martes, 24 de noviembre de 2015

Experiencias agridulces en el arte

Inspirado por Avelina Lésper. 

Pues este blog es el permiso que tengo para contar mi vida descaradamente, mejor eso que en un salón de clases o en un libro publicado. La verdad es que esas experiencias son gratis, como este medio de difusión. 

El 23 de noviembre estuvo Avelina Lésper en Dispara Margot Dispara. Me puse a leer su blog: www.avelinalesper.com. Primero iba a poner sus 10 entradas que más me habían inspirado, pero, como es mi blog (joke) quiero primero hablar de lo que me ha causado su lectura. 

Lésper escribe con la razón y se te va a la entraña: sus argumentos son provocadores, vinculan la ética con la belleza, con la educación, con el rigor y el sufrimiento que implica ser bueno en algo, hacerte bueno en lo que haces. Y no sólo escribir blogs de tus experiencias que eran, originalmente de divulgación de la filosofía. Autogol. 

Para empezar... creo que he perdido mi sentido del blog, es también una terapia para mi, por lo que he hecho mucho lo de escribir con la entraña y despedazar lo que no me gusta con palabras. De cierta manera, muchas páginas son un vertedero personal, pero a medida que dejas que avance, te conoces, ves cuáles son tus lugares comunes y qué haces al respecto. si te indignas, eres la víctima, buscas otro camino o estableces que es un pseudoproblema. 

Ciertamente a medida que leía a Lésper, venían muchos recuerdos a mi mente: cosas que hice, con quienes conversaba, lo que yo pensaba... luchas que tenía conmigo y con otros, motivaciones en un rincón de mi cabeza. Por eso hago esta lista. 

¿Por qué en el arte? Ya he hablado de otras experiencias que he tenido, pero es cierto que un filósofo tiene que estar en contacto con su sensibilidad, con la belleza. Ir a los museos, tratar de ver todo, de entender todo, de saberlo todo. No es lo mejor ni lo más sano, es un trabajo que alguien tiene qué hacer. 

Entonces, eso ha sido lo que viví, y evidencía mis lugares comunes, lo que he confirmado con el tiempo, lo que he de cribar si quiero seguir viva. Esto es lo que experimento con el arte 

1. Cuando vi el retrato de la madre de Alberto Durero. El realismo, los ojos, las arrugas, la expresión de la madre del artista. Durero pintaba la belleza en la vejez, en el paso del tiempo. Es la primera imagen que viene a mi mente cuando se habla de representación, de retrato. Durero les gustaba a personas con las que ya no hablo, pero estaríamos de acuerdo en la sensibilidad que despierta el artista. 

2. La Capilla Sixtina. Es un lugar común, pero no puedes creer, en verdad, que exista una obra de arte de tales dimensiones, con tantos detalles y estudios, que no servirían cien vidas para verla. Tu mundo es otro, cambia tu visión, te desafía. Miguel Ángel es el artista y se convierte en referente de lo que es una obra magnífica, de lo que es el cielo en la tierra, del mundo que no puedes ver, salvo que un artista te lo describa, te sensibilice. 

3. Gombrich. No existe el arte, sólo los artistas. Busqué a Gombrich de mala gana, esperando entenderle. No le entendí: la primera frase hizo que me jalara de los cabellos, que me enojara, que mi neurosis y prejuicios salieran. Con el tiempo, dejé de ver los dibujos, leí el texto, comprendí la belleza y la divulgación. La divulgación la hace el erudito, el que sabe todas las respuestas, el que ha visto y leído lo mejor. Tal es lo que quiero hacer. Gombrich nos ofrece la Capilla Sixtina de los libros de arte. 

4. Monty Python. Ahora, algo completamente diferente. Monty Python fue mi grito de guerra en la comedia desde que iba a la primaria. Me encantaba sus números musicales, el sinsentido, los cuestionamientos, la irreverencia. Fue mi primer acercamiento con risa, con lo diferente. 

Roberto Gómez Bolaños me parecía repetitivo, el humor mexicano, lo que sea que eso signifique, se me hacía de tirar la piedra y esconder la mano, de abusar del diferente, de sublimar la homosexualidad. Monty Phyton era, es, brillante, resiste el paso del tiempo, lo vuelves a ver, te vuelve a interesar. Los chavos el 8 y Chómpiras, los comediantes y escuelitas con buenorras te aburren pronto. 

