sábado, 31 de octubre de 2015

Creo que no has cambiado nada

Que no les engañe la ropa, el hecho de que se vea como un personaje de ficción, que no les engañe el discurso, ni los cursos que imparte. Que no les engañe que estudie algo claro y verdadero. 

Me han sentenciado muchas veces frases que parecen de telenovela, nada más falta la música y que uno llore o que me digan maldita lisiada. Pero, considerando que este es un país telenovelero y que nos gusta el dramatismo y sentirnos ofendidos... pues qué se le hace, esas cosas pasan. 

Se necesita ser alguien muy inteligente para decir tantas mentiras. Me sentenció el profesor al que me refiero en el primer párrafo. Sucede que ya habíamos chocado antes porque: 

- Insulté a uno de sus amigos. 
- A varios de sus amigos les caigo mal... no se por qué si son tan inteligentes ven como amenaza al menos apto. A menos que no sean tan inteligentes como yo pienso. Si, eso debe ser.
- No pasaba por un buen momento personalmente hablando, mi juicio estaba alterado por enojo y frustraciones y por no aceptar experiencias necesarias en la vida. Lo cierto es que él me juzgó por eso.
- Le dije que una de mis aspiraciones era ser autodidacta, más independiente, porque tarde o temprano tendría que soltarme de mis maestros, decir lo que yo pensaba y lo que yo había construido. Cuando se lo dije, me miró como si le hubiera confesado algo malo, algo muy serio o censurable. 
- Cuando le dije que tenía una duda, él me reviró: Investígalo tú, ¿pues no que eres autodidacta? 

Yo le tomé la palabra, sólo le pregunté de un examen extraordinario que por fortuna no se abrió el grupo. Me despedí de él. Recuerdo que le pedí amablemente que no se metiera en mis asuntos. Pues mi error fue haber confiado en él, dejarle entrar y creer que él podría ayudarme a ser una mejor persona. 

Recibí mejor ayuda indirecta: de personas extraordinarias, que me ayudaron a hacer una introspección y de las cuales tengo la fortuna de contar hasta hoy día. 

Pero con él... ah, que grave error. Es bien sabido que no puedes engañar a un mentiroso. En este caso nuestra paradoja fue que nos descubrimos en nuestras respectivas mentiras, por lo cual seremos muy cercanos aunque nos resistamos uno a otro, como Mike y Heisenberg. 

Él descubrió que yo mentía por protección y que en cualquier momento podía pasar a mentir por maldad. De las dos verdades que le dije, ambas sirvieron como clavos para mi ataúd. De las mentiras que le decía (porque decidí tomar terapia para no mentir), dije que esperaba que se volvieran verdad. Primer paso para vivir corrompida, primer paso para arriesgar mi salud mental. 

Pero yo descubrí algo más turbio: él se mentía a sí mismo peor que yo. Decía cosas muy sutiles, pero no se las creía en el alma (o espero no se las crea, en verdad es aterrador). Por ejemplo: decía que solía ser muy déspota con gente que no entendía, que se burlaba de ellos y que los hacía menos. 

¿No fue acaso, sin ser una víctima, lo que él me hizo a mí? Se burló de mi forma de pensar, me hizo menos y tergiversó mis palabras sobre ser autodidacta. Me parece que él cree que ha cambiado, pero lo cierto es que sigue en el mismo esquema. Creo que sólo le falta ver con quien explotar. 

Me alegra de que haya sido conmigo: soy yo la depositaria de sus más profundos secretos: que no ha cambiado, que esa posición es para ocultar de lo que verdaderamente es. Y, de mentiroso a mentiroso... lo mejor es decir la verdad. 

Otra cosa... incansablemente repetía sus afectos y lealtades con personas cuya relación es accidentada, con personas con las que se que no está seguro de eso que tanto profesa. ¿Acaso cree que por decir una mentira mil veces se vuelve realidad? 

No se a quien pretende engañar si no es a él mismo, pero presumir de felicidad, de estabilidad y de buenas relaciones, cuando se sabe que no se tienen... es el peor de los suicidios. Cuando uno es feliz, no lo anuncia, no hace alarde, no hay nada que lo haga fingir. Mi razonamiento es que cada que mentía, descendía al espiral de la infelicidad y la insatisfacción. Pero cuando en mi corazón había algo verdadero, ni la más tentadora mentira me hacía cambiar de parecer. 

Mi conclusión es obvia: dejar de mentir, no porque alguien quede bien o mal consigo o las personas, sino para no arriesgar nuestra estabilidad emocional. Por desgracia, como mentirosa en recuperación he visto que la mentira nos tienta pero la verdad, lo que somos y lo que ocurrió, nos persigue. Nos toma como si fuéramos sus prisioneros y tenemos que lidiar con ello. No importa el tiempo, no importa lo que queramos huir. La verdad nos alcanza. 

No se necesita ser un lógico para entender eso. 


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