domingo, 2 de octubre de 2016

Luis González de Alba, despedida de un cerebro.

Ya no quiero escribir de la muerte: con la pérdida de mi papá siento que muero por dentro, quisiera no tener corazón, no tener alma, no tener nada de sentimientos: porque es muy doloroso. No imagino la vida sabiendo que alguien que quería mucho iba a morir. No concibo que las personas que admiro ni que me han marcado ya no estarán conmigo. 

Poco importa el año, pero han sido demasiadas tragedias, demasiados padres intelectuales, demasiadas pérdidas. Tal vez sea el momento de enfrentarlo. 

Luis González de Alba era un divulgador científico, así lo conocí. Y observaba sus opiniones y crónicas. Era una mente crítica, un hombre brillante, un hombre poco aceptado: no por su condición, sino por su mente crítica y sus circunstancias. 

Se atrevió a cuestionar al dogmatismo de los lideres del movimiento del 68, a observar la experiencia pese al discurso y el análisis antes que la mera opinión popular. 

González de Alba no es un mero antagonista en una historia maniquea y plagada de mentiras, como algunos libros sobre el 68 pretenden exhortar. Es una voz disonante que resultó ser la voz de la razón, resultó ser un divulgador cuando el estilo epistemológico era  oscuro y desinformado a propósito. 

No merece la pena mencionar a las personas con las que antagonizaba, ni las anécdotas que, gracias al locutor Sergio Zurita, describen las injusticias que soportó este maestro indirecto. Es preferible hablar de su trabajo en Nexos, de la crítica Los Días y los Años, de su elección de la música, de su forma de argumentar y de clarificar conceptos científicos. 

El caro consejo que me dio, es dejar salir los sentimientos con música. De aceptar los sentimientos y de leer los mensajes de la forma más crítica posible: sin el discurso indigenista, chairo y complaciente de algunos izquierdistas de Chimalistac. Que nunca será tan recordados como él, como hoy. 

Tu mente era muy grande para este mundo, tu elegiste cómo pensar, cómo vivir tu vida. Entiendo que este mundo sea tan pequeño, que no comprenderemos cómo decidiste morir, pero sabemos que esa decisión fue porque viste algo que nosotros no. 

Descansa en paz, Luis González de Alba. 

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