viernes, 30 de octubre de 2015

No soy como mi enemigo

En una historia relacionada con el post anterior, me di cuenta que hay que sacar a pasear a los diablos, si no se acumulan en uno. 

Recuerdo que hace no mucho tiempo fui una persona terrible. Porque yo quería serlo y porque nada en mi vida funcionaba. Era obvio que necesitaba un chivo expiatorio y lo encontré en aves caguengues. Pero no funcionó, me sentí mucho peor. 

Le cuento por qué. 

Para empezar, no fue un suceso aislado. Comenzó como todos los problemas graves... por amor. Yo tenía un interés en alguien que sólo pensaba en él mismo. Y de ese interés, la veía como posible rival. Eso no era lo peor, había otras mujeres para ese ser incompleto y chupavidas con posibles vidas que arruinar. 

Yo me siento orgullosa de haber roto con ese círculo. Él, al igual que el chico del relato anterior, prefiere verme paralizada, prefiere lanzarme miradas como cuchillos, prefiere eso a aceptar que el estúpido es él y el que quiere arruinar otras vidas para que estemos iguales, es él. 

Sobra decir: es un hijo no deseado, su esposa lo mantiene, las personas que le gustan no le hacen caso, por lo que es un verdadero cretino con ellas, quiere a mujeres necesitadas y estúpidas... para él sentirse inteligente, cuando no lo es. Es muy fácil ver su discurso y muy fácil ver que esa supuesta profundidad es sólo la careta para ocultar a un pretencioso, a un imbécil, un analfabeta y desviado. Un profundo resentido con la gente que no quiere soportarle. 

Pero no voy a desperdiciar más espacio con ese esperpento. Vamos a ver a ella: 

Cuando intenta insultarme, no lo logra, no hace mella: porque nada, nada de lo que me ha hecho él, se compara con lo que él le ha hecho a ella. Nada que pueda decirle o hacerle es peor que el agujero en donde él la ha metido. Ella no tiene cómo defenderse. Insiste en hacerlo sola, insiste en que alguien la vea rota para que la quiera. Yo... yo le cargaba la mano aún más. Esto no puede seguir así. 

No soy una mala persona, puedo ser terrible, querer sufrimientos, hacer sufrir, burlarme de los que me han atacado, buscar supuestos chivos expiatorios... pero yo tengo un freno, no ciertamente empatía. Imagino que si hubiera seguido con ese engendro, me hubiera convertido en alguien como ella, alguien que no se reconoce ya por lo que ha pasado. ¿Y si fuera yo, me gustaría que alguien se burlara de mí? No es justo. 

Yo por mi parte, los deje en paz, a ambos. Ambos tienen responsabilidades y culpas que no han sanado, ambos son destructivos, similares en su manera de ser: ávidos de que alguien los quiera, sean necesarios, les tenga lástima y se apiade de ellos. Pese a lo que hagan o puedan hacer. Yo no quiero eso. 

Ambos aparentan, no cortan por lo sano. No están sanos. Tienen amigos que no se preocupan por ellos, porque si lo hicieran no permitirían lo que se están haciendo. 

Yo lo que puedo decir, sobre ella, es que no tiene la culpa de lo que pase conmigo. Ni yo la culpo de nada. Porque en donde está pude haber estado yo. Y le agradezco que me mostrara mi futuro como su posible víctima. 

He aprendido a pasar de largo en sus vidas y que ellos no interfieran en la mía. No me perdí absolutamente de nada al estar con ellos, ni me perderé algo al dejarlos. 

Al contrario, me gané a mi y a mi alma. Un alma que puede repararse y que no quiere hacer daño. 

Yo no soy como ellos, que se encuentran en cada grupo de filosofía medieval. 

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