martes, 14 de noviembre de 2017

José Dimayuga y la biblioterapia

José Dimayuga me ayudó a superar un rompimiento amoroso, le debo que su libro, Afectuosamente, su comadre, me hiciera reír, llorar, sentirme sola y triste y después volver a reconciliarme con la vida. 

Lo conocí en la Feria del Libro de Minería de 2010, hablamos de filosofía y de lo pesada que es... además de que un buen día me lo encontré cerca del metrobús Hamburgo, antes de Reforma 222. 

La trama de libro es que dos personas, una maestra y una vestida, se encuentran a partir de un accidente automovilístico. La maestra cree que la vestida es una mujer muy arreglada, pero con el tiempo descubre la verdad, lo observa tal y como es... comparten intimidad. 

Y es aquí en donde el libro de Dimayuga me ayudó: he compartido intimidad con 3 personas... un maestro, un amigo y una amiga. Y no me refiero a relaciones sexuales, ni orgasmos, ni siquiera una orgía. Me refiero a que me conocieron cómo era. Y les gusté. 

Yo los empecé a tratar por mi profunda soledad, así como la maestra y la vestida, y ellos me ayudaron a salir, a querer hacer cosas de nuevo. Hablaron conmigo, celebraron cosas conmigo y además, aunque no era mi mejor momento, me escucharon sin aprovecharse de mi. 

Cuando cometí el error de mostrarle a un homofóbico la obra, obviamente me criticó y ni siquiera comprendió que no era una obra de nicho ni de la diversidad: lo que Dimayuga logró fue trascender fue que los sentimientos de exclusión, el desamor, la desolación y la necesidad de conexión son universales. No se trata de que seas una mujer ordinaria o parte de la comunidad LGTB para que te sientas desolado... 

Necesitamos un amigo que nos saque de lo ordinario, que nos diga que podemos y que valemos la pena, que, pese a que nos conozca, se quede con nosotros, o que al menos, si se va, nos ayude a superar su partida. 

Podría describir Afectuosamente su comadre como una obra generosa, emotiva, que te confronta con ideas sobre la amistad, pero también con la tristeza de perder amigos y de enfrentarse a un destino incierto. 

El monólogo de la maestra... vaya que me sigue conmoviendo: 

El amor es una perra caliente que busca en dónde poner la cola, dijo usted; ¿se acuerda, Vicky? / Resulta que ahora me pongo a halar como... (¿sería?) a aullar como un animal. ¿Nunca escuchó, en el silencio de la noche, el aullido de una perra en brama? / Era pavoroso. Toda la noche lamentándose. De pronto lo interrumpía para renovarlo días después... ¿O era una gata?... No recuerdo exactamente, pero tengo la seguridad de que se trataba de una hembra. / ¡Cuánto desamparo existe en los sedientos!... ¡Imbéciles!... Todos los hambrientos... Todos los enamorados, ¡estúpidos! Más que estúpidos, ¿verdad? / 

Tal es la imagen que tengo de la soledad, philosofellas. 

Descansa en paz, José Dimayuga. 




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