miércoles, 9 de julio de 2014

Mi experiencia con la pornografía

Los filósofos NO hablan de sexo, tal es el caso de Von Trier, de Russell, de Sade, de Sartre... además, no son muchos los que hablan de sexo. 

Estas frases suenan a chistes, pero son tan ciertas como uno: 

1. Los filósofos no tienen sexo, tienen biopolítica. 

2. Las feministas sólo conocen el falocentrismo. No el falo en sí. 

3. No conocemos el cuerpo, conocemos su geografía, su desdoblamiento. 

4. Los filósofos aluden a las películas porno, para llamar la atención de un texto aburrido (cómo este, le invito a que si ya se aburrió, deje de leer). 

Conocí a la pornografía (si, me refiero a ella como mujer), a los 17 años... En ese entonces no sabía ni qué me gustaba, creo que ni siquiera me había sexualizado: si decía alguna que otra vulgaridad, pero era una faceta de mi que aún estaba oculta. 

Si deseaba de vez en cuando a alguien, pero eran fantasías muy estúpidas, como de novelas con nombre de mujer y de una emoción (Marina: deseo... o esas madres). Honestamente, ese era mi catálogo de fantasías, en historia: 

- Chico que me gusta me conoce por mi forma de escribir, se descubre enamorado de mi por mi concepto, por mis palabras. (Esta es la más absurda de todas). 

- Chico que me gusta se enamora de mí a primera vista, pero nunca sabe qué hacer, así que no me habla hasta que supera sus problemas. Fin con beso de amor. (Patético)

- Chico que me gusta sabe, no cómo, sólo lo sabe, que se quiere casar conmigo. Siempre me imagina vestida de novia. (jajaja, hasta a mí me dio risa). 

- Chico que me gusta me invita a la playa: porque frente al mar se me declarará. Tenía una variación en París... vaya que si era una niña. 

Hasta que conocí la pornografía: el mejor de los mundos posibles. 

Siempre siento que es un espacio de posibilidad: en donde todo lo encuentras, hasta con características y con ideas nuevas: la cinematografía, las actrices, las situaciones. Es una cosa tanto fenomenal como asquerosa. Y si sabes palabras en inglés, el placer se maximiza. 

Técnicamente, mi primera experiencia fue con las lesbianas. No era que me gustaran las mujeres, pero sentí algo completamente nuevo, tanto en mi cerebro como en mi libido. Digamos que primero lo intelectualicé, como intelectualizo todo. Primero estuve pensando en por qué me gustó tanto. No era lesbiana, no era tan bueno (mentía), no era hombre (mentía: porque, la pornografía no es un vicio exclusivo de los hombres, ¿o sí? 

Sucede que me alejé de un tiempo del problema. No tenía caso... no tenía idea de cómo continuar. Sólo había una alternativa: contactos. 


Aunque al principio tenía miedo de no poder parar, quería ir a un psicólogo, pero tenía miedo de ser diagnosticada de algo más feo. Confieso que yo tenía miedo: de ser adicta, de no hacer mi vida normal y de que lo que me gustara fuera cada vez más obsesionante. Y como yo intlectualizo (casi) TODO... pues el hecho de pasar de la fantasía a la realidad, me aterraba. Pero era algo que necesitaba hacer. 

Les hablé a amigos (y ex amigos). Les explicaba como si fuera adicta al Cristal Meth... o algo así. Me sentía del nabo, pero ciertamente más liberada. Aunque sí recibí insultos, incluso me dí cuenta de la doble moral de hombres y mujeres, tuve muy buenas experiencias. 

Para empezar, descubrí qué era lo que quería con respecto a las personas: me caga la doble moral y las ideas tan estúpidas que se tienen de algo que ni siquiera se ha experimentado. Ni siquiera se le da oportunidad de probar. Creo yo, que pornografía es más un nombre dado a un prejuicio que a la pornografía en sí. 

