viernes, 4 de abril de 2014

Silverio y Robin Thicke

Nunca dos representaciones tan dispares y tan distintas producen una idea clara y distinta. 

Ambos me gustan, ambos son artistas, ambos llevan el deseo y el éxtasis a niveles de la libido y la fascinación femeninas. Tan diferentes... tan poco apreciados porque usan su imagen para la lectura de otros temas de los que casi nadie hablan. Silverio y Robin Thicke. 

Redescubriendo a Silverio. 

Tenía sentimientos encontrados cuando escuché a Silverio, pero fue porque no entendí el concepto ni tome con humor la broma. Ahora veo un artista que habla sobre el mal gusto, que hace arte sin poder hacerlo (paradoja brillante). Veo un discurso cuyos elementos visuales, culturales y musicales se configuran para una expresión filosófica, para una denuncia. Estoy fascinada con Silverio. 

Rastreando sus antecedentes humorísticos, un poco haciendo genealogías como hace cualquier filósofo, Silverio viene de la tradición de Tony Clifton. El genial Andy Kaufman (Taxi, Saturday Night Live) crea a un cantante irreverente, divo, que insulta al público y varía las reacciones: desde el que sabe el engaño a ultranza, hasta el incómodo que lo abuchea o arroja cosas cuando se presenta. Eso es Silverio, pero con una identidad mexicana, crítica y con conciencia cultural. 

El saber de elementos, darles un toque de creación: algo que no había antes ahora lo hay. Con expresiones nihilistas  e invitantes al caos por el caos. La figura de Siverio no lleva la fiesta, ES la fiesta misma. Es un artista. 

Las personas que lo entienden, incluso valoran el insulto: hacer que en un mundo hostil algo se vuelva cómico sólo es traza de un verdadero genio. 

Su sencillo: Bombeando en Masaryk (que en sí mismo, debería ser tema de análisis el título), explota simbolismos de la sexualidad: un túnel, la forma fálica de un rascacielos, el ritmo de la penetración en un ingenioso juego de figuras entre una motocicleta y una mujer. El acto sexual aderezado con la representación y la música: el sólo video es una fascinación. Combina la parodia y el psicoanálisis. 



Silverio juega con el exhibicionismo: explota que la gente seguirá mirando, que está a la expectativa de lo que él haga. Su imagen con una trusa roja y botas, la forma de su cuerpo y su desenvolvimiento: es imposible no observar. Juega con el morbo del espectador y con las reacciones: ¿por qué mirarle, si no es un modelo... o si lo es? No hay una solución aparente. 

Sólo hay un cabo suelto en el puzzle de este artista: no lo he experimentado, porque detonará mi locura. Tiempo, oportunidad y pasta he tenido... pero no puedo decidirlo tan fácil: es un riesgo que aún sigo cuestionando. Supongo que es por la escasa oferta de conciertos que sean de mi interés y el miedo a los riesgos. 

Todo lo que se de él, es por lo que me he documentado, analizado y oído. Nunca lo he visto: si es un provocador en escenario, creo que volará mi frágil mente, lo reconozco. 

No fue de mi agrado su presentación en el pasado festival, cuando salió a cantar con Laura León. Lo cierto es que con ese acto hubo una lectura de alabar lo pedestre, lo popular por encima del arte, el mal gusto en su máxima expresión. Sólo un artista pudo haber capturado esto y ese fue Silverio. 

Y Robin 

Robin Thicke conjuga elementos culturales con discursos que emanan ternura y empoderamiento. No es del tipo de Silverio... es un hombre increíblemente atractivo, pero, difícilmente puedes dejar de mirar. 

Estos dos cuerpos tienen la misma estructura, pero el revestimiento de la carne es lo más difícil de descifrar: un hombre bien parecido, otro que es morbosamente encantador, dueños del escenario y un discurso similar. El juego del sexo por la mirada. 

Thicke configura elementos de películas o clips pornográficos para empoderar a una mujer y que decida tener sexo. Silverio juega con su mente y con sus deseos. Sabe que el acto sexual requiere de ciertas cosas que en un principio no aceptará, pero que la harán considerar su posición. Silverio provoca y Thicke invita, pero ambos se dirigen a un mismo fin. 

Uno de los elementos es la fotografía, la edición y el hecho de contratar a mujeres que parezcan actrices populares pero que claramente tengan actitudes que sólo encontrarías en la pornografía: como bailes eróticos, actitudes sugerentes y aceptación de cosas que normalmente no harían. 

Silverio es directo, Thicke sugiere que puedes hacer mucho más. Silverio produce fascinaciones, Thicke habla de ellas para que puedas pensarlas. 

Por qué no habrían de juntarse ambas ideas, creo que lo que demuestro es que hay distintas formas de llegar a la cosa. De acercarse y conocerla, el juego de las reacciones quizá sea el elemento más aleatorio, pero el más atrayente. 

Sin duda, ambos son considerados e interpretados por su imagen. Pero, en el discurso, la imagen es un mero artificio o extensión del mismo: ambos son algo más por la manera en que ordenan sus elementos. Ambos saben qué límites explotar. 

Tarde o temprano tienes que mirar: lo que no te guste también eres tú. 




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