domingo, 7 de febrero de 2016

Los libros y la fruta

Antes no me gustaba leer... odiaba todo lo que me impusieran, todo lo que me dijeran, libro que me regalaban, lo tiraba a la basura o lo daba al cambiador, no quería que me dijeran cómo debía pensar. 

Así, mi acercamiento a la lectura.

Con la comida fue más o menos igual. No toleraba que me impusieran cosas que no comería, que no me gustaban y que no me hacían bien alguno. Era de las que se ponían mal con ensaladas impuestas y bien con platillos deseados. 

Luego probé un poco más: a veces era el color, el sabor, a veces que no supieran tan dulces, otra más, que no fueran tan exóticas, pero sí difíciles de conseguir. 

Lo mismo sucede con los libros.

Preferiría mil veces leer un libro de mi gusto, aunque no fuera tan bueno, que un libro que me digan que es "lo que hay que leer". Prefiero consumirlos cuando los quiero. 

Lo mismo sucede con las frutas. 

Campañas de lectura y campañas de nutrición. 

Sólo miren las pobres campañas de lectura: gente que no lee o que duras penas reconoce los símbolos del papel, índices de lectura ociosos, mediciones hechas con las posaderas, lectura a fuerza, aunque no tengas ganas, aunque no te interese, aunque creas que vas a aprender algo, lo que sea, sin importar que tenga que ver contigo, te diga algo, el autor te escriba sólo a ti (a veces pasa, en serio), lee por leer... total, siempre serás un estúpido. 

No leas películas, expresiones, no leas circunstancias, canciones, ni siquiera pienses que la lectura trasciende a los libros. Haz que te guste una obligación, lo cual es contraintuitivo y cercano a la neurosis. 

Igual sucede con las pobres campañas contra la obesidad: no seas realista, nadie te amará, atrasas al país, porque de seguro no lees y estas gordo... ignorante, caprichoso, perezoso. Todo es moverte, no importa cómo ni dónde, ni cuándo. 

¿Y si me muevo mucho, bastarán mis 20 minutos de lectura? 

Ni se te ocurra aprender a comer, aprender a saborear, masticar, a descubrir lo que te gusta, por qué comes y qué sientes cuando comes... ni se te ocurra, gordo ignorante. 

¿Qué pasaría si comiera cuando me diera hambre y si leyera cada vez que quiero saber sobre algo? ¿Y si la educación fuera más así? ¿Cambiaría en algo el corazón del hombre? 

Ojalá pasara que cuando la gente quisiera algo se lo dieran, como cuando pide una fruta y un libro, ojalá no se pontificaran y se clasificaran como lo que son: comida y objeto. Ojalá uno se sentara a leer como cuando come una fruta: sin presión, saboreando el jugo, la textura, la dulzura o el sabor. Ojalá uno se encantara cuando lee como cuando saborea la fruta fresca. 

Ojalá no fueran recompensas ni castigos, sólo una actividad, como jugar bajo el peral, ir a la calle, ver la tele, andar en bicicleta, recorrer el museo, pintar con los dedos, comprar algo... 

No es una campaña publicitaria ni nacionalista: es un acto de autonomía, es nuestra decisión saborear lo que queramos. Y como lo queramos. 
En conclusión: los libros y las frutas son un buen alimento, pero cuando se quiere, cuando se antoja, para llevarse bien con uno, no cuando es a huevo, por Dios. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario