jueves, 26 de noviembre de 2020

Roma o por qué ganó

Decidí volver a ver Roma una vez que pasó la fiebre por Yalitza Aparicio y la temporada de premios. No cambió mi apreciación del por qué ganó el Oscar a mejor película, no cambió la forma en que pensé la actuación de Yalitza ni de Marina de Tavira. No cambió mucho mi pensar en la precisión técnica de la fotografía ni en lo correcta que es la película. 

Lo que cambió fue mi análisis sobre la trama. 

Ciertamente, mi primer lectura fue: Roma trata del concepto de la familia, a saber, familia es con quien tienes algo en común. Tenemos una protagonista que se une en la tragedia con una mujer distinta de ella. Esa mujer es su patrona y ambas saben que el formar una conexión las ayudará a salir adelante y a lidiar con su dolor. 

Pero esta es la lectura superficial de Roma, de hecho, no se acerca a lo que es, ni por mucho. 

Me faltó algo, algo que no vi pero cuya pista me la dio la ciudad de México, los escenarios, las fiestas y los distintos momentos de la vida de uno de los protagonistas. 

Y al fin llegué a eso, porque el trabajo del cómico y del dramaturgo es colocar un espejo frente a ti y hacer que te rías, que te comtemples y que digas: esa imagen es idéntica a mi. Hay también, una exploración íntima de la psique para crear un momento de intimidad único con el espectador. 

Roma, queridos amigos, trata del trauma reprimido. 

Uno no recuerda que en Roma pase algo y pues, a simple vista, tiene razón. Si se enfoca en la historia de Cleo y de Sofía (Aparicio y de Tavira); pero el trauma está tan escondido que hay que analizar la película y buscarlo. 

Cuarón disocia su identidad entre su yo que es el hermano mayor y el superyo, que es el hermano más pequeño y del cual Cleo cuida y quiere más. A través del cine vive mundos imposibles, se da cuenta de las cosas pero no del todo y escapa a su mundo infantil al cual planea integrar a Cleo porque la quiere. 

Uno recuerda la ciudad, los cines, los parques, las vacaciones familiares como un viaje sin igual, los dulces y pastelillos, las películas que le marcaron y que fueron una experiencia... algunos sucesos desfavorables, cuando mamá lloraba o cuando alguien que queremos lloró... pero había cosas muy buenas, pero la nostalgia... pero, papá nos dejó. 

¿Por qué ganó?

Quien ha sufrido un trauma, sabe que ese dolor tiene un refugio en la nostalgia: cuando recordamos con amor, de eso que ya no podrá ser, pero también, cuando reprime entre sus recuerdos algo humillante, oscuro, algo terrible, algo que trastocó su mundo como lo conocía, algo que lo despierta de su sueño dogmático. 

Porque en el dolor y la alegría se encuentra nuestro verdadero yo. Call me by your name nos mostró cómo la alegría de aceptarnos y de amar libremente nos ayuda a encontrarnos a nosotros. Pero Roma se va al otro extremo: escondemos una humillación en el preciosismo de la nostalgia, en un lugar que no existe más y al cual no pertenecemos, pero con el cual tenemos un vínculo inquebrantable. 

Cuando el niño ve a su padre, al principio niega su traición, aún cuando se la señala su amigo, todo sucede tan rápido, pero se queda en su mente y afecta la forma en que concibe el mundo para siempre. 

Y ese mensaje no es obvio, es sutil, pero creemos que Cuarón sólo nos muestra el México de antes, la historia de su madre y de su empleada doméstica, pero olvidamos lo que ellas y él esconden: Cleo esconde el dolor de haber sido traicionada, Sofia esconde el dolor de su inminente divorcio y de no tener un matrimonio perfecto. El niño ya es un hombre, porque el padre ha muerto, al menos en una forma simbólica. 

¿Por qué nos dejó? ¿por qué mintió? ¿qué significa todo esto? Pero esas preguntas son sólo el comienzo de lo dura que es la vida. De lo pequeños que somos ante la inmensidad del mar, que casi traga a los indefensos e inocentes, pero cuyo vínculo con los otros nos salva de lo pequeños que somos. 

Yo recuerdo cuando era pequeña, todas y cada una de las golosinas que comí, las caricaturas, la música, algunos programas de televisión. Recuerdo que quería comprar discos, pero jugar con Barbies y veía las plazas comerciales como los mejores lugares del mundo. Papá nunca estuvo conmigo, los compañeros me detestaban, pero todavía queda mucho, mucho por vivir. 

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