lunes, 28 de noviembre de 2016

Consideraciones sobre la violencia

Hay un supuesto es metafísica y científicamente comprobable: hay violencia en la naturaleza. Esto es que hay una fuerza mayor en la naturaleza, que irrumpe y que no se detiene, que destruye todo y despoja a cualquier especie de autonomía. 

Se representa como mal natural: una tormenta, una pandemia, un terremoto, un tsunami... a veces lo identificamos con un depredador que devora a su víctima, o al menos la ataca. 

A menudo es un argumento sobre la supremacía de los más aptos, de los más fuertes. Podemos derivar que si pierdes contra la violencia es que eres el más débil, el que no merece. El que tiene que ser destruido. 

También podemos concluir que... si una persona es violenta es porque la naturaleza es violenta. En esto consiste la falacia naturalista, pocas veces se apelará a la razón, pocas veces se puede ser pacifista cuando la violencia es cruenta. 

Aunque es una válvula de escape, la violencia también desmoraliza. Uno podría ser adicto a la violencia, pero como toda adicción cae en la decadencia. Las personas necesitan más, necesitan su poder, necesitan intimidar, humillar, disminuir. 

Cuando la violencia es adictiva, no es una cuestión psicológica o la toma de medidas drásticas, algunas veces justifica más violencia y la hace necesaria, útil, no hay posibilidad de escapar. Necesitamos una fuerza más grande, para vencer a una fuerza poderosa. 

Se esconde en la vergüenza, en la pobreza, en la injusticia y es fuertemente motivada por el odio. Es un fuerte catalizador de cambios, pero también deja un rastro de destrucción. ¿Habrá algo de arte en la violencia? 

Y es un tema espinoso, tanto que por eso es abstracto: hablamos de sus dolorosas consecuencias, del duelo, de los costos estimados en disturbios, de la metodología para salir o entender el sufrimiento, pero cuando la vemos, es o dejarse llevar o ser una víctima inevitable. Es la esencia de la tragedia.

Pero ella, como un monstruo que nos traga, ya nos ha hecho sentir sus efectos, ya no está en nuestro poder resistirnos. Ya somos parte de ella y ella es parte de nosotros. Sin embargo, no podemos entenderla, pocos han emprendido este gran esfuerzo. 

Entender la violencia no sería una solución realista: hay algunos teóricos que ponen énfasis en las medidas punitivas, en las consecuencias, en no olvidar jamás. Pero esto es parte del concepto abstracto que tenemos de la violencia. 

Es demasiada la violencia, que su negación sólo hará que se perpetúe y que siga sin tener las consecuencias que merece. Por desgracia, no se puede detener, es intempestiva, es una fuerza, está en nosotros. Creo que lo único que podemos hacer es tratar de contrarrestar sus efectos, o tratar al menos de reconocerla. Porque, con pesimismo, creo que nunca se acabará. 

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