lunes, 29 de septiembre de 2014

Mi experiencia con las drogas

En estas líneas contaré, deliberadamente, una parte de mi vida que es mucho muy graciosa y llena de equívocos. Tuve otra narración en donde describía mi experiencia con la pornografía y la scientia sexualis. 

Ahora, quisiera narrar mi experiencia que tuve con esas sustancias ilegales, creadoras de debates morales y de momentos memorables en el arte: hablo del alcohol, marihuana, cigarros, bebidas estimulantes (que peligrosamente mezclan en cocteles y que no tienen idea del daño que hacen) y el polvo blanco que hace que te sientas poderoso y que no puedas dejar de hacer cosas: me refiero al azúcar por supuesto. 

Mi idea de las drogas era básicamente como empiezan todas las ideas: por la mitificación y la idealización de las sustancias mismas y de los individuos que las usaban. La mejor propaganda de las drogas es el ambiente cultural en que están inmersas: podemos poner varios ejemplos, Borroughs, Bukowski, Kerouac, Virginia Wolf, Honoré de Balzac, Aleister Crowley; los integrantes de los Beatles, Bob Dylan, Syd Barrett, Silverio, etc. La lista sigue y sigue. 

La loa a las drogas es que permiten hacer cosas que tú no sabías que podías, que expanden la conciencia, que permiten la experiencia del viaje, de estados mentales diversos, otras formas de conocer fuera del esquema tradicional. Hasta ahora, estas ideas no tienen una base científica, se basan sólo en argumentos de autoridad: ya sea porque otro los experimentó o porque otro hizo una epistemología de esa experiencia. 

Pero volvamos a mi vida y a lo que pasó. Sucede que mi experiencia fue muy risible, creo que hasta ridícula... pero creo que las drogas son como cualquier religión: no están hechas para todos. 

Y eso es porque en el fondo soy una nerd: tengo alergias, todo me hace daño y no tengo un organismo o un hábito que contrarreste el uso de esas drogas. 

La primera vez que intenté fumar marihuana creí que sería toda una experiencia: que efectivamente, mi conciencia se expandiría y vería otras cosas. O que de plano no sabría qué fue lo que pasó. 

Pero, no es que sea prejuiciosa pero... pues todos esos ambientes tienen un olor muy desagradable. Entiendo que la mota sea de diferente calidad y que huela diferente (eso me lo explicaron hace poco, pero no profundicé mucho). Lo cierto es que cuando fui a fumar, me dio un asco terrible, un mareo que pensé que me desmayaría, me sentí con unas ganas de vomitar... me salí inmediatamente de ese espacio reducido y maloliente. No dí ni un jalón. 

Y con el alcohol... pues hagan de cuenta que le están hablando a un nerd para que pruebe cosas a las que no sabe que es alérgico: la primera vez que tomé vino (estaba brindando por una fiesta a la que fui), me sentí más o menos, no se me subió y sólo tomé dos copas. A la mañana siguiente me salieron ronchas en los brazos, se me hincharon los labios y vomité algunas veces... hubiera preferido resaca. 

No fue un regaño, mi médico me dijo que era alérgica a los sulfitos del vino, pero si me dijo que tenía que ser más responsable acerca de lo que tomaba y cómo. Reitero: hubiera preferido la resaca. 

¡Oh!, y las bebidas preparadas con Red Bull, o las aguas locas: saben horrible, son asquerosas y sólo sirven para decir que las probaste. No son para nada algo de lo que enorgullezca preparar. Y el amigo bartender: ese que no sabe hacer ni un té de manzanilla, aunque le des la bolsita: era horrible, que seas una persona que no teme mezclar porquerías NO te hace un bartender... no tienen ni idea de lo ridículos que se ven. No tienen idea de nada. En fin. 

Cuando intenté fumar... pues se me inflamó el estómago y no pude quitarme el olor en un par de días. Menos mal que no estuvo mi mamá en ese entonces y me perfumaba constantemente, porque si no si me hubieran regañado. Creo que el tener el olor a cigarro, con el tiempo se hace psicológico: me sentía culpable de haber fumado y asociaba ese hábito con ansiedad... de la cual yo padezco y de por sí ya es horrible. 

Fueron esas experiencias en dos años: ese ambiente con el que asociaba a las drogas no existe, no hay tal cosa y no creo que sea conveniente estar en él. No porque uno sea ñoño o tenga alergias... pues, creo que es más porque no hay ciertas ideas que no cuadran con uno. 

Algo similar me pasó cuando quería viajar para inyectarme heroína: quería ir a un lugar super sórdido para hacerle como los personajes de Trainspoiting. Pero cuando observé el ambiente tan decadente, el contexto de los personajes y analicé mi propio discurso, abandoné la idea de cierta forma. Digamos que me gustaría una sobredosis de heroína como una especie de suicidio asistido, pero no como una adicción que es vergonzosa y desgastante. 

Sucede que tampoco me invitan a las fiestas, pero creo que no es porque no me gusten las drogas sociales y todo eso, creo que es más porque ven una especie de impostura: creen que rechazo lo que a ellos les gusta y que mi desencanto se extiende a ellos. Creo que hay cosas mucho más interesantes. Hace poco me mareé con unos cocteles: fue un desastre porque reía de todo y la verdad es que no fue tan malo, aún así no creo que sea lo mío. 

Cierto día, recuerdo que una persona me dijo: no hay problema, todo mundo tiene una adicción, algo que no puede dejar de hacer aunque quiera y se va a manifestar en otras ideas que tengas... Tenía razón, a mí me gusta mucho ese polvo blanco que te llena de poder y energía: si, el azúcar mi adicción. 

No están ustedes para saberlo... pero si hay algo de lo que estamos llenos es de azúcar y no porque seamos cada vez más dulces: sino porque no tenemos energía, necesitamos siempre un extra que no encontramos de forma natural. Necesitamos engañar al hambre, que a veces parece que es una afección en vez de una necesidad biológica. Comemos para llenarnos, no porque necesitemos alimento. 

A mi me encanta el azúcar: es lo más difícil que me he quitado... he comido cuando no lo necesito, cuando estoy nerviosa, para poder continuar, para que no me asalte el hambre. Como más cosas dulces que verduras u otros grupos alimenticios. 

Quizá no se lo que sea una adicción a ciencia cierta: pero si he vivido una especie de persecución a los obesos, a los que necesitan del azúcar para hacer sus actividades. He comido hasta que me ha dolido la cabeza y no sólo eso, ya tuve mi primera advertencia con mis dientes y algunos problemas digestivos. He tenido que ir a terapia por la forma en que consumo ciertos productos. Supongo que puedo imaginar lo que se siente. 

A veces lo pienso: quién diría que mi adicción sería a un producto muy fácil de conseguir y que propicia desórdenes alimenticios y alteraciones en el cuerpo. No es que los otros sean peligrosos, pero si los sabes usar, bien puedes ser una persona sofisticada o al menos aceptable. No lo se, pero esto es lo que soy por ahora. 

Quien sabe qué me espere con mi adicción... supongo que es ser obesa y no verme en forma por un tiempo, pero en parte he aprendido a vivir con ella y aceptarla. Y a entender cómo funciona, que es lo más difícil de aceptar. 

Finalmente, creo que las adicciones encuentran a uno y no es al revés, creo que van más con nuestra personalidad de lo que pensamos, con nuestras capacidades y con lo que creemos que va con nosotros... creo que las respuestas se encuentran una vez que dejamos de ser adictos, pero como nos resistimos y pasa el tiempo, puede ser que no las encontremos. 



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