domingo, 18 de mayo de 2014

Frozen o la dialéctica de lo cerrado y lo abierto

Pues, decidí ver una película de Disney. Decidí ver por qué era tanto alboroto y por qué tanto encanto de las niñas para cantar Libre soy. Quería ver qué era lo que ocurriría... y me encantó. 

Frozen es de esas películas emotivas, que representa un reto intelectual para los niños y para adultos. Trata de dos princesas que son hermanas. Ambas son juguetonas, inocentes y ciertamente se meten en problemas de niños (jugar, salir de casa y hacer tonterías); sin embargo, lo que diferencía a Ana de Elsa, las princesas, es que Elsa tiene el poder de hacer nevar o de congelar lo que desee.

Cierto día, una de sus travesuras se sale de control, lo que deja con una contusión a su hermana Ana. Elsa descubre que tiene que aprender sobre su poder, pero tiene que resignarse a ser sobreprotegida por sus padres, temerosos ante la responsabilidad que tiene la futura reina.

Las presiones de no ser comprendida, aceptada y forzada a esconder sus sentimientos, hacen de Elsa una mujer distante, temerosa e insegura. Contrario a su hermana, tiene que encerrarse en ella para poder cumplir con sus nuevos roles sociales.

Cuando debería ser su gran momento para dirigir el reino, sufre una crisis y su poder se sale de control, así como todos sus miedos. Aunque huye a las montañas y a seguir encerrada (ahora en su propio palacio), Elsa descubrirá que su aparente libertad no es más que su propia prisión. 

La metáfora

El poder de Elsa es una metáfora del carácter: todo aquello que tenemos que re-pensar de nosotros mismos y todo lo que tenemos que enseñarnos a aceptar de nosotros. Creemos, como Elsa, que estar aislado, cerrado en si mismo, pero sólo el amor, la aceptación y la creación con amor es lo que nos salva de ese reino. 

El reino de nuestra soledad, de los miedos, se puede volver prisión. Cuando Lakatos habla sobre el edificio conceptual que encierra nuestras observaciones, habla también de cuidar que este edificio no se convierta en una prisión. Mucha veces esta prisión la construimos con nuestras creencias, inseguridades y, quizá indirectamente, de lo que las personas nos dicen o creen que será lo mejor para nosotros. 

La dialéctica de lo cerrado y lo abierto

Hay muy buenas analogías de las habitaciones de las hermanas con sus respectivos caracteres: mientras que Ana, la hermana menor, es abierta y se mueve grácil por toda la casa, está aguardando a que su hermana salga de ese encierro involuntario, Elsa es rígida, siempre se ve acorralada por su poder, sus circunstancias y por estar dentro de lo cerrado: en su habitación congelada (por sus miedos) y en su gran palacio que es cuando se sabe consciente de su poder. 

Ana se abre a nuevas experiencias, que creen que la salvarán de lo que la vida le ha impuesto (como el primer beso de amor, la búsqueda de algo distinto), Elsa pretende que todo siga de cierta manera, para que nadie la descubra y finalmente pueda resignarse a vivir con su poder. 

Algo que también ilustra la película es, como los grandes poderes se convierte en grandes maldiciones para quien los usa y para quien vive con ellos. Cómo es que las cosas sólo pueden ser controladas cuando hay amigos y personas que te quieran y acepten. 

La creación 

El muñeco de nieve que hace Elsa, Olaf, es una bella metáfora de que nuestro descubrimiento se encuentra en la creación: si bien podemos hacer cosas inesperadas (como la fría nevada), también podemos crear cosas bellas, hechas con nuestro corazón. 

Frozen es una invitación a observar nuestras dualidades: qué dejamos adentro y afuera cuando estamos con las personas que queremos y con las que sólo buscan hacernos daño. La trama es inteligente, es ágil y es una gran experiencia musical. 

También nos invita a identificarnos con los personajes, que, aunque parecen ser un cliché, se descubren ante nosotros como mágicos e inolvidables. 

Termino esta reseña haciéndoles una pregunta un tanto emotiva, una bella secuencia que me hizo recordar que también fui niña: ¿y si hacemos un muñeco? 

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