sábado, 20 de febrero de 2016

Nadie acabará con Eco

Eco, Bowie, Harper Lee... filósofos que mueren, disfrazados de músicos, de escritores, divulgadores. No quería verlo, creía que vivirían para siempre. 

Y sí, viven para siempre, pero no estarán más, no habrá otra entrevista, no saldrá otra columna, ni otro libro, pero recordamos con cariño lo que nos han enseñado, cuando leímos sus páginas, lo que nos dijeron para hacer mejor las cosas... cuando nos retaron con sus argumentos y desafiaron lo que creíamos que sabíamos. 

Eco me enseñó que la risa libera, que la búsqueda de un libro puede ser un caso cuasi policíaco; que es fácil hacer una tesis, que un científico no es un mago, que tenemos una impaciencia muy grande; que a veces creemos y a veces no, pero no es malo lo que creemos; que el fuego purifica y el sensor sabe lo que busca, por eso ha de quemar los libros, que hay filtros de la memoria, de las catástrofes y de las modas... Me enseñó sobre la belleza de la fealdad y sobre las listas como un elemento del texto y de la descripción. 

Pero sobre todo, cuando leía a Eco, admiraba algo que nos falta a los filósofos: LO DIFÍCIL LO HACÍA FÁCIL. Eco no te trataba como tonto: sabía cuál era la cuestión y te enseñaba, te decía con ejemplos fáciles de entender, con argumentos, sin esa pedantería del dizque erudito. Siempre quise un maestro así... quiero ser un maestro así. 

Y la divulgación de Eco, es de lo mejor que he leído en mi maldita vida... sus libros no sólo eran hermosos en el diseño, sino en lo que decían. Era como hablar con un guapo que estudiara filosofía analítica. Bueno, no... pero casi. 

Y el Eco durará por siempre, nunca un apellido y una circunstancia hicieron un maravilloso juego de palabras: nunca antes hubo un filósofo que hiciera Eco, que se escuchara tanto como Bertrand Russell o que fuera tan fácil de leer. Disfruté leyendo a Eco, disfruto sus entrevistas y disfruto verlo en acción: cuando usa su bagaje para educar, para eliminar a los sabelotodos, para hacerte pensar diferente... en vez de ser un divulgador que acepta sus premisas sin cuestionarlas.

Eco siempre estará ahí, para mi, aunque no haya podido ir a Italia, aunque no haya podido estudiar con él, aunque nunca le conoceré... fue un gran maestro indirecto, un gran acompañante en libro y en video. 

Porque hay ese consuelo, en los recuerdos, en las palabras y en lo que dejaron en nosotros las personas, el Eco se oye cuando tu le das la palabra, el Eco resuena en lo más profundo y en las personas que estén alrededor. El Eco está ahí para que lo escuches, en un libro o en una película. 

Descanse en paz Umberto Eco. 

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