viernes, 10 de julio de 2015

Arianna y los Fitness vs los gordos

Todos queremos vernos como las estrellas, de hecho, seguimos sus dietas, copiamos sus estilos, preguntamos al hair stylist como hacer para que nos veamos iguales. Cabello, ropas, estilo de vida... totalmente aspiracional. 

El filósofo Charlie Brooker describe que, en los medios y en la televisión, no hay parámetros para mostrar una imagen real de las personas: así, tenemos a chicas de 27 que interpretan papeles de 20 y viceversa, o bien adolescentes perpetuos, niñas perpetuas vestidas como prostitutas, infantilización de los sexos para que sean manipulables: una imagen meramente comercial. 

Ciertamente, la imagen corporal es producto de muchas neurosis: si no te ves de cierta manera eres un asco, nadie puede quererte, nadie puede aceptarte (lo cual no tiene sentido); atrasas al país porque le cuestas millones, no podrás encontrar trabajo, pareja o triunfar. Tienes que cambiar. 

Y tratas de informarte, pero la pantalla es el peor maestro: foros de internet, dietas con bases pseudocientíficas, personas tristes, insatisfechas con el cuerpo, insatisfechas con su ser... las observas y lo único que puedes hacer es comer una hamburguesa, o servirte otro vaso de refresco. 

Oí de cierto locutor, que la gente, frustrada porque no podía verse como las personas de aquella dictadura del cuerpo, comía más, se enfrascaba en un pozo de desesperación, se daba asco y se enfermaba... no siempre es tan extremo: generalmente ya estaban mal con otras cosas y un punto que detona sus trastornos, son los problemas que no enfrentan. 

Y cuando los enfrentan, vaya lío, salen culpas, frustraciones, enojos, la comida es el enemigo, los demás son unos gordos asquerosos y enfermos, la gente delgada es feliz, la gente delgada es más atractiva, hay que laxarnos, hay que comer pocas calorías y matarnos de ejercicio y presumir el cuerpo que tenemos ya modificado. Porque ser como uno jamás, antes la muerte. 

Arianna Grande, estrella juvenil y cantante, es una muestra de ello: lamer donas en un establecimiento, para después no comprarlas  y luego alegar que le dan asco: asco su país, asco la porción y el azucar, asco la grasa, asco la gente que las compra... Y muchos aplaudimos, porque siempre habrá gordos asquerosos, chivos expiatorios que tienen problemas, menos yo. 

Recuerdo historias de anorexia en la farándula, gente que se imponía mucho, que tenía que ser perfecta. Modelos adictas a la cocaína. Naomi Campbell sólo tomo jugo de piña por un mes para verse perfecta en un desfile, personas con dismorfia corporal que se someten a más operaciones para verse bien en las fotos. ¿Cuándo la gente se volvió tan neurótica? ¿Cuándo nos volvimos tan demandantes de algo que no podíamos hacer? 

Este es el asunto: miles de personas desaprueban a alguien por cómo se ve, por su ropa, por la forma en que su cuerpo es. Salen del gimnasio, con sus licras pegadas, después de tomarse una selfie o belfie, sublimando su exhibicionismo, mostrándose a otros y creyendo: soy una mejor versión de mí, soy mejor porque 'me cuido', porque puedo controlar la comida y el ejercicio. Craso error. 

Deberían filmar sus reacciones cuando alguien pasa con una bolsa de papas o con algún bocadillo: les echan los ojos, se les van encima, miran al obeso como un terrorista, como alguien que no cabe en su mundo (jajaja, no cabe un obeso, clásico), alguien que no tiene razón de ser, con lo orgánico, con el fitness, con el internet lleno de rutinas y los grupos para hacer dietas... 

Y creen que la gente que es obesa lo es por ser imbécil, porque no se controla, porque no es tan o más mejor que ellos, ¡oh poderosos fitness: muéstrenme el camino! ¡ayúdenme porque no tengo a donde ir! quiero ser parte de ustedes porque solo existen dos tipos de personas en el mundo... 

Y si les respondes que si hay algún plan para financiar la dieta... aparte de obeso y pendejo, eres jodido: un ser que no invierte a largo plazo, que nunca saldrá de su situación, que no ahorra para un gimnasio ni para productos orgánicos carísimos, que no saben bien y que tienen otras propiedades que los hacen menos sanos... ¡Claro! Yo no me cuido, tu sí, tu eres delgado porque eres mejor que yo. 

Lo único que veo ante esas dos formas de vida es desesperación: delgados increíblemente infelices por no comer una mísera dona, jamás... desaprobando a quien lo hace. Obesos, increíblemente infelices por ser catalogados enfermos, por ser estigmatizados y burlados por su forma de comer, presa fácil de burlas de gente corta de ideas, claramente en otro analfabetismo. 

¿Se han preguntado de dónde viene su intolerancia? ¿No será que las rutinas, las ensaladas, carnes magras y estilo de vida no arrojan por la borda sus prejuicios, creencias idiotas y tremendos errores categoriales? ¿No será que su mal humor, sus explosiones de ira contra los gordos, son un reflejo de lo mucho que se odian a sí mismos? 

Cada vez que los veo, quiero comer una hamburguesa... mas no por desesperación, sino porque puedo hacerlo con toda la responsabilidad que trae consigo mi elección. Y cada que veo esas historias, lo único que quiero es declarar que las personas deberían aprender a vivir con ellas mismas y dejar de hacerse daño con el fascismo del cuerpo y la vanidad. 




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