5. Ron Mueck y el pretencioso filósofo. Hace no mucho tiempo, me enamoré y encapriché con un tarado pretencioso, que sabía latín, griego y teología. Pensaba que me ayudaría, pero sólo quería manipularme como a sus otras cinco mujeres y su esposa. A ese le gustó lo que llamaría La Techne Mueckiana. (Risas) 

Pero a mi me desagradó, me parecía que Mueck exaltaba el discurso de la soledad, que lo magnificaba y lo hacía sofocante. Estaban bien las obras... pero nunca me convenció. Me parecía que era redundante: ya sabemos que estamos solos, que nos carcome la angustia, que somos frágiles ¿por qué reproducirlo?

Por fortuna, Avelina Lésper hace un argumento similar al de Kant en la Crítica del juicio: por más que reproduzcamos la naturaleza, nunca podremos plantear una igualdad entre objeto y reproducción. Si dos objetos tienen las mismas propiedades, entonces son el mismo.

La obra de arte es bella, pero Kant, siempre sagaz y retador, postula que la naturaleza es sublime, inimitable, es nuestro primer contacto con la belleza y la grandeza de este mundo. 

La supuesta techne mueckiana (pretencioso hasta su madre suena eso), es una reproducción similar a la de un museo de cera, es increíblemente obvio, es redundante: todo esto ya lo habíamos visto, ya lo sabemos, no agrega nada al conocimiento. 

Y eso que él se quería comprar el pollo para su sala o cocina. Que naco resultó un lasallista de instituto. 

6. Carlos Amorales. Con él y con el hombre del que hablaré a continuación, me parece que son los que me ayudarían a conocer el arte contemporáneo, como problema, discurso y elemento del capitalismo salvaje. 

Amorales es un gran diseñador, pero no es un artista. Sus instalaciones me parecen buenas, me parece que él tiene algo que lo distingue de los otros. Y es su cercanía con los músicos y sus viajes a Europa. Me parece que se ha rodeado de personas que piensan igual que él y que requieren de sus diseños, pero no es un artista conceptual ni contemporáneo. 

Aún así, el conejo de Silverio, los diseños de las camisetas de Julián Lede y las portadas de los discos, me parecen fuera de serie, diferentes y bien logradas. Aquí una muestra de la incidencia de Los Nuevos Ricos: 

http://www.claudiopoleschi.com/en/exhibitions/past/carlos-amorales-e-julian-lede-nuevo-ricos/press-release 

Una catedral tapizada de pósters, luchadores y Silverio. Algo nuevo estaba pasando. 

7. Julián Lede. Ha expuesto en Amstérdam, en Berlín, en Viena, en Londres. Incluso se ha ido de gira a Europa con el mejor proyecto que ha creado: Silverio. Con él aprendí que el arte no tiene discurso, es también entraña, ira, furia y salvajismo. 

Obviamente, al principio pensaba que los Nuevos Ricos eran un montón de niños bien que querían hacerse los nacos, los kitsch y los artistas. Pero ellos sabían perfectamente lo que proyectaban: que eran un producto, que no cantaban, que no sabían hacer nada. Sin embargo, era una crítica al nuevo mercado de la música. ¿Por qué si una disquera hace los productos y abusa de los cantantes de plástico, qué sucede si eso puede ser un movimiento contracultural? Julián Lede lo hacía con irreverencia, cinismo, con la crítica a los falsos ídolos, en uno de los eslabones perdidos del rock mexicano. 

Después de Titán, el talentoso compositor volvió en una forma menos racional. Se había convertido en una bestia, que sudaba alcohol, que insultaba al público, poseído. Con un diseño de imagen que recordaba al pachuco y con un comportar similar al del peladito de Samuel Ramos. 

Silverio combinaba estos elementos con comedia estilo Andy Kauffmann, su performance nos mostraba a los mexicanos como somos. No imitamonos ni nacionalistas, éramos groseros, albureros, mienta madres y enojados con todos. Eso es México. Y que un performancero nos los diga y le aplaudamos como poseídos, representa que nos seguimos aplaudiendo, como masa. Nos celebramos a nosotros, no a Silverio mismo. 

Lo que me llama la atención es que el proyecto de Silverio se ha gestado con los años, más de diez años, y parece que se perfecciona y se adapta con el tiempo, lo que no ha cambiado es nuestra capacidad crítica, parece que seguimos en el mismo discurso. Y Silverio es aquel que nos ha dicho la verdad. Puede que Silverio sea efectista, pero Lede es un artista y ese performance es su obra de arte en constante perfección. 

Sobre su estancia en Europa: 

https://247bombthemuseum.wordpress.com/tag/silverio/page/2/

8. La educación. ¡Pero si estamos hablando de arte! Y es la educación en lo que mas adolece. En este apartado me di cuenta de muchas cosas: 

a) El arte no es algo serio, ni que valga la pena ser enseñado en una escuela. 
b) El arte es, o bien superficial, o bien para personas que tengan dinero.
c) El museo es una institución solemne, increíblemente aburrida, con horarios más rígidos que la iglesia. 
d) No podemos divertirnos con el arte, ni con su divulgación ni su enseñanza. Cierto es que el arte requiere de invención, pero también de sufrimiento y frustración. 
e) La insistencia por seguir modas, en vez de ser crítico y de atender los problemas de tu realidad. Al igual que Lésper, así es como se gesta el acoso escolar: un supuesto grupo cree que tiene la verdad de algo, cree que tiene la razón en todo, y hacen todo lo posible para que las personas que son diferentes, que no piensan como ellos, sean eliminadas, perseguidas, acorraladas y humilladas. 

Ahora, eso no tiene que hacer en nosotros asesinemos el pensamiento crítico, ni que seamos autocomplacientes. Se trata de buscar otros caminos y trabajar más, siempre más que los otros, siempre buscando decir lo que queremos y valiéndonos de nuestros recursos. Puede ser que quien esgrime las críticas tiene razón, pero esas se contrarrestan con el tiempo, con trabajo y con argumentos nuevos. 

9. El cuidado del cuerpo. Cuando leí de Lésper que el cuerpo es nuestro medio para experimentar, para las experiencias, para poder entender... creo que me di de topes contra la pared. Sigo obedeciendo a mi ego y a los falsos dilemas del cuidado del cuerpo. Tacho de superficiales a quienes lo hacen, me creo intelectual por justificar mi pésimo estilo de vida y mi falta de cuidado. Cuando la verdad si tengo que hacer algo por mi, por mi salud. 

A la mierda los discursos que es bajar de peso rápido, para atraerle a gente que no le atraes, que no te respetaría de todas maneras; a la mierda aquellos discursos de superación personal, de autoestima psicópata y narcisista. El cuerpo tiene que cuidarse porque es nuestro único medio, no somos todo cuerpo, pero no podríamos vivir sin nuestro cuerpo. No es superficial cuidar el cuerpo: es un asunto de disciplina, de no caer en el autoengaño, de ser conscientes que no hay respuestas rápidas. Sólo una forma de elegir nuestro cuerpo y de cuidarlo, y no es la fácil ni la inmediata. 

Bien lo dice en su blog: los dolores del alma se sufren en el cuerpo. 

10. La trinchera, de José Clemente Orozco. Ese mural me embelesaba: mostraba a un México derrotado, un México bélico, salvaje. Pero Orozco contrasta la muerte con el cansancio: los soldados caen, vencidos, pero también se desfallecen de tanto pelear. Esa pintura evoca en mi lo que significa el nacionalismo. 

11. James Ensor. Yo vi la exposición de Ensor cuando estaba en la secundaria. Me encantaban los grabados: en las procesiones había mucha gente y esa gente se dibujaba con pocos trazos. Era un manejo de la simpleza, pero también de la fealdad, de lo que no te gusta ver, eso que eres tú, pero que a la vez te confronta contigo. Recuerdo mucho el cartel de la exposición en donde eran unas personas de las procesiones, pero cuando entrabas era apenas un dibujo del tamaño de una postal. Ahora eran unas personitas y Ensor te obligaba a poner atención. 

No hay un deleite con la fealdad, hasta que miras a Ensor. 

12. Picasso, tauromaquia. Al igual que Ensor, los trazos parecen sencillos, pero hay una gran complejidad en cómo se forman las ilustraciones: son apenas unas pinceladas. Pero la disposición es magistral. Uno las intenta reproducir y no puede, no se pueden falsificar, no se pueden dibujar. Picasso tenía cierta economía, genio y fuerza expresiva. Al igual que el escritor que con pocas líneas logra transmitir sus ideas, el con unas pinceladas transmite lo mejor de una escena, de una imagen. Nos obliga a observar. 

Hay un cartel publicitario, que por desgracia no he podido encontrar, en donde las letras son posiciones de los toreros hechas con apenas algunos trazos: te vuela la cabeza el genio de Picasso, la composición, el diseño. Lo que me da elementos para el siguiente punto. 

13. La publicidad. La publicidad sería una nueva forma de arte, no tiene discurso, plantea otros mundos, posibles o imposibles; abre una pared, incluso el cielo si es un espectacular, mejor que un cuadro. Se sirve del art decó, de los monumentos, del cine, para plantear una imagen que en verdad nos dice algo, una imagen que todos podamos entender y que no depende de la verborrea que dice Lésper. Los artistas está ahí: creando, usando las tecnologías, haciendo del medio el mensaje. 

Mad Men lo describió de manera muy sutil, tanto que necesitaríamos una re-lectura, pero la publicidad mueve los hilos de nuestro pensamiento. Se va a lo más pedestre y lo convierte en necesidad, en condición sine qua non. De la que después se sirve el arte contemporáneo.

Lede y Amorales hicieron el compilado Nuevos Ricos: en pocas copias, con portadas extravagantes y música que sólo pertenecía a quien pudiera pagarla. Con ello criticaban a los magnates que pagaban por cualquier cosa, el estatuto era la rareza para vender una idea, un concepto. Algo que no entendían, pero que sólo gustaba. Lede y Amorales venden buenos productos, sin importar el discurso. 

14. Frida Kahlo. Yo comparto la perspectiva de Lésper de que Kahlo no pintaba bien, era un arte ególatra, lleno de sufrimiento. Si algo me molesta de las personas que crean es que usen el sufrimiento para causar lástima, que pidan limosna de algo que tiene que ser dado. 

Es terrible que el estereotipo mexicano sea esa pintora o una especie de Beatriz Paredes, con pelos en la cara y con un vestuario que ni en las películas del Indio Fernández, es terrible que ella nos represente como mujeres, como artistas, siendo que no sabía pintar y que su vida y su desgracia rara vez se reflejan en su arte. 

15. La fealdad. Si bien la belleza nos hace sensibles, la fealdad nos hace poetas. Cuando la vemos nuestra mente viaja, nos obsesiona, nos abstrae. No es esa fealdad que nos lleva al desprecio, a criticar al otro por disminuirlo, a proyectar nuestros problemas en el otro. 

Es una fealdad que deseas ver, porque algo te prende de ella, hay una fascinación, una idea que te da vueltas la cabeza. La fealdad es necesaria, sin ella se acaba el movimiento, el diálogo. Con ella coexiste la belleza. La fealdad está en Sade, en los grabados en donde había demonios, en los grabados de Ensor, en la muerte y en las deformidades. 

Cuando vemos las imágenes de los monstruos, de los supuestos fenómenos de circo; de los trastornos y animales feos, de las personas de las que se ha hecho burla, vemos algo que nos confronta con nosotros, que es diferente, que añade algo que no estaba antes. Ser feo es distinguirse de los otros, es romper con lo establecido. Los cánones de belleza, ante la fealdad, son mera ilusión. 

16. La disciplina. Crear, cualquier cosa, es un asunto de paciencia, de tiempo, de intentar y fracasar. No es asunto de autoestima, de no estar cansado, de que no te duela, que todo sea lineal, bello, maravilloso y de dieces. Nunca dejará de dolerte. 

Busco la disciplina, porque pensé que era bueno que no la tuviera. Lo peor fue cuando vi que se me había olvidado algo: la broma era yo, una persona que no tenía el control de su vida, que pasó de libertaria a irresponsable. Que no tiene cuidado de si. Que no preserva su salud pero que desea hacer todo lo posible con su vida. 

No se por qué demonios se cree que el arte no requiere disciplina para entenderlo, para hacerlo o para acercarse a él. Que todo es un maldito juego, que nada merece jaquecas ni estudios serios, ni argumentos. No se por qué dicen que todo es libertad cuando lo que se trata es de asesinar la capacidad crítica posible. 

Son demasiados recuerdos que movió Avelina Lésper. He estado leyendo su blog, y esporádicamente veo una entrada, otra, otro argumento, movimiento, cosas con las que yo no estaba de acuerdo y que de repente cambiaron. Porque eso es lo que hace un buen crítico, un buen escritor: explica, te hace pensar, hasta te conmueve con las palabras. Y ya que ves su discurso, puedes llegar a un acuerdo con él. 

Sin más, los invito a que escriban sus experiencias, a que observen lo que sintieron esa primera vez en que se les pervirtió, con una nueva idea. En mi caso fue el arte, en otros casos tal vez sea otra manifestación. 

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