viernes, 25 de noviembre de 2016

El Decamerón o mi primera vez

Recuerdo cuando leí el Decamerón por primera vez. Honestamente, fue una experiencia muy placentera. 

Y es que fue mi primera vez, la primera vez que descubrí el aspecto lúdico del sexo: hablar sucio, ser infiel, gozar con amantes y disfrutar de la vida. 

La idea que me sedujo fue increíble: la de alejarse de la peste. En ese entonces pensaba que Boccaccio se refería a la gente. Alejarse de la peste que son los otros, para reunirse con los verdaderos amigos en una finca. Cicerón tenía una, creo que era una edificación grande, con muchas plantas, comida deliciosa: como jamones o fruta, o vino, de ese que sabe dulce y embriaga rápido. 

Esa fue de mis primeras fantasías: irme lejos a contar historias, a vagar, lejos de la peste y la decadencia de las personas. Tal fue el poder curativo de la literatura y la revelación terapéutica de Boccaccio. Tal fue mi sueño. 

Fue la manera en que la literatura me pervirtió y me hizo darme cuenta de lo que pensaba en realidad... Si dijera mis libros favoritos, serían como las instrucciones para desarmarme. Por ello nunca haré mi lista. 

Recuerdo que el primer lugar para alejarme de la peste, fueron las bibliotecas, a veces traía buenas viandas, otras no tenía nada: sólo me bastaban los libros y las ideas que tuviera para escribir o a veces un libro que me diera un buen placer. 

Otras era ir a un bosque, sin más que un libro, a veces sólo era mi comida o mi cuaderno de apuntes... no siempre tenía dinero, no me importaban mucho el tener geles de baño, vinilos, libros caros, hamburguesas de salmón o langosta con mantequilla y pastel de chocolate. Tenía pocas cosas... o tenía lo que necesitaba y era feliz. 

A veces creo que quiero volver a los orígenes... pero hay tantas cosas que quiero hacer y tanto que quiero comprar para consentirme. Tener un ambiente estructurado, en vez de trabajar como freelance, como ahora. 

Quisiera una vida parecida a la de Cioran. Donde vivía como escolar y con un insomnio que le permitía escribir sus maravillosos aforismos... Hacer de la vida nocturna en la ciudad mi parque de diversiones... con largas caminatas y con comida deliciosa de algún café. 

Me siento como Wallace en mi cena con André: antes pensaba en tomar taxis, cenar en restaurantes y una vida sin responsabilidades. Ahora sólo pienso en dinero. 

Con dinero tendría tal vez esa finca, o podría rentar una y tener todas las viandas que quisiera, tal vez estaría con mis amigos para hacer una gran fiesta, y de esa fiesta un gran bacanal. Tal vez mis obsesiones y mis imágenes mentales están en mi cabeza o están a la vuelta de la esquina. 

Tal vez necesito un baño... pensar las cosas con más calma, pensar en los malos días como una oportunidad. Tal vez ya me alcanzó la peste, porque no puedo huir para siempre, ya no más. 

Y es cuando todo se saca la factura: de que un día fuiste el consentido, el rey del mundo, el único. Pero las personas te detestaban por eso... lo siguen haciendo. Ahora ellas se alegran de que tú tengas la peste junto con ellos. No existe tal finca. 

O jamás existió.  

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