Jaime López, que se percató del peculiar uso de caló y lo musicalizó con el funk, el rock y el mambo, hizo esta canción que tendría un segundo apogeo con Café Tacuba, es un grito de guerra, una declaración de nuestra identidad y nuestra cultura.
López tiene conocimientos, conciencia cultural, como dice el citado locutor. López asimiló su entorno y trajo a la música una representación de la mexicanidad. Sin rasgarse las vestiduras, sin apelar al nacionalismo: sino a nuestras figuras, como la del Pelado, el Pachuco, el Chómpiras, el hablar bailadito, el hacer la crónica de un barrio en donde hay anécdotas tan inverosímiles como decadentes.
Esta canción, o rola, bien podría salir del discurso de esta sección (casi siempre son canciones de amor y declaraciones de principios). Es más como un recordatorio de que hay compositores mexicanos, de que lo diverso no tiene que ser exótico, porque hay diversas caras del país y el supuesto exotismo, es lo más común para otros mexicanos.
Cualquier reclamación a este blog, y a su autora, recuerden que carcacha y se les retacha.
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