Lo vi tocando la guitarra: mi obsesión se alimenta de su imagen, de su porte, de la magia que tiene cuando llega a un lugar.
Él es Page y Plant en uno solo, es la sensualidad y el erotismo: el sudor se deslizaba en su pecho y su cabello brillaba con las luces del escenario.
Su sonrisa iluminó todo el bar: llegó y todos voltearon a verle, con su camisa verde y su pantalón negro. Después caí en una especie de hechizo: estuve embelesada toda la tocada.
Y él tocaba la guitarra sin esfuerzo: la magia de sus dedos deslizándose, su cabello negro bajo las luces, los hombros anchos y los brazos fuertes; la habilidad de un hombre haciendo lo que mejor sabe hacer. Fue erótico, fueron mis oídos y mi cerebro los que se llenaron de él.
Recordé que el rock es sensualidad y el rockstar es un hombre rudo, que domina la guitarra como si fuera una mujer. Y quisiera que me dominara también.
Mi obsesión crecerá al descubrirlo y al verlo. Con cada vinilo, cada presentación y cada clip de internet. La obsesión crece cuando hay cosas malas en la vida. Y cuando él es la única cosa.
Algunas chicas lo contemplaban también: lo anhelaban, fantaseaban con él sexualmente: eran la groupie después del concierto o la exhibicionista que se subía al escenario y se dejaba poseer por él. Él dejaría de tocar y la elegiría. La tocaría a ella.
Beso Negro es el nombre del grupo: un grupo cuyo guitarrista y vocalista irradian sexualidad y testosterona. Musicalmente son rock químicamente puro: mejor que QUOTSA, que Arctic Monkeys, que los Stones... mi juicio me ciega, mi obsesión crecerá y él me seguirá encantando.
Estuvieron en el Imperial, donde vi por primera vez a un majestad imperial, pero ahora veo a un rockstar que es mi fantasía.
Creo que fue el equivalente a mi Woodstock.
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