jueves, 18 de septiembre de 2014

Es que tengo miedo

Tener un trastorno no siempre te ayuda a establecer lazos: te enfrentas a la incomprensión de la gente, a la humillación, a la descalificación por parte de personas que supuestamente quieren ayudarte: es como si sólo quisieran saber tus debilidades para aprovecharse. 

Cuesta mucho trabajo encontrar grupos de ayuda, amigos que deseen verte, escucharte y darte una palabra de aliento. Rara vez hay una persona que está ahí cuando la necesitas: eres tú contra ti mismo, estás solo. 

Tener miedo es sinónimo de estigmatización: la gente deja de confiar, deja de hablarte. Simplemente deja de estar ahí: y sólo estás con el miedo mismo. 

Imagínate tener miedo constantemente: sentir que todo el tiempo va a pasar algo, algo te acecha, algo te está pasando, una amenaza día a día. Imagina tener tanto miedo que te impida salir de tu casa, que ya no quieras intentar cosas y que no haya escapatoria. 

Imagina que ves más grande a la gente que te aterra, que se magnifican las cosas cuando no puedes gritar ni salir corriendo. No es un ataque, es una sensación constante.

Aunque tus capacidades cognitivas sigan funcionando, por alguna extraña razón crees que no puedes: te quedas mirando la pantalla, la hoja con los deberes, el libro cerrado. No puedes actuar. El miedo te ha hecho su esclavo. 

Tal es el sentimiento cuando tienes miedo, cuando no sabes qué hacer, ni a dónde ir ni qué es lo que pasará. Un sentimiento que todos se empeñan en ocultar... que todo mundo finge no conocerlo: cuando se tiene que gritar que se es feliz y realizado, seguro, cuando no se debe dudar. Ahí se encuentra el miedo. 

No se queda en el mensaje chabacano de supérelo, o intente calmarse... en la vida hay cosas que no podemos controlar. Por el contrario: acérquese al miedo, desafiélo y siga avanzando... encontrará la idea muy pedestre, una idea que, por lo general, no hay nada que temer. 




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