viernes, 10 de julio de 2015

Festen o México y Dinamarca son lo mismo

Sigo en mi proceso de maduración: labores domésticas por la mañana, tarea y trabajo por las noches. Papá se encuentra mejor, está delgado, pero tiene buen color; quiere dormir, pero estaremos ahí para pararlo. 

Soy de esas personas que ya no pueden llorar: embotello mis sentimientos todo el tiempo. Prefiero salirme nueve horas, prefiero otros problemas, obsesiones, comida, lecturas, películas (2 o 3), flagelar al cuerpo sin dormir; lavar ropa, trabajar, pensar en la felicidad que voy a comprar con el dinero, ir al baño público, ver cable, ver temporadas completas de series (con intervalos de media hora), insultar, pelear en la calle, pelear en mi casa. TODO, todo menos lo que sea enfrentar mis sentimientos. 

Sentimientos, esos entes extraños, que bullen como en ollas de presión, que enferman al cuerpo, que lo envenenan, que dan al traste con la epistemología, la lógica, la razón, el pensamiento lineal... sentimientos, que hacen que la gente actúe de forma complejamente estúpida o estúpidamente compleja. 

Yo no los tolero, es más, ni siquiera tengo: lo que muestro son cosas que emulo, que no se cómo existen... No son buenos y no se tienen que educar. ¿O sí? No quiero saberlo, es un problema que rebasa lo filosófico. 

Decidí autoimponerme un maratón de películas, era cine alemán, o ruso, o danés... eran temáticas serias y reflexiones profundas: La Caza, Michael, Melancolía, Leviathán, Festen. Algo que quitara el dolor enfocándolo en alguien más... una imago de lo que sentía en ese momento. 

Festen es una película representativa del movimiento Dogma 95, en el cual cineastas como Vinterberg y Lars von Trier retratan la realidad y despojan al cine de la parafernalia y efectos especiales. Se enfocan más, recalco, en las historias, en las emociones y en la naturaleza humana. Hume es un gran filósofo porque su obra Tratado, es imposible... nada retratará esa imagen que hoy declaro problemática. 

Una celebración, La celebración como sería el nombre de la película en español, trata de una gran familia que se reúne para el cumpleaños del patriarca. En medio del brindis, uno de sus hijos relata que fue abusado sexualmente junto con su hermana. La hermana se ha suicidado, por lo que el padre es indirectamente responsable. 

Lo único que deseas, es que el abusador pague, con destierro, con indiferencia. En un elemento psicoanalítico del filme, el hijo (re) nace, cuando muere el padre. El padre se muere con el olvido y el desprecio, por lo que hizo y por lo que se merece. 

México y Dinamarca son lo mismo. 

Cuando veía la película no podía dejar de pensar en lo hundida que estoy en una familia que no me respeta, que tiene una forma muy extraña de quererme... Porque aunque su sobreprotección está ahí, me sigo sintiendo sola, hay días en que siento que no tengo ningún amigo en el mundo. Y sin embargo, me siento a la mesa como una más. 

Recuerdo las fiestas de navidad y año nuevo: con gente confesándose y expresando su desagrado de estar celebrando, con gente echándose y sacándose cosas de aquí y de allá para desahogarse, o para ahogarse más. Nunca esta frase, se sienta a la mesa como uno más, me ha ilustrado tanto. 

Porque pese a todo, pese a la soledad o el destierro a la familia, siempre seremos eso: familia. Una familia que prefiere guardar las apariencias, que no te escucha, que se hacen pendejos cuando algo te está pasando, pero te bombardea mil veces con preguntas estúpidas e irrelevantes de tu vida personal. Que siempre te condena por no ser su expectativa, porque no eres lo suficientemente bueno... que prefiere insultarte e inventarse historias sobre tus secretos, en ver de hablar contigo un buen día. Ese día nunca llega, y seguimos solos. Pero la celebración sigue. 

Recuerdo que siempre me echaban montón, mi papá solía ser mi aliado... ¿qué pasará cuando ya no esté? Supongo que contemplaré irme a otra casa, o muy lejos... supongo que tendré que ser más valiente. El personaje principal representa exactamente lo que siento: una profunda incomprensión, que es el peor de los cánceres, más que los insultos y las humillaciones que recibo muchas veces de mi familia. Es una historia interminable. 

Pero esta fiesta que nos empeñamos en sostener, este teatro que nos inventamos en nuestras cabezas, cierra, se cae y el abuso sale a flote, aún en la mejor celebración. 

Felices vacaciones Philosofellas. 


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