El intercambio de clips y de dvd's me trajo muy buenos amigos: de esos que no te juzgan y con quienes puedes hablar como tus broders. Me trajo buenos chistes, ideas sobre las cuales escribir, mejor escritura de relatos pornográficos. Una pasión que mantengo oculta, hasta ahora. 

Además, si me ayudó a conocerme: qué era la imagen recurrente o la historia que yo me contaba dentro de mi fantasía. Me ayudó a saber, físicamente, mis posibilidades. A saber que mis deseos no son malos: hay ideas y argumentos mucho peores que decir, me gusta tal práctica o asumo tal rol. 

Lo que es cierto es que no es una cura para la vida sexual, porque demasiada pornografía no hace un sustituto de ésta, ni te hace una persona terrible. Es cierto que seguirá siendo un tabú, que será mejor decir: vendo drogas al menudeo que una vez vi tres horas de Vicky Vette y aprendí a amar a mi novia mejor... Si, eso jamás pasará. 

La filosofía si arruina la pornografía

En especial por dos argumentos, llamémosle por sus nombres: 

1. El argumento Zizek sobre la tragedia de la pornografía. Este consiste en que, la pornografía por más real y explícita, sólo es una parte más de la cinematografía y el maniqueísmo. Sólo es una maquinaria de un deseo imposible. 

Por ejemplo, en la apariencia y actitudes de las mujeres: si bien yo sí quería verme como algunas de ellas... pues no siempre se puede lograr esa estética. Y se habla de una idealización para lograr un punto, pero no es la realidad misma. 

2. El argumento Nadia Styles, sobre la ética en la industria porno. Nadia es una ex- porn star que dice que la industria atenta contra la dignidad de las mujeres: les exige deformaciones físicas y psicológicas para hacer las escenas. Recluta a mujeres de hogares rotos y que han sido violentadas antes para que tengan algo seguro, al menos en su tiempo de trabajo. Muy pocas se recuperan de ese riesgo y, o bien mueren de enfermedades como sida, o bien, presa de sus adicciones. 

Aunque es un argumento algo moralizante... pues tiene sus premisas plausibles: porque fomenta una estética dependiente del ojo masculino. La mujer rechaza de alguna forma su aspecto genuino y cae en representaciones erróneas. 

El aspecto más controvertido del argumento, es que se basa en motivar su acción para dejar la pornografía en un propósito cristiano: ella no fue hecha para ese plan y construyó su camino para alejarse de uno mucho peor. Como la parábola del hijo pródigo. 

Un poco más de este testimonio lo pueden encontrar aquí: 

Es probable que tenga culpa, aunque no estoy de acuerdo con su motivación religiosa, creo que es un stándar muy alto para las actrices porno. Pero eso se disuelve cuando mi idea coincide con este estereotipo y con la maximización del placer. Entre más espectacular, exagerada y vulgar es una actriz porno, mayor es el placer que genera. 

Conclusiones. 

Considero que lo que contribuyó a no juzgarme fue la aceptación y la fluidez a esos deseos. Fue difícil al principio, pero me ayudó a darme cuenta qué era lo que quería realmente. Me escuché a mi misma y funcionó. 

Aunque si hay riesgos con la pornografía, adicción, falta de concentración, condicionamiento... tampoco es un vicio que se deba censurar si sirve para relajar una tensión. Es un catalizador, pero no es un sustituto de otras cosas. 

He descubierto que compartir mis verdaderos gustos y aficiones (filosofía, pornografía, música), casi siempre hay un elemento de rechazo... un juicio. Aunque lo acepto con tristeza, se que hay personas que te conocen para hacerte a un lado, pero se que esas personas, con la misma tristeza, tampoco son aceptadas: por su actitudes, por su forma de ser, por sus ideas. Supongo que desean hacer lo mismo también. 

Soy la de mis fantasías sexuales, pero hay veces que esas fantasías de cuándo era niña reviven. Y, aunque no llevan a algo de adultos, realmente me hacen sentir en el cielo. 


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