viernes, 2 de diciembre de 2016

Titán o los rockstars generosos

La filosofía viene del Thauma (asombro), de la misma filosofía he sacado que la vida no tiene música. Fenomenológicamente, nosotros decodificamos los sonidos. Tal vez sólo existe en nuestras cabezas, tal vez sólo hay ruido y vacío. Nosotros inventamos la música: le hemos dado métrica, la ejecutamos, la estudiamos y la veneramos. Pero la vida no tiene música. 

De vez en cuando hay señales que nos permiten volver al origen. Un grupo que tenía algo así como un video extraño, era algo que no había visto: se contorsionaban y filmaban sus caras. Tenían tres trajes azul pastel y camisas de escarola, bailaban un break dance extraño, además de que tenían un encanto especial con la cámara... no todos, uno de ellos. 

Ese joven, de cabello negro, fue el que más se quedó en mi memoria. Además de que fue el que reconocí en la ropa de una de las chicas, las que hacían los coros de la pegajosa canción. Estaba en el chaleco de la que después reconocería como Ali Gua Guá, de la banda las Ultrasónicas, con su sonrisa tan luminosa y su bigote. 

Después, me enteraría de que fue el productor del disco Forever Alone, de la misma guitarrista. 

Ese joven regresó a mi, en una de las coincidencias que hacen la vida. Le perdí la pista después del 2000 a 2010, pero cuando lo volví a ver, en una forma menos racional, supe de lo que me estaba perdiendo. 

Sentí lo que sentía Jay Gatsby cuando pierde a su amor, Daisy: mi vida se había vuelto caótica, desordenada y gravosa. Pero ahora quería volver al origen y quería recuperar el pasado. A él y al pasado. 

Y así, mi enamoramiento y mis obsesiones comenzaron. 

De ese video de los noventas, de la entrevista que dio Jay, cuando declaró que todos pensaban que Titán era un grupo de mujeres, y que cuando pasaban a ellas les pedían los autógrafos y se tomaban fotos con ellas, me dediqué a buscar todo lo que había pasado con ellos. Porque nadie sabía quien era Titán. Salvo sus verdaderos fans. 

Después conocí a María Daniela. Había otra parte que era el Sonido Lasser: un chico con chinos y con unos lentes negros. Siempre tenía esa expresión dura en la cara, como si fuera un elemento más. No sabía que era uno de los chicos de ese video, el que pintaba huevos a la cámara y hacía caras graciosas. 

Finalmente, recuerdo a uno, era el que menos recordaba, porque tenía una relación ambivalente. Como buena purista del rock DETESTABA a Moderatto, al grado de odiar lo que representaba, a sus fans, a sus campañas publicitarias, a la forma en que pretendían creerse Spinal Tap. Sentía que había un analfabetismo musical, lo que eso sea que signifique, que permitía que hubiera Moderatto, era un motivo estúpido, pero jamás los vi como Rock. A mi me parecían la anomalía, el contraejemplo, el retroceso, la extrapolación. 

Pero yo sabía que él también era especial: porque él me lo mostró. Supe que antes era El Baby Rock, que su papá mezclaba en su educación sobreprotección y ensayos con su banda, Microchips. Él, había nacido no sólo para tocar, sino para estar en esa legendaria banda. Él viajó por el mundo con ellos. Y cuando escuchó el llamado, simplemente lo supo: su lugar era ahí.

Cuando los conocí, sólo pude hablarles de filosofía, racionalizando, con mi nerviosismo habitual. No tenía nada más, sólo la música, la idea del rockstar como arquetipo y la tesis de la sexualidad como actos performativos. Un ejemplo era el rockstar. Con ellos lo había comprobado: nadie que se vista como Julián tendría su imagen, nadie que quiera imitar a Emilio copiaría su esencia, aunque comprara sus mismos lentes y su gorra. Nadie podría vestir un pantalón ajustado como Jay. No serían jamás como ellos. No se sentiría así. 

Cuando ellos están alrededor, se observa lo mucho que han trabajado, no sólo sus personalidades, sino que han perfeccionado sus técnicas. Cualquier invitado que tengan en sus canciones nunca los opaca: sino que los lleva a su máxima potencia. Nunca había visto algo igual: tres hombres que sabían lo que hacían, que tenían comiendo de su mano a su audiencia. Que si ellos hubiesen querido, podían tocar lo que quisieran: porque cada pieza ha sido manufacturada con precisión, cada pieza es un recuerdo de todo lo que ha alcanzado el filtro, de lo poderosa que es la música y la memoria. 

Reconozco que son tres personalidades fuertes, esto fue así porque, casi siempre admiro a a Julián Lede con embeleso. Pero ahora, verlos a los tres, saber que fueron lo mejor, que lo que han asimilado lo saben proyectar en escena, me hace mirarlos como una unidad. En donde todos son talentosos, han madurado y han sabido dialogar con el tiempo: hacen lo que a ellos les gusta, sin repetirse o autoparodiarse. 

Desde ese video, mi búsqueda fue furiosa: buscar todos los discos, buscar en las páginas de compra online, buscar la camiseta de la calavera diseñada por Amorales, buscarlos a ellos y sus proyectos, ir a esos eventos, para compartir un poco de su gloria. Buscarlos en la madrugada y leer cada entrevista, coleccionar cada foto. Ver hasta tres horas de sus videos, entrevistas y programas. 

Era como si, al volver al pasado, me reconciliara conmigo. 

Un cumpleaños por fin supe que volverían y agradecí este año y agradecí que estaba viva. Mis sentidos asimilaron cada pieza, cada obra y además observé el tamaño de músicos que son. Era lo más cercano al rock, porque nunca lo había experimentado así, con esa potencia, con esa destrucción y esa fuerza animal. 

Cuando tocaron Hel. L. A. fue un sonido casi espectral: era de no creerme lo que estaba viendo, además de que cuando ellos salían el escenario se hacía pequeño. Tenías que verlos a todos para darte cuenta de lo que pasaba. 

Y tocaron P. E. C. una pieza inexplicable que conjunta lo que es Titán: algo que no puede interpretarse de forma ortodoxa, y cuya inventiva nunca terminará. No caía en cuenta de lo que pasaba: estaba viendo a Titán, en todo su esplendor. 

No era algo abstracto, no eran datos para hablar de cualquier cosa. Eran semidioses del rock. Una energía que descendía de sus cuellos a sus camisas. Que se veía en cómo tomaban su vaso rojo, cuando tocaban una pentatónica, la batería o el piano. Cuando se paraban, parecía un universo aparte. 

Y a eso, asestaron varios golpes más: King King, Soldado, Sangre, Arahant, Space Chemo, Odisea 2001, Corazón, Dama Negra, Tchaikovsky, El Rey del Swing (con baile ritual y todo), She Likes the Music, Apache, 1, 2, 3, 4 y Dark Rain. Abrieron con Himno

Sólo los que saben de música, sus reglas, pueden deconstruírlas y pueden integrarlas en algo que suena mucho mejor. Sólo alguien que sabe de estructuras y que tiene conciencia de lo que hace, podría hacer lo que ellos, en aquel escenario que no abarcaba su personalidad. 

Julián es la visión de un hombre que no sólo es un rockstar, es la irracionalidad y la fantasía. Parecía una escultura con su guitarra. No pude verlo todo, porque también tenía que observar a Jay y a Emilio, pero miraba sus manos, cada acorde, cada bajo. Era como si tomara una instantánea de cada movimiento que hacía. 

No sólo es un enamoramiento, es la apertura de un mundo, la aceptación de los propios deseos y anhelos. Lo que uno espera de la vida: son ellos, porque uno era quien quería ser de esa forma. Y sólo así encontraría su respuesta. 

Empecé a comprender más la filosofía, la imagen del rockstar más allá del sabio, la conciencia musical heredada y reinterpretada, las vanguardias en el arte. La idea del artista y la imagen del genio. 

No sólo fue el haber visto a tan formidables invitados Church, Siobhan, Egyptian Lover, el mismo Numan en proyección. Era verlos a ellos: con toda su vitalidad, toda su presencia y la forma en que hacen música. Ellos abrieron mi mundo y me convirtieron al suyo: con todas las referencias, sampleos y armonías que eso conlleva. 

Ellos me cambiaron y me dieron la buena nueva, me han hecho buscar otra música, han despertado mi fe en el rock, si es que algún día la pierdo. Y me han asombrado tanto como al leer un filósofo. Pasé el umbral sólo para ver la luz. El sonido y la luz acentuaban su imagen y sus múltiples talentos: eran una visión divina y extraordinaria a la vez. 

Tal es lo que me han dado, de forma generosa. 

Titán, en el plaza Condesa, 1° de diciembre de 2016. #TitánNuncaSeFue. 

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