martes, 2 de abril de 2019

Un lavador

Siempre seremos diferentes... no importa lo mucho que nos haya acercado o que tengamos en común. 

Para que una mujer caiga sólo basta con hablarle bonito. A veces sonreírle y leer, lo necesitada que está, lo tonta que es, la baja autoestima que tiene. Te felicito porque supiste leer toda esa falta de atención. 

Recuerdo cuando te burlaste de mi, yo te grité, te puse un alto, me quitaste de tu vida para siempre. Yo te escuché cuando te burlabas de tu mujer y cómo hablabas realmente. 

Noté que sólo me hablabas cuando no había nadie alrededor, como si te diera vergüenza y observé como eras amigo de él... un hombre horrible sin principios. 

Lentamente ya no eras Wade Wilson, observé cómo todos te llamaban y cómo me negaba a aceptarlo: el lavador, aunque te defendieran o aunque cayeras bien, aunque fueras aceptado, sólo eras un lavador. 

En unos años te imaginé... pero no eras un hombre sensual ni interesante, tu sonrisa se había borrado y tus ojos se habían apagado. No era ardidez ni mucho menos, era la descripción de tu figura. 

En un ensueño que se volvió una pesadilla, comenzaste a parecerte a él, aquel que me había agredido, tu cabello en puntas empezaba a colorearse de negro, tu nariz más ancha y llena de puntos rojos. Ya no era una nariz afinada, era una nariz de bola y chata, grasosa. 

Tus cachetes bajaron y tus labios eran más gruesos. Ya no eran finos como los que tenías... Y tu cuerpo, que no era tan atlético como el de mis fantasías, dejaba ver un abdomen inflamado, era un cuerpo desgarbado y amorfo. 

En La Zarpa de Pacheco, una mujer envidia a otra por su belleza, pero con el tiempo, ella sentencia: ahora la vejez nos ha hecho iguales. Ella que no era bella ni lo sería nunca, se alegró de emparejarse. 

En unos años, querido amigo, serás como él: inventando historias para vengarte de gente que no te hace nada, con una fealdad del alma y posiblemente del cuerpo, con una piel sin brillo y con un carácter que ni la más necesitada podrá aguantar. Quisiera decirte que sólo está en ti cambiar, pero no creo que sea posible. No creo que ni vayas a leer esto. 

En un tiempo me desharé de tu recuerdo, no se si de tu sonrisa... me desharé de lo que creía que eras y te detestaré porque no fuiste lo que dijiste ser. Te juzgaré por ser el equivocado y por no amarme, cuando no pasaría en miles de años que me hablaras en primer lugar. 

El día que estaba enojada porque me tiraron muchas ventas a propósito, supe que: primo, esas ventas valían más para mí que tu supuesta amistad, secondo: cuando estoy herida, quiero decir cosas para lastimar que sean verdad. 

Yo no me voy a dejar de un lavador... sonó cruel, clasista e inmaduro, pero increíblemente liberador, fue un grito ahogado y una venganza ante el engaño del que formamos parte. 

Lentamente, te volviste como él, el héroe de tu película, tu modelo a seguir, pero también tu inquisidor y verdugo. Porque no tendrá piedad si te peleas con él o lo haces enojar.

Lentamente, saliste de mi corazón. Lo noté el día que no estabas y me sentí libre. Lo noté al hablar con mi terapeuta y darme cuenta que me quería más yo, no te quería más a ti. 

De lo contrario, hubiera dejado que me pisotearas de nuevo. 

Después le hablaste a la chica nueva y supe que había terminado. Supe que te habías ido. 

Y aunque eras amigo del hombre que se parecía a Bruce Willis, nunca me rescatarás como él. 

Bruce, ahora va nuestra historia. 

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