sábado, 19 de abril de 2014

Filosofía y Terror

Este es un planteamiento didáctico, no está basado en un libro o en ensayos anteriores. Está basado en observaciones y experiencias obtenidas de las películas, las series, documentales e historias que he observado desde que soy adolescente. 


Espero encontrar libros que sustenten lo que pienso. Lo cierto es que la mayoría de las veces me he encontrado con que mi interés al leer no se complementa con lo que me gusta como espectadora. Puedo ver películas de arte o muy populares y leer a la vez de filosofía de la ciencia, liberalismo o filosofía de la lógica. 

No siempre leo un libro sobre cine a la vez que veo ejemplos de las películas citadas, no siempre tengo esa metodología. Lo que sí hago es incorporar vocabulario de la filosofía analítica a prácticamente todo lo que consumo como espectador. Estilísticamente es diferente, pero por momentos parece que sólo conociera de filosofía analítica, la cual es mi preferida, no lo niego. 

Distinción inicial acerca del terror

La pregunta que quiero responder es ¿por qué da miedo lo que da miedo? Es algo muy simple y mi planteamiento también, lo sorprendente es que tardé dos años en darme cuenta de lo que escribiré a continuación

Hay dos tipos de terror en una fuente u obra:

- El que se ve. Terror provocado de la manera más pornográfica posible: como el estilo de John Carpenter en la cosa de otro mundo; como la descripción de los crímenes en American Psycho; humillaciones, masacres, golpizas, guerras. Está cercano a lo gore y al realismo. 

      Lo cierto es que en esta categoría hay una especie e ficcionalismo: se encuentran los monstruos (Alien, It), las representaciones catastrofistas y distópicas (como en las novelas de tesis a lo Orwell y lo Huxley; las películas de desastres naturales); las alucinaciones que replantean la existencia (La escalera de Jacob, Estados alterados). Son de cierto modo reales, en el sentido que involucran al espectador a participar en sus propias ideas y miedos que sólo conoce por introspección. Lo cual nos lleva al otro tipo de terror

      - El que no se ve. Como la sugerencia de una violación (es el caso de un Tranvía llamado deseo) o un crimen que no se observa (como en Psicosis de Alfred Hitchcock), la incertidumbre, desesperación al no poder defenderse (como I spit on your grave). O una especie de decadencia sobre la cual las personas sacan lo peor de sí, relegando a la representación del terror que si se ve como una amenaza secundaria, incluso trivial. 
     
      Por ejemplo, las series de zombies o donde hay pandemias o monstruos: no es el caso que la amenaza sea tal catástrofe: la amenaza son los otros seres humanos en que No podemos confiar ni observar la humanidad que profesarían si eso nunca hubiera pasado. 

       O bien, en el caso de It de Stephen King. Recientemente vi una reseña cómica por el Crítico de la Nostalgia; lo que llamó mi atención para argumentar acerca de que si It es o no una película de miedo es que, no importa tanto lo terrorífico (o tremendamente cómico y cruel) que luce el payaso. Lo que recuerdo que me da mucho más miedo es el sentir lo mismo que los protagonistas ante una situación de abuso escolar: nadie te entiende, te anima y creen que es tu culpa. De hecho hay un apoyo y ánimo al agresor y una humillación del agredido. Es una situación de incertidumbre y en It está muy bien representado. 
    
      Stephen King no es de los autores que sea un epítome del terror, pero es muy familiar el acercamiento que hace y el manejo de las situaciones. Creo que es un nivel muy básico para acercar a una narrativa más compleja, pero King lo hace muy bien y creo que ese es el mérito para otras obras mucho más sobresalientes. 

Sin temor a equivocarme, concluyo que el más poderoso es el terror que no se ve. Un monstruo bien puede ser sólo lo que representa lo que no ves: el desplazamiento hacia la verdadera amenaza. Es lo que hace que se mueva la mente, al vacío de la incertidumbre y a los caminos que no desea recorrer, pero que de hacerlo, el individuo se descubre como sobreviviente, como héroe, en algunas honrosas excepciones. 

A lo largo de mi vida, siempre he temido a los monstruos: aquellos que veo en el cine con todos los efectos especiales, el maquillaje; el imaginario que obtienen de la mitología y los bestiarios… El Alien, Eso, La cosa del otro mundo; la niebla y hasta las sombras, han sido objeto del viaje de mi mente.

El movimiento de nuestra mente: eso es lo que excita al terror, es aquello que más impulsa las acciones, el sentimiento y la confusión. El monstruo, el agresor, el contrincante, busca que se mueva eso para traer la acción, a costa tuya. 

Y el terror no es más que la incertidumbre: ese umbral que no nos atrevemos a pasar, porque aunque nos persigan los monstruos, los mil demonios y luchemos contra el mal, aquellas cosas que imaginamos, que rigen nuestro catastrofismo personal siguen ahí y se materializan o magnifican según nuestros infiernos. 

Después de todo ¿Qué es lo que preferimos sentir en vez de miedo? Ira o rabia son lo más fácil, pero al final todo viene de pasiones débiles y pedestres... las más poderosas, las que controlan nuestros centros de miedo. Incluso en política: la incertidumbre es uno de los motores para el terrorismo o para un mal gobierno. No saber qué es lo que pasará, alimentar una amenaza inexistente para sacar a relucir lo peor de nosotros, es un paso para la manipulación y para la castración de un individuo. 

Sabia virtud de conocer el miedo. 






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