sábado, 27 de septiembre de 2014

Un maestro como tú




Originalmente, iba a hacer un post sobre los mitos y realidades de los maestros, o bien iba a hacer un Mythbusters filosófico sobre educación. Esas secciones, aunque son de lo mejor de mi blog (y soy mi peor crítica, eh), como que no iban con lo que quería decir. 

Les traigo mejor, una anécdota acerca de cómo me he educado, de cómo ha sido mi experiencia con los profesores indirectos que he tenido, mediante el medio más poderoso: la televisión (y más adelante, el internet), por supuesto. 

Recuerdo que cuando tenía 12 años veía Cosmos, con el magnífico Carl Sagan, y recuerdo que iba a estudiar ciencias, honestamente, ni tenía idea de qué iba a hacer o me imaginaba a la ciencia muy diferente. Creía que si era divulgadora, algunos científicos me iban a invitar a sus investigaciones y a cubrir los resultados verazmente. Lo cual era un error, porque los divulgadores no trabajan así y, generalmente, son científicos que si dieron de qué hablar. 

Hace tiempo, recuerdo que vi a Zizek, vi cuán polémico era y cuán provocador era: insultando a las flores, gritando sobre política, criticando Titanic con una reflexión sobre la lucha de clases... Juro, pues, que si mi hijo, o mi misma a los 17 años hubiera visto a ese loco, barbón, desaliñado y rebelde filósofo... nunca, nunca hubiese querido estudiar filosofía. Ni cine, ni saber nada de política. 

Yo, al igual que Sagan, quería que se enseñara más ciencia, que los maestros hicieran mejor su trabajo, quería que dijeran las ideas principales (después cambié mi terminología a argumentos). Quería que la gente no fuera analfabeta científico, quería certidumbre y lógica y no lo que tenía ahora. 

Cuando conocí a Zizek fue porque seguía noticias de Lady Gaga y de la misma filosofía, que la relacionaban sentimentalmente con Zizek: recuerdo que busqué en portales de chismes para saber qué sucedía, cómo se habían conocido o si el filósofo trabajaba para ella. Recuerdo que encontré un rumor relacionado de la cantante Ke$ha y el filósofo Friedrich Jameson, al que ustedes recordarán porque escribió Estética Geopolítica. 

No podía creer que mi amada filosofía se relacionara con estas personalidades de moda, no imaginaba que ellos eran los que tenían la palabra ni qué dirían: era simplemente un prejuicio mío, porque, aunque ellos hacían su trabajo y ponían a la filosofía en un reflector, simple y sencillamente, no lo aceptaba. 

El mundo de la ciencia también había cambiado: ahora estaba más enfermo que nunca de cientificismo y de la imagen de la ciencia para salvar al mundo y todos sus males. Sagan, el bonachón, no podría quedarse para siempre... ahora estaban las fuerzas básicas que hablaban acerca de la mecánica cuántica, los agujeros negros, los genes y los colisionadores de hadrones. 

Eran: Michio Kaku, Richard Dawkins, Neil deGrasse Tyson y el más fiero: Stephen Hawking. 

Siempre respeté su trabajo y la ciencia se me hacía lo más valioso que había que cultivar en materia de educación... Pero ellos, los profesores indirectos que tenían que enseñarla, quererla, fomentarla y cuidarla, me habían decepcionado. 

Porque cometieron el error más grande que pueden cometer las personas: creer que lo que saben mejor, es lo único que se tiene que saber. 

Déjenme explicarles con un ejemplo: supongan que tienen un profesor de lógica que es muy bueno y con él aprenden muchas cosas, tienen muchas ideas, quieren ser como él y él los inspira, quieren ser sus amigos y quieres que él les tome aprecio con trabajo, yendo a sus clases y obteniendo ideas de qué es lo que ha hecho. 

Supongan que tienen un problema con su profesor, lo cual es doloroso y vergonzoso, pero descubren algo sobre él, a saber, que por saber más que ustedes, por ser más exitoso en otras cosas, piensa que es más importante su opinión que la tuya, piensa que su saber es para todo (y no una parte que se relaciona con el todo, como son los otros saberes). Supongan que él cree que ya no se equivoca, puesto que ha tenido muchos aciertos (que no es lo mismo a dejar de equivocarse, cosa que es imposible). 

Supongan que todo cuanto les decía, es sólo una visión, una parte importante de su vida (la vida del profesor) y no de la tuya... Y no porque tengas algo en contra de él, sino porque es algo que te falta por vivir, porque tu vida aún no ha llegado a ese punto de tener esas respuestas. Supongan que se dan cuenta, de que aquél profesor, que admiraban y veneraban, sólo sabe de su proyecto y su materia... pero no de la vida. Y que la vida es mucho más compleja de lo que esperaban. 

Por aquello días, no entendía de estética, no entendía de la relación con el cine ni los estudios que se podían hacer con el análisis de planos. Han de saber de mi que, nunca vi cine de arte hasta después de los 20, a los 18 vi A Clockwork Orange y mi reacción fue: no entiendo esta película. 

Recuerdo que vi Mullholland Drive: en ese entonces no le ponía mucha atención a las cosas, la verdad es que no recordaba que había ahí: por qué la escena de la cantante, por qué el vaquero, quién era Camila. Odiaba a David Lynch, cosa que cambió después de otras películas. 

Y esas otras películas eran Blue Velvet, con Kyle Maclachlan (si, el esposo de Bree en Esposas Desesperadas, pero también hacía cine de arte, ok) y Laura Dern (si, la de Parque Jurásico y Bajo la misma estrella, pero también hacía cosas más cerebrales, ok); recuerdo que vi Eraserhead y moría de miedo, pero era un terror mucho más encaminado a la reflexión. Y eso, señores, fue por obra de Zizek.

Y es que eran películas que hablaban de la psique, de la sexualidad, del temor a lo desconocido y de los secretos del hombre; cuando él las explicaba, había algo en su forma de ser, de hablar, algo que me había hipnotizado: y es que Zizek y yo hablábamos, el mismo idioma, queríamos las mismas cosas y explicábamos cómo nosotros queríamos. Éramos filósofos. 

Los científicos ahora eran unos militantes: que, aunque tenían conocimiento de su empresa y éxito en ella, no sabían nada de la vida, ni de quién era el público al que iban dedicadas estas ideas, no sabía que no todos somos hombres cientificistas. Es cierto que causaban revuelo, porque socialmente son respetados, admirados y polémicos... pero cualquiera que profundice en sus ideas, se encontrará con que no hay mucho que imitarles. 

Y es que creen saberlo todo: creen que la educación tiene que ser totalmente científica, creen que el criterio sólo puede ser formado vía la ciencia, que el estado tiene que asesorarse con ellos para que no haya otras opiniones que, aunque recalcitrantes, tienen derecho a ser escuchadas. 

Proclamaban fines de la filosofía, a la religión como virus y como destructiva, se proclamaban ateos y solucionaban todo con la ciencia. No sabían ni vislumbraban que erradicaban un virus con otro. 

Tenemos pues, dos tipos de maestros: 

- El que aparentemente cree meterse en aguas pantanosas, pero que desea con desesperación algo de certidumbre. Irá tras ella a cualquier precio. 
- Aquel que habla de manera polémica... pero que critica, se apasiona, conquista y protesta. Ese maestro sabe que hay incertidumbre, caos, pero no es un enemigo: se sienta a la mesa como uno más. 

Tales maestros, quizá haya más tipos, tendremos en diferentes etapas de la vida, pero a ninguno queridos lectores, a ninguno hay que encumbrar: porque caemos en una trampa terrible, la de asumir el discurso acríticamente. 

Pero ante todo lo que les expongo, sólo les hago una pregunta: ¿qué maestro quieren? ¿A uno que con el tiempo se pueda olvidar lo que les ha dicho (aunque los haya acercado a un mundo maravilloso) o a aquél que los retó intelectualmente, que les explicó que las cosas no son como pensabas? ¿Al que cree tener todas las respuestas o al que te invita a que veas los elementos de una respuesta? 

Zizek es un pólemo, pero... tengo que admitir que hace muy bien su trabajo. Que es uno de los nuestros (como en Good Philosofellas, ¿recuerdan?). No es que tenga algo contra la empresa científica... más bien, lo que detesto es que haya este tipo de representantes inflexibles, cuyo discurso sólo pretende ser una solución, cuando realmente no lo es. 

Sagan, deGrasse, Dawkins, Hawking, son unos pólemos bastante ruidosos, aunque intentan acercarte a su campo, no siempre tendrán en cuenta que puede haber algo diferente, algo que no convenza del todo al que no se quiere dedicar a la ciencia. Aunque haya ideas, haya supuestamente un intercambio, parece que su postura responde más a una imposición que a una respuesta. 

Estos maestros, está bien, te presentan una arista de la situación, toma esta anécdota cómo desees, pero no siempre creas que hay una solución. 


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