viernes, 13 de noviembre de 2015

Amo ser egoísta

Me han pasado muchas cosas malas... no se ni desde cuándo: primero, es que tengo que madurar y es como eso ya hace cinco años. No estoy bien en mi trabajo, en la escuela, pues, tampoco. Y la verdad tengo deudas. Me dejó mi pareja, pero la verdad él y tres varos, me duelen más los tres varos. 

Tengo insomnio situacional... que es, como su nombre lo indica, una situación en donde te angustias, te agobia o simplemente no puedes con ella... y dejas de dormir o tardas en conciliar el sueño. Después te levantas hecho papilla, pero después tienes que seguir trabajando, y luego si te duermes no te sientes bien. De mal en peor. 

Entonces fui a los baños públicos que me gustan... primero con mucha culpa, después... se me olvidó todo. Me bañé 30 minutos, al vapor otros 10, di propina. No quise jugos ni comida o algo... la verdad no. Pero el agua caliente me cansó... asesinó la preocupación en mi cerebro. 

Agarré un cansancio rico, después de una hora de relajación. Me relajé muy bien porque el agua era perfecta, el gel olía muy rico (luego les digo cual es), lavé mi cabello y cara, me cepillé los pies... fue como si me quitaran un peso de encima. 

Gran terapia. Quisiera volverlo a hacer. 

Después me compré un gel de baño en Ives Rocher, iba a ir a The Body Shop, pero no me gusta esa sucursal. El gel era de aceite de oliva, me gustan los exfoliantes, pero ya pronto. Aproveché la oferta, me di mi regalo por no hacer nada. 

Antes, recuerdo que me dejaban sin televisión, que no me dejaban jugar ni hacer lo que yo quería. Cuando trabajaba, reprobaba materias, las pasaba cuando quería, no hacía ni el menor intento. Y me daba todo lo que yo quería: lo que el dinero podía comprar. 

Y el aprendizaje... bien gracias. No importaba si había lección, ya no me castigaban ni me autocastigaba. Valía todo eso porque yo tenía el control. Y del control al descontrol absoluto. 

Luego pasaba por las tiendas, por la comida y veía. Quería todo para mi familia... pero recordaba lo que me representaban. Por mucho que quería procurarles, por mucho que pensaba en ellos, al final todo iba para mi. Porque no me importaba nada más. 

Podré querer a muchos, podrán hacer cosas por mi... pero también esos que te quieren y que supuestamente les agradas te dicen de cosas, te juzgan, te señalan. Y después te das cuenta que para qué lo intentas, que luego tienes que hacerlo por obligación y que tarde o temprano seguirán en lo mismo. Aunque tu te esfuerces, inviertas en cosas para conciliar. 

Conciliar es para idiotas. 

Y entonces la casa pierde, pero tu ganas. Te vas a bañar, compras una comida con lo que podrías comprar pan, leche, jamón o queso. Compras un gel de baño que cuesta lo mismo que dos jabones para ropa. Prefieres pagar la mitad de tu sueldo en cosas para ti. Y administrar y contarles los pesos a los otros. 

Porque el hombre es egoísta, no existen tal cosa como los valores colectivos. Cuando uno ve algo, lo ve para sí, para otros... los otros, es un ente abstracto, problemático y que nunca ha de servir mas que para lograr mis intereses. 

El hombre que es más humano ve a sí mismo en primer lugar, no a los otros, no existe tal cosa como el sacrificio. 

Cuando logras quitar a los otros y sólo te tienes a ti mismo, cuando tu eres tu propia obra, tu propio proyecto, tu autorealización... se siente fantástico. 

Cuando hay un sistema que satisface lo que tu quieres, cuando lo quieres y como lo quieres, sin importar si lo necesitas, si hay otro, si gastas mucho o poco, si no es realmente una libre empresa, ese sistema triunfa por sobre el que privilegia a la masa. 

Por eso amo, amo ser egoísta. Me gusto más yo que los otros. Me encanta pensar sólo en mi... ¿Quién más lo haría con tal vehemencia, con tan poca importancia a los otros? 


No hay comentarios:

Publicar un comentario