lunes, 1 de abril de 2019

Jamás te volveré a ver o los lugares se hacen grandes

En mi vida hubo tantas personas que me hicieron mucho daño. Por fortuna, ya no están aquí, es como si se murieran o se deshicieran con ácido. 

Hubo muchos que fingieron que eran mis amigos, que me humillaron, que querían que desapareciera, que me robaron, que no pudieron hacer que la gente me odiara y no pudieron evitar que los buenos me quisieran, hoy todos se desaparecen, se van, son olvidados como sus crueles afrentas y su toxicidad. 

De algunos no recuerdo sus apellidos, sus horribles caras, su olor es un recuerdo muy vago, sólo recuerdo lo que me hicieron sentir y sus terribles padecimientos: muchos eran maltratados, inadaptados, narcisistas, tenían halitosis o el cuerpo feo, sus dientes chuecos o podridos, su obesidad. Unos más tenían orzuela, estaban enfermos de la columna, tenían jiotes o marcas en la cara.

También, aunque han sido guapos los que me han agredido, con el tiempo se les hace cara de lo que tienen, de lo que piensan y de todo lo que traen adentro: creen que la vida no se reflejará en ellos, como Dorian Gray. 

Reciente, alguien me agredió y me dí cuenta que se parecía a la persona que era su amigo pero me odiaba. Vi que el cuerpo, la nariz, el cabello parecido a las púas de un cacto, la mirada perdida y apagada de los viejos tiempos, el desencanto de haber perdido la belleza física, o bien, que esta no fuera suficiente para tener algo más que poseer. La completa indiferencia hacia los pensamientos ajenos. 

Él, con todo su porte de Ryan Reynolds, en uno años se volverá el común denominador de la gente, si no es que antes si continua con su actitud... fue muy triste para mi saber que entre los dos había un abismo y que aunque se encontraba en el centro, él siempre estará lejos de mi, abajo. 

Y no era ni en lo social ni lo educativo, él no estaría cerca de mi, por su actitud, su falta de compromiso, sus burlas a toda la que tuviera. Al final se le haría cara de lo que guardaba en su interior. 

Recordé a otro más que me agredía en la universidad. Yo me iba a San Ángel, huía al Risco, huía a Perisur, huía a la Lombardo, al Mora, al Parque Hundido. Y cuando San Ángel se convirtió en hogar de psicópatas y narcisistas, huía a otro lado, huía a Loreto, tal vez a Chapultepec. 

Un principio de caridad para las comedias románticas es que siempre puedes encontrar al ser amado, incluso en una gran ciudad, incluso a pesar de los obstáculos. Pues en los dramas de la vida real, es todo lo contrario: la ciudad, bendito Dios, se hace más grande. 

Luego llegó Bruce, o más bien Mike Geier... y todo cambió. Aunque había una perturbadora tranquilidad y cierta alegría, él también se fue, porque esta vida también es injusta. 




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