viernes, 4 de abril de 2014

La sublimación mediante la prostitución

Sobre si las mujeres tienen derecho a dedicarse a la prostitución: diré que si. Y eso no tiene que ver nada con la moralidad, ni con lo que yo piense. Es un trabajo. 

La polémica recaería en cuáles son las posibilidades de este trabajo: porque los argumentos siempre versarán sobre eso, ni siquiera sobre el trabajo mismo. Por ejemplo: ser científico no sería cuestionable si sólo hicieran bombas y algunos compuestos tóxicos: esas son las posibilidades. No es el único trabajo del científico. 

Tampoco voy por argumento faciloide que las prostitutas sirven de consuelo, que sirven para escuchar a aquellos que no hablan demasiado, que son una especie de sanadoras, nuevamente, eso es una posibilidad de su trabajo, que no siempre las define. Es cierto que la persona de vez en cuando necesita clandestinidad en el sexo, un poco de sabor a prohibición, a sordidez e ilegalidad. Necesita atreverse y como no es posible confesar todo ni a uno mismo, la prostituta cumple con su función. 

Es la sublimación del deseo, de aquello que no se puede hablar y que uno calla. Es hacer algo prohibido e incluso sentir excitación por el hecho de pagar (en serio, esa parafilia existe), creo que es por lo que será es difícil la extinción de la prostitución. Siempre será paradójica la sexualidad, siempre habrá doble cara, habrá censura y prejuicio. Con la prostituta se entra al reino de lo posible. Esta censura y prejuicio siempre alimentarán a esa industria, pero por otro lado, no se es capaz del abandono de estas creencias. 

Paradójicamente, es la forma en que podemos expresarnos libremente: dentro del riesgo, dentro de lo explícito. Parece que las barreras se eliminan y no sólo es el alquile de un cuerpo: es un desahogo, es empezar a expresar lo no permitido. 

Salud social y ontología

La prostitución debería ser la columna de la salud pública: de la sanidad de los cuerpos puede haber sanidad mental. Que no sólo haya seguro médico, crédito: eso no es una utopía, es una urgencia que de no atenderla, sería una hipocresía ontológica: nos engañamos deliberadamente sobre nuestra naturaleza. El primer engaño es negar importancia ontológica de los sentimientos (deriva en la negación de las pasiones). El segundo, creo fuertemente que es la negación de la sexualidad. 

Ahí es en donde entra ese ambiente: los ambientes liberadores no son siempre los mejores escenarios, se conjuntan todos los elementos lúgubres, los instintos más poderosos son los más pedestres. Pero la sublimación de lo estos sólo se obtienen con la prostitución, con aquello que no debe ser. 

Es un asunto espinoso, porque pensamos que la prostituta tienen  valor nulo, que solo es un recipiente de todo cuanto tenemos, lo cierto es que hay un intercambio: algo habrá de ella que bloquees, que olvides o que te ayude a comprender. El desahogo no es dejar de ser, es ser de otra manera. 

La censura a nosotros es manifestada por el otro: en realidad no queremos hacer cosas a otro porque es un límite de nosotros mismos. Observo a mi pareja idealizada, incapaz de hacer algo que sólo yo pienso y siento ¿qué me hace pensar que otros se someterán a mis deseos? Es un intercambio también. 

Sobra decir si hay deseos, no se puede fingir lo que no se tiene o no desarrolla. La posibilidad de la libertad del deseo es brindada por este servicio. Tenemos pruebas: lo más prohibido es lo que más se desea: violación (escenificada y con riesgo), profanar lo que tenemos en otro estatuto; el incesto, la parafilia, la ilegalidad. Todo ello se conjuga en este encuentro. 

El chivo expiatorio

Y para quien cree que una figura es recipiente de lo denigrante: sólo busca un lugar para verter su porquería, fingiendo que está limpio. Un lugar donde concentrar su ira y se la toma con la prostitución: porque nunca ha aceptado que ahí está lo posible, lo verdadero, lo paradójico que permite el significado de la contradicción. 

La prostitución es un símbolo poco interpretado, pero lejos de la actitud: no se menciona porque no da problemas, me parece que los asuntos transversales a ellas cobrarán dimensiones terroríficas. Es una urgencia que jamás debió negarse. 







No hay comentarios:

Publicar un comentario