa. Su mamá siempre fue muy buena conmigo, no la merecían ni su papá ni ella. 

Cuando sufrió bullying, Pamela sufrió todo lo que yo sufrí. Tuvo un accidente y de ahí tuvo estrés postraumático. Yo la apoyé, pero ni así duró la amistad, ella tomó partido desde hace mucho por la criminal. Sus papás le compraron un puesto, dejó la escuela porque ya no tenía a alguien como yo, quien la pudiera ayudar y de quien pudiera abusar. Muy penoso, pero sinceramente, nunca funcionó. 

Lupe y Mónica eran dos amigas que me aceptaron. Mónica era buena gente, pero Lupe era egocéntrica. Siempre quería llamar la atención y ser el centro de la nota. Cierto día que dije algo que no le gustaba, se volteó sin más y me dejó hablando sola. Cuando me encontró en facebook y me volvió a hablar, yo le hice lo mismo. 

Mónica, por el contrario, aunque era buena, prefirió la popularidad. De vez en cuando se juntaba con malvivientes y con personas que no la querían. Yo dejé de verla porque nunca iba a dejar a Lupe y porque decidió otra cosa por sobre la gente que en verdad se interesaba en ella. 

Ana Laura siempre se las daba de centrada y de honesta. Y en parte lo hacía cuando le convenía. Buscaba aprobación, en parte para molestar. Y a veces se las daba de crítica para incomodar, pero fallaba porque nunca fue honesta. 

Un buen día me hizo burla sobre lo que hacía, otras veces se quejaba de cómo hablaba y de cómo supuestamente yo le daba por su lado. He procurado no hacerlo, pero sólo lo hice la última vez que la vi. 

Cometí el error de pedirle prestado dinero, además ocasioné que la castigara su madre, una mujer amargada y castrante. Intenté redimirme comprándole un regalo, pero ella dijo que sólo quería comprar su perdón. 

No era así: en verdad pensé que le gustaría el regalo, pero sólo fue el principio del fin: se alejaba de mi cuando le hablaba, me dio por mi lado, me hizo ver como una persona terrible, cuando no lo era. Yo hice lo más sensato: le pedí un tiempo. Me alejé y le di su espacio. Fui honesta con ella y me alejé. Al final, lo de honesta y centrada sólo era para ocultar su falta de criterio. 

Pero cuando estuve lejos de ella conseguí ver algo, sentir algo: era una sensación de tranquilidad y de paz. Ella ya no estaba y no importaba. No le guardé luto hasta después y me di cuenta que le hice mal, que eso ya estaba roto y que ella mintió sobre algo esencial: en el fondo, me detestaba. 

Muchas veces me decía que otras chicas hablaban mal de mi, que decían pestes de mi y triangulaba con algunas de ellas. Cuando se acercó el fin en la preparatoria, ella trató de acelerar las cosas. Aunque parecía que se salvaría la relación... no fue así, ya lo había aceptado: esa tranquilidad fue la señal que buscaba. 

Al final, ella sabía que todo había terminado: cuando la vi en la facultad se 
volteó, como la vez que peleamos. No me sentí extrañada porque así era ella. Esa relación estaba muerta. 

Con Eduardo fue más o menos igual. Eduardo creía que era el más inteligente, el más brillante. Quería que fuera su patiño. Muchas veces se burló de mi y me recordó cosas que me dolían mucho. Trianguló con su mamá sobre los problemas familiares que tenía. El tener problemas era lo que me unía a él. Esperaba que me ayudara, que fuera mi amigo para siempre e ir de viaje por el mundo. Idealicé su amistad porque idealicé su persona. 

Cuando nos peleamos, sufrí mucho, pero descansé. Descansé de una madre dragón y castrante, que me humillaba cada que podía porque no podía soportar que su perfecto hijo me apreciara. Ya envenenados los dos, yo pasé a ser un 

Rocío y Fany fingieron conectar conmigo. Ya se que no fue así. Me ocultaban cosas, en especial lo que pensaban de mi. No fueron honestas y, también preferían la popularidad a la amistad genuina. Yo quería pensar que las tenía de amigas, porque me sentía sola. Pero ya no más, no es malo estar sola 

Con Olimpia y Sandra fue más o menos lo mismo: Olimpia no podía superar su envidia hacia Miriam, una compañera de ética cuestionable en el trabajo, que logró subir por traicionar y convivir con las gente de Capital Bus, en vez de hacer bien su trabajo. Olimpia se quejaba amargamente: nunca pudo superar que otros prefirieran a Miriam por convenenciera e hipócrita, pero según ella, yo era la tóxica. 

Sandra triangulaba con su amante Alfredo: fingía ser mi amiga para decirme de reportes falsos que hacían clientes inexistentes, aunado a que todo lo que le contaba se lo contaba a Alfredo, fuera que tenía algo qué hacer o que me gustaba salir a caminar o que leía libros de filosofía: cuando eres malintencionada y mentirosa todo cuenta. 

Alfredo Miranda me acosó sexualmente, pero ella insistía en que era bueno. Secretamente, Sandra quería convencerme de acostarme con él por ventas, tal como ella lo había hecho. Nada malo con los favores sexuales, el problema es que no me gusta hacerlos porque comprometen todo el buen trabajo que llegues a hacer. 

Finalmente, Olivia, que me ridiculizaba y creía tener la razón sobre lo que debía hacer profesionalmente: extrañamente no le gustaba que ganara más que ella, pero si quería que yo regalara mi trabajo escribiendo gratis para un sitio de cine. 

Criticaba mis manías y obsesiones, pero no veía las suyas. Se burló de la sobreprotección porque interfería con sus planes de ir toda la noche de antro. Se rió de mi cuando el metrobus me agarró la mano y también me hizo ver que odiaba a los gordos, siendo que siempre iba a eventos de comida gourmet y hablaba con muchas personas que les gustaba ir a comer o los festivales gastronómicos. 

Olivia me dijo que no me quedaba bien la ropa, enmedio de gente en el metrobus, eso me hizo sentir profundamente humillada. Yo nunca me metí con ella así. También me criticó por no acabar mi tesis y criticó el trabajo que tenía. Gracias a su envidia, a sus malas vibras y burlas, fue que me cuestioné su agresividad y sus exabruptos. 

Reaccionó de manera exagerada cuando llegué tarde en una ocasión en la que no me sentía bien. Cuando tuve depresión, si bien era comprensiva, también se molestaba y me juzgaba en mis decisiones. 

Cuando se fue, otra vez fue esa sensación de tranquilidad. Porque ya no era mi amiga, perdió su derecho al burlarse de mi, al juzgarme injustamente y al emitir sus opiniones no solicitadas. 

Si he sobrevivido a ellos, que me traicionaron, humillaron y decepcionaron, la soledad no es tan mala, no elegir a los amigos correctos, establecer un patrón de relaciones de dependencia y vivir en negación, eso si que lo es. 








No hay comentarios:

Publicar un comentario