martes, 2 de abril de 2019

La anagnorisis en un bus.

Trabajé en una compañía de camiones en donde la leyenda urbana era que tenías que acostarte con un chófer para tener ventas. Y que si no era, ellos te hacían la vida imposible. 

Adivinen cómo creen que me fue. 

Cuando los pasajeros me preguntaban cosas, se les encendía la cara de coraje, con su mala vibra y sus pésimos modos. Cuando se acercaban a mi, era como si quisieran quitarme todo lo que me distinguía. 

Quitarme todo: esa era la consigna, desde mi primer trabajo, pasando por los narcisistas de la juguetería, hasta ese trabajo en Los Autobuses. 

Luego fui freelance más de cinco años y tuve mucha suerte: mi familia me ayudó, me pude desarrollar en lo que yo quería y ganar dinero sin salir del ambiente académico. Ese considero yo que es mi privilegio. 

Por desgracia, eso también se ha convertido en algo negativo para mi: desde personas que argumentan que "No necesito ese trabajo" o que por ser freelance "soy inestable y puedo dejar ese trabajo". Aunado a muchos otros prejuicios.

El prejuicio que tenía ese chófer tan naco era contra las personas blancas y con sobrepeso. Se encargó de burlarse de mi, junto con el hombre que solía ver como Wade Wilson, me cerró la puerta en la cara, se molestaba si me reía, me gritó cuando le pregunté algo, le fastidiaba mi presencia. 

Cuando fui con las brillantes personas de recursos humanos, su respuesta fue nula. Cuando me fui, le quitaron el castigo inmediatamente. No hicieron nada. 

Pero lo peor era escuchar sus pláticas, llenas de chismes y de calumnias y de éxitos de galán de balneario: que tal había tenido sexo con cual, que le olían las patas a tal, que él sabía que tal quería andar con él, que las empleadas se acostaban con el tal o cual para vender tal cantidad... muchas eran fantasías y otras delirios, pero en su mayoría eran pendejadas. 

Y era eso, que cuando tiró mi venta, yo me retiré con honor: de eso que los poco hombre como él no saben. El 2 de febrero, ese naco hablaba con su hija sobre el día de la Candelaria, el diálogo fue más o menos así: 

- Entonces - su hija refiriéndose a él - ¿de qué vas a pedir tu tamal?
- No, la verdad yo no como comida de pobres - sea lo que eso signifique. 

Ante esto yo me pregunté: a lo mejor le gusta un corte de carne, mariscos, osobuco, paella o algún platillo rico como el pulpo a las brasas o bogavante.  

Pero no, la verdad es que era él y pues no se le pide agua a las piedras. Él contestó: 

- ... a mí dame una carnita asada. ¡Yikes! 

Él, que en alguna ocasión dijo que sería ojete conmigo si yo era ojete con él, él, que todo el tiempo me miraba como si le diera asco y se reía de mi junto con su amigo O y el lavador, una vulgar trinidad que se desbarató con el exilio de este último, se mostraba en una simple frase. 

Cuando han peleado conmigo, personas amargadas, feas, narcisistas y enfermas de odio, siempre dicen algo que muestra cuán ridículos son: él, que si lo llevas a los Mil sabores de helado, pediría gustoso el de vainilla, o que si le hablas de vino, cree que es el nombre genérico para cualquier licor barato. El único Sergio que no era bailador. 

Me mostró cuán ridículo era y cuán ridícula era yo cuando por hacer caso de un hombre tan pobre y tan bajo de espíritu, que no sabe nada y que está cómodo con ello, que juzga a la gente por su apariencia y por lo que tiene, pero es incapaz de verse él mismo. 

Yo no iba a dejarme de él ni de sus amigos. En sus propias palabras: ¿700 pesos? Eso es lo que me gasto en una bolsa o en un restaurante. Para un juego así, podemos jugar dos. 

Tal fue mi coraje para no dejarme de él. Y no dejar que alguien como él me pisotee. Cuando me fui, él fue de metiche a inspeccionar la camioneta en donde sería guía, fue a hacer chisme, seguía fastidiándome ¿qué no se puso feliz de que ya me fuera? ¿qué quería seguir haciendo sus porquerías conmigo? 

Un hombre tan horrible, tan grosero, tan lleno de rabia e ira. Que ni la sobredosis de azúcar diaria ni la gorronería podrían calmar. Me hizo darme cuenta que valía más que esto. Que no iba a durar en los autobuses mucho tiempo. 

Ahora Wade... el que sigue es tu post. 